Es “una ciudad que no se puede evitar”, escribe
Calasso. Manganelli, sin embargo, la evitó durante todo el tiempo que le fue
posible. Eludía esta ciudad porque la idea de que era una obra maestra llena de
obras maestras le espantaba –o le aburría-. La ciudad “bella”, no duele, no
conoce demonios, no es una secreta interpretación del mundo. ¿Seguro?Manganelli descubrió después que ser una obra maestra era un modo de
esconderse, de volverse desconocida, de hacer más intrincado el camino para
descubrirla y reconocerla.
Él ve en Florencia la contienda geométrica entre dos bandos. Uno de ellos es capitaneado por el “taciturno señor del Baptisterio, dueño de los números, ser sin aire”. El Baptisterio no quiere ser amado. “Íntimamente ciego, solo se contempla a sí mismo”. De esa concentración nace una potencia, una “geometría del terror”, que invade toda la ciudad.
Baptisterio
El otro bando, que intenta hurtarse a ese poder, es el de la arquitectura del aire y de la danza: “lugares donde el aire se ha dispuesto como arquitectura y habitáculo de ángeles”. En ellos se percibe “la rápida y ligera sabiduría, la insondable sabiduría feliz del angélico pueblo del aire y de sus cómplices terrestres”.
Algunos de los edificios que forman parte de este
segundo grupo gozan de la ventaja de ser protegidos por el río. Es el caso de
Santo Spirito, por ejemplo, o de San Miniato. Allí no alcanza o, por lo menos,
pierde fuerza, el adusto poder del señor del Baptisterio.
San Miniato al Monte
Publico a continuación las imágenes de algunos de estos edificios, sin indicar a cuál de los dos bandos pertenecen. Os dejo a vosotros la tarea de reconocerlos, de adivinar cuál podría ser su bando, según Manganelli: ¿AD –aire y danza- o B –Baptisterio-?.
Vuestra opinión no tiene por qué coincidir con la de Giorgio Manganelli. Y, si no os apetece jugar, basta con que os animéis a acompañarme en este paseo por Florencia, la "ciudad que no se puede evitar".
San Lorenzo
No se trata solo de fachadas, por supuesto. El pobre San Lorenzo se quedó sin ella, por ejemplo. Otros edificios tuvieron que conformarse con una máscara (¡corre, corre, ponte esto!) o se quedaron con carita de niño. Manganelli señala que una línea casi recta une Santa Croce y San Lorenzo con la cúpula de Brunelleschi en el Duomo. A estas tres iglesias se les negó la fachada: “estoy convencido –afirma- de que la prohibición emanó” del señor del Baptisterio.
Santa Croce
La Capilla de los Pazzi, junto a Santa Croce,
“reúne en un brevísimo espacio los signos de la danza, de la inmóvil
contemplación del cosmos, y también la esbelta gracia de una matemática mental
que llega a ser sagrada y renuncia a ser instrumento de gobierno y de amenaza
contra aquello que no puede ser matemático”.
Capilla Pazzi
Prosigamos el paseo. ¿Aire y danza o el ceño del Baptisterio?
Palazzo Vecchio
Palazzo Medici en la antigua Via Larga
Santa Maria Novella
Santa Maria dei Fiore
Palazzo Strozzi
Santo Spirito
“Solo Santo Spirito consiguió, entre las iglesias del aire, tener una fachada; pero es una fachada anómala por completo, cándida e interrumpida por el gran ojo de cíclope amable”, escribe Manganelli.
El de Roberto Calasso también es un libro muy simpático. En un determinado momento, habla de un jardín junto a Santa Croce y, al leerlo, exclamo: “¡pero yo he estado allí en otro libro!”. Así leo, qué le vamos a hacer: como juego o sueño. Como aire y danza.
El profesor
era muy mayor y tenía un apellido precioso. Había dado en regañarme amablemente
porque, decía, yo era revoltosa (¿era?). Llegué un día al aula antes de que
comenzara la clase, me subí a un pupitre, di unas palmadas, dije a mis
compañeros “escuchad esto” y leí en voz alta el principio de Infancia en Berlín
hacia 1900, de Walter Benjamin. “Espléndido, señorita Pinedo. ¿Me permite
comenzar la lección?”, preguntó el profesor, desde la puerta. “Por supuesto,
señor Salom”, respondí, y bajé del pupitre.
Llego hoy
aquí como lo hice aquel día: entusiasmada. “Escuchad, escuchad esto”, os digo.
Estamos al pie del monte Bosavi, en Papúa Nueva Guinea. Como sucede en otros territorios selváticos, no es fácil ver a lo lejos, "de modo que el mapa del espacio se traza con sonidos".
El kaluli
vive en dos mundos: el visible de las personas y el de sus reflejos. Cuando
alguien muere, su reflejo desaparece y se convierte en pájaro. “El tránsito de
la vida es de niño a pájaro”.
Fotografía de Jimmy Nelson
Fotografía de Tim Laman
“Las canciones humanas son cantos de pájaros, y las palabras de un canto se llaman «palabras de sonido de pájaro». Son «palabras al revés», palabras comprensibles pero completamente distintas a las del lenguaje hablado, palabras que tienen un significado por debajo, en el otro lado”.
Fotografía de Jimmy Nelson
Fotografía de Tim Laman
La canción es
una cascada; el cantante, un pájaro en lo alto de la cascada. “Las canciones
mal interpretadas tienen un saliente demasiado pronunciado antes de la caída
del agua, o salpican demasiado, o se demoran demasiado en la poza antes de
seguir su curso”.
Fotografía de Jimmy Nelson
A veces se
producían invitaciones entre casas comunales para cantar. Los anfitriones lloraban
“y, cuando los sollozos se tornaban insoportables, alguien cogía una antorcha y
con esta empujaba al cantante por el pecho o el hombro”. El éxito de las sesiones
“se rememoraba mediante relatos que describían cuánto habían llorado los
anfitriones y cuánto se habían quemado los cantantes invitados”.
Fotografías de Jimmy Nelson
En la lengua
bosavi, “la palabra para «mañana» es la misma que para «ayer». La palabra ya no
se aplica a la sociedad kaluli, sino a los mismos pájaros que antaño fueron kalulis.
ii-yehhhh-u
ii-yehhhh-u
susulubii susulubii susulubii
aún están en los árboles”.
Fotografía de Tim Laman
***
¿Por qué os cuento todo esto? Porque me entusiasmé leyendo el libro de Eliot Weinberger titulado Algo elemental. De él proceden todas las citas de este texto. No habla solo de los kalulis, sino también del viento, los tigres, los desiertos, los rinocerontes y mucho más. ¿Cómo no iba a subirme a la mesa y deciros "escuchad, escuchad"?