Fabricio del Dongo, uno de los personajes de La Cartuja de Parma, participa en la batalla de Waterloo en estado de absoluto estupor. La agitación, el humo, los gritos, los estallidos de las balas de cañón que hacen volar la tierra a su alrededor, los distintos uniformes, el ir y venir de hombres y caballos, le desorientan y confunden. “¿Es esto una verdadera batalla?”, “¿he asistido a una verdadera batalla?”, se pregunta una y otra vez.
William Sadler, La batalla de Waterloo, Pyms Gallery, Londres |
Fabricio muestra el mismo desconcierto que algunos espectadores sentían ante el panorama, un espectáculo que, como el diorama, Stendhal conocía muy bien. En su Vida de Rossini, Stendhal compara los decorados de la Scala de Milán con las vistas ofrecidas por el diorama de Daguerre y por el panorama de Barker.
En varias entradas del blog hemos visto ejemplos de panoramas urbanos. Los panoramas de tema bélico alcanzaron también gran popularidad. La famosa batalla que tan desconcertado dejó a Fabricio del Dongo protagoniza, entre muchas otras obras, el Panorama de la batalla de Waterloo, de Henry Aston Barker, realizado en 1816; las vistas de Mascamp y Burford y el Panorama de Waterloo pintado en 1912 por Louis Dumoulin, que puede visitarse en la actualidad.
Louis Dumoulin, Panorama de Waterloo, 1912 |
En Los anillos de Saturno, el escritor WG Sebald describe el Panorama de Waterloo. Os dejo con sus palabras:
“Finalmente compré una entrada para el panorama que se había instalado bajo la poderosa rotonda de una cúpula, en el que, desde una plataforma de observación levantada en el centro, se podía ver la batalla -como es sabido un tema muy apreciado por los pintores de paisajes- desde todos los puntos cardinales. Uno se encuentra, por así decirlo, en un punto central imaginario de los acontecimientos. En una especie de paisaje teatral que llega justo hasta la parte inferior de la balaustrada de madera, entre troncos de árboles y matorrales, dos caballos de tamaño natural yacen en la arena cruzada de rastros de sangre, además de soldados de infantería degollados, húsares y chevaulegers con ojos torcidos por el dolor o ya vidriosos, los rostros de cera, las decoraciones móviles, el correaje, las armas, las corazas y los uniformes de colores vistosos, probablemente rellenos de algas, de estopa y de otros materiales por el estilo, sin embargo auténticos a juzgar por la apariencia. Sobre la escena de horror tridimensional, cubierta por el frío polvo del tiempo transcurrido, la mirada divaga por el horizonte hacia la enorme pintura redonda que el pintor de marinas francés Louis Dumontin realizó en el año 1912 en la pared interior de la rotonda, de ciento diez por doce metros, parecida a una construcción de circo. Así que esto, se piensa caminando lentamente en círculo, es el arte de la representación de la historia. Se basa en una falsificación de la perspectiva. Nosotros, los supervivientes, lo vemos todo desde arriba, vemos todo al mismo tiempo y sin embargo no sabemos cómo fue”.
“Finalmente compré una entrada para el panorama que se había instalado bajo la poderosa rotonda de una cúpula, en el que, desde una plataforma de observación levantada en el centro, se podía ver la batalla -como es sabido un tema muy apreciado por los pintores de paisajes- desde todos los puntos cardinales. Uno se encuentra, por así decirlo, en un punto central imaginario de los acontecimientos. En una especie de paisaje teatral que llega justo hasta la parte inferior de la balaustrada de madera, entre troncos de árboles y matorrales, dos caballos de tamaño natural yacen en la arena cruzada de rastros de sangre, además de soldados de infantería degollados, húsares y chevaulegers con ojos torcidos por el dolor o ya vidriosos, los rostros de cera, las decoraciones móviles, el correaje, las armas, las corazas y los uniformes de colores vistosos, probablemente rellenos de algas, de estopa y de otros materiales por el estilo, sin embargo auténticos a juzgar por la apariencia. Sobre la escena de horror tridimensional, cubierta por el frío polvo del tiempo transcurrido, la mirada divaga por el horizonte hacia la enorme pintura redonda que el pintor de marinas francés Louis Dumontin realizó en el año 1912 en la pared interior de la rotonda, de ciento diez por doce metros, parecida a una construcción de circo. Así que esto, se piensa caminando lentamente en círculo, es el arte de la representación de la historia. Se basa en una falsificación de la perspectiva. Nosotros, los supervivientes, lo vemos todo desde arriba, vemos todo al mismo tiempo y sin embargo no sabemos cómo fue”.
