J'ai embrassé l'aube d'été. ¿Reconocéis este verso? Sí, es Arthur Rimbaud quien escribe estas palabras en sus Illuminations. Philippe Sollers las cita enLiberté du XVIIIème cuando habla de Fragonard, uno de nuestros invitados de hoy.
Jean-Honoré
Fragonard, Fiesta campestre, detalle,
National Gallery, Washington DC, 1765
¿A vosotros
no os pasa eso de despertaros, a veces, con el espíritu de otra época? Abrir
los ojos y decir: “huy, qué decimonónico estoy”, o “vaya, esta mañana me siento perdidamente
renacentista“. Pues yo me he levantado hoy de lo más dieciochesca. Vamos, como
una madame Pompadour de andar por casa.
François Boucher, Madame de Pompadour, 1750 c.
Me gusta ese
siglo, ya lo he comentado en otras ocasiones, por el abrazo entre las luces y
las sombras: abrazo o combate, tanto da, porque también los combatientes se
abrazan, a veces, para derribarse, por no hablar de otro tipo de abrazos y
combates. Sí, me gusta el siglo XVIII porque ahí está todo: razón y
sentimiento, la pasión por la ciencia, el surgimiento de la novela gótica, los
grandes avances en los experimentos ópticos, lo sublime y lo pintoresco, los niños salvajes, geometría y naturaleza, lobos
gigantescos y filósofos, música, libertinos, brujas,
revolucionarios, todo confundido, todo en ebullición. El siglo XVIII.
Jean-Honoré
Fragonard, El columpio, detalle, National
Gallery, Washington DC, 1765
Este es uno de los temas del juego de hoy: el siglo XVIII, con la
insuperable oposición entre el rigor y la austeridad del neoclasicismo y el
erotismo y frivolidad del rococó. ¿Oposición? ¿Insuperable? Bueno, no tardaremos en
comprobar que estos juicios tan tajantes están fuera de lugar.
Jean-Jacques
David, Psique abandonada, detalle, colección
particular, 1795 c.
Jean-Honoré
Fragonard, Las curiosas, 1775 c.
El otro tema es el del fragmento: con qué fuerza atrae lo
fragmentario a nuestra sensibilidad moderna –con qué fuerza, también, su
apreciación oscila entre la atracción y el rechazo-, y de qué manera fragmentos e intermitencias crean el territorio de lo erótico, como señala Roland
Barthes: "es el centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en
escena de una aparición-desaparición". Es decir, el lugar del deseo.
Estoy, no estoy. ¿Me ves? Ya no me ves. Ese es el juego.
Jean-Honoré
Fragonard, Fiesta campestre, detalle,
National Gallery, Washington DC, 1765
Jean-Honoré
Fragonard, La gallina ciega, detalle,
National Gallery, Washington DC, 1765
No,
entendedme, el deseo no es nuestro juego de hoy. De lo que se trata, tan solo,
es de relacionar los siguientes fragmentos con tres pintores tan distintos como
el neoclásico Jean-Jacques David y los rococós François Boucher y Jean-Honoré Fragonard. ¿Difícil? Bueno, un poquito, pero
se trata solo de jugar. Alguna imagen está invertida respecto al original, pero
he decidido mantenerlas porque tienen mejor resolución que otras.
¿Vamos allá?
Para la primera imagen, partimos de una pregunta de Barthes: “¿El lugar más erótico de un cuerpo no es
acaso allí donde la vestimenta se abre?”.
1
Las siguientes imágenes del juego carecen de preguntas:
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
Siglo XVIII: un mundo lleno de claridad y confusión, de olores, de sensaciones táctiles, visuales, auditivas; un mundo fértil, gozoso, melancólico bajo su alegría; un mundo, un siglo, en el que aún resuena la risa que se apagará en el XIX. El mundo de las fiestas galantes, de los embarques para Citerea, del teatro y la ópera: È aperto a tutti quanti. Viva la libertà!
