domingo, 8 de febrero de 2015

Su vivo retrato




Aunque en la antigüedad tardía podemos encontrar retratos pictóricos tan conmovedores como los de El Fayum, y en la pintura medieval aparecen también algunos retratos encarnados en las figuras de los donantes, hoy quiero centrarme en los retratos italianos del Quattrocento. En otro momento veremos algunos de sus magníficos equivalentes flamencos. En ambos casos, se trata de imágenes individualizadas de personas reales, desvinculadas de la temática religiosa.

Predomina, al principio, el perfil de la figura. Esto se debe tanto a la mayor facilidad de representación como, en el caso italiano, a la influencia de la medallística antigua.

Paolo Uccello, Retrato de un hombre joven, National Gallery of Art, Washington, 1430 c.

De los fondos neutros y monocromos se pasa a la representación de celajes y a la inclusión del paisaje:

Antonio del Pollaiuolo, Retrato de una joven, Staatliche Museen, Berlín, 1460-65
Piero della Francesca, Retrato de Federico da Montefeltro, Galleria degli Uffizi, Florencia, 1465-66

Ya hacia finales del siglo XV, el retrato de tres cuartos pasa a ser predominante:


Antonello da Messina, Retrato de hombre, National Gallery, Londres, 1475 c.
Tanto en escultura como en pintura, el retrato evoluciona hacia una ampliación del busto. Hacen aparición las manos:

Domenico Ghirlandaio, Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 1488
Leonardo da Vinci, Retrato de Cecilia Gallerani (La dama del armiño), Czartoryski Museum, Cracovia, 1483-90

Surgen también nuevas tipologías de retratos, como el retrato alegórico, en el que el personaje retratado se inspira en un modelo de la Antigüedad. Simonetta Vespucci, por ejemplo, modelo de artistas como Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Piero di Cosimo y otros, es retratada por este último en el papel de Cleopatra:

Piero di Cosimo, Simonetta Vespucci como Cleopatra, Musée Condé, Chantilly, 1480 c.

Otra nueva tipología es la del retrato colectivo, que en Italia adopta un carácter cortesano y que, más tarde, en el barroco de los Países Bajos, alcanzará gran desarrollo.

Andrea Mantegna, Corte ducal de Ludovico Gonzaga III, Camera degli Sposi, Palazzo Ducale, Mantua, 1465-74
Melozzo da Forlí, Sixto IV nombra a Plátina prefecto de la Biblioteca Vaticana, Pinacoteca Vaticana, 1477
Los pintores aparecen autorretratados en el contexto de escenas que agrupan a varios personajes. Es una especie de firma del pintor, enmarcada en la corriente de creciente individualismo y en la reivindicación de la pintura como un arte liberal.

Benozzo Gozzoli, Cortejo de los Reyes Magos, detalle, Palacio Medici-Riccardi,  Florencia, 1459-60

Perugino, Entrega de las llaves a San Pedro, detalle, Capilla Sixtina, Vaticano, 1482 c.

¿Reconocéis a Gozzoli y a Perugino en estas dos últimas pinturas?
 


 


19 comentarios:

  1. Creo que Gozzoli es el del sombrero rojo con letras, en el caso de Perugino dudo entre tres.

    ResponderEliminar
  2. No les reconozco. Pero me ha gustado mucho el tema. Sobre todo la evolución del retrato y el añadido de las manos, que se me hace una de las cosas más difíciles de dibujar. Bueno, para mi todo, que malamente se hacer una nube, pero me parece que de toda la anatomía humana, las manos son especialmente complicadas, y eso que el rostro es lo más expresivo y tampoco parece sencillo.


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, siempre se habla de la dificultad de las manos, pero a mí me sucede como a ti: ¡sería incapaz de dibujar correctamente un solo dedo!

