¿Os han contado alguna vez cómo os saludaron nada más nacer? A mí sí. Bruja, me llamaron bruja. Eso es lo que se dice empezar con buen pie. Fue cosa de la comadrona, una buena mujer que, mientras yo curioseaba todo lo que me quedaba cerquita –parece ser que nací con los ojos abiertos-, me revisó a conciencia antes de exclamar, jubilosa: “¡bruja! ¡Ha nacido una bruja! Tiene todas las señales: ¡miradla, si hasta parece que esté a punto de romper a reír!”. Don Mauro, el médico que le practicó la cesárea a mi madre, sí que se rio: “María, qué fantasiosa eres”. Y tanto que lo era, porque no tengo nada de bruja. Ni un pelo, y a quien se le ocurra llamármelo le convierto en gato, os aviso. Pero tranquilos, porque mimo mucho a los gatos.
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Paul Ranson, Bruja con gato negro, colección particular, 1893 |
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Paul Ranson, Bruja con gato negro, colección particular, 1899 c. |
Está el asunto de los gatos, claro, pero más allá de las supersticiones medievales, coincidiréis conmigo en que hay gatos sin bruja e incluso brujas sin gato. Ya sabéis que en la Edad Media, que no fue en general tan oscura como se piensa, aunque sí que lo fue en algunos aspectos, en diversos países europeos les dio por identificar a los gatos, en especial los negros, con el mal y con las brujas. Parece ser que el exterminio de gatos provocó gran alborozo en las ratas y, en particular, en la pulga de la rata, transmisora de la peste negra. Mala cosa: insisto en que a los gatos hay que mimarlos.
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Paul Ranson, Brujas alrededor del fuego, Musée Départemental Maurice Denis, Saint-Germain-en-Laye, 1891 |
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John William Waterhouse, La hechicera, colección particular, 1913 |
Ahora os explicaré por qué no soy bruja. Para empezar, sería incapaz de recordar un conjuro, así que tendría que ir siempre con el grimorio a cuestas, para poder consultarlo. Una lata, sobre todo porque estos libros suelen ser, además de voluminosos y pesados, tan antiguos que se desencuadernan cada dos por tres, de modo que no es cuestión de andar paseándolos por ahí, como si fuesen libros de bolsillo.
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Salvator Rosa, Bruja,
Pinacoteca Capitolina, Roma, 1646
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John Downman, Las brujas de Macbeth, Galerie Bassenge, Berlín, antes de 1824 |
Si hablamos de pócimas, de calderos y demás, la cosa se complica. Metida en faena para hacer una de esas pociones, no me extrañaría que me saliese en su lugar un guiso riquísimo, ya que cuando intento lucirme en la cocina el resultado suele ser un mejunje infernal.
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Daniel Gardner, Las tres brujas de Macbeth, National Portrait Gallery, Londres, 1775 |
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William Edward Frost, Brujas con el caldero, 1877 |
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Henry Fuseli, Las tres brujas, Kunsthaus, Zurich, 1783 |
Las brujas suelen ir de tres en tres, imagino que a raíz de las tres brujas de Macbeth.¿Y por qué Shakespeare pensó en tres brujas y no en cinco o en dieciocho? Por las Moiras o Parcas, que eran tres. Antes de que preguntéis que por qué eran tres las Moiras, os diré que ese número no se fijó hasta fecha tan tardía como el siglo II d.C., así que, a lo mejor, no vale la pena ahondar en el simbolismo del tres, el triángulo y esas cosas.