Jean-Antoine Watteau, Los placeres del amor,Gemäldegalerie
de Dresde, 1719
Ahora me voy a pasear con unas amigas,
mientras jugáis con las imágenes. Os dejo un poco de música para que os acompañe.
Jean-Honoré
Fragonard, Fiesta
campestre, detalle, National
Gallery, Washington DC, 1765
Me olvidaba: Au réveil il était midi. Al despertar, era mediodía. Sí, también es de Rimbaud.
***
Vamos a comparar los fragmentos que hemos visto con la obra completa, ¿de acuerdo?
1 Jean-Jacques David, La
despedida de Telémaco y Eucaris, The
J. Paul Getty Museum, Los Ángeles, 1818
2 y 8 Jean-Honoré
Fragonard, La lectora, National Gallery, Washington DC, 1770-76 c.
3 Jean-Honoré Fragonard, El progreso
del amor, 1773
4
François Boucher, Mujer dormida
5 Jean-Honoré
Fragonard, El beso robado, Hermitage,
San Petersburgo, 1788-90 c.
6 Jean-Jacques David, Helena y Paris, Musée du Louvre, París, 1788
7 François
Boucher, Los zapatos, Art Gallery of
Ontario, 1768
9 François Boucher, La toilette de Venus, Metropolitan
Museum of Art, New York 1751
10 Jean-Jacques David, La coronación de Napoleón¸ Musée du Louvre, París, 1805-07
11 François
Boucher, Dafnis y Cloe, Wallace Collection, Londres, 1743
12 Jean-Honoré
Fragonard y Marguerite Gérard, El gato de
angora,Bernheimer Fine Old Masters Kunsthandel, Munich, 1780 c.
Estoy de acuerdo con estos diociochescos, Barthes. En esos fragmentos de las obras a los que se te van los ojos, donde se abre la vestimenta, o ese reflejo, esa acumulación de colores...
¡Un cromañón en el XVIII! Causarías sensación: serías la niña de los ojos (con perdón) de los philosophes y de las grandes damas, te invitarían a todos los Salones... Por cierto, para blogs dieciochescos, el tuyo, cromañón.
Me ha encantado!!!! Lo he mirado un oco deprisa pero esta noche me deleitaré con calma. Yo también adoro esta época, el siglo xviii me recuerda a nuestro Prócer Jovellanos, siempre muy presente en mi villa. Un beso.
Qué interesante ver tan al detalle a Josefina por David. Toda la pomposidad se convierte en galante delicadeza, como en Fragonard. Como siempre, un lujo leerte.
Sí, ese perfil tiene una delicadeza extraordinaria. Ay, cómo nos pierden los fragmentos, los bocetos, lo incompleto, lo inacabado... Hijos de nuestro tiempo, qué le vamos a hacer.
Sólo reconozco el nº 8 "La joven lectora" de Fragonard. Y el nº2 parece el mismo pero en otro color. Del resto no puedo decir nada, para mi desconsuelo. En cuanto a la época no me gusta nada de nada. De los períodos históricos que menos me gustan, pero eso no quita para que sea capaz de ver lo bueno que tuvo y de ver lo malo que tuvieron el resto.
Tratándose de lectoras... ;) Por curiosidad, solo por curiosidad: ¿por qué no te gusta nada de nada? No quiero decir que tenga que gustarte, claro que no, pero ¿por qué es uno de los períodos que menos te atraen? ¿Cuáles te gustan? (Ay, pero qué curiosa soy).
La prehistoria, La Antigüedad. La Edad Media. Cada vez más la historia contemporánea. No sé por qué no me gusta, la verdad. No hay una razón, al menos que yo sepa. Simplemente es así.
