Los gabinetes de figuras de cera,
precedentes de los actuales museos de cera, se pusieron de moda a finales del
siglo XVIII. Durante el siglo XIX, este tipo de espectáculo gozó de cierta
popularidad.
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Museo Grevin, París |
En su origen, las figuras de cera
se vinculan con los belenes, así como con las piezas anatómicas en cera que
comenzaron a construirse, a finales del siglo XVI, con la finalidad de
facilitar los estudios anatómicos.
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Museo della Specola, Florencia |
No tardó en abrirse paso una
corriente más relacionada con los espectáculos de vistas, tan populares en el
período: su atractivo radicaría en mostrar acontecimientos históricos y escenas
de países lejanos, así como retratos de personajes conocidos.
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Museo Madame Tussauds, Londres |
La cera se empleó también como
elemento decorativo. Mario Praz recoge en su obra La casa de la vida una
prolija descripción de las obras decorativas en cera que formaban parte de su
colección: retratos, reproducciones de obras como La vendedora de amores
o un grupo de putti arrastrando a una cabra, un bajorrelieve
representando a Diana y Endimión, la figura de una pequeña Venus acurrucada
sobre una concha auténtica, etc.
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Alessandro Abondio, Retrato de Anna von Tirol, 1618 |
Además de los usos decorativos y
pedagógicos -por ejemplo, en lecciones de anatomía- y de la explotación
económica obtenida mediante su exhibición, las figuras de cera se empleaban
también, con fines comerciales, como maniquíes y en negocios como las
peluquerías.
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Busto en cera |
La cera se aplicó también a la
fabricación de muñecos, a la escultura y, posteriormente, a los rostros de los
“ninots” en los monumentos falleros de Valencia.
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Muñeca de cera |
Las figuras de cera formaban
parte de otros entretenimientos populares de la época, como el panorama o el
diorama, donde se incluían en ocasiones para reforzar el ilusionismo de la
representación e incrementar la implicación de los espectadores en la obra
contemplada. Del mismo modo que las figuras de cera se sumaban a determinados
espectáculos ópticos, los gabinetes de figuras se enriquecían con artilugios
ópticos y con juegos de autómatas. Lo mismo sucedió con los juguetes, que adoptaron determinados mecanismos para facilitar su movimiento.
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Creeping Baby Doll, 1871 |
A menudo, las figuras de cera se
retocaban y reutilizaban para representar a personajes distintos, según los
vaivenes de la moda. Los exhibidores se veían obligados también a sustituirlos
periódicamente por otros nuevos, como hace Curtius, uno de los personajes de la
novela de Pío Baroja Las figuras de cera,
que necesita cambiar sus personajes de cera “por otros nuevos de militares, de
asesinos y envenenadores de más prestigio y fama”.
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Matanza del 10 de agosto de 1809, Museo
Alberto Mena Caamaño, Quito |
Asesinos, envenenadores…
Violencia, en suma. Baroja nos da la clave de uno de los aspectos destacados de
las figuras de cera: su carácter morboso. Este se halla presente no solo en las
escenas de crímenes y ejecuciones, frecuentes en los museos de cera, sino
también en determinadas piezas anatómicas y en las máscaras mortuorias en cera
que ilustran las alucinantes tesis fisiognómicas
de Cesare Lombroso.
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Museo di Antropologia Criminale "Cesare Lombroso",
Turín |
Las figuras de cera, sea cual sea
el tema que representen, inquietan. No es extraño que los museos de cera hayan
sido escenario de tantas películas de terror. Pero sobre el miedo hablaremos
otro día. Os dejo ahora con dos excelentes imágenes en cera.
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Niña, Palazzo Mocenigo, Venecia, 1790-95 c. |
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Filippo Scandellari,
Retrato de Anna Maria Calegari Zucchini, colección Zucchini,
Bolonia, 1742 |
Un mundo que desconocía desde el punto de vista artístico y cultural.
ResponderEliminarGracias Carmen.
Gracias a ti, Suni. Volveremos a ocuparnos de las figuras de cera.
EliminarLa verdad es que el Museo de Cera de Madrid es altamente mejorable. ¿Ha visto usted la figura de Fernando Alonso? Pues hay un cachondeo con ella... Y él tampoco es que esté muy contento. Elegante entrada como siempre, doña Carmen.
ResponderEliminarNo, no conozco el Museo. De todos modos, los museos de cera, con toda esa colección de famosos que suelen reunir, no me atraen demasiado.
EliminarDon Alex, gracias por sus amables palabras: es usted todo un caballero :)
Las dos últimas caras de cera son una maravilla. Parecen tan reales que hasta asusta.
ResponderEliminarYo no soy mucho de museos de cera, de ningún sitio. No es que me den miedo, pero si algo de grima y no entiendo bien ese regusto de algunos por estar representado en figura cerosa.
Lo que sí es innegable es su valor en muchas cosas que de puro lógicas, nunca me dio por pensar en ellas, y el arte para representar lo que sea en cera es indiscutible.
Ya no las veré con tanto desapego, pero de momento no me animo con los museos, que no es que los vea mal, al contrario, pero es de esos lugares que nunca me apetece visitar.
Sí, la última imagen que he puesto, el retrato de Anna Maria Calegari Zucchini, es de Filippo Scandellari, un escultor que hizo excelentes obras en cera. También es muy bueno Alessandro Abondio.
EliminarLas figuras de cera es un gran libro. Forma parte de esa serie excepcional de novela histórica de nuestro siglo XIX, que son las Memorias de un hombre de acción. Las Memorias son, en mi opinión, la mejor obra de literatura histórica escrita en español. Se habla mucho de Galdós, pero no hay lugar para la comparación. Baroja gana por goleada. Barre.
ResponderEliminarLas figuras de cera es una de las novelas que tratan el tema de la documentación falsificada que pretende acabar con la guerra carllista. Sigue el método habitual de la narrativa barojiana: parece que estamos en una tertulia y que formamos parte de ella. Lo bueno de Baroja es que nos mete en la acción directamente. Somos un personaje más, silencioso, expectante.
Es curiosa la reacción ante Baroja. Los lectores de literatura de enaguas lo han tildado de todo. Nada bonito lo llaman. Por fortuna hay otros, como Cela, que manifestaron siempre su admiración por Pío. Leer a Baroja siempre vale la pena. Siempre aprendes.
Coincidimos, Daniel. También soy barojiana perdida y me entusiasman las Memorias de un hombre de acción.
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