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Francisco de Goya, Milagro de San Antonio, San Antonio de la Florida, Madrid, 1798 |
¿Os habéis fijado en que, en
muchos cuadros, la figura representada apoya su cabeza sobre una mano? Este
gesto suele indicar una actitud reflexiva o melancólica, aunque también se
utiliza para expresar la atención prestada a algo o a alguien o, por el
contrario, el abandono del sueño. Los ejemplos son muy numerosos y se hallan
presentes en todas las épocas.
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Casa de los Vettii, Pompeya,
siglo I a.C.
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Sacrificio de Ifigenia, Casa
del Poeta Trágico, Pompeya, Museo Nacional de Nápoles, siglo I d.C. |
Herodes y Poncio Pilato tienden a llevarse la mano
a la cara:
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Sarcófago de Junio Basso, Museo della Civiltà, Roma., mediados
siglo IV d.C.
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Herodes escucha los consejos de un demonio, Santo Domingo, Soria, siglo XII |
En el mismo capitel de la iglesia
de San Juan de Duero, en Soria, vemos dos expresiones distintas de la mano en
el rostro: la de la duda y la del dolor.
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Herodes escucha los consejos de un demonio, San Juan de Duero, Soria, siglos XII-XIII |
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La matanza de los inocentes, San
Juan de Duero, Soria, siglos XII-XIII |
San José se representa, a menudo,
con la cabeza apoyada en la mano. Su figura, carente de importancia en el arte
paleocristiano, accedió al arte en el románico, cuando se le muestra caviloso y
un poco apartado, como queriendo indicar que no participó en la concepción de
Jesús.
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Frontal de Santa María de Avià, detalle, Museo
Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona, siglo XIII |
Pintores como Giotto o Taddeo Gaddi recogieron ese modo de representar a
San José:
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Giotto, Natividad,
capilla de los Scrovegni, Padua, 1304-06 |
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Taddeo Gaddi, Natividad, Museo Thyssen-Bornemisza,
Pedralbes, 1325 c.
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También Botticelli retoma esta
imagen del pensativo –o, tal vez, algo adormilado- San José:
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Sandro Botticelli, Estudio de San José, colección particular |
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Sandro Botticelli, Adoración de los Magos, detalle, Galleria degli Uffizi, Florencia,
1475 c. |
La imagen se funde con la del
Sueño de San José, cuando un ángel se le aparece en sueños para decirle que
deben partir para Egipto:
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Francisco de Goya, El sueño de San José, Museo de Zaragoza, 1771-72 |
Profetas y escritores apoyan en
la mano sus laboriosas cabezas:
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Donatello, Profeta
pensativo, Museo dell’Opera del Duomo, Florencia, 1418-20 |
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Ugo Zannoni, Dante,
Verona, 1865 |
El acto de pensar dota de nombre
a estas dos famosas esculturas:
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Miguel Ángel, Lorenzo
II de Medici, “Il Pensieroso”, Capilla Medicea, iglesia de San Lorenzo,
Florencia, 1524-34 |
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Auguste Rodin, El
pensador, Museo Rodin, París, 1902 |
También la escultura que
representa La Noche en
la tumba de Giuliano de Medici apoya el rostro en la mano, durante su largo
sueño de piedra, del que, según las palabras del propio Miguel Ángel, no quiere
ser despertada:
Caro m’ è ‘l sonno, e più l’esser di sasso, mentre che ‘l danno e la
vergogna dura: Non veder, non sentir, m’ è gran ventura; però non mi destar,
deh! parla basso.
(Me es grato dormir, y aún más
el ser de piedra, mientras el mal y la vergüenza duran. No ver, no sentir, es
mi ventura; no me despiertes, habla bajo).
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Miguel Ángel, La
Noche, Capilla Medicea, iglesia de San Lorenzo,
Florencia, 1524-34
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El pensamiento, el sueño, el
dolor, la melancolía y la duda hacen que nos llevemos la mano a la cabeza.
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Alberto Durero, La
melancolía, Staatliche Kunsthalle, Karlsruhe, 1514 |
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Jean-Jacques Henner, Melancolía, colección particular
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La melancolía: un sentimiento bien conocido por Edvard Munch.
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Edvard Munch, Melancolía, Nasjonalmuseet for Kunst, Arkitektur og Design, Oslo, 1892
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Edvard Munch, Melancolía, Bergen Kunstmuseum. Bergen, 1894-96 |
El gesto se suma, en ocasiones, a
una determinada inclinación del cuerpo:
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Pieter Codde, Estudiante,
Musée des Beaux-Arts, Lille, 1630 c. |
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Francisco de Goya, Gaspar Melchor de Jovellanos, Museo del
Prado, Madrid, 1798
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John Singer Sargent, Hombre leyendo, Reading Public Museum, Pennsylvania |
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Vincent van Gogh, Retrato del doctor Gachet, colección particular, 1890 |
Sustentar la cabeza en la mano
servía de ayuda, en los primeros tiempos de la fotografía, para poder soportar
en la misma postura los largos tiempos de exposición. Aunque, a veces, había
quien buscaba una postura más cómoda, como el caballero que vemos en esta fotografía:
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Anónimo, Retrato
de pareja, 1850 c. |
Leer, escuchar música, contemplar
un espectáculo, perderse en ensoñaciones o, simplemente, esperar, nos ofrecen
muchas otras ocasiones para apoyar la cabeza en la mano. Hay muchísimos
ejemplos: seguro que, en este mismo momento, estáis pensando en ellos. Con la
cabeza apoyada en una mano, por supuesto.
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John White Alexander, Un momento de descanso, 1885 |