El mundo, antes, era de color. Lo hemos comentado
en varias ocasiones: los templos griegos, las esculturas, las catedrales
medievales y tantas obras del pasado estaban llenas de color. Fue el tiempo el
que las despintó para engañarnos y hacernos creer que lo que veíamos –el blanco
del mármol, los tonos grises de la piedra- era lo que siempre había sido.
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Giotto, Expulsión de los demonios de Arezzo, San
Francisco, Asís, 1297-99
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En las ciudades, vencía la policromía en las
fachadas de las casas, los tejados, las torres, las iglesias, los palacios.
Azules, rojos, rosas intensos, verdes y amarillos se derramaban sobre la
población. La pintura protegía las superficies y los colores hablaban, pero no
es del simbolismo del color de lo que vamos a ocuparnos hoy. Nos vamos a
limitar a dar un paseo por algunas de las ciudades representadas en la pintura.
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Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40 |
Quiero señalar dos cosas, antes de continuar: la
primera, que el color de las reproducciones fotográficas que vemos puede variar mucho, en
relación con el de las obras auténticas; la segunda, que tampoco en todos
los casos alcanzamos a ver el color original de las pinturas, salvo si estas se
han preservado maravillosamente o si han sido objeto de una acertada restauración.
Dicho esto, seguimos adelante con nuestro paseo y lo primero que encontramos
son unas murallas.
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Benozzo Gozzoli, Escenas de la vida de San Francisco, detalle, Iglesia de San
Francisco, Montefalco, 1452 |
La muralla
circunda la ciudad: separa sus formas, colores y modos de vida del campo que la
rodea y sustenta.
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Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40 |
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Giotto, San Francisco
da su capa a un pobre, detalle, San Francisco, Asís, 1297-99 |
Dentro del recinto amurallado se agolpan las
torres, las iglesias y todo tipo de edificios, desde los más humildes hasta los
palacios de nobles y burgueses acaudalados.
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Benozzo Gozzoli, Expulsión
de los demonios de Arezzo, Iglesia de San Francisco, Montefalco, 1452 |
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Pietro Lorenzetti, Camino
del calvario, San Francisco, Asís, 1320 |
Muchos de vosotros habréis oído alguna vez
ese proverbio alemán que reza: “El aire de la ciudad hace libre”.
Relativamente, diríamos, aunque no cabe duda de que la ciudad, como lugar de
oportunidades y donde el campesino, al transformarse en ciudadano, podía
liberarse de los vínculos feudales, ofrecía un atractivo sueño de libertad.
La ciudad estaba viva, crecía, se
transformaba. La pintura nos ofrece escenas de construcción y el perfil urbano
aparece, a menudo, erizado de grúas.
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Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40 |
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Pietro Lorenzetti, La
beata Humildad transporta piedras para la construcción del monasterio,
Galleria degli Uffizi, Florencia, 1341 c. |
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Ilustración para La
ciudad de las damas, de Christine de Pizan, 1405 |
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Ilustración para La
ciudad de las damas, de Christine de Pizan, 1405 |
Las evocaciones de Jerusalén, Troya,
Babilonia o Cartago sirven para mostrar las imágenes de las ciudades
contemporáneas y los trabajos de sus constructores: canteros, albañiles…
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Reconstrucción del templo de Jerusalén, ilustración del libro de Guillaume de Tyr
(1130-84), Histoire d'Outremer |
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Maître de
l’Echevinage de Rouen, Les Troyens, Musée Condé, Chantilly, siglo XV
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Construcción de Troya, siglo XV |
En el interior de
las murallas había también espacios dedicados a huerto. Asimismo, se criaban
gallinas, cerdos y otros animales. Sin embargo, lo que caracterizaba la vida
popular urbana era el incesante trajín de artesanos y comerciantes, así como el
poderoso reclamo que suponía para los territorios circundantes la celebración
del mercado.