Prehistoria, Antigüedad, Edad Media... Buenas épocas, muy interesantes. Me quedo con las tres. Bueno, y con todas las demás, porque soy una acaparadora de épocas ;)
Si quieres, puedes regalarme el 7. Juego un poco: David: 1, 4, 7. Fragonard: 5, 8. No me atrevo a más. Como dice Manuel, el 5 es inquietante. Mucho. También entiendo a Harry: el XVIII tiene algunos autores menos atractivos. Pienso, sobre todo, en Literatura, y en la nuestra en particular. Pero eso ocurre en todos los siglos. En el XVI y el XVII puedes encontrar mucho sopor, y en el XIX y XX. Pero al lado hay autores absolutamente geniales. Algunos, poco conocidos. Y los gustos cambian constantemente. Incluso en todas las épocas topas con gente que no ve, porque no quiere ver. Cuadrangulares en todo. Ahora entendemos a Fragonard. Y tanto que lo entendemos. En épocas puritanas no sería así. Los calificativos los suponemos. No hace falta irse a épocas lejanas. Pero ahí están estos señores, con sus ganas de vivir y de divertirse. También, porque pueden. Claro está. Entonces, oímos su música y danzamos. Y nos dejamos caer para ver si nos dejan jugar a la gallina ciega. O si, por la razón que sea, vemos y no vemos. La intermitencia, vamos... e che sospiri la libertà.
Hombre, Daniel, como sigas pidiendo cuadros, vas a acabar teniendo una pinacoteca impresionante. Vale, apunto el 7, pero te aviso de que te va a gustar más el fragmento que la pintura entera... ¡y no está permitido recortar los cuadros auténticos! A ver, ¿no preferirías una buena fiesta galante, ya sea de Fragonard o de Watteau?
Tienes dos aciertos. No digo más (es decir, no digo cuáles). Bueno, menos mal que Harry, Sandro y tú os animáis a jugar.
Sí, el XVIII es un siglo muy sensual... junto a muchas otras cosas. Y el fragmento siempre encierra el misterio de lo que existe, invisible, a su alrededor.
Es genial ver fragmentos de cuadros, pequeños detalles que cuando miras el cuadro entero, quedan enmascarados por la totalidad; aunque intentes detenerte en un detalle, los alrededores te despistan. Una gran experiencia y con la maravillosa música de Boccherini, tan conocida, pero tan preciosa, todo un lujo. Por cierto, maravilloso el siglo. Lástima que uno de los grandes acontecimientos, la Revolución industrial, no haya servido para traernos la felicidad que presagiaba. Al final, visto lo visto, no sé si fue una gran esperanza frustrada o una hecatombe confirmada. Un beso.
Es cierto.Y fíjate que ya en el mismo XVIII se veía cómo la revolución industrial iba destruyendo la naturaleza, y de ahí ese amor apasionado por ella, por lo que empezaba a desvanecerse, a perderse. ¡La temprana nostalgia por aquellos paisajes de Inglaterra que, a una increíble velocidad, eran arrasados! Eso, sin hablar de otros aspectos dolorosos e indignantes, como la explotación de niños, mujeres y hombres.
Esta entrada seguro que me la perdí, y lo siento. Pero gracias a tu persistencia he podido disfrutar de ella. Como ya me conoces, supongo que no te sorprenderá mi fascinación por los detalles. Me gusta que todo lo que hago en la vida esté plagado de ellos, por eso me he ganado la fama de "detallista". Pero creo que en el fondo, soy una taxonomisma nata. Alguien a quien le gusta que todo tenga su espacio y su nombre, así que el fragmento pasa a ser un ente por sí mismo. Algo que merece categoría de elemento por su importancia en las cortas distancias. Gracias, Carmen. Un beso, guapetona.
