miércoles, 14 de noviembre de 2018

Carlo Mattioli: la voz del árbol




Carlo Mattioli (1911-1994)






Regreso a menudo a la cartuja de Parma. Me refiero, claro está, a “la más bella novela del mundo”, como la definió Italo Calvino. Cada uno de estos retornos me permite renovar mis maldiciones a Ambroise Dupont, el editor que obligó a Stendhal a recortar el final de la novela, así como mi devoción por la duquesa Sanseverina, un sentimiento que comparto con el conde Mosca y con infinidad de lectores. Hoy os invito a acompañarme a Parma a través de las obras de un artista cuya pintura aprecio y quien, por cierto, ilustró La cartuja de Parma y Vanina Vanini, de Stendhal, así como obras de Pietro Aretino, Maquiavelo, Petrarca, Guido Cavalcanti y otros autores. Hablo de Carlo Mattioli. Y de sus árboles.


Paisaje con árboles azules

Ventana en Parma

Nació en Módena, pero su familia se trasladó a Parma cuando Carlo era adolescente. Tras estudiar en el Istituto d'Arte de Parma, Mattioli enseña dibujo en diversas localidades: Istria, Parma, Bolonia… Y pinta, estudia la obra de otros artistas, investiga diversas técnicas, pinta, expone, pinta, pinta. Y observa. ¡Qué bien mira este hombre, cómo se sumerge en la naturaleza –árbol, tierra, lavanda, genista, cielo-, en los cuerpos y en los rostros de las personas que le rodean y también en las construcciones de su ciudad, cómo se embebe de ellos para después verter en el lienzo la esencia de su experiencia, cernida por el sentimiento y la reflexión!


Árboles

La sombra del árbol
Mattioli combina en sus obras la materia espesa de la pintura con apliques levísimos que son casi transparencia. A veces, estallan los colores, jugosos, vivos; en otras ocasiones, el juego se desliza entre los blancos o se zambulle –y a nosotros con él- en la noche oscura. Lo opuesto es, aquí, armonía. Es, siempre, búsqueda, camino. En sus series –las dedicadas a los árboles o a diversas plantas, por ejemplo- el reconocimiento se difumina en matices de extrema delicadeza. La naturaleza cambia. El artista nos invita a contemplar, con él, los campos de lavanda, los rojos de los campos de amapolas, el amarillo de la genista.


Amapolas

Genista

Campo de lavanda

Colores, sí, ya vemos. Colores, luz. Pero también la noche y ese negro, como escribe Roberto Tassi, que parece abolir los colores y, sin embargo, los contiene. El negro -a veces, casi negro-; la noche -a veces, casi oscura-, amados por Mattioli.


Noche de luna

Giorgio de Chirico


Son muchos los artistas y escritores que se asoman a los lienzos de Mattioli. Muchos, asimismo, los textos que se han escrito sobre él. Fue un hombre que amó la literatura y, por supuesto, el arte.


Roberto Longhi

Giacomo Manzù

Renato Guttuso


Sus desnudos son casi paisaje. Quitemos el casi: son paisaje. Como cualquier desnudo, tan de tierra y horizonte, tan de verdad.


Desnudo acostado

Desnudo acostado

Desnudo femenino


Mattioli pinta sobre diversos soportes, además del lienzo: viejas telas y tablas de madera, portadas y páginas de libros antiguos… Es el tiempo, es la memoria: es la pintura.


Paisaje

Sin título

Paisaje
Ya veis: podríamos decir que en la pintura de Carlo Mattioli no pasa nada. Solo -¿solo?- esa iluminación, esa revelación que producen naturaleza, cuerpos, objetos, edificios, todo lo que rodea al artista y hace que su atención quede prendida, ensimismada: mirada, reflexión, sentimiento. ¿Cómo expresarlo? El pintor busca el modo de mostrar lo que hay frente a él y dentro de él. Busca, encuentra, sigue buscando. Mirad. Mirad estos árboles. Todos los árboles. Miradlos. Si prestáis atención, escucharéis su voz.


Paisaje

Árbol

Campo