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Miniatura
del Livre de Gouvernement des Princes,
Bibliothèque de l'Arsenal, París, finales del siglo XV |
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Frescos
del castillo de Issogne, siglo XV |
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Frescos
del castillo de Issogne, siglo XV |
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Frescos
del castillo de Issogne, siglo XV |
Era habitual que
los artesanos abriesen sus obradores a la calle para exponer y vender sus
mercancías:
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Conrad
Witz, Exterior de un obrador, detalle de Santa Catalina y Santa
Magdalena, Musée des Beaux-Arts, Estrasburgo, 1440 c. |
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Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen
Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo
Pubblico, Siena, 1338-40 |
Los temas religiosos en la pintura ofrecen
ocasión para representar vistas urbanas que nos remiten al mundo del
teatro y de la fiesta: aquellos festejos urbanos que, como hemos visto en
alguna otra ocasión, revisten con sus adornos, sus tapices y sus arquitecturas
efímeras la ciudad auténtica, aún medieval, con las galas de ciudades soñadas.
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Stefano di Giovanni, Sassetta, El beato Ranieri libera a los pobres de una prisión de Florencia,
Musée du Louvre, París, 1437-44 |
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Benozzo Gozzoli, Escenas de la vida de San Francisco, detalle, Iglesia de San
Francisco, Montefalco, 1452 |
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Lorenzo Lotto, Leyenda
de Santa Bárbara, detalle, Oratorio Suardi, Trescore 1523-24 |
Las calles y
plazas de la ciudad se convierten en espacios para acoger el prodigio y los
milagros.
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Domenico Veneziano, Milagro de san Zenobio, predela del altar de Santa Lucía de
Magnoli, Fitzwilliam Museum, Cambridge, 1445 |
Aunque,
quizás, el mayor prodigio es el de los colores que inundan y transfiguran estas
ciudades pintadas.
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Masolino da Panicale, Curación del paralítico y resurrección de Tabitha, Cappella
Brancacci, Santa Maria del Carmine, 1426-27 |
Algunas de las imágenes son muy grandes porque es el único modo de poder compartirlas bien después... ¡La ciudad de colores casi se sale de la página!
ResponderEliminar¡Fantástico!
ResponderEliminarEsas son las ciudades de tus historias, José Juan: llenas de vida.
EliminarEspléndido. “El mismo contraste y la misma policromía imperaban en el aspecto externo de la ciudad y del campo”.
ResponderEliminar¡El otoño de la Edad Media, de Johan Huizinga! Qué lectura tan placentera, Felipe. Espera, que voy a buscar mi ejemplar y ahora vuelvo.
EliminarYa he vuelto. Me había perdido buscando unas notas sobre los colores urbanos que copié de un documento del archivo de la Academia de San Carlos, pero ya las buscaré en otro momento. Vengo con otra cita del libro de Huizinga, justo después de la que mencionas: “Por virtud de este universal contraste, de esas formas multicolores, con que todo se imponía al espíritu, emergía de la vida diaria un incentivo, una sugestión apasionante, que se revela en los fluctuantes sentimientos de ruda turbulencia y áspera crueldad, pero también íntima emoción, entre los cuales oscila en la Edad Media la vida urbana”. Qué tiempos, ¿verdad?
EliminarNo nos dejes así. ¿Qué ponía en ese documento?
EliminarPor cierto, me ha encantado la entrada.
Daniel, curioso ;)
EliminarSe trataba de una petición que el Ayuntamiento dirigía a la Academia para que esta recomendase pintar las fachadas de las casas con los colores tradicionales, en vez de encalarlas, para evitar que, cuando el sol reflejase en ellas, dañase la vista de los ciudadanos. Te contesto de memoria, pero la idea era esa. Ah, bueno, era un documento del siglo XIX, pero no recuerdo la fecha exacta, tendría que consultar la copia del documento.
Yo siempre había imaginado la Edad Media en Blanco y Negro, es reconfortante poder ver esas ilustraciones tan maravillosas y coloridas.
ResponderEliminarNo solo la Edad Media, Concha: ¡imaginábamos que era en blanco y negro todo el pasado anterior a las fotografías y el cine en color! A mí, por lo menos, me pasaba cuando era pequeña. El otro día un amigo contó en Facebook que su hijo le había preguntado: "papá, ¿el mundo antes era de color?". Me hizo tanta gracia que, si te fijas, he partido de la pregunta de ese chiquitín para empezar este texto.
