La puerta, por supuesto, es una boca dispuesta a
devorar a quien por ella penetra. La boca del infierno, pintada en una cortina
de tela tirada por cuerdas que permitían su apertura y cierre, era un elemento
fundamental en el teatro y las fiestas medievales, que perdura en la
comedia de magia decimonónica e incluso en las primeras fantasías
cinematográficas.
En el famoso Parque de Bomarzo puede verse una plasmación arquitectónica de esta boca del infierno. En ella figuraba la inscripción Lasciate ogni pensiero, voi che entrate, sustituida hoy por otra en la que puede leerse: Ogni pensiero vola.
En las fantasías de Bomarzo se inspiró el pintor
Federico Zucchari, a finales del siglo XVI, para construir su casa romana, en
cuya fachada se abre el portalón de entrada como las fauces de un monstruo del
cual son ojos las ventanas.
Fue muy conocido el parisino Cabaret de L'Enfer, fotografiado hacia 1898 por Eugène Atget:
En esta fotografía de Robert Doisneau, fechada en 1952, vemos cómo el Cabaret intenta comerse a un gendarme:
De todos es conocida la afición de los cabarés por la ingestión de gendarmes. Parece ser que, con la sazón adecuada, resultan particularmente apetecibles para las interioridades de los referidos locales de alegre ambiente y música ágil. Por el contario, otros dicen que son los propios gendarmes quienes se sienten atraídos por las cavidaes de los cabarés. Se dice, incluso, que llegan a perder la razón, pero nunca el ánimo. Cabarés y gendarmes suelen mantener relaciones íntimas. El hecho es que las puertas como bocas dentadas parecen evidentes. Más que de poética, habría que hablar de glotonería.
ResponderEliminarPero las casas tienen múltiples sentidos. Uno, que siempre me llama la atención y del que se habla poco, es el del olfato. Hay casas que huelen maravillosamente. Todos recordamos las casas de la infancia e intentamos, inutilmente, recuperar aquel perfume de madera, el olor a cal o a humedad o a fribras vegetales. Las casas huelen, pero también nos huelen. Nos atrapan, nos seducen o nos rechazan destempladamente. A veces un estornudo nos arroja a la calle y nos cierra el portón. Y allí nos quedamos algo perplejos y atontados, pensando que, a lo mejor, se trata únicamente de una alergia.
Rectificando las erratas:
ResponderEliminarDe todos es conocida la afición de los cabarés por la ingestión de gendarmes. Parece ser que, con la sazón adecuada, resultan particularmente apetecibles para las interioridades de los referidos locales de alegre ambiente y música ágil. Por el contario, otros dicen que son los propios gendarmes quienes se sienten atraídos por las cavidades de los cabarés. Se dice, incluso, que llegan a perder la razón, pero nunca el ánimo. Cabarés y gendarmes suelen mantener relaciones íntimas. El hecho es que las puertas como bocas dentadas parecen evidentes. Más que de poética, habría que hablar de glotonería.
Pero las casas tienen múltiples sentidos. Uno, que siempre me llama la atención y del que se habla poco, es el del olfato. Hay casas que huelen maravillosamente. Todos recordamos las casas de la infancia e intentamos, inútilmente, recuperar aquel perfume de madera, el olor a cal o a humedad o a fibras vegetales. Las casas huelen, pero también nos huelen. Nos atrapan, nos seducen o nos rechazan destempladamente. A veces un estornudo nos arroja a la calle y nos cierra el portón. Y allí nos quedamos algo perplejos y atontados, pensando que, a lo mejor, se trata únicamente de una alergia.
Me gusta, Daniel, eso que dices de las casas y los sentidos. A mi me parece que las casas se pueden animar muy facilmente porque es el lugar en el que más tiempo pasamos, al menos la mayoría, y al final, como las mascotas, acaban convertidas en parte de la familia: ven, escuchan, opinan (aunque no siempre es fácil entenderlas) y nos comen o nos dejamos comer.
ResponderEliminarOtra forma de verlo sería asimilarnos a las casas en las que la boca es la puerta . Las casas comen por la puerta, es realmente lo más cómodo, y nosotros tenemos la puerta en la boca. Si no la abrimos no salen nuestros pensamientos ( se pueden escribir pero no es tan inmediato), tampoco salen nuestros sueños, ni nuestros enfados, y por suerte, si sabemos cerrar la boca a tiempo, no salen nuestras tonterias.
Pero volviendo a las casas que comen. Puede tener un aspecto positivo de protección y un aspecto negativo, en el que nos engullen para no poder salir jamás. Me ha recordado una película de Buñuel, "El ángel exterminador"en el que un grupo de personas, sin saber como, se encuentran encerrados en la habitación de una casa. No pueden salir y no saben por qué; nadie cerró con llave pero ahí están presos de la casa; a partir de ahí la tensión crece por momentos y la única que permanece digna ante la locura es la casa.
En la literatura es muy común las casas que observan y manejan a sus ocupantes a su antojo y en el cine de terror no pueden faltar.
Realmente, de manera silenciosa, las casas tienen muchas más influencia en las personas de lo que nosotros tenemos en ellas.