domingo, 13 de septiembre de 2015

La casa viajera




Yo tenía una cabaña en el bosque.
Ya, ya sé que no empieza así, sino: “Yo tenía una granja en África”, pero el caso es que nunca he tenido una granja en África, solo una cabaña en el bosque. La cabaña, en realidad, no era mía, aunque me permitían utilizarla, y el bosque… era un bosque.

André Lhote, Cabañas en Piquey, Musée des Beaux-Arts de Bordeaux, 1912

Entre los catorce y los quince años disfruté de muchas noches solitarias en aquella cabaña. Cuando llovía, dormía con la puerta abierta para compartir el regocijo de los árboles y dejar que me alcanzasen todos los olores y sonidos del bosque. No cabe duda: Gaston Bachelard tiene razón cuando dice que la cabaña es “tan simple que no pertenece ya a los recuerdos, a veces demasiado llenos de imágenes. Pertenece a las leyendas”.

Paul Gauguin, Cabaña bajo las palmeras, Musée de France, París

No, no voy a hablar de la cabaña primitiva de Laugier, sino de otros asuntos, como las cabañas arbóreas de los wookiees en el planeta Kashyyyk. ¿Cabañas circulares construidas sobre plataformas elevadas adosadas a los troncos de los árboles? ¿Qué más se puede pedir? Una sola cosa: que el árbol sea capaz de desarraigarse y caminar o, mejor aún, que pueda transformarse en un árbol volador.

Steve Binder, Star Wars Holiday Special, 1978

Esperad, contentémonos con vivir en la copa de un árbol o en su tronco antes de ponernos en movimiento.

Jacek Yerka, Árbol

Jacek Yerka, Árbol
Jacek Yerka, Otoño

Remedios Varo, Arquitectura vegetal, colección particular, 1962

Jacek Irzykowski, Árbol

Cabaña en un bosque

“Una cabaña no es una casa –nos recuerda Alicia Guerrero Yeste en su texto Un espacio vital, publicado en Exit Express en 2011-. Significa cobijo, pero implica un completo distinto sentido de cobijo al que ofrece la casa. El cobijo de la casa es el del bienestar y la estabilidad. El cobijo de la cabaña, en su deseada sencillez y austeridad extrema, es el de la incertidumbre y la transformación. La cabaña es el cobijo del que se despoja, del que se retira, deseando soledad y silencio, depuración y purificación”.

Vincent van Gogh, Cabañas en el campo, colección particular, 1889

Cabaña de Virginia Woolf en Monk's House

La cabaña es, también, el lugar donde la soledad y la desnudez urden sus creaciones. Son muchos los escritores, músicos y filósofos que han requerido de la cabaña. Acude a la memoria, de inmediato, el nombre de Henry David Thoreau, pero también podemos pensar en George Bernard Shaw, Virginia Woolf, Dylan Thomas, August Strindberg, Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein, Gustav Mahler, Edvard Grieg. Recordamos, asimismo, el deseo de Friedrich Nietzsche de construirse una cabaña en Sils-Maria.

Eduardo Outeiro, Cabaña de Edvard Grieg a orillas del lago Nordas

Sobre este tema se publicó en 2011 el libro Cabañas para pensar, editado por Alberto Ruiz de Samaniego y José Manuel Mouriño y con fotografías de Eduardo Outeiro. En la primavera de 2015, con el mismo título y con Alberto Ruiz de Samaniego y Alfredo Olmedo como comisarios, se ha celebrado una exposición en el  Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Eduardo Outeiro, Cabaña de Gustav Mahler en Klagenfurt

¿Qué se hace en la cabaña? Ya nos lo ha dicho Alicia: despojarse, transformarse. Vivir. Crear. Wittgenstein nos cuenta sobre su vida en la cabaña de Skjolden: “Mis días aquí transcurren entre la lógica, silbar, pasear y estar deprimido”. Perfecto.

Cabaña de Ludwig Wittgenstein en Skjolden

La cabaña nos permite estar dentro y fuera al mismo tiempo. Estar dentro, por supuesto, porque para eso es cobijo, pero con un modo de estar dentro que incluye el entorno e incorpora los árboles, el cielo, las rocas, la tierra, el agua que nos rodea. Solo tienes que dejar la puerta abierta para que el bosque penetre con todos sus colores, sus voces, sus aromas; basta con que tiendas la mano para acariciar las hojas de los árboles, la rugosidad de sus troncos, los perfiles de la piedra, la textura de cada superficie. Solo tienes que ofrecer tu rostro a la lluvia y el sol, tu cuerpo al aire.