EliminarGRACIAS Carmen;
ResponderEliminar¡qué entrada tan bonita y alegre! Algo similar ocurrió con la arquitectura de la Antigua Grecia y algo así ocurre en los países del norte europeo con sus casas de colores brillantes y muy intensos.
Reconozco que tanto color me resulta algo raro, por la imágen errónea que nos han enseñado. De todos modos, es normal pensar que todo estaba lleno de color, como ocurre hoy, debido a que la ciudad era una mezcolanza de gentes, de oficios, de épocas y el color, aunque no se refleje no se puede evitar. Cierto que después se ha dado una imágen más deslavada, pero a poco que se piense en ello, queda claro que había más colores de los que nos enseñaron.
En cuanto a la pregunta del pequeño, pues resulta totalmente lógica. Sólo los niños son tan clarividentes. Una pena que al crecer perdamos esa capacidad de preguntar cosas importantes.
GRACIAS de nuevo y ¡Feliz domingo!
Sí, y, como comentamos en otra ocasión, ¡nos sorprende tanto imaginar templos clásicos y catedrales medievales llenas de color!
EliminarRespecto a pueblos y ciudades, no cabe duda de que los pueblos blancos tienen un gran encanto, pero también lo tienen aquellos lugares donde se sigue utilizando el color para las fachadas de las casas o donde empieza a recuperarse su uso.
Feliz domingo y... sigamos preguntando lo importante, como hacíamos de niños :)
Espléndida entrada, querida Carmen. Me ha encantado el texto y las ilustraciones. Algunas de ellas son unas de mis obras preferidas. Ya sabes de mi predilección por el inicio del Renacimiento y la Baja Edad Media.
ResponderEliminarGracias.
Es una época muy atractiva, en la que se entremezclan tantas búsquedas y existe una frescura tan de mañanita que es imposible no dejarse seducir.
EliminarUn completo paseo por las ciudades del medioevo llenas de color y olor. "Ese que los aires de las ciudades liberaban" .Porque no me digas que los efluvios que emanaban de lo lanzado por las ventanas, y de los desperdicios que se acumulaban en las propias calles,carnicerias, tintoreros,curtidores... no tenían su aquel.
ResponderEliminarEn fin lo del color era lógico, el color forma parte de la vida y como no las ciudades pintadas lo poseían. El artista lo magnifica.
Una estupenda entrada como es habitual.
Un abrazo
¡Ay, los olores! Es algo que siempre tengo muy presente: la intensidad de los olores, por lo menos hasta finales del XVIII o comienzos del XIX, e incluso más allá. Olores agradables, en algunos casos -el las especias, por ejemplo-, pero también hedores, como todos los que tan gráficamente indicas, Francisco. Todo ello, sumado al fuerte olor corporal, por la escasa higiene. Así que retomemos el comienzo del texto: "El mundo, antes, era de color. Y olía".
EliminarQué entrada tan genial!!!! Yo he leído y escrito mucho sobre ciudades medievales, vida detrás de las murallas y todas estas cosas, es que me gusta muchísimo y tú lo explicas e ilustras tan bien.
ResponderEliminarUn besito y maravillosa entrada, jamás nos defraudas.
¿Dónde, dónde, dónde tienes lo de las ciudades medievales? ¿Está en tu blog? ¿Dónde? Haz el favor de decírnoslo y compartirlo, nuestra dama Marigem :)
EliminarSi los demonios huyen del color de las ciudades, pintemos de tonos vivos las fachadas y patios. Con suerte ahuyentaremos a corruptos, a cómplices o a arquitectos penúltimos que sometían las tinturas de cualquier edificio a las tonalidades del gris. A lo mejor, así, creamos empleo y nos enderezamos.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada. Para variar.
Con suerte...
EliminarQue bellas debían de ser las ciudades a todo color!
ResponderEliminarBueno, algunas siguen siendo así y en otras se van introduciendo (¿reintroduciendo?) los colores. Son alegres.
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