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Henry Fuseli, Macbeth, Banquo y las brujas, Petworth House, Petworth, 1793-94 |
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John Barnes, Macbeth, 1964 |
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John Bauer, Brujas |
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William Rimmer, Las tres brujas de Macbeth |
A veces, ya veis, no son tres, sino cuatro. Sea cual sea su número, la evocación de las Gracias (tres) o la representación de las distintas edades de las mujeres es frecuente:
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Alberto Durero, Las cuatro brujas, Kupferstichkabinett Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg, 1497 |
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Hans Baldung Grien, Brujas, Albertina, Viena, 1514 |
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Paul Ranson, Bruja en el pantano, colección particular, 1897 c. |
La imagen de la bruja en su cabaña del bosque y sus actividades como herbolaria me resultan muy simpáticas. Lo de la cabaña y el bosque me parece muy bien, porque ya os conté que fueron mi territorio como niña salvaje, pero lo de las plantas es otra prueba de que la comadrona se equivocó conmigo: sería incapaz de distinguir entre la belladona y un geranio, por ejemplo. Así que, si en algún momento os ofrezco una infusión, no la aceptéis, por si acaso.
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Franz Von Stuck, Circe, Alte Nationalgalerie Berlín, 1913 |
El hecho de que sea un auténtico desastre aparcando la escoba o que mi conducción aérea sea un poco temeraria tampoco tiene relación alguna con la brujería.
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Champion des dames, manuscrito del siglo XV |
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Leonor Fini, Bruja roja |
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Francisco de Goya, ¡Linda maestra!, Capricho 68, 1797-98 |
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Carl Spitzweg, Vuelo de brujas, 1875 c. |
Las escobas, en cualquier caso, no son requisito imprescindible para volar.
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Jaroslav Panuška, Bruja |
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Leonor Fini, Las brujas, 1959 |
¿Aquelarres? No, por favor, qué bullicio. Además, desde que cumplí trescientos años ya no estoy para trasnochar de ese modo, porque a la mañana siguiente no hay quien me levante de la cama.
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Salvator Rosa, Las brujas y sus ensalmos, National Gallery, Londres, 1646 c. |
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Eugenio Lucas Velázquez, Aquelarre, Museo del Prado, Madrid, 1850-55 |
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Luis Ricardo Falero, Visión de Fausto, 1878 |
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Paul Ranson, Aquelarre, colección particular, 1891 c. |
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Leonor Fini, La ceremonia |
Los sábados, algunas amigas, como Caterine, se hacen unos peinados bastante elaborados. Yo me limito a recogerme las greñas de cualquier modo, para que puedan decirme: "hija, qué pelos de bruja llevas". ¡Ya estoy acostumbrada!
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Anónimo, Caterine Guldenman, colección particular, siglo XVII |
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Marianne Stokes, La bruja de Capri, colección particular, 1884-85 |
Aunque los aquelarres de ahora ya no son como los de antes, así que quizás sea mejor quedarse, tranquilamente, dentro del círculo mágico o pasar una agradable velada con amigos.
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Paul Ranson, La bruja, colección particular, 1892 c. |
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John William Waterhouse, El círculo mágico, 1886 |
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Nguyễn Phan Chánh, La bruja, 1925 |
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Ilustración de las Crónicas de Francia, siglos XIII-XIV |
Creedme: no somos brujas. Ni hadas. Somos mujeres. Ni siquiera aceptamos ese plural, porque esa entelequia de “las mujeres” o “los hombres” no nos sirve. Cada hombre, cada mujer. Mujer, no bruja. Si lo fuésemos –ojalá lo fuésemos- ninguna sabandija revestida de forma humana nos haría daño.
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Albert von Keller, Bruja en la hoguera, 1912 |
Quiero despedirme hoy con estos inquietantes versos del cantante Nacho Vegas que conocí gracias a Poeta Borracho:
La niña pregunta: Mamá,
¿qué es lo que comen las brujas?
Ella le responderá, seria pero con dulzura,
leche, galletas y a ti,
leche, galletas y a ti corazón mío,
a ti, a ti, anoche vi
que una hambrienta se aproxima aquí,
creo que viene a por ti,
que lo que comen son
leche, galletas y a ti corazón.
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Eugenio Lucas Velázquez, Grupo de brujas, Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona, 1850-60 c. |
Así que eso es lo que comen las brujas. Y a ti, corazón.