¿Vosotros no
caéis rendidos, a veces, ante determinadas palabras? De niña, cuando estudié
griego en la escuela, me enamoré del aoristo, ese
simpático tema verbal del que ahora no recuerdo absolutamente nada. En la
universidad, cuando el profesor pronunció un día en clase la palabra
“triforio”, agucé los oídos y sonreí, mientras un agradable escalofrío recorría
mi espalda. ¡Un triforio! ¡Acababa de enamorarme de un triforio! Pero, os
preguntaréis, ¿qué es un triforio, para causar tamaña conmoción? Ahora os lo
explico, pero antes tenéis que acompañarme a Saint-Sernin de Toulouse.
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Saint-Sernin de Toulouse, finales del siglo XI |
¿Ya estamos
todos? Os cuento: hemos viajado al pasado, somos peregrinos y nos dirigimos a
Santiago de Compostela.
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Peregrinos, iglesia de Villeneuve d’Aveyron, frescos de comienzos del
siglo XIII |
Para que
nadie se llame a engaño, dejaré claro desde el principio que es inútil que, al
penetrar en esta enorme iglesia románica, miréis a vuestro alrededor en busca
del misterioso triforio, porque no lo hay.
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Saint-Sernin de Toulouse |
Lo que sí que
podemos encontrar en esta iglesia de peregrinación –así se llamaba a estas grandes
iglesias que se hallaban en la ruta de los peregrinos- son unas tribunas que crean una segunda planta sobre
las naves laterales. Estas tribunas, además de
ayudar a apuntalar la gran bóveda de cañón de la nave central, amplían el
espacio para poder acoger a más personas.
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Saint-Sernin de Toulouse |
¿Ya habéis
visto las tribunas, sobre las arcadas que separan la nave central de las
laterales? Es posible que nos dejen pasar la noche en ellas, junto con muchos
otros peregrinos, ya sea porque no encontremos alojamiento en la ciudad,
ya porque seamos pobres o porque el
camino que aún nos queda por delante es largo y nos vemos obligados a ahorrar.
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Saint-Sernin de Toulouse, tribunas |
Así pues, una
tribuna no es un triforio. En un triforio, desde luego, no podríamos dormir ni
aun poniéndonos de pie y de perfil, porque es una galería ciega, como la que
vemos en la abadía de Fleury:
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Abadía de Fleury, Saint Benoit sur Loire, siglos XI-XII |
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Abadía de Fleury, Saint Benoit sur Loire, siglos XI-XII |
Como acabamos
de ver en Fleury, el triforio aparece ya en la arquitectura románica, aunque
alcanzará una mayor difusión en el gótico. Aquí vemos, por ejemplo, el triforio
de la catedral gótica de Burgos:
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Catedral de Burgos, siglos XIII-XVI |
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Catedral de Burgos, siglos XIII-XVI, triforio |
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Catedral de Burgos, siglos XIII-XVI |
Entonces,
¿hay que elegir entre tribuna o triforio? No, claro que no. En la catedral de
Tournai, por ejemplo, se combinan ambos en un alzado de cuatro plantas: las
arcadas que separan las naves, la tribuna habitable, el triforio o galería
ciega y el claristorio o ventanas. Este alzado de cuatro niveles es habitual en
el primer gótico, entre 1140 y 1180, aproximadamente, cuando aún se está
formando el estilo.
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Catedral de Tournai, siglos XII-XIII |
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Catedral de Tournai, siglos XII-XIII |
Ahora nos
vamos a Chartres –no diréis que no viajamos- y lo que vemos, como en Burgos, es
el típico alzado en tres niveles (arcadas, triforio y claristorio) del gótico
clásico, una etapa que se despliega, más o menos, entre 1180 o 1190 y 1225.
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Catedral de Chartres, siglos XII-XIII |
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Catedral de Chartres, siglos XII-XIII |
Ya tenemos
claro lo que es un triforio, ¿verdad? Decidme, ¿no le habéis cogido ni siquiera un poquitín de cariño? Adivinamos que su función es estética:
articula plásticamente el muro y crea interesantes efectos de luz y sombra. Sirve, además, para que se apoye
la techumbre de la nave lateral, de una sola vertiente. Todo eso está
muy bien, pero… ¿qué más podríamos hacer con el triforio? ¿Se os ocurre algo? ¿Qué
os parece si hacemos que deje de ser ciego y le abrimos los ojos? Para eso,
solo tenemos que perforarlo:
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Catedral de León, mediados del siglo XIII |
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Catedral de León, mediados del siglo XIII |
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Catedral de León, mediados del siglo XIII |
Eso es lo que
sucede en la fase que llamamos gótico radiante, entre 1225 y 1300, cuyo ejemplo
más conocido y extremo es la
Sainte-Chapelle, en París:
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Sainte-Chapelle,
París, 1242-1248
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Pero
ahí ya no hablamos de triforios y, ni tan siquiera, de muros, sino de un
espacio transfigurado por la luz. Sí, de eso es de lo que hablamos: de la luz. Otro
día hablaremos de ella: intentaremos hacerlo, si no luminosamente, por lo menos
con claridad.
