No actúa en un drama. Lo interrumpe, sale de él “por un atajo o una calle lateral”. Escapa de la
historia “en la que se le quisiera involucrar”. Nos enseña que, en la
vida, “lo único importante es encontrar
una salida. ¿Hacia dónde? Hacia el origen. Porque el origen siempre está en el
medio, se da solo como una interrupción. Y la interrupción es una salida”.
El pintor contempla su vida y “se da cuenta de que la ha vivido y quiere vivirla como Polichinela, sin
cuestionar su sentido, su desenlace o su fracaso: simplemente vivirla”:
mirarla, “por así decirlo, con los ojos cerrados. Y no solo para sonreír, al
final, ante su absurdo. El secreto de Polichinela es que, en la comedia de la
vida, no hay secreto, solo, en cada momento, una salida”.
El pintor es Giandomenico Tiepolo. A Polichinela
ya le conocéis: “no es un sustantivo, es un adverbio: no es un quién, es solo
un cómo”. Giorgio Agamben nos habla de ellos en un libro bellísimo en el que
formula preguntas como esta: “¿Qué hacer con lo que ha quedado sin vivir en
nuestra vida? ¿Una tragedia? ¿Una
comedia? ¿O más bien, simplemente, una vida?”.
Simplemente, una vida. Sin secreto –no lo hay-: “solo,
en cada momento, una salida”.
“Ubi fracassorium, ibi fugitorium –donde hay una
catástrofe, hay una vía de escape”.
Como no falta la catástrofe, hay salida, según
Agamben. Bueno, no lo sé. Tal vez la haya. Ojalá.
“Vivir, hacer posible la vida, solo puede
significar, para Polichinela, para todo hombre, comprender la imposibilidad de
vivir. Solo entonces comienza la vida”.
Luigi
Serafini también se ocupa de Polichinela:
***
Leemos, intercalado con
fragmentos de cartas de Dickinson a Higginson: “Salva cuanto puedas, Emily. / Salva
hasta el último hilo. / Uno de ellos puede ser / la vía de salida”.
Nos lo cuenta Anne Carson.
Una salida hacia el origen que siempre está en el medio, como una interrupción.
Nos lo cuenta Giorgio Agamben.