Un placer, las imágenes, todas, y la música. El detalle,muy sugerente, bellísimo, sospeché que era de David pero no conocía la obra. Tampoco soy muy amante del XVIII, no se si es por los excesos de Versalles o por el final necesario pero tan sangriento. La sofisticación de los atuendos, las pelucas, los hombres sobre tacones y luciendo hebillas en los zapatos, me empalaga como María antonieta atiborrándose de dulces. El arte puede embellecer cualquier objeto. Precioso, muchas gracias
Cuando pienso en el XVIII o en otros siglos pienso, también, en los olores. ¿Te imaginas el olor de aquellas personas con sus pelucas, sus terciopelos, sus encajes, sus afeites, sus perfumes, acentuando, en vez de enmascarando, su falta de higiene? A mí me fascina el XVIII por lo que decía: la confluencia de los opuestos y el hecho de ser punto de arranque de varios desarrollos que nos alcanzan. Gracias por tu comentario, Kattalin. Un abrazo.
Me encanta el dieciocho, en todas las artes. Pero en pintura lo ves, incluso como muy bien escribes, lo hueles, lo tocas, lo saboreas, sensaciones de todo tipo invaden la conciencia. Y ese juego de las sugerencias a partir de fragmentos pictóricos, qué sensual. ¿Sabes? Cuando he observado el cuadro La gallina ciega, de Fragonard, me he acordado de cuando lo ví por primera vez en clase de 8º de E.G.B y nos hablaban de la vida cortesana y toda su rimbonbancia, gusto por lo estético, frivolidad y clasismo. Pero representa además todo un juego costumbrista, el juego de la vida, tal y como refleja también Watteau en Los placeres del amor. ¡Me ha encantado! Y tu manera de contarlo es auténticamente particular, muy carmenesiana. Un beso! ;-)
¡Carmenesiana, qué bueno! Fíjate, mi dieciochesca amiga, destacas lo mismo: esa mezcla tan riquísima que se produce en el XVIII. Sus contradicciones son fascinantes. Y ahí está todo lo que viene después, incluso tantas cosas que, a pesar de la distancia y de las enormes transformaciones producidas (también, y con cuánta fuerza, en la mirada)aún nos alcanzan. Un abrazo, Madame.
Estoy de acuerdo con estos diociochescos, Barthes. En esos fragmentos de las obras a los que se te van los ojos, donde se abre la vestimenta, o ese reflejo, esa acumulación de colores...
ResponderEliminarSí, lo que sugiere, lo que deja adivinar...
EliminarLas grandes damas del cine negro sabían mucho de esto, ¿verdad?
La mirada por encima del hombro, el balanceo del cabello, ese momento en que expiran el humo del cigarrillo, lo implícito....
EliminarMagnífica, enhorabuena. Menos mal, porque hoy me había levantado un poco cromañón...
ResponderEliminar¡Un cromañón en el XVIII! Causarías sensación: serías la niña de los ojos (con perdón) de los philosophes y de las grandes damas, te invitarían a todos los Salones...
EliminarPor cierto, para blogs dieciochescos, el tuyo, cromañón.
Lo del buen salvaje no se acaba nunca, debe de ser sentimiento de culpa...
EliminarMe ha encantado!!!! Lo he mirado un oco deprisa pero esta noche me deleitaré con calma. Yo también adoro esta época, el siglo xviii me recuerda a nuestro Prócer Jovellanos, siempre muy presente en mi villa. Un beso.
ResponderEliminarBuen tipo, tu paisano. ¡Y qué magnífico retrato pintó Goya!
EliminarQué interesante ver tan al detalle a Josefina por David. Toda la pomposidad se convierte en galante delicadeza, como en Fragonard. Como siempre, un lujo leerte.
ResponderEliminarSí, ese perfil tiene una delicadeza extraordinaria. Ay, cómo nos pierden los fragmentos, los bocetos, lo incompleto, lo inacabado... Hijos de nuestro tiempo, qué le vamos a hacer.
EliminarSólo reconozco el nº 8 "La joven lectora" de Fragonard. Y el nº2 parece el mismo pero en otro color. Del resto no puedo decir nada, para mi desconsuelo.