Paul Cézanne, Sendero en el bosque, colección particular, 1902-06

Siempre habrá quien te diga que cierres la puerta de la cabaña, porque se cuentan historias terribles acerca de un lobo que merodea por el bosque. Pero eso es lo normal, ¿no? ¿Qué sería de un bosque sin su lobo, su bruja y sus niños perdidos?



La cabaña exige el retiro y también la pequeñez. En algunas de las pinturas de Remedios Varo, la vivienda se amolda al cuerpo de su habitante, lo ciñe, al tiempo que muestra en su interior imposibles extensiones de puertas, pasillos, escaleras. El espacio se transforma, se abre a otras dimensiones, se expande y se contrae. Vive.

Remedios Varo, Jardín del amor, 1951

Remedios Varo, Catedral vegetal, 1957

La imagen que acabamos de ver nos abre otro camino, al que ya he aludido al comienzo del texto. La cabaña, como la casa, es quietud, recogimiento, reposo, es el lugar que alberga nuestro sueño y nuestro descanso. Pero, ¿y si es una casa viajera? ¿Y si está provista de ruedas, de hélices, de velas? ¿Y si puede navegar?

Remedios Varo, Caravana, 1955

Remedios Varo, Emigrantes, 1962

Remedios Varo, Hallazgo, 1956

¿Y si, ya se trate de casas o de cabañas, vuelan? ¿Os imagináis poder sobrevolar fronteras, alambradas, muros, todo lo que cierra y encierra y causa tanto sufrimiento? 

Xul Solar, Vuel Villa, Museo Xul Solar, Buenos Aires, 1936

Laurent Chéhère, Casa voladora

Amy Casey, Arquitectura en el aire, MOCA, Cleveland, 2009

Interior y exterior, quietud y movimiento. En la contradicción decimos quiénes somos.

Paul Klee, Casa giratoria, 1921

Hoy me despido con un poema de Yeats y con la música de dos habitantes de cabañas: Edvard Grieg y Gustav Mahler.

Me levantaré e iré ahora, iré a Innisfree;
Construiré una cabaña pequeña, de barro y cañas
Tendré allí nueve surcos de habas y un panal de abejas,
Viviré solo bajo el claro de los altos zumbidos
Y allí tendré paz, porque la paz cae lentamente
Desde los velos de la mañana hacia donde los grillos cantan
Allí la medianoche es clara, la luna un resplandor púrpura,
Y la tarde se llena de alas.
Me levantaré e iré ahora, para siempre, noche y día
Escucho al agua del lago besar suavemente la costa
Mientras me detengo en el camino, o en el asfalto gris,
En lo profundo del corazón, la escucho.
 


(William Butler Yeats, La isla del lago Innisfree, 1888)





 

18 comentarios:

  1. Saber combinar diferentes artes es lo que nos hace seres creativos. Es una entrada preciosista. Seguiré leyendo tus artículos.

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    1. Como en el bosque, donde se entreveran todos los olores y todos los sonidos. Gracias, Anna. Un abrazo.

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  2. Remedios Varó, otro descubrimiento... ¡Ojo con el lobo que sopla y sopla!

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    1. A Remedios Varo vamos a tener que recibirla un día de estos en el blog con todos los honores. Y si el lobo sopla y sopla, recurriremos a él cuando tengamos que soplar las velas de la tarta de cumpleaños ;) Un abrazo, José Juan.

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  3. Bueno, me ha gustado mucho el texto. pero, además, las imágenes con las que lo acompañas resultan ser un complemento asombroso. Está claro que preparar estos posts te lleva tu tiempo, pero también que te gusta hacerlo. Se nota mucha ilusión en ellos. Gracias y sigue así.

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    1. ¡Me has pillado, Emilio! Sí que lleva su tiempo, pero ¡disfruto tanto! Bueno, a ti también te pasa cuando escribes en tu blog. Escribir es una fiesta, un gozo inagotable. Y cuando puedes contar con imágenes que te ayuden a contar la historia -algo mucho más difícil en los libros, porque en ese caso hay que ser comedido, si no quieres que los editores pongan el grito en el cielo-, ¡qué alegría!
      Un abrazo, Emilio, y gracias.

