“No hay castillo entre nosotros
que no tenga su espectro, ni una cabaña que no tenga su genio”, afirma
Alexandre Dumas. Le creeremos.
Espectros y castillos vienen de
lejos, pero es con la novela gótica y con el desmoronamiento del antiguo
régimen cuando irrumpen con fuerza en la literatura, el teatro y el arte.
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Ernst Ferdinand Oehme, Schloss Scharffenberg por la noche, Nationalgalerie, Berlín, 1827 |
A menudo, el castillo se opone a
la aldea. Sus torres la dominan, vigilan y, con frecuencia, la amenazan.
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Pierre-Luc-Charles Ciceri, decorado para Giselle, de Adolphe-Charles Adam, 1841 |
Las ventanas iluminadas y el humo en las
chimeneas indican que el castillo está habitado. En la película La
hija de Drácula, cuyos decorados fueron diseñados por Albert S. D’Agostino,
los aldeanos que celebran una boda se alarman al ver que una luz acaba de
encenderse en una de las ventanas del castillo. El terror ha regresado.
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Lambert
Hillyer, Dracula's Daughter, 1936 |
El castillo suele alzarse en lugares abruptos,
en estrecha relación con la naturaleza: se yergue en cumbres escarpadas, al
borde de precipicios, rodeado de frondosos y oscuros bosques o asomado al mar,
preferentemente de noche y alumbrado por la luna.
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John
Badham, Drácula, 1979 |
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Robert
Bruce, atribuido a Charles A. Cambon, París, Institut del Teatre, Barcelona, c.
1850 |
En la película de Francis Ford Coppola Drácula,
de Bram Stoker vemos cómo la silueta del castillo reproduce la obra de Frantiseck
Kupka The Black Idol:
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Francis Ford Coppola Drácula, de Bram
Stoker, 1992 |
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Frantiseck Kupka The Black Idol. Resistance,
Musée National d'Art Moderne, Centre Georges Pompidou, París, 1903 |
Un amplio repertorio de castillos, con sus
torreones, almenas y cubiertas inclinadas, se despliega en los decorados
teatrales y cinematográficos. Es preciso albergar al señor feudal, al espectro,
al vampiro.
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Freddie Francis, Dracula Has Risen from the
Grave, 1968 |
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Giorgio
Busato, Marco Visconti, Museo del Teatro, Almagro, 1850 |
No debemos confiarnos, sin embargo, porque
fantasmas, vampiros y otras criaturas del horror pronto abandonarán los
inhóspitos castillos para pasar a habitar nuestras casas.
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Don Sharp, The Kiss of the Vampire,
1962 |
Observo que en la mayoría de las imágenes hay ventanas iluminadas. Imagino que, además de indicar que el castillo está habitado, habrá otras razones.
ResponderEliminarObservas bien. Aparte del efecto plástico del destello luminoso, fíjate que, en la literatura de terror, abundan las referencias a las ventanas iluminadas: rojas como los ojos del vampiro, o, en muchísimos casos, como el resplandor de una fogata. Estas ventanas anuncian el fuego que acabará devorando la vivienda o que, sin alcanzar estragos tales, consume las almas de aquellos que la habitan. ¿Recuerdas el relato titulado "El magnetizador", de ETA Hoffmann? En el crepúsculo, las ventanas de la torre que corona el castillo gótico “brillaban con los rayos del sol como si saliesen llamas de su interior” . Hay muchísimos ejemplos similares. No es extraño que las mansiones del terror terminen siendo destruidas en una hecatombe protagonizada, en muchos casos, por el fuego: el fuego purificador, el fuego del hogar, el fuego del infierno.
EliminarMás adelante hablaremos de las destrucciones, tan importantes en la literatura, la pintura, el teatro, el cine y los espectáculos ópticos. El gran espectáculo.
Tema muy apropiado para estas fechas y al que no soy muy adepta, por ser una miedosa sin remedio, y por que lo paranormal, me aburre un poco. No es mi género favorito
ResponderEliminarLo de los malos, espectros y otros espíritus y los castillos tiene su lógica en la historia, aunque a lo mejor soy demasiado incrédula. Quiero decir que en la historia, los castillos que eran pequeñas ciudades en sí mismas, tenían recovecos, túneles secretos, mazmorras, armas extrañas y algunos nobles nigromantes; en las aldeas por falta de espacio y porque los aldeanos tampoco tenían ni los medios ni el tiempo para dedicarase a ello (ni por supuesto, el magnetismo de los castillos) por fuerza estos temas sólo podían darse en lugares grandes, misteriosos, y en muchos casos, el orígen de los males de lo que ocurría en la aldea.
