martes, 2 de septiembre de 2014

La ciudad contemplada




Durante el siglo XIX, de forma paralela a las grandes transformaciones que tienen lugar en el mundo urbano, la ciudad se convierte en uno de los temas y escenarios protagonistas de los espectáculos ópticos. El desarrollo de la naciente industria turística, así como el modo en que dichas vistas satisfacen la exigencia de contemporaneidad propia de la época, son algunos de los factores que explican el auge de estas imágenes. 

Un aspecto destacable, en muchas de estas vistas urbanas, es la atención prestada a las remodelaciones urbanísticas y las novedades arquitectónicas que iban produciéndose, y que estos entretenimientos populares colaboraron a difundir. El Palacio de Cristal, construido por John Paxton para la Exposición de Londres de 1851, fue, por ejemplo, uno de los edificios que aparecieron representados en numerosas ilustraciones, así como en vistas de cosmoramas y dioramas.




Muy importante es, también, la tendencia a unir ciudad y naturaleza, mediante la inclusión de una pequeña franja paisajística en el horizonte, o introduciendo la propia naturaleza en la urbe, a través de la presencia del mar, árboles, jardines o ríos. 



Tanto la revolución industrial como la urbana exigen, como contrapartida nostálgica, este intento de recuperar la naturaleza inmersa en el propio urbanismo o, por lo menos, no del todo ausente, no irremediablemente perdida.







5 comentarios:

  1. En una de las imágenes se ve muy claramente lo que decías sobre la plataforma donde se sitúan los espectadores. ¿Qué panorama es?

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    1. Es el panorama de Thun, pintado por Marquard Wocher en 1814. Se puede ver en la ciudad suiza de Thun. Volveremos a hablar sobre él. Como dices, se ve muy claro lo de la plataforma, así como el modo en que la pintura "envuelve" a los espectadores y la ruptura del marco, temas sobre los que quiero volver.

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  2. Sige construyéndose actualmente con la misma finalidad: el edificio debe ser emblemático y resultar atractivo para el turismo. Ejemplos hay muchos. Bastantes capazos llenaríamos. En muchos casos el contenido importa poco. Es una mera excusa o no tiene realmente valor. Lo importante es el edificio o el significado que tiene para la ciudad, aunque sea de cartón-piedra o de papel de fumar. La urbe es mera imagen y el burgués o, como se diría ahora, el ciudadano (y la ciudadana) se identifica. Vamos, que engorda en cuanto ve al nipón de truno con la camarita en bandolera.
    Lo de la naturaleza es otra cosa. Sí, es añoranza, es ver la manera de contenerla bien domesticada. El bosque se se convierte en parque. ¡Tenemos el mayor parque de...! Ahora bien, este bosque urbano deja fuera unas fieras y acoge a otras. Ya no hay lobos, pero abundan las caperucitas. Es verdad: es añoranza. Las urbes necesitan esos espacios. A veces el resultado es óptimo, como cuando logran superar la naturaleza del entorno y quieren ir más allá: desde jardines paisajísticos a botánicos. Es otro tema.
    Es también curioso cuando un pueblo da la espalda a su entorno, a lo que tiene alrededor. Si está tan cerca, tiene menos valor. También es otro tema.
    Me gusta el panorama de Thun.

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  3. Bueno, las ciudades siempre han estado unidas a un entorno, por protección, por estar en una buena ruta, por unas cuantas cosas prácticas. Por cuestiones menos prácticas como los temas de espectáculos es otra razón tan válida como las anteriores.
    Pero no sé si, al final se acierta. Como dice Daniel, se dejan de lado las construcciones en sí; se va más a lo plástico, lo visible y se olvida que las ciudades están hechas para vivir. Lo teatral no tiene porque estar reñido con lo vital, pero no es fácil lograrlo y por eso, en muchos casos, más que ciudades ópticas, hay espacios delimitados dentro de la ciudad.
    En cualquier caso es un gusto verlos.

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  4. Claro, la ciudad necesita un entorno amable que no agreda, que sea un placer para los que ven y viven en ella. A veces, con el afán de destacar o competir se cometen barbaridades; un claro ejemplo se puede ver (mejor no) El llamado Palacio Euskalduna, cuyos aledaños están poblados de árboles de metal simples y agresivos, un'tronco metálico del que salen ramas rectilíneas, tres o cuatro. No es una vista amable, amén de que el dichoso 'palacio' es un cubo pardo que empobrece aún más un paisaje otrora pasable.

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