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  4. Muchas GRACIAS Carmen:
    no sólo por la música. Son dos autores que me gustan mucho, aunque les escucho poco, pues me resultan algo melancólicos, pero son fabulosos, ¡ainsss, es mararvilloso oirles y mucho más escucharles!

    Las cabañas pintadas y las reales son preciosas. Quién no ha soñado, al menos de niño, con una. Después de mayores nos vamos a cosas más grandes; aún así me gustan mucho y no porque hay menos que limpiar, que eso también tiene mucho peso, pero tienen algo de intimidad de hogar. Y muy cierto lo de estar dentro y fuera. Hasta que lo has mencionado no había caído en ello.
    Van unidas a la tradición, al silencio, el reposo y bueno, a algunos a la depresión, jejeje. No es mi caso, pero ¿por qué no?.
    Nunca pensé que diesen tanto juego en el arte, pero es que, a veces, me cuesta percibir lo evidente. Las cabañas son el hogar, sin más, en todas las culturas.
    GRACIAS por el post y FELIZ DOMINGO

    Para terminar, me han gustado mucho las de Van Gogh, las de Remedios Varó, aunque las noto algo inquietas y la de Mahler es coquetísima.

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    1. No había caído en lo de la limpieza, pero es un dato interesante. Sobre todo para mí, ahora que vivo en un caserón como el de la película de James Whale "The Old Dark House" ;)
      Tú no hagas caso del comentario de Wittgenstein: por el modo en que lo dice se deduce que, cuando estaba en su cabaña, disfrutaba hasta de estar deprimido. ¡Si, además, silbaba!
      Si quieres, te regalo la cabaña de Mahler. Pero, eso sí, tendrás que componer música. Un abrazo, Harry.

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    2. GRACIAS Carmen:
      no sé componer pero si te sirve cantar. No es que merezca la pena oirme pero soy muy voluntariosa y le pongo disposición. Además de que no le hago ascos a casi ningún género.
      ¿Como lo ves?

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    3. ¡Perfecto, lo veo perfecto! Por mí, ya puedes empezar a cantar en cuanto quieras. Mis gustos musicales también son muy variados, así que... ¡adelante, Harry! Te escuchamos.

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  5. Carmen, eres un pozo de sabiduría. Me ha encantado el post. Enhorabuena.

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    1. Un charquito, Elisenda, solo un charquito: y eso, solo cuando llueve (y, la verdad, no es que llueva a menudo ;) ). Un abrazo.

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  6. Llueve y mana al tiempo. Y es mucha agua para el inculto terreno.
    Mientras escucho a Mahler bucólico pienso en la relación de las cabañas y las buhardillas tan cerca del cielo ambas, fascinadas por la atmósfera de soledad y la luz de las estrellas. Gracias, como siempre. Un disfrute.

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    1. ¡Sí, están muy cerca! Me has hecho pensar en una de esas míticas buhardillas de la infancia, atestada de muebles viejos, de trastos rotos y de baúles llenos de tesoros. Huelen igual que las cabañas; son, como ellas, refugio y, como dices, las estrellas se ven del mismo modo. No sé por qué me acuerdo ahora de una frase de Bachelard (cito de memoria, a lo mejor no es así): "La infancia es más grande que la realidad". A lo mejor he pensado en esa frase porque habitamos cabañas y buhardillas desde la soledad del niño que aún, a pesar de todo, somos. Un abrazo, Galefod, y gracias por traernos buhardillas.

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  7. Otro domingo que empezó bien. Con un buen texto, unas pinturas formidables y una música muy evocadora y, aunque se me ha hecho tarde para comentar y recomendar, hace ya muchas horas que lo leí. Problemas de la tecnología, pero no pierdo un minuto más.
    Por cierto, ¿en qué cabaña viviría el barón rampante?
    Un beso.

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    1. ¿El barón rampante? ¡En cualquier maravillosa cabaña arbórea!
      Por cierto, qué bien se lee encaramada a un árbol...
      Un abrazo, Rosa.

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  8. Me gusta Xul Solar. Bonita disquisicion sobre refugio y creación.

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