ResponderEliminarEn cuanto a la época no me gusta nada de nada. De los períodos históricos que menos me gustan, pero eso no quita para que sea capaz de ver lo bueno que tuvo y de ver lo malo que tuvieron el resto.
Tratándose de lectoras... ;)
EliminarPor curiosidad, solo por curiosidad: ¿por qué no te gusta nada de nada? No quiero decir que tenga que gustarte, claro que no, pero ¿por qué es uno de los períodos que menos te atraen? ¿Cuáles te gustan? (Ay, pero qué curiosa soy).
La prehistoria, La Antigüedad. La Edad Media. Cada vez más la historia contemporánea.
EliminarNo sé por qué no me gusta, la verdad. No hay una razón, al menos que yo sepa. Simplemente es así.
Prehistoria, Antigüedad, Edad Media... Buenas épocas, muy interesantes. Me quedo con las tres. Bueno, y con todas las demás, porque soy una acaparadora de épocas ;)
EliminarSi quieres, puedes regalarme el 7.
ResponderEliminarJuego un poco:
David: 1, 4, 7.
Fragonard: 5, 8.
No me atrevo a más. Como dice Manuel, el 5 es inquietante. Mucho.
También entiendo a Harry: el XVIII tiene algunos autores menos atractivos. Pienso, sobre todo, en Literatura, y en la nuestra en particular. Pero eso ocurre en todos los siglos. En el XVI y el XVII puedes encontrar mucho sopor, y en el XIX y XX. Pero al lado hay autores absolutamente geniales. Algunos, poco conocidos. Y los gustos cambian constantemente. Incluso en todas las épocas topas con gente que no ve, porque no quiere ver. Cuadrangulares en todo.
Ahora entendemos a Fragonard. Y tanto que lo entendemos. En épocas puritanas no sería así. Los calificativos los suponemos. No hace falta irse a épocas lejanas. Pero ahí están estos señores, con sus ganas de vivir y de divertirse. También, porque pueden. Claro está. Entonces, oímos su música y danzamos. Y nos dejamos caer para ver si nos dejan jugar a la gallina ciega. O si, por la razón que sea, vemos y no vemos. La intermitencia, vamos... e che sospiri la libertà.
Hombre, Daniel, como sigas pidiendo cuadros, vas a acabar teniendo una pinacoteca impresionante. Vale, apunto el 7, pero te aviso de que te va a gustar más el fragmento que la pintura entera... ¡y no está permitido recortar los cuadros auténticos! A ver, ¿no preferirías una buena fiesta galante, ya sea de Fragonard o de Watteau?
EliminarTienes dos aciertos. No digo más (es decir, no digo cuáles). Bueno, menos mal que Harry, Sandro y tú os animáis a jugar.
Hola. unas imágenes preciosas... me gustó esa idea de amanecer en plan una madame Pompadour. Un post muy bonito y original. Seguimos en contacto
ResponderEliminarAh, pues si te gusta la idea, mañana puedes despertar Pompadour, Marta ;)
EliminarMe alegra que te hayan gustado las imágenes. Un abrazo.
Me ha gustado la cascada de sensualidad del XVIII y el misterio de sus fragmentos.
ResponderEliminarSí, el XVIII es un siglo muy sensual... junto a muchas otras cosas. Y el fragmento siempre encierra el misterio de lo que existe, invisible, a su alrededor.
EliminarEs genial ver fragmentos de cuadros, pequeños detalles que cuando miras el cuadro entero, quedan enmascarados por la totalidad; aunque intentes detenerte en un detalle, los alrededores te despistan. Una gran experiencia y con la maravillosa música de Boccherini, tan conocida, pero tan preciosa, todo un lujo.
ResponderEliminarPor cierto, maravilloso el siglo. Lástima que uno de los grandes acontecimientos, la Revolución industrial, no haya servido para traernos la felicidad que presagiaba. Al final, visto lo visto, no sé si fue una gran esperanza frustrada o una hecatombe confirmada.
