domingo, 5 de noviembre de 2017

Frederick Childe Hassam y el enigma de la luna








Frederick Childe Hassam (1859-1935)


“Mirad, han puesto un toldo rojo”, dije. Lo observé mejor: “el toldo se mueve”. No era un toldo: era fuego. Llegaron los bomberos e hicieron que todos los vecinos evacuáramos el edificio. Yo era muy pequeña, mucho más pequeña que Frederick cuando vio cómo el fuego arrasaba el mundo de comodidades en el que se había criado. Él tenía trece años cuando un gran incendio destruyó gran parte de la zona comercial de Boston, donde se hallaba el negocio familiar. Atrás quedaron las colecciones de arte y antigüedades de su padre, los hermosos muebles, la vida sin complicaciones, los estudios que el muchacho se vio obligado a interrumpir para ponerse a trabajar. El fuego lo cambia todo. Aunque no será el fuego el protagonista de las obras de Frederick Childe Hassam, sino, en muchos casos, el agua.


Frederick Childe Hassam, Noche de lluvia
Frederick Childe Hassam, Islas de Shaols



Frederick Childe Hassam, Noche de lluvia

El agua del mar, por ejemplo, pero también la de una lluvia que nos habla del interés de Childe Hassam por el impresionismo, movimiento del que se le considera pionero en Estados Unidos junto a Mary Cassatt y John Henry Twachtman. Una lluvia que empapa con frecuencia los paisajes urbanos de Childe Hassam y arranca destellos del asfalto sobre el que brotan los paraguas. La bella lluvia azul de las noches azules.



Frederick Childe Hassam, Noche de lluvia

La niebla, la nieve, ocupan también el espacio de los lienzos del artista. Fijaos en estas grandes manchas oscuras que configuran los volúmenes de los cuerpos y los paraguas azotados por la nieve:


Frederick Childe Hassam, Tormenta de nieve en Nueva York


Frederick Childe Hassam, Islas Shoals

Frederick viajó a Europa en varias ocasiones. Visitó Francia, Reino Unido, España, Italia, Suiza, los Países Bajos. Bebió con avidez cada una de las pinceladas de Turner, Caillebotte, Degas, Monet. En su segundo viaje a Europa, en 1886, permaneció durante tres años en París, donde asistió a las clases de la Académie Julien. Antes de regresar a Estados Unidos pasó unos meses en Inglaterra. Después se instaló durante quince años en Appledore, en las islas Shoals. 


Frederick Childe Hassam, Playa rocosa en Appledore

Frederick Childe Hassam, Viento del oeste. Appledore
Nuevos viajes le condujeron a Cuba, a Inglaterra, a Francia, a Italia. Pero el viaje que más me interesa es, una vez más, el del despojamiento. No se trata de un viaje progresivo, sino de una tendencia que se advierte en su obra y que convive con otras sin problema alguno. Mirad, por ejemplo, estas dos obras:


Frederick Childe Hassam, Amanecer en verano

Frederick Childe Hassam, Estrella vespertina

Frederick Childe Hassam, Paisaje de Oregón
Estos cuadros fueron pintados entre 1891 y 1892. ¿No os sorprenden un poco las fechas? Pero son varias las obras de este artista en las que se aprecia esa maravillosa simplicidad, ese ceñirse a lo esencial, despojado de detalles, de adornos innecesarios. La desnudez, siempre la desnudez.

Frederick Childe Hassam, Noche de luna


Frederick Childe Hassam, Tarde

Mirad el aspecto, casi oriental, de este sencillo paisaje. Apenas unas manchas de color y unas líneas crean el mundo. No hace falta más.


Frederick Childe Hassam, La mañana

Aunque la pintura incorpore otros elementos, no podemos decir que la voz se haga más compleja, más confusa.


Frederick Childe Hassam, Monte Hood

Frederick Childe Hassam, Cotysville

Frederick Childe Hassam, Paisaje de Harney


Frederick Childe Hassam, Gloucester

Pero esta no es la única voz del artista: a través de sus obras nos habla con muchas otras voces. Algunas de ellas son muy interesantes; otras, en mi opinión, son más fáciles, más “bonitas”, más comerciales. 

Como este rincón es el único lugar del mundo donde puedo decidir (hasta cierto punto, tampoco hay que exagerar), he optado por “hacer hablar” a aquellas obras que más me atraen. Por ejemplo, las que nos muestran los pasos solitarios de un hombre en Gloucester, la vista frontal de unos pequeños comercios, las figuras oscuras de los viandantes en una tarde de invierno, una casa a la luz de la luna.



Frederick Childe Hassam, Tiendas

Frederick Childe Hassam, Tarde de invierno

Frederick Childe Hassam, La vieja casa

 

Frederick Childe Hassam, Nueva York
También son muy interesantes, en mi opinión, las bulliciosas vistas urbanas de Nueva York, en cuya Quinta Avenida instaló su estudio, o sus series dedicadas a las banderas.



Frederick Childe Hassam, La Quinta Avenida



Frederick Childe Hassam, Día de lluvia en la Quinta Avenida


Se dijo de Childe Hassam que era un hombre muy inteligente: también un artista muy hábil para comercializar su obra. Parece ser que no hay ningún enigma en su vida, ¿no os parece? ¿Ninguno? ¿Estamos seguros? 

Veréis: en 1884, Frederick comenzó a firmar sus obras como Childe Hassam, e introdujo junto a su nombre una especie de media luna, aunque en una de las imágenes que os muestro parece más bien un pececillo. Se ignora por qué a partir de esa fecha acompañó su rúbrica con este pequeño símbolo. ¿Se os ocurre alguna idea?