domingo, 16 de diciembre de 2018

Resucitar en la palabra: El exilio interior. La vida de María Moliner, de Inmaculada de la Fuente





Esto no se hace, Inmaculada. O sí, porque, afortunadamente, lo has hecho.

Me gusta leer varios libros a la vez. Una manía como cualquier otra. Entro en tu exilio interior y… ¿acaso hay forma de dejar la lectura? “Venga, mañana seguirás, pasa ahora a otro de los libros”, me digo, y como los niños, me respondo: “¡unas páginas más, solo unas páginas más!”. Y, claro, no son solo unas páginas más. Así que no tardo en exclamar: “¡oh, se acabó!”.

Te he visto en Mont-Roig. Observabas, un poco apartada y en silencio, para no interrumpir, el trabajo de María Moliner sobre la mesa circular del jardín. Yo tampoco quería hacer ruido. Os miraba a las dos: ambas, mujeres de palabra y de palabras.

Henri Lebasque, Leyendo en el jardín, detalle


Esta es la imagen completa de la obra de Lebasque:


Y esta, la fotografía de María Moliner trabajando en el jardín. “Mi obra es limpiamente el Diccionario”, afirmó.




“La gran obra de María Moliner no fue almacenar pilas de fichas, ni siquiera escribirlas, a mano con bolígrafo o con su Mont Blanc o a máquina con su Olivetti -escribe Inmaculada de la Fuente-. Ese fue el trabajo material, y por tanto el más pesado. Pero su gran obra fue definir y ajustar los significados de palabras que ya existían, dotándolas de una mayor viveza. Su gran obra fue volcar su pensamiento y su mente ordenada en un universo de palabras complejo y arborescente”. Y añade: “Más que un mundo de palabras, es una interpretación del mundo a través del idioma”.




“Hay quienes necesitan que algo vuelva a vibrar y a moverse para organizar de nuevo las cosas y conseguir ese equilibrio que falsifica la estabilidad”, escribes. Y hablas de un “mundo dentro de un mundo”, y de mucho, mucho más.  Hablas de resucitar en la palabra. Y de la felicidad de entregarse a lo que nos apasiona: “Sí, en aquellos momentos era feliz. Tan feliz como solo ella podía serlo cuando se entregaba a algo. Secretamente”.

 



Ya ves: en estas líneas que no son reseña, sino solo un apresurado apunte de lectura, no hablo del diccionario ni de la vida de María ni de aquella España –o más bien, aquellas Españas- que se sucedieron a lo largo de sus años, porque eso ya lo has hecho tú, y de qué espléndida manera, al escribir El exilio interior. La vida de María Moliner.



“El exilio interior no solo implica esconderse, callarse o protegerse. Hay algo peor: convivir en un medio hostil; compartir el mismo aire y la propia calle con el enemigo”, escribes. 
Ante los tiempos difíciles (y ante cualquier tiempo, sea cual sea su dificultad), es buena la respuesta de María: cultura, trabajo bien hecho, honradez. Y su sonrisa.