Raoul Dufy (1877-1953)
¡Dadme azules, dadme verdes, dadme
rojos, naranjas y amarillos! Inundadme de colores: veréis cómo sonrío. Tomad
esos colores, derramadlos sobre vosotros y sonreíd también con sonrisas
amarillas, rojas, verdes… Venga, hoy podemos pintarnos de colores: ¡como ya somos mayores, nadie nos
va a reñir!
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Raoul Dufy, Bahía
de los Ángeles, 1926 c. |
Dufy fue un mediterráneo nacido a
orillas del Canal de la Mancha,
en El Havre. Allí comenzó sus estudios artísticos, en la línea de Sisley, Corot
o Boudin, hasta que, en 1899, se trasladó a París, donde encontró el
Mediterráneo. Sí, ya sabéis que la geografía, a veces, está un poco loca. Matisse,
otro hijo del Mare Nostrum nacido, por despiste, en el norte de Francia, conquista a Dufy con sus
cuadros salpicados de sol y de espuma, que dejan los labios y la piel impregnados
de sal. Y entonces, incluso el Canal de la Mancha adquiere un sabor meridional y sus aguas
se hacen más cálidas.
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Raoul Dufy, Playa de Saint-Adresse, colección
particular, 1902 |
Observad qué miradas tan distintas, a lo largo de
los años, dirige Dufy a un mismo lugar, frecuente en sus pinturas: la playa de
Saint-Adresse. En el primer caso, vemos una obra que se halla en la línea de Eugène
Boudin, de quien vimos varias obras el día que estuvimos en la playa.
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Raoul Dufy, Playa de Saint-Adresse, colección particular, 1902
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Hacia 1905 y 1906, la mirada cambia:
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Raoul Dufy, L’Estacade en Saint-Adresse, 1905 |
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Raoul Dufy, Saint-Adresse, Milwaukee Art Museum,
1906 |
En 1907, Dufy se deja seducir por las geometrías
cubistas:
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Raoul Dufy, Playa de Saint-Adresse, Musée d'Art
Moderne et d'Art Contemporain de Liège, 1908-09 |
Mirad lo que sucede, años después:
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Raoul Dufy, Carguero
negro en Saint-Adresse, 1948 |
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Raoul Dufy, Carguero
negro en Saint-Adresse, colección particular, 1951 |
Al terminar la primera guerra mundial, Dufy
empieza a ser más plenamente Dufy, más fuerte, más ágil, más claro. Y entonces,
por fin, se instala a orillas del Mediterráneo, y el mar entra por las ventanas.
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Raoul Dufy, El
Mediterráneo, colección particular, 1923 |
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Raoul Dufy, Ventana abierta, Niza, The Art Institute
of Chicago, 1928 |
Baños, paseos junto al mar, jardines, viajes,
música, espectáculos... No es una mala vida, ¿verdad?
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Raoul Dufy, Casino
viejo de Niza, colección particular, 1927-28 |
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Raoul Dufy, Casino
de Niza, 1927 |
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Raoul Dufy, Arcos
en Vallauris, Sammlung E.G.Bührle, 1927 |
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Raoul Dufy, Bahía
de los Ángeles, Metropolitan Museum of Art, Nueva York, 1932 |
A Dufy le atraen los espectáculos, los deportes y
todo tipo de entretenimientos:
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Raoul Dufy, Jinetes
en La Pelouse,
colección particular, 1930-35 |
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Raoul Dufy, Caballos
y jinetes en el bosque, 1930 |
La música, que siempre suena en
la vida de Dufy, cobra mayor importancia aún en sus últimos años.
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Raoul Dufy, Concierto rojo, colección particular, 1946
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Raoul Dufy, Quinteto,
colección particular, 1950 |
Pasear por las pinturas de este hombre ¿no os
alegra y os refresca el alma?
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Raoul Dufy, Avenida
del Bois de Boulogne, 1928 c. |
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Raoul Dufy, El
mar. Atardecer, Musée des Beaux-Art, Nancy |
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Raoul Dufy, Nogent-sur-Marne, 1934 |
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Raoul Dufy, Interior
con flores, colección particular, 1928 |
Dufy realizó también grabados, fue ilustrador,
ceramista, y diseñador de textiles para la fábrica de sedas Bianchini-Férier,
de Lyon. Diseñó tapices y colaboró con el modisto Paul Poiret.
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Raoul Dufy, Modelos
de Paul Poiret, 1941 |
Desde 1937, Raoul Dufy comenzó a sufrir grandes
dolores a causa de su enfermedad. Siguió pintando con idéntica alegría, por
supuesto, del mismo modo que Antonio Vivaldi convivió con su cuerpo enfermo
durante toda la vida. Aunque, a la hora de mencionar a un músico, el propio
Dufy nos dice con sus pinceles, una y otra vez, su nombre: Mozart.
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Raoul Dufy, Homenaje
a Mozart, 1915 |
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Raoul Dufy, La
orquesta con la partitura, colección particular, 1949 |
Con motivo de la exposición de Raoul Dufy
celebrada este año en Madrid, se han publicado muchos textos sobre el artista
en diversos periódicos y revistas. Hay una frase que suele evocarse en ellos, y
es la que Gertrude Stein pronunció en 1946: “Dufy es el placer”. El lamento es
generalizado, como si la frase de Stein condenase al artista a ser identificado
con lo frívolo, lo superficial, lo “poco importante”. Confieso que no lo
entiendo: ¿qué tiene de malo el placer? ¿Por qué se piensa, a veces, que la
alegría y la ligereza no congenian con la profundidad? “Solo creería en un dios
que supiera bailar”, escribió Nietzsche. Estoy de acuerdo con él: ¡por lo menos sería un dios divertido!