      Eliminar
  3. No se quién es quién pero me gusta como has planteado el tema del retrato desde principio a fin. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues os cuento que Perugino es el personaje vestido de negro que nos mira. Pero que nadie se entere ;)

      Eliminar
  4. Andreu Lahosa Alcoverro8 de febrero de 2015, 19:48

    Me ha gustado mucho la descripción de la evolucion del retrato. Es muy didáctica. Al final, la inclusión del autoretrato del autor como medio de firmar la obra me ha recordado un movimiento de realización cinematográfica, cuyo nombre no consigo recordar ni averiguar, que consistía en pretender regresar a los orígenes del cine, aplicando el cumplimiento de varias normas o reglas y una de ellas era la no inclusión en los créditos del nombre del director, es decir, la película no debía estar firmada. Algunas de las otras normas eran que debía rodarse con una sola cámara, puesta en el hombro del operador, el sonido debía ser directo, sin doblaje, y que debía conservarse la unidad de espacio y tiempo, es decir, toda la acción tenía que suceder en ése instante y debía de rodarse en el momento. La película que ví de ése movimiento cinematográfico era la celebración o comida de una familia, en donde ocurrían toda una serie de acontecimientos. Lamentablemente, mi memoria no me ayuda a recordar el título de la película.

    ResponderEliminar
  5. Andreu Lahosa Alcoverro8 de febrero de 2015, 20:05

    Ya lo he averiguado, ¡ por fin ¡ . El movimiento cinematografico se llama "Dogma 95" que se inició en 1995 y la pelicula a la que hago alusión se llama
    " La celebración" y el autor es Vinterberg. Se rodó en 1998. Aunque, efectivamente, no aparecía el nombre del director en los créditos, todo el mundo sabía su nombre porque la película, para ser considerada "Dogma 95" debía contar con una certificación de un jurado. En su momento, éste movimiento de producción cinematográfica me entusiasmó.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. He leído ahora tu primer mensaje y he imaginado que era Dogma 95, pero me ha pasado como a ti al principio, que no conseguía recordar el nombre. Ay, los rabos de pasa.

      Eliminar
  6. Tema que me ha agradado mucho. Magnífica exposición. Me atrae mucho el apartado de los pintores que firmas su obra incluyendonse en la pintura..

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, además, en la mayoría de los casos, se les reconoce por la mirada que dirigen hacia el observador, de un modo que les hace adoptar el papel de "festaiuolo". Es una forma clara de decir: "este soy yo, y aquí os muestro mi obra".

      Eliminar
  7. Gozzoli y Perugino están mirándonos, auténticos selfies de la época ;)

    ResponderEliminar
  8. Soy fan del retrato, aunque la belleza se encuentra en todas partes, el retrato tiene algo que la pintura religiosa no, es real, y eso de poder cotillear como eran y que hacían me encanta!
    Creo que Gozzoli se encuentra en el primer retrato en primer plano con un gorro rojo y Perugino, no lo tengo tan claro, diría que es el quinto de la fila empezando por atrás, el que mira al espectador con los pelos un poco locos!

    Saludos y gracias por compartir estos maravillosos posts!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, es el de los pelos locos :)
      A mí también me gusta ver cómo eran y cómo vivían en épocas pasadas, aunque en el retrato, en general, también suele haber un componente bastante fuerte de idealización. No en todos, por suerte. Es cierto, por otra parte, que esa idealización es mayor en la pintura religiosa, aunque en muchos casos parta de retratos de personas reales.

      Eliminar
  9. Gozzoli no lo acertaba. En el caso de Perugino, dudaba entre dos. Ahí me acercaba algo.
    El tema me ha gustado. Lo explicas con mucha claridad.
    Me ha interesado mucho el comentario de Andreu. Se asemeja a una recacción del teatro clásico, a una búsqueda de los orígenes: obviemos al autor y ciñámonos a las unidades. Llama la atención.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, lo que ha comentado Andreu ha sido muy interesante.

      Eliminar
  10. Un interesante recorrido por la evolución del retrato de esta época. Siempre nos muestras interesantes detalles y nos guías en la observación, gracias!

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Julia. Mañana tendréis que pasaros por aquí para echarme una mano, porque tenemos que construir torres ;)

      Eliminar