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Sainte-Chapelle,
París, 1242-1248 |
Guaau entrada, que viaje tan bonito por esas bellas catedrales y una descripción sobre su arquitectura genial.
ResponderEliminarSan Agustín citaba continuamente un versículo del Antiguo Testamento en el que se dice que "Dios ordenó todas las cosas por su medida, su número y su peso "(Sabiduría,11,21) Esta idea pasó a ser moneda corriente de gran número de pensadores católicos, particularmente la escuela catedralicia de Chartres en el SXII y resultó decisiva para la construcción de las catedrales góticas
La luz que entra en una catedral gótica simboliza la luz del SXIII, periodo caracterizado por las universidades, erudición...Los eruditos de Chartres (R.Scott) creían que la geometría era un modo de establecer un vínculo entre los seres humanos y Dios y que las matemáticas era un vehículo para revelar a la humanidad los más íntimos secretos del cielo.
No te olvides de los escritos del Pseudo-Dionisio Areopagita, de Juan Escoto Erígena y de las interpretaciones del abad Suger, porque son fundamentales. Permíteme que adelante un siglo, hasta el XII, la interpretación mística de la luz, en particular en la escuela de Chartres, deudora del neoplatonismo. Pero ponerme a explicar todo esto creo que excedería el contenido normal de un comentario en un blog. Ya hablaré más adelante de la luz.
EliminarMuchas gracias Carmen por ampliar la información. Si la luz en las catedrales es toda una simbología.
EliminarLo has explicado muy bien. No se me va a olvidar lo que es un triforio.
ResponderEliminarSobre todo porque un triforio es para toda la vida... ;)
EliminarBueno, ya sabes que siempre estoy bromeando. Un abrazo, Ana.
Quien sabe que es profundo se esfuerza por ser claro; quien quiere parecer profundo se esfuerza por ser oscuro (Nietzsche). Gracias por tu profunda claridad, Carmen.
ResponderEliminarGracias, pero te confieso que si intento ser clara es, sobre todo, para aclararme yo misma. No tiene nada que ver, en mi caso, con la profundidad. Pero estoy de acuerdo con la frase de Nietzsche: he admirado muchas veces esa claridad de lo profundo en otras personas.
Eliminar¡Qué viaje tan fantástico! De los que justo al finalizarlos, quieres regresar. Gracias por llevarnos. Un beso
ResponderEliminar¡Hola, peregrina! Menos mal que en las catedrales virtuales por donde andamos hoy nos dejan entrar con perros, gatos, pájaros... ¡e incluso niños! ;)
EliminarPrepárate, porque el viernes haremos otro tipo de viaje, muy distinto, pero el domingo volvemos a echarnos al camino. ¡Lo nuestro es no parar!
Gracias Carmen. Muy instructivo. Yo en su día me enamoré de la Saint Chapelle de París, era algo diferente y que defines muy bien como la transfiguración de la luz.
ResponderEliminarEnamorarse de la Sainte-Chapelle es inevitable, Josevi. Aunque yo voy repartiendo mi corazón por un montón de templos y otros tipos de edificios... ¡Ay, los amores arquitectónicos!
EliminarArbotante, a mí fue ésta palabra la que no se me olvidó nunca. Era una palabra redonda, completa.
Eliminar¡Arbotante, arco que bota, arco que salta! ¡Belleza! Cuando escribía la entrada, el arbotante se me cruzó: "¿vas a escribir sobre mí, verdad?". Estuve tentada de hacerlo, porque, además, tiene mucha relación con el tema, pero le dije que no, que ahora no podía ser. ¡Qué buena palabra es el arbotante!
EliminarTambién hay palabras que me producen pena: pilastra, como con cierto desprecio. Pobre la llamaban así por que no daba la talla para tener la belleza de su hermana mayor, la Pilar.
