domingo, 12 de julio de 2015

Raoul Dufy o ¿qué tiene de malo el placer?






Raoul Dufy (1877-1953)
 
 
¡Dadme azules, dadme verdes, dadme rojos, naranjas y amarillos! Inundadme de colores: veréis cómo sonrío. Tomad esos colores, derramadlos sobre vosotros y sonreíd también con sonrisas amarillas, rojas, verdes… Venga, hoy podemos pintarnos de colores: ¡como ya somos mayores, nadie nos va a reñir!


Raoul Dufy, Bahía de los Ángeles, 1926 c.


Dufy fue un mediterráneo nacido a orillas del Canal de la Mancha, en El Havre. Allí comenzó sus estudios artísticos, en la línea de Sisley, Corot o Boudin, hasta que, en 1899, se trasladó a París, donde encontró el Mediterráneo. Sí, ya sabéis que la geografía, a veces, está un poco loca. Matisse, otro hijo del Mare Nostrum nacido, por despiste, en el norte de Francia, conquista a Dufy con sus cuadros salpicados de sol y de espuma, que dejan los labios y la piel impregnados de sal. Y entonces, incluso el Canal de la Mancha adquiere un sabor meridional y sus aguas se hacen más cálidas.


Raoul Dufy,  Playa de Saint-Adresse, colección particular, 1902


Observad qué miradas tan distintas, a lo largo de los años, dirige Dufy a un mismo lugar, frecuente en sus pinturas: la playa de Saint-Adresse. En el primer caso, vemos una obra que se halla en la línea de Eugène Boudin, de quien vimos varias obras el día que estuvimos en la playa.



Raoul Dufy, Playa de Saint-Adresse, colección particular, 1902


Hacia 1905 y 1906, la mirada cambia:


Raoul Dufy, L’Estacade en Saint-Adresse, 1905

Raoul Dufy, Saint-Adresse, Milwaukee Art Museum, 1906


En 1907, Dufy se deja seducir por las geometrías cubistas:


Raoul Dufy, Playa de Saint-Adresse, Musée d'Art Moderne et d'Art Contemporain de Liège, 1908-09

Mirad lo que sucede, años después:


Raoul Dufy, Carguero negro en Saint-Adresse, 1948

Raoul Dufy, Carguero negro en Saint-Adresse, colección particular, 1951


Al terminar la primera guerra mundial, Dufy empieza a ser más plenamente Dufy, más fuerte, más ágil, más claro. Y entonces, por fin, se instala a orillas del Mediterráneo, y el mar entra por las ventanas.


Raoul Dufy, El Mediterráneo, colección particular, 1923

Raoul Dufy, Ventana abierta, Niza, The Art Institute of Chicago, 1928


Baños, paseos junto al mar, jardines, viajes, música, espectáculos... No es una mala vida, ¿verdad?


Raoul Dufy, Casino viejo de Niza, colección particular, 1927-28

Raoul Dufy, Casino de Niza, 1927

Raoul Dufy, Arcos en Vallauris, Sammlung E.G.Bührle, 1927

Raoul Dufy, Bahía de los Ángeles, Metropolitan Museum of Art, Nueva York, 1932


A Dufy le atraen los espectáculos, los deportes y todo tipo de entretenimientos:


Raoul Dufy, Jinetes en La Pelouse, colección particular, 1930-35

Raoul Dufy, Caballos y jinetes en el bosque, 1930


La música, que siempre suena en la vida de Dufy, cobra mayor importancia aún en sus últimos años.



Raoul Dufy, Concierto rojo, colección particular, 1946

Raoul Dufy, Quinteto, colección particular, 1950


Pasear por las pinturas de este hombre ¿no os alegra y os refresca el alma? 

Raoul Dufy, Avenida del Bois de Boulogne, 1928 c.

Raoul Dufy, El mar. Atardecer, Musée des Beaux-Art, Nancy

Raoul Dufy, Nogent-sur-Marne, 1934

Raoul Dufy, Interior con flores, colección particular, 1928


Dufy realizó también grabados, fue ilustrador, ceramista, y diseñador de textiles para la fábrica de sedas Bianchini-Férier, de Lyon. Diseñó tapices y colaboró con el modisto Paul Poiret.

Raoul Dufy, Modelos de Paul Poiret, 1941


Desde 1937, Raoul Dufy comenzó a sufrir grandes dolores a causa de su enfermedad. Siguió pintando con idéntica alegría, por supuesto, del mismo modo que Antonio Vivaldi convivió con su cuerpo enfermo durante toda la vida. Aunque, a la hora de mencionar a un músico, el propio Dufy nos dice con sus pinceles, una y otra vez, su nombre: Mozart.


Raoul Dufy, Homenaje a Mozart, 1915

Raoul Dufy, La orquesta con la partitura, colección particular, 1949


Con motivo de la exposición de Raoul Dufy celebrada este año en Madrid, se han publicado muchos textos sobre el artista en diversos periódicos y revistas. Hay una frase que suele evocarse en ellos, y es la que Gertrude Stein pronunció en 1946: “Dufy es el placer”. El lamento es generalizado, como si la frase de Stein condenase al artista a ser identificado con lo frívolo, lo superficial, lo “poco importante”. Confieso que no lo entiendo: ¿qué tiene de malo el placer? ¿Por qué se piensa, a veces, que la alegría y la ligereza no congenian con la profundidad? “Solo creería en un dios que supiera bailar”, escribió Nietzsche. Estoy de acuerdo con él: ¡por lo menos sería un dios divertido!