Un beso.
Es cierto.Y fíjate que ya en el mismo XVIII se veía cómo la revolución industrial iba destruyendo la naturaleza, y de ahí ese amor apasionado por ella, por lo que empezaba a desvanecerse, a perderse. ¡La temprana nostalgia por aquellos paisajes de Inglaterra que, a una increíble velocidad, eran arrasados! Eso, sin hablar de otros aspectos dolorosos e indignantes, como la explotación de niños, mujeres y hombres.
EliminarEsta entrada seguro que me la perdí, y lo siento. Pero gracias a tu persistencia he podido disfrutar de ella.
ResponderEliminarComo ya me conoces, supongo que no te sorprenderá mi fascinación por los detalles. Me gusta que todo lo que hago en la vida esté plagado de ellos, por eso me he ganado la fama de "detallista". Pero creo que en el fondo, soy una taxonomisma nata. Alguien a quien le gusta que todo tenga su espacio y su nombre, así que el fragmento pasa a ser un ente por sí mismo. Algo que merece categoría de elemento por su importancia en las cortas distancias.
Gracias, Carmen. Un beso, guapetona.
El fragmento... y la catalogación, fíjate, algo que también fue una de las tentaciones del XVIII. Eli, te voy a llamar dieciochesca ;) Un abrazo.
EliminarUn placer, las imágenes, todas, y la música. El detalle,muy sugerente, bellísimo, sospeché que era de David pero no conocía la obra.
ResponderEliminarTampoco soy muy amante del XVIII, no se si es por los excesos de Versalles o por el final necesario pero tan sangriento.
La sofisticación de los atuendos, las pelucas, los hombres sobre tacones y luciendo hebillas en los zapatos, me empalaga como María antonieta atiborrándose de dulces. El arte puede embellecer cualquier objeto. Precioso, muchas gracias
Cuando pienso en el XVIII o en otros siglos pienso, también, en los olores. ¿Te imaginas el olor de aquellas personas con sus pelucas, sus terciopelos, sus encajes, sus afeites, sus perfumes, acentuando, en vez de enmascarando, su falta de higiene? A mí me fascina el XVIII por lo que decía: la confluencia de los opuestos y el hecho de ser punto de arranque de varios desarrollos que nos alcanzan.
EliminarGracias por tu comentario, Kattalin. Un abrazo.
Me ha gustado mucho entra entrada porque estos pintores son magníficos y tu narración estupenda con la música y los juegos. Un abrazo
ResponderEliminarMagníficos pintores, sí. Un abrazo, artista.
EliminarMe encanta el dieciocho, en todas las artes. Pero en pintura lo ves, incluso como muy bien escribes, lo hueles, lo tocas, lo saboreas, sensaciones de todo tipo invaden la conciencia. Y ese juego de las sugerencias a partir de fragmentos pictóricos, qué sensual. ¿Sabes? Cuando he observado el cuadro La gallina ciega, de Fragonard, me he acordado de cuando lo ví por primera vez en clase de 8º de E.G.B y nos hablaban de la vida cortesana y toda su rimbonbancia, gusto por lo estético, frivolidad y clasismo. Pero representa además todo un juego costumbrista, el juego de la vida, tal y como refleja también Watteau en Los placeres del amor. ¡Me ha encantado! Y tu manera de contarlo es auténticamente particular, muy carmenesiana.
ResponderEliminarUn beso! ;-)
¡Carmenesiana, qué bueno! Fíjate, mi dieciochesca amiga, destacas lo mismo: esa mezcla tan riquísima que se produce en el XVIII. Sus contradicciones son fascinantes. Y ahí está todo lo que viene después, incluso tantas cosas que, a pesar de la distancia y de las enormes transformaciones producidas (también, y con cuánta fuerza, en la mirada)aún nos alcanzan. Un abrazo, Madame.
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