Con el tiempo, la tradición lo convirtió en leyenda y hasta hoy.
Puede que parezca que le quito importancia, pero no me ocurriría. Es sólo una forma de explicar, bueno de intentarlo, el porqué de esa unión de castillos tenebrosos y seres inmortales malditos
El arte, que siempre ha representado lo que se comenta en la calle, le ha dado otra visión. Más oscura, terrible y enigmática, además de muy visual. Lo de las luces, la verdad es que nunca he pensado en ellas, hasta ahora que lo comentais. Es cierto, siempre hay luces que no deberían estar y que entreveen lo malo que está por venir.
GRACIAS Carmen, un tema interesante, aunque algo siniestro
Ja ja ja, Harry, vas a pensar que soy una adicta a lo paranormal, cuando, en realidad, soy una racionalista de lo más impertinente. Entre otros géneros, el de terror me atrae por la relación tan transparente que mantiene entre los recursos que emplea y los resultados narrativos y estéticos que alcanza.
EliminarEn cuanto a los castillos, claro, hubo un tiempo en el que eran sede del poder -de diversos poderes, en gran medida-. En teoría, debían proteger a los aldeanos que se cobijaban a la sombra de sus torres y murallas, pero ya sabemos que de la teoría al hecho media un abismo, y las exacciones más inmediatas procedían de aquellos que habitaban ese mismo castillo. Bueno, pero no quiero perderme por aquí.
Tu alusión al noble nigromante me ha hecho recordar a Enrique de Villena, pero sobre él le pediremos a Daniel que nos hable un poco cuando le apetezca.
En menudos embolados me metes, Carmen. El marqués. No sé cuándo me apetecerá hablar de él y de sus gabinetes. El miedo está ahí: en su respiración, en su presencia, en sus aposentos y claraboyas. Pocas veces se puede sentir tanto a un nigromante. Tan cerca. Ves sus redomas y percibes su rostro. A mí, cuando le sigo el rastro, siempre me viene a la mente el diálogo entre dos personajes de una de nuestras mejores novelas decomonónicas. Uno de ellos reprende al intruso: Este camino solo conduce a mi casa.
EliminarEntonces tiemblan las patillas.
En él pensé, ejejeje.
EliminarImpone donde este ubicado el castillo, ello ya crea una atmósfera que terrorífica que acompañada de un paisaje tenebroso, con la luz de luna y el cielo con nubes, va llenando tu mente de miedo que conforme avanza hacia aquel, se vuelve más intenso...el poder de la imagen
ResponderEliminarSí, justo lo que le decía a Harry, el poder de la imagen, que moviliza algo más poderoso aún: la imaginación.
EliminarLos castillos tienen su aquel. Bastante más que su aquel. Los aldeanos, los villanos, están sometidos a su poder. Y el poder se ejerce, que para ello es ejecutivo. Eso tienen en común el poder y los bancos: esos incisivos afilados. Resaltan por resultones. ¡Manda árboles! Pero caer, caen: la erótica del dientecillo.
ResponderEliminarSi no estoy equivocado, conocí a un vampiro. Supongo que todos los adultos habremos conocido a alguno. Nos pasamos la vida esquivando dentelladas. Este no se las daba de tal, pero lo era. Lo sospecharé siempre. Su mirada y su tez lo delataban. No podía ocultarlas. Tampoco lo pretendía.
Pero no me gustó el vampirillo y conseguí evitar su trato.
Nunca conocí su castillo, ni vi sus ventanucos iluminados, aunque la luz cambiase de ubicación de fotograma en fotograma. Quizá estuviera durmiendo entre ristras de cabezas de ajos.
Me gusta esta entrada y la información sobre el Black Idol o sobre la hija de Drácula. Quiero más. Ese miedo es natural: está en nosotros.
No me gusta la idea de encontrar fantasmitas o vampirillos en las casas particulares. Mejor que se queden en sus castillejos y casonas. Es más propio.
Los naturales, en cambio, campesinos o urbanitas, preferimos pasar de incógnito en estos casos.
He de reconocer que desde la ventana de mi habitación veo un castillo. A veces lo contemplo en las noches de insomnio. Pero, afortunadamente, está en ruinas. No tienen ventanas iluminadas. Por eso, después, puedo dormir.
Peor me lo pones. Porque si el castillo está en ruinas y no quedan ni muros ni ventanas, ¿qué pensarás si, una noche, ves iluminadas esas ventanas que no existen?
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