EliminarO porque eran hijas de distintos padres, como las hermanastras. Ay, como empecemos así, van a acabar expulsándonos de la catedral, ya verás ;)
EliminarQué viaje más maravillosos!!! Has puesto unas catedrales que me gustan mucho y qué recuerdo con muchísimo cariño. Y sí, yo ya le he cogido cariño a la palabra,jajaja. Un beso.
ResponderEliminar¡Así me gusta, que te encariñes con el triforio! Tú sí que me entiendes, peregrina Marigem ;)
Eliminar¡Cuanta erudición por estos lares!
ResponderEliminarCiertamente hay palabras que enamoran a simple vista o al ser oídas. Triforio es una de ellas y sobre todo después de conocer el significado y su evolución arquitectónica en esas maravillosas construcciones erigidas a lo divino,"de forma divina".
¡Que bueno tenerte de guía! aprendo y me divierto con tus conocimientos y la forma de escribirlos.Todo con mucha "Enjundia" ¡Hala! ahí te dejo otra bonita palabra de nuestro rico castellano.
Un abrazo
Ja ja, mientras no se trate de eruditos a la violeta... ;)
EliminarEnjundia, qué bonita palabra. Somos tremendos, cómo nos cautiva el lenguaje. Vaya, el lenguaje y tantas otras cosas. Dejémoslo en "somos tremendos".
Peregrino Francisco, otro abrazo para ti.
A mí me llama mucho la atención el ábside de Saint-Sernin, además de la impresionante monumentalidad del conjunto. Parece lo más antiguo, visto desde el exterior, claro está. Puedo estar completamente equivocado, pero me sorprende.
ResponderEliminarEl triforio de Burgos me dice poco. Quizá porque es demasiado bonito y reluciente.
He aprendido mucho con tu entrada: es muy clara.
Veo que en el blog abundan los filólogos enamoradizos. No quiero caer en esas tentaciones. Me haré el duro. Si me dejo seducir por alguna palabreja, de esas de mal traer, tendrá que ser prerromana, con erres fuertes y ches.
Sí, la construcción de Saint-Sernin comenzó por el ábside, a finales del siglo XI.
EliminarCacharro. Bueno, no sé si te sirve la palabra "cacharro", pero tiene erres fuertes y una che. Si no pides tanto, te diré "barro", "barraca", "berrueco", "carrasca", "perro", "tarugo", "chaparrón", "socarrar"... Creo que todas ellas -y muchas más, claro- tienen origen prerromano.
Me quedo con chaparrón... o, si no, chaparro. Vamos a tener más que palabras: al menos, palabras chaparrudas, como los picadores de Botero.
EliminarA mi me gusta mucho cachivache, pero por lo sonora que me resulta.
ResponderEliminarLas catedrales preciosas. Ya sé que no descubro nada nuevo, pero es que, realmente lo son. Desconocía lo que era un triforio, aunque ya no creo que lo olvide, pero es destacable como eran capaces de crear algo bellísimo y muy práctico, pues apuntalaban, daban más espacio y aportaban belleza. Como las vidrieras, que dejaban pasar la luz y enseñaban las Sagradas Escrituras.
Y sin olvidar la acústica. La música no suena igual en un lugar u otro y en las catedrales suena de maravilla.
Supongo que todo es posible porque las matemáticas son perfectas: bellas, hasta cuando no se las entiende, objetivas y precisas, y con mucha mágia.
Manuel, en cuanto a tu pregunta, yo creo que las matemáticas existen sin más. El ser humano, al menos algunos, lo único que han hecho es transcribirla.
GRACIAS Carmen, como siempre un placer viajar contigo
Cachivache es muy bonita, Harry.
EliminarUn apunte: el triforio no daba más espacio, era la tribuna la que lo hacía. Pero ¿quién va a enamorarse de una tribuna? ;)
Muy bien esos dos comentarios acerca de la luz y la acústica, porque el edificio no es solo lo construido materialmente, sino también todos esos elementos intangibles pero tan importantes como lo que podemos tocar: espacio, luz, acústica...
Sobre las matemáticas os dejo hablando a Manuel y a ti mientras, discretamente, me escabullo... ¡Matemáticas! ;)
Muy buena nota ! Felicitaciones !
ResponderEliminarGracias, Juan Manuel.
EliminarHola Carmen:
ResponderEliminarAcabo de echarle un vistazo a tu blog y me parece interesantísimo. Por cierto, curiosa palabra "triforio". Podría ser cualquier cosa.
Gracias por añadirme a tus círculos.
Carolina
Hola, Carolina, bienvenida. Como ves, por aquí hablamos de arte y no paramos de bromear. ¡No podemos evitarlo! Un abrazo.
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