viernes, 8 de febrero de 2019

La respuesta de Charlotte Salomon





Charlotte Salomon (1917-1943)



“Sí, son dignos.
Se les nota la voluntad de no regalarles, de propina, el dolor.
Es lo único que pueden conservar.
Cuando ya no le queda a uno nada más.
El deseo de no bajar la cabeza”.

(David Foenkinos, Charlotte)
  





Un hilo acerado recorre las vidas de la familia de Charlotte. Como todas las vidas, diréis, como en todas las familias. No, no todas: no así. Son demasiados los que, en esa familia, dicen: “déjame que duerma, nodriza en paz”.





No voy a contarlo. Se pueden encontrar muchas publicaciones sobre esta artista. Podéis leer, también, el libro de Foenkinos. Os recomiendo que busquéis información sobre Charlotte Salomon. Vale la pena. Yo me voy a limitar, aquí, a rozar –apenas rozar- su respuesta. ¿Respuesta? ¿Cuál es, entonces, la pregunta?

El dolor.


 




El dolor y todo lo demás. La pérdida, pero también los encuentros. El mal. La persecución. El odio. O la indiferencia. ¿Solo esto? No, claro que no. La generosidad, la creación, el amor, la ternura. La música, el arte. La vida. ¿Vida? o ¿Teatro? Así se titula la selección de casi ochocientos gouaches, textos y piezas musicales que reúne la obra de la artista. Había más de mil obras en la maleta que entregó al doctor Moridis antes de ser deportada. “Es toda mi vida”, le dijo. Así era. Terminada la guerra, la maleta llegó a manos de Albert, el padre de Charlotte. No la abrió hasta 1961.



Era toda su vida. La suya y la de los otros. La maleta estaba llena de voces. La de Charlotte y la de otras mujeres y otros hombres, la voz de los artistas a los que amó –Chagall, Van Gogh y muchos más-, la música de la pintura, los trazos de canciones populares, los colores de La muerte y la doncella, de Schubert, de Orfeo y Eurídice, de Gluck. El sonido del mar. Su vida, todas las vidas. Charlotte y los demás. Ella era todos. “Me senté frente al mar –nos cuenta- y miré profundamente el corazón de la humanidad. Me convertí en mi madre, mi abuela. De hecho, era todos los personajes que aparecen en mi obra. Aprendí a recorrer todos sus caminos y a ser todos ellos”. 



Es una. Son muchos, asomados al mar. O a una ventana.




En muchas de estas obras las figuras se inclinan sobre dibujos, o leen, o pintan. Entonces, sí, para eso se puede bajar la cabeza: solo para eso, para zambullirse en el arte, en la lectura; para aprender, para acariciar a un animal, para alimentarse de vida. 




Se mencionan los vínculos de la obra de Charlotte Salomon con el cine, el cómic y la novela gráfica. La disposición de las imágenes en bandas horizontales nos remite también al arte mozárabe y, en general, al arte medieval, con los que cabe relacionar al cómic.



Beato de Facundus



¿Vida? o ¿Teatro? se estructura en tres actos: preludio, cuerpo central y epílogo. El preludio recoge escenas de la infancia berlinesa de Charlotte, en la que realidad y sueño se entreveran: la ausencia de la madre, la espera de su imposible retorno, la aparición de la música, de mano de la segunda esposa del padre, los escenarios de la vida familiar. En el texto de la obra cuya imagen vemos junto a este párrafo, Charlotte se pregunta por qué no vuelve su madre. "Me lo prometió", escribe. Y es verdad: ella se lo prometió, aunque no pudo cumplir su promesa. 








En la parte central de la obra irrumpen el arte y el amor. Son tiempos difíciles para ambos. Para todo. Los tiempos más difíciles, más oscuros, han comenzado. La pintura de Charlotte se precipita, se hace más urgente en esta parte central y, sobre todo, en el epílogo de su obra. Sabe que se hace tarde.


El epílogo nos conduce a la Costa Azul. Es allí donde Charlotte realizará la obra que, en el último momento, puso a salvo al entregar su maleta y, dentro de ella, su vida.

Fuerza e ingenuidad, dice Foenkinos sobre su obra. "El estado de gracia, sin más".


A los veintiséis años, Charlotte fue asesinada en la cámara de gas de Auschwitz. Etty Hillesum, gaseada poco después en el mismo lugar, escribió: “la más mínima partícula de odio que añadamos a este mundo lo hace aún más inhóspito de lo que ya es”. Ojalá todos lo recordemos. Todos. Ojalá nunca más, el odio. Ojalá, siempre, el arte, la música, la cultura. Ojalá la ciencia. Ojalá el respeto. Ojalá el amor. Ojalá la vida.





Aquí podéis ver, íntegro, ¿Vida? o ¿Teatro?: