domingo, 22 de febrero de 2015

Egipto o el largo viaje




Egipto despertó el interés en la antigua Roma cuando, después de la batalla de Actium, en 31 a.C., pasó a formar parte del Imperio. Isis y Osiris se hicieron un hueco en el abigarrado panteón romano y un gran número de obeliscos llegaron por mar a la capital del imperio. Uno de ellos, enviado por el emperador Constancio, se alza en la actualidad en la plaza de San Giovanni, en el Laterano. Además de este, se conservan otros once obeliscos. Muy famoso fue, durante la Edad Media y el Renacimiento, el obelisco que Calígula hizo conducir a Roma e instalar en su circo, y que en 1585 Sixto V mandó trasladar a la plaza de San Pedro.


Traslado por mar del obelisco de Calígula, actualmente en el Vaticano

En el siglo XIII se manifiesta un temprano interés por Egipto: Fra Pasquale talla en 1286 la Esfinge que se conserva en el Museo Comunale de Viterbo y, a finales de siglo, las pirámides irrumpen en los mosaicos de San Marcos, en Venecia. Ya hacia 1300, algunos monumentos funerarios de Bolonia acogen entre sus formas la pirámide.

Historia de José, mosaicos de San Marcos, Venecia, siglo XIII

Los jeroglíficos, que ya habían llamado la atención de los estudiosos a través del Physiologus, tan popular durante la Edad Media, acaban fundiéndose con las alegorías y símbolos renacentistas y con los emblemas barrocos. 

Physiologus, siglos II-IV
El atractivo que suscita Egipto resurge en el siglo XV, irradiando desde el círculo florentino de Marsilio Ficino. Leone Battista Alberti, Filarete, Francesco Colonna y otros autores se ocupan del arte egipcio en sus libros. 

Francesco Colonna, Hypnerotomachia Poliphili, 1467
El tema de Egipto se aborda en la pintura a través de temas bíblicos como el hallazgo de Moisés o la historia de José, así como con el asunto evangélico de la Huida a Egipto. Se trata, en cualquier caso, de un Egipto tan poco egipcio como el que vimos en la Perspectiva con el hallazgo de Moisés de Francisco Gutiérrez Cabello o el que nos muestra Jacopo Pontormo en una de sus obras, de aspecto un tanto onírico:


Jacopo Pontormo, José en Egipto, National Gallery, Londres, 1515-18

La idealización e incluso la invención de Egipto viene de antiguo, como podemos ver en este fresco pompeyano, procedente del templo de Isis:

Paisaje con lugar sagrado en Egipto, fresco del templo de Isis en Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles

En algunos cuadros del siglo XVII ambientados en Egipto se incluyen obeliscos, como seña de identidad:

Bartholomeus Breenbergh, El hallazgo de Moisés, colección particular, 1639


Nicolas Poussin, La sagrada familia en Egipto, The Hermitage, St. Petersburg, 1655-57
En la misma época, Bernini instala un obelisco egipcio sobre la escultura de un elefante en el llamado Pulcino della Minerva y otro, el de Domiciano, en la Fuente de los Cuatro Ríos.

Gian Lorenzo Bernini, Fuente los Cuatro Ríos, Roma, 1651

Gian Lorenzo Bernini, Pulcino della Minerva, Roma, 1667
El interés por Egipto se reaviva en el siglo XVIII. Ya a Mauro Antonio Tessi, un dibujante de estilo próximo al de los hermanos Galli Bibiena, le atrajo, en fechas muy tempranas, la arqueología egipcia. Giovanni Battista Piranesi mostró, asimismo, una gran atracción por los motivos egipcios, algunos de los cuales fueron recogidos en su obra Diverse maniere di adornare i camini, publicada en 1768.

Giovanni Battista Piranesi, Chimenea de estilo egipcio, Diverse maniere di adornare i camini, 1768

Todos estos elementos de origen egipcio formaron parte de muchos proyectos de arquitectos y escultores neoclásicos, donde figuraban motivos tan frecuentemente utilizados como las pirámides, los obeliscos, los propileos y las esfinges.

Antonio Canova, Cenotafio de María Cristina de Austria, iglesia de los Agustinos, Viena, 1798-1805

Egipto accede a la ópera con obras como Julio César en Egipto, de Andel (1724), El nacimiento de Osiris, de Rameau (1751), Osiris, de Neumann (1781) y, sobre todo, La flauta mágica, de Mozart (1791), con sus claras connotaciones masónicas, muy lógicas, por otra parte, ya que los masones sintieron una fuerte fascinación por Egipto. Rossini y Verdi recogerán el testigo con Moisés en Egipto (1818) y Aida (1871), respectivamente.

Karl Friedrich Schinkel, La flauta mágica, decorado, 1815

La expedición napoleónica a Egipto, en 1798, abrió la puerta a una verdadera invasión egipcia. Las obras publicadas con motivo de dicha expedición, tales como el Voyage dans la Basse et Haute Egypte, de Dominique Vivant Denon y Louis Cassar, publicada en 1802, o la voluminosa Description de l’Egypte, comenzada a publicar en 1809, proporcionaron modelos para la arquitectura, la decoración de interiores, el mobiliario, la escultura y la escenografía teatral. 

Jean-Léon Gérôme, Bonaparte ante la Esfinge, Hearst Castle San Simeon. California, 1868

El Recueil des décorations intérieures, de Percier y Fontaine, publicado en 1812, colaboró en la difusión de esta moda egipcia, tan característica del estilo Imperio, con su repertorio de pirámides, esfinges, obeliscos y capiteles en forma de loto. Libros ilustrados, como Monumenti dell’Egipto, de Rosellini, publicado entre 1832 y 1844, o Egypt and Nubia, de David Roberts, publicado a partir de 1846, suministraron una nutrida documentación gráfica para los artistas. También fueron utilizadas, como fuentes, obras de egiptólogos como Mariette o Champollion.

David Roberts, Colosos de Abu Simbel, 1846

Los espectáculos ópticos prestarán atención a Egipto a lo largo del siglo XIX. También lo hará otro tipo de entretenimientos populares. En 1858, por ejemplo, una auténtica momia egipcia viajó a Valencia para ser expuesta: se destacaba, en ese caso, el carácter científico de la muestra. Dos años después de la exhibición de dicha momia, Juan de Dios Rada y Delgado publicaba, en El Museo Universal, un artículo titulado Arquitectura egipcia: Egipto seguía siendo objeto de interés, pero era manifiesto ya el cambio de actitud hacia sus creaciones, distante ya del pintoresquismo inicial el punto de vista desde el que ahora se las consideraba.
En el siglo XX, el cine mantuvo la influencia del arte egipcio, a través de películas como Cleopatra, tanto en su versión de 1917, dirigida por Gordon Edwards, como, sobre todo, en la de Cecil B. de Mille, en 1934; las dos versiones de este director, en 1925 y 1956, de Los diez mandamientos, etc. Esta revitalización de la moda egipcia incidió en el importante componente egipcio presente en el art déco.

Cecil B. de Mille, Cleopatra, 1934


21 comentarios:

  1. A vuelo de pájaro el interés por Egipto es tan milenario como el propio país. Y no deja de ser fascinante como ese interés sin cambiar con el tiempo si que ha cambiado según la época.
    Me deja con la idea de que es un gusto casi universal y por tanto no necesita explicación y por otro lado, como a día de hoy y después de tantas imágenes nos sigue resultando desconocido o al menos, fantástico y poco realista. Se mantiene ese seguimiento pero de un modo novelesco y poco científico, quizás porque Egipto, el antiguo, ha pasado a la historia como una mitología.

    Me encanta Egipto a pesar de lo poco que sé de él y soy de esas seguidoras fantasiosas que no me pierdo una novela.

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    1. Tienes razón, Harry: a pesar de conocerlo, en el fondo preferimos seguir soñando "nuestros Egiptos".

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  2. Un recorrido muy bello por la percepción occidental de Egipto. Excelente entrada.

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  3. A mi siempre me ha fascinado la cultura del antiguo Egipto y sus misterios. Me gusta tu entrada por explicar esa fuerte influencia egipcia en las artes.

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  4. Como siempre, muy interesante. En la película "Good morning Babilonia", los artesanos italianos (los hermanos) construyen para Griffith los elefantes sentados. Ahora me lo explico mejor, gracias a tu artículo.

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  5. Interesante entrada. Egipto siempre ha ejercido una notable influencia, incluso para los antiguos griegos. Una influencia debida a cierto halo de misterio que, aunque a veces se desvele, enseguida volvemos a encubrir.