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Raoul Dufy, Bahía
de los Ángeles, Niza |
Soy pintor “para hacer algo que se me parezca”,
dijo Dufy, el hombre que sonreía a la vida, aunque la vida no siempre le sonriese
a él.
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Raoul Dufy, El
Havre |
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Raoul Dufy, Niza, bahía de los Ángeles, 1927 |
La frase "La vida no siempre me ha sonreído, pero yo siempre le sonrío a la vida" es también de Raoul Dufy.
ResponderEliminarSí, aunque seamos mayores, siempre habrá alguien que nos quiera regañar. Por eso la alegría es un poco subversiva. ¡Feliz verano!
ResponderEliminar¿Y si no les dejamos que nos regañen?
Eliminar¡Feliz todo, José Juan! :)
GRACIAS Carmen;
ResponderEliminares un placer ver el mar de este pintor a través de los años y la evolución. Y ¡qué mejor día para disfrutar del placer que un domingo!.
Vivo muy cerca de la costa, de un mar calmo, atronador, lleno de galernas, resacas y olas divertidas. Diferente al Mediterraneo pero igual de fascinante. En un lugar donde hay muchos tonos de verdes, algún azul celeste, y rojos/amarillos al acabar el día. Vivo en un lugar maravilloso lleno de color. Entiendo perfectamente a Dufy, con la desventaja que no sé pintar.
Y la música... Mozart (Manuel no te desanimes. Mozart llegará a enamorarte como al resto. Dale tiempo), y otros tantos músicos que quizá no gustaron a Dufy, pero que al resto nos valen igual.
Lo de frivolizar el placer, no estoy segura, creo que es cosa de la religión protestante. No voy a discutir su forma de ver las cosas, pero en mi opinión, el placer, como el dolor, la alegría o la tristeza, entre otros son emociones, sentimientos, sin los que no seríamos nada. Ninguno es mejor o peor que otros. Todos tienen su momento y su lugar y ver los cuadros de Dufy es un placer, que debería ser obligatorio, si no fuera por que las emociones son privadas y cada uno las siente a su modo.
Gracias de nuevo Carmen, pues me has dado a conocer a un pintor que había visto muchas veces pero sin saber lo que estaba viendo.
Saludos y ¡feliz domingo!
No sabes cómo añoro tu mar, Harry.
EliminarCoincido contigo en todo lo que dices. Incluido Mozart ;)
Te cuento algo personal: una vez, una persona confundió mi alegría con frivolidad y, en otra ocasión, una conocida me dijo que "ser feliz era vulgar". Si esto es así, ¡viva la frivolidad, viva la vulgaridad!
Algún Dufy que conocía me resultaba simpático, me alegraba el día y notaba la brisa marina. Pero me doy cuenta ahora de que no conocía casi nada. Me sorprende toparme con esos otros Dufy. ¿O serás tú quien me sorprende cotidianamente?
ResponderEliminarNo hace falta que diga lo que pienso de la entrada. Me reiteraría.
Pero, vale: podemos jugar a pintar y a estudiar la evolución del artista. Vemos cómo se "mediterraneíza" y las líneas perfilan siluetas, aparecen colores de Cezanne y las obras completas de Matisse, en su paleta, bien encuadernadas, "y de repente todo estaba ardiendo", el mar arrojó fuego y vapor de agua, el sol quemaba, y el agua sabía a caldito salado. De golpe, la bañista se topó con una corriente gélida que venía de un norte de aquellos de las luces de Sorolla. Es el contraste el que te incita a seguir buscando corrientes. El Mediterráneo es muy traidor. Ya se sabe. Por eso, la bañista, la misma de antes, no nada, sino vuela, queriendo imitar a las negras gaviotas. Pero con un estilo muy diferente. Mientras tanto, en la playa nudista hay un ser que se admira y una recia mujer, ensimismada, piensa en griegos y troyanos. Mar adentro, las barcas perseveran en su ademán contemplativo.
Pues sí: te sugiero que me regales ese cuadro. O que me lo pintes a tu estilo.
También puedo pedírselo a Manuel, mientras suena un buen quinteto... de Mozart, por supuesto.
Precioso texto, Daniel. Te merecerías el cuadro, pero veo difícil poder regalarte el original, y si lo intento pintar, ya puedes imaginar el desastre. En fin... Tendrás que resignarte a ver reproducciones o hacerte amigo del poseedor del cuadro.
EliminarMe ha encantado tu comentario. ¡Gracias!
Hola!!!! Sí que me refrescan el alma, además en algunos sitios estuve, me encanta lo mucho que ha ido cambiando pero sigue teniendo muchísima personalidad. Un besito.
ResponderEliminarMe alegra que te llegue su frescor, Marigem. Mira, te llega también un abrazo.
EliminarMe acabo de enamorar! Qué colores! Me hacen sonreír. Me han encantado todas las pinturas pero la de Playa de Saint- Adresse me ha hipnotizado. Un abrazo Carmen. Buena semana!
ResponderEliminar¡Qué bueno, Eva! ¡Cuánto me alegro y, seguro, cuánto se alegraría Dufy! Que esa alegría te acompañe durante toda la semana (y la semana siguiente, y la otra, y la otra...).
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