Auque las batallas no presagian nada bueno, cierto es que tienen algo de espectacular y digno de observarse. La crueldad, el ansia por sobrevivir, por ponerse a salvo o por salvaguardar algo o a alguien se manifiestan en su manera instintiva. Nunca he estado en una y espero no tener que estarlo, pero creo que es una situación tan primaria donde prima el instinto sobre todo lo demás. Se actua sin más y le da ese espectacularidad que tanto gusta en los panoramas.
ResponderEliminarAunque he de decir que creo que es en el cine donde mejor se reflejan las batallas. Su épica y su belleza en ningún lugar se pueden ver mejor, aunque sean de mentiras. Yo recuerdo unas cuantas aunque no soy cinéfila, todavía, pero recuerdo hay especialmente una escena de después de la batalla, que como espectadora me deja siempre asombrada y con los pelos de punta
Seguro que la conoceis: Eisenstein y su "Alexander Nevsky". Es la de la búsqueda de supervivientes tras la batalla en el río helado. Eso acompañado de la música de Prokofiev es inolvidable. Un panorama asolador y con una belleza espeluznante.
Perdona Carmen, al final siempre me salgo por los Cerros de Úbeda, pero es que planteas cosas que me recuerdan otras y que, para mi, van unidas en mi cabeza aunque no siempre tengan que ver.
Mis disculpas, porque mi redacción no es muy buena. En general no soy tan mala escribiendo, aunque podría mejorar, pero nunca corrijo, y me queda como me queda. A veces poco comprensible, incluso para mí, que sé lo que quiero decir.
ResponderEliminarIntentaré mejorar, de verdad. ¡¡¡¡Prometido!!!!!
Pero, Harry, ¿aún no te has dado cuenta de lo que disfruto paseando contigo por los cerros de Úbeda? ¡Es un auténtico placer! Y que unas cosas recuerden a otras, que unas imágenes, unas palabras, nos lleven a otras, es lo bueno.
EliminarLa guerra. Ni siquiera a través de la imagen filmada puedo llegar a percibir, de verdad, lo que es una guerra. Estar en medio de una batalla, o bajo un bombardeo… Aunque lo vea, no puedo imaginarlo. Prefiero, como tú y como todos, no tener que decir nunca: “ahora lo entiendo, ahora sé lo que es”.
Sobre lo que comentas acerca de "Alexander Nevsky", ya sé que voy a quedar fatal, pero hace tantos años que la vi que confieso que no recuerdo casi nada. Prometo enmendar el fallo de memoria si tú prometes seguir escribiendo como hasta ahora y relacionando conceptos (esto se llama negociar ;) )
Escenas de guerra... Impresionan y horrorizan. Espero que no nos veamos en la tesitura de decir "ahora lo comprendo", y que sólo en nuestra imaginación tengamos que vivirlas, sea como lectura o como imagen. En mi caso, mi primer acercamiento a los horrores de la guerra fue a través de la fotografía, y aunque sea imagen estática, aún hoy en día después de verlas tantas y tantas veces hay fotografías que me ponen la piel de gallina.
EliminarYo también necesito volver a ver Alexander Nevsky, Carmen :)
Anabelee, qué gusto leerte...
EliminarSobre imágenes bélicas, es inevitable pensar en Goya y en los escuetos y demoledores comentarios de cada una de las estampas de los Desastres: "Esto es malo", "Esto es peor", "Así sucedió", "Yo lo vi". Lo vio.
Opino lo mismo: más vale no conocerla de cerca. Es suficiente con aproximarnos, tal como dice Anabelee, a través de la fotografía. Son suficientes las imágenes del dolor y del desvalimiento.
ResponderEliminarRecuerdo perfectamente el estupor de Fabrizio del Dongo. Stendhal describe magistralmente el pasmo del personaje.
No puedo recordar la película que indica Harry puesto que no la he visto. Mis próximos me dirían que daba igual que la hubiera visto o no. Pero eso es otro cantar o, mejor, otra cantata. Porque la de Prokofiev impresiona. Podrá gustar o no, pero conmueve. El aria para soprano en el Campo de los caídos no puede dejar indiferente. Es música muy acorde con el XX, que trata sobre el belicismo que se respira en el momento.
Más vale ver las batallas en esos panoramas que nos muestra Carmen. Así seguimos en paz con los hombres y no hablamos de las entrañas.