En el siglo XIV los relojes
mecánicos comienzan a marcar las horas: es a partir de esa fecha cuando
empiezan a erigirse relojes en torres de iglesias y lugares públicos.
Reloj astronómico de la catedral de Wells, 1386-92 |
En muchas ocasiones, los relojes
cuentan con autómatas cuya aparición, en momentos determinados del día, es
recibida con gran alborozo por los visitantes. Podemos encontrar relojes animados
de este tipo en Praga, Berna, Venecia, Berlín, Munich, Burgos, Ciudad Real y
muchas otras ciudades.
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Torre del Reloj, Berna, 1530 |
Los relojes, frecuentes en las Vanitas, evocan la fugacidad de la vida y sus afanes.
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Antonio de Pereda, Vanitas, Museo Provincial de Bellas Artes, Zaragoza |
Durante el siglo XVII fue
frecuente la identificación simbólica del mundo como reloj, creado y controlado
por el Gran Relojero, esto es, Dios, así como el uso del reloj como emblema del
Estado absolutista. ¿Hay mayor poder que el de controlar el tiempo?
Los relojes con autómatas también se ofrecieron como diversión. Hasta el siglo XIX se exhibieron en posadas, fondas y otros lugares públicos como entretenimiento y con objetivos comerciales.
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Museo Internacional de Relojes, La Chaux-de-Fonds |
Los relojes se hallan presentes también en la
pintura, la literatura y el cine. En muchos cuentos y leyendas, marcan el fin del encantamiento:
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Edmund Dulac, La Cenicienta, 1910 |
¿Quién no recuerda el reloj de La máscara de la muerte roja, cuyas
campanadas hacían palidecer a los bailarines?
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Harry Clarke, La
máscara de la muerte roja, Edgar Allan Poe, ilustración de 1919
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También nos han inquietado, entre
otros, los relojes del Nosferatu de
Murnau (1922) y La chute de la maison
Usher, de Jean Epstein (1928).
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FW Murnau, Nosferatu,
1922
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Otros relojes nos han hecho reír,
como aquel con el que se enfrenta Harold Lloyd en El hombre mosca:
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Fred C.
Newmeyer y Sam Taylor, Safety Last! (El hombre mosca), 1923
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Algunos relojes nos
ayudan a soñar:
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Salvador Dalí, La
persistencia de la memoria, Museo de Arte Moderno de Nueva York, 1931
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La de hoy ha de ser noche de relojes y de campanadas. No os entretengo más, que el tiempo pasa y
se acerca ya la
Nochevieja.
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John Tenniel, Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll, 1865 |