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    1. Exacto. Es lo que decía Harry: aunque la historia y la arqueología nos den a conocer la realidad del antiguo Egipto, seguimos fascinados por ese halo de misterio.

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  6. Es verdad: Egipto fascina, quizá por lo inexplicable de algunas construcciones, por su historia o por sus mitos y sus dioses. Obelix nos habla de la nariz de Cleopatra y Manuel Machado de su intento de envenenar a Marco Antonio. ¿Hay que referirse a bibliotecas desaparecidas, al desierto o al Nilo? Egipto es misterioso y atractivo. Lo que no entiendo es el afán por arrasarlo y llevarse sus monumentos.

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    1. También hay que tener en cuenta la proximidad geográfica: el exotismo a la vuelta de la esquina o en casa del vecino, como queráis. A fin de cuentas, todos fuimos romanos. Todo ello avalado, además, por el prestigio de la rica y antiquísima civilización egipcia. Es imposible resistirse a su encanto.

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  7. Egipto fascina y fascinará, nos trae los misterios de Oriente y del pasado y nos deja babeando ante las pirámides o su magnífica Esfinge. Sí, soy otra enamorada de la cultura egipcia :) De su desierto, de su cultura, de su historia... hasta de sus momias. Y sí, nos fascina su misterio, pero también sorprende y maravilla cuanto más descubrimos de su pasado gracias a arqueólogos e historiadores.
    ¿Sabíais que en una época se pusieron de moda las veladas donde se retiraban las vendas a una momia? Las damas victorianas se morían por ser invitadas a una de estas celebraciones, aunque luego se desmayaran.

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    1. No lo sabía, Anabelee. Qué interesante, el estriptís (qué rara queda la versión de la palabra en la RAE) de la momia como entretenimiento de sociedad... No hay límites para la afición por lo morboso: momias desveladas, venus anatómicas en los gabinetes de figuras de cera, exhibición de "monstruos" en los barracones de feria, visitas dominicales a los manicomios para reírse a costa de los pobres pacientes ingresados...
      Imagino que en esas veladas victorianas con momia incluida se desarrollarían también sesiones de espiritismo, otra de las grandes aficiones de la época.

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    2. Ni yo. Pero no me extraña nada pues el gusto por lo terrorífico es más antiguo aún que el gusto por Egipto.
      La primera vez que vi una momia me resultó algo desagradable. Asqueroso no, pero... Pero también entiendo la curiosidad por ver lo que había debajo.

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    3. @Carmen sí, el morbo no tiene límites. No estoy segura de si tengo alguna imagen en mi enciclopedia favorita, pero teniendo en cuenta que estas "aficiones" se desarrollaron en la misma época, seguro que también había sesiones de espiritismo o similar (lo que más despierta mi sorpresa y curiosidad es la sesión en la que el médium invoca un ectoplasma).
      @ Harry Mi primera momia fue en el british museum, y mi reacción instintiva la de "proteger" esa frágil figura de los flashes de fotografía. Me parecía otra forma de desnudarles, a falta de una explicación mejor. Me emocioné muchísimo, pero en mi caso no resultó una experiencia desagradable, sino muy emotiva y cargada de un respeto como el que podría sentir por mis antepasados directos.

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    4. La atracción de mirar. Es inevitable.
      Hace años, en el antiguo Museo Paleontológico de Valencia había una momia andina. A los niños nos llamaba tanto la atención como el esqueleto del megaterio.
      Anabelee, entiendo lo que dices, esa sensación de hallarte ante una ausencia desvalida y sentir respeto por lo que fue (un ser vivo).

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    5. No recordaba que la momia fuera americana, pero cuando era niño me fascinaba. Ese museo, en el emplazamiento de entonces, el Almudín, un palacete de época árabe, era muy atractivo para cualquier niño.

      Si no estoy equivocado, la momia no se expone en el museo actual.

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  8. De la misma manera que los franceses e ingleses sentían fascinanción por Egipto entre el XVIII i XIX yo siento fascinanción por la imaginería egipcia que adoptaron en el mundo occidental, frescos, telas, arquitectura y los evocadores dibujos de las expediciones de Napoleón,... un deleite para el alma. Gracias por el post! Como siempre inspirador!

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