"Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje", escribe Walter Benjamin en su Infancia en Berlín hacia 1900.
Tiene razón: ya sea para perderse, para encontrarse o tan solo para vivir en ella, la ciudad exige un aprendizaje. Paseamos por sus calles como por las imágenes que la reflejan. La ciudad crece, cambia, está llena de reclamos. Exige que adiestremos nuestra mirada.
Eduard Gaertner, Panorama de Berlín (1834) |
Los panoramas de temática urbana, con su gran extensión, diversificación y detallismo de la representación, ayudaron a adaptar la mirada del observador a las nuevas realidades que lo rodeaban. En el panorama de Thun, por ejemplo, la vista vaga desde la visión de conjunto hasta los más ínfimos y variados detalles.
Marquard Wocher, Panorama de Thun (1809-1814) |
Los habitantes de Thun tienen la delicadeza de mostrarse en las ventanas de sus casas, para que podamos ver quiénes son y a qué se dedican.
Algunos de ellos incluso nos saludan, corteses:
Leemos la imagen que el panorama nos ofrece como leemos a la propia ciudad: de una forma global y saltando de detalle en detalle. Para aprender a orientarnos; para aprender a perdernos.
Se entiende que con todos esos detalles hagan falta prismáticos para ver los panoramas. Es absorbente, creo que podría pasarme horas mirando unas pinturas así. Me gustan mucho.
ResponderEliminarBuena observación la de los prismáticos, Ana. En cuanto a lo de absorbente, otro día veremos hasta qué punto puede llegar a serlo, y las ilusiones que despertó en el público decimonónico.
EliminarEn lo de que para perderse hay que aprender... No sé. No lo veo claro. O yo aprendí muy pronto, y ni siquiera lo recuerdo, o es un talento que tengo, porque perderme me pierdo hasta en mi ciudad, que es pequeña y en la que llevo, practicamente, toda la vida.
ResponderEliminarLo del panorama ya es otra cosa. Todos los cuadros me han recordado a Hooper, supongo que porque me gusta mucho, y porque sus panoramas, más íntimos, suelen estar (iba a decir llenos, pero en Hooper hay pocos personajes) aderezados de personas perdidas. No son como las personas de Thun, tan simpáticas, pero a su modo muestran una parte de la ciudad.
Como Ana María, también me gustan; en realidad, me gustan mucho los panorarmas en general. Su visión de conjunto, su armonía en lo que no siempre lo es; incluso cuando se cuela en una pequeña porción de la ciudad.
Mi propuesta para un panorama es la visión de Toledo según el Greco. La ciudad vista desde abajo, la hace grandiosa en si misma. Y deja espacio para imaginar como serán sus calles, aunque no acertemos.
GRACIAS por el tema. Esto de los panoramas no pensé que fuese tan extenso, pero si que hay mucho que decir la respecto.
Harry, yo también soy muy dada a perderme, incluso en lugares que conozco. Y de mapas y planos, mejor no hablar, porque ya sabemos que siempre los hacen al revés ;)
EliminarMe ha gustado mucho tu comentario sobre Hopper y las personas perdidas. Y de la vista de Toledo por El Greco, solo puedo decir que es una maravilla de perspectiva y de color. ¡Ay, esos verdes, ese cielo borrascoso, esos edificios espectrales! Una belleza.
Muy bueno el texto, las imágenes, el tema y los comentarios.
ResponderEliminarGracias, JL. Suscribo lo de los comentarios.
EliminarQuiero comentar varias cosas, pero prefiero hacerlo tranquilamente. Panoramas, ventanas, ciudades donde nos perdemos, Hopper, Toledo y El Greco...
ResponderEliminarSobre esa genial vista de Toledo es frecuente citar unos conocidísimos versos de Góngora. Pintor y poeta coinciden:
Esa montaña que, precipitante,
ha tantos siglos que se viene abajo
Ese obelisco de edificios claro,
ResponderEliminarque con tanto esplendor, con gloria tanta,
menospreciando mármoles de Paro,
sobre aquellos cristales se levanta
Esa, pues, o turbante sea, o montaña,
ResponderEliminarsegundo Potosí, imperial corona,
sacro obelisco de grandeza extraña,
Toledo es, claro honor de nuestra zona.