Raoul Dufy, Bahía de los Ángeles, Niza

Soy pintor “para hacer algo que se me parezca”, dijo Dufy, el hombre que sonreía a la vida, aunque la vida no siempre le sonriese a él. 


Raoul Dufy, El Havre
 
Raoul Dufy, Niza, bahía de los Ángeles, 1927

 



11 comentarios:

  1. La frase "La vida no siempre me ha sonreído, pero yo siempre le sonrío a la vida" es también de Raoul Dufy.

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  2. Sí, aunque seamos mayores, siempre habrá alguien que nos quiera regañar. Por eso la alegría es un poco subversiva. ¡Feliz verano!

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    1. ¿Y si no les dejamos que nos regañen?
      ¡Feliz todo, José Juan! :)

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  3. GRACIAS Carmen;
    es un placer ver el mar de este pintor a través de los años y la evolución. Y ¡qué mejor día para disfrutar del placer que un domingo!.
    Vivo muy cerca de la costa, de un mar calmo, atronador, lleno de galernas, resacas y olas divertidas. Diferente al Mediterraneo pero igual de fascinante. En un lugar donde hay muchos tonos de verdes, algún azul celeste, y rojos/amarillos al acabar el día. Vivo en un lugar maravilloso lleno de color. Entiendo perfectamente a Dufy, con la desventaja que no sé pintar.
    Y la música... Mozart (Manuel no te desanimes. Mozart llegará a enamorarte como al resto. Dale tiempo), y otros tantos músicos que quizá no gustaron a Dufy, pero que al resto nos valen igual.
    Lo de frivolizar el placer, no estoy segura, creo que es cosa de la religión protestante. No voy a discutir su forma de ver las cosas, pero en mi opinión, el placer, como el dolor, la alegría o la tristeza, entre otros son emociones, sentimientos, sin los que no seríamos nada. Ninguno es mejor o peor que otros. Todos tienen su momento y su lugar y ver los cuadros de Dufy es un placer, que debería ser obligatorio, si no fuera por que las emociones son privadas y cada uno las siente a su modo.
    Gracias de nuevo Carmen, pues me has dado a conocer a un pintor que había visto muchas veces pero sin saber lo que estaba viendo.
    Saludos y ¡feliz domingo!

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    1. No sabes cómo añoro tu mar, Harry.
      Coincido contigo en todo lo que dices. Incluido Mozart ;)
      Te cuento algo personal: una vez, una persona confundió mi alegría con frivolidad y, en otra ocasión, una conocida me dijo que "ser feliz era vulgar". Si esto es así, ¡viva la frivolidad, viva la vulgaridad!

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  4. Algún Dufy que conocía me resultaba simpático, me alegraba el día y notaba la brisa marina. Pero me doy cuenta ahora de que no conocía casi nada. Me sorprende toparme con esos otros Dufy. ¿O serás tú quien me sorprende cotidianamente?
    No hace falta que diga lo que pienso de la entrada. Me reiteraría.
    Pero, vale: podemos jugar a pintar y a estudiar la evolución del artista. Vemos cómo se "mediterraneíza" y las líneas perfilan siluetas, aparecen colores de Cezanne y las obras completas de Matisse, en su paleta, bien encuadernadas, "y de repente todo estaba ardiendo", el mar arrojó fuego y vapor de agua, el sol quemaba, y el agua sabía a caldito salado. De golpe, la bañista se topó con una corriente gélida que venía de un norte de aquellos de las luces de Sorolla. Es el contraste el que te incita a seguir buscando corrientes. El Mediterráneo es muy traidor. Ya se sabe. Por eso, la bañista, la misma de antes, no nada, sino vuela, queriendo imitar a las negras gaviotas. Pero con un estilo muy diferente. Mientras tanto, en la playa nudista hay un ser que se admira y una recia mujer, ensimismada, piensa en griegos y troyanos. Mar adentro, las barcas perseveran en su ademán contemplativo.
    Pues sí: te sugiero que me regales ese cuadro. O que me lo pintes a tu estilo.
    También puedo pedírselo a Manuel, mientras suena un buen quinteto... de Mozart, por supuesto.

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    1. Precioso texto, Daniel. Te merecerías el cuadro, pero veo difícil poder regalarte el original, y si lo intento pintar, ya puedes imaginar el desastre. En fin... Tendrás que resignarte a ver reproducciones o hacerte amigo del poseedor del cuadro.
      Me ha encantado tu comentario. ¡Gracias!

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  5. Hola!!!! Sí que me refrescan el alma, además en algunos sitios estuve, me encanta lo mucho que ha ido cambiando pero sigue teniendo muchísima personalidad. Un besito.

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    1. Me alegra que te llegue su frescor, Marigem. Mira, te llega también un abrazo.

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  6. Me acabo de enamorar! Qué colores! Me hacen sonreír. Me han encantado todas las pinturas pero la de Playa de Saint- Adresse me ha hipnotizado. Un abrazo Carmen. Buena semana!

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    1. ¡Qué bueno, Eva! ¡Cuánto me alegro y, seguro, cuánto se alegraría Dufy! Que esa alegría te acompañe durante toda la semana (y la semana siguiente, y la otra, y la otra...).

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