sábado, 2 de abril de 2016

Konstantin Korovin y la peluquera de San Petersburgo




Konstantin Korovin (1861-1939)

Nací melenuda y despeinada, y el transcurrir del tiempo no ha mejorado la situación. El hecho de que a la peluquería vaya, como al médico, in extremis, tampoco ayuda mucho: al médico, porque le veo como al ogro de los cuentos y me asusta; a la peluquería, porque me aburro. Así me luce el pelo. El caso es que, una vez, disfruté como una loca en la peluquería –no en el médico-, y fue porque la peluquera era de San Petersburgo.  Solo eso ya me hizo muchísima ilusión, porque la idea de decir “mi peluquera de San Petersburgo” me hacía sentir como Natasha Rostova en Guerra y paz: no, desde luego, como Anna Karenina, porque la pobre acaba muy mal. Resultó, además, que la peluquera era una mujer encantadora, muy culta e inteligente, de modo que pronto nos encontramos hablando animadamente de Shostakóvich, de Stravinski, de la muerte de Pushkin, de Gogol, de Dostoyevski y de las noches blancas. Yo estaba tan a gusto que me habría dejado hacer tirabuzones o cortar el pelo al rape, con tal de seguir escuchando a mi peluquera.


Edgar Degas, La peluquera, 1896 c.

¿Por qué nos cuentas esto?, preguntaréis. Solo porque, últimamente, ando mucho por Rusia, por una razón que descubriréis si pincháis aquí, y de repente me he acordado de mi peluquera de San Petersburgo. En realidad, esa inteligente mujer no tiene nada que ver con nuestro invitado de hoy, quien, a pesar de haber estado en San Petersburgo, era moscovita: Konstantin Korovin.

Valentin Serov, Konstantin Korovin, 1891

Cuando Korovin viajó a París por vez primera en 1885, se sorprendió al ver que los pintores impresionistas hacían todo aquello por lo que a él le regañaban en casa: jugar con la luz, por ejemplo, deshacer las pinceladas... Ese tipo de cosas.


Konstantin Korovin, Última nieve, 1875
Así que el hombre, viendo a sus colegas franceses, se dijo que no andarían tan errados sus pinceles, y añadió: Konstantin, adelante. Adelante fue: en concreto, a Italia y a España, en 1888.


Konstantin Korovin, Florencia, 1888

Konstantin Korovin, Calle de Florencia bajo la lluvia, 1888

España pasó a formar parte de su obra: mantillas, guitarras, balcones, bailaoras, castañuelas y demás accedieron al tablado de sus lienzos para armar un buen jaleo.

Konstantin Korovin, Plaza española, 1902

Viajó también por el norte de Europa y por Rusia.
  
Konstantin Korovin, Puerto en Noruega, 1894

Konstantin Korovin, Hammerfest, 1894-95 c.

Konstantin Korovin, Noche blanca en Noruega, 1895 c.

Konstantin Korovin, Muelle en Arcángel, 1895
Los paisajes de Crimea se reflejaron, con toda su luminosidad pero también con sus oscuras honduras, en muchas de las pinturas de Korovin:

Konstantin Korovin, Café en Yalta, 1905

Konstantin Korovin, Playa de Crimea, 1909

Konstantin Korovin, Calle de Yalta, 1910
Varios lienzos fueron pintados en Gurzuf, a orillas del mar Negro:

Konstantin Korovin, Muelle en Gurzuf, 1914

Konstantin Korovin, En el jardín de Gurzuf, 1914

Konstantin Korovin, Gurzuf, 1915

Konstantin Korovin, Gurzuf, 1917



Korovin realizó diseños de pabellones para exposiciones como la Panrusa de 1896, celebrada en Nizhni Nóvgorod, para la cual diseñó el pabellón del Ferrocarril del Norte, y la Universal de París de 1900, en la que fue el encargado de diseñar la sección de Asia Central del Pabellón del Imperio Ruso.

Sección de Asia central en el Pabellón Ruso, Exposición Universal de París, 1900

Fue también escenógrafo, y aquí ya podéis imaginar, los que sabéis de mi pasión por la escenografía teatral, que mis ojos miopes empiezan a brillar con fulgores de tigre. Bueno, más o menos: en realidad, no tengo nada de tigre ni menos aún de tigresa, pero me apetecía decirlo. El caso es que Korovin realizó en 1885 para la Ópera de Sawa Mamontov, en Moscú, los diseños de Aída, de Giuseppe Verdi, Carmen, de Georges Bizet, y Lakmé, de Léo Delibes. Trabajó después en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, donde puso en escena obras como Fausto, de Gounod; El caballito jorobado, y Sadko. Entre 1900 y 1910 compaginó sus trabajos escenográficos en los teatros imperiales en Moscú y San Petersburgo y, en total, diseñó más de un centenar de puestas en escena de óperas y ballets, entre ellos para el conocido teatro Bolshói. Sus decorados, en general, se decantan más por la expresividad anímica y la emoción que por la descripción pormenorizada de los ambientes. 

Konstantin Korovin, Jardín de Margarita, diseño para el acto III de Fausto, de Charles Gounod, 1910

Konstantin Korovin, Mercado oriental, diseño para El corsario, de Adolphe Adam, 1912

Konstantin Korovin, diseño de decorado para El caballito jorobado, de Cesare Pugni, 1914

Tras la Revolución de Octubre, Korovin diseñó escenografías para óperas como La valquiria y Sigfrido, de Richard Wagner, Cascanueces, de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, La leyenda de la ciudad invisible de Kítezh, de Nikolái Rimski-Kórsakov, El pájaro de fuego, de Igor Stravinsky, y muchas otras obras.

Konstantin Korovin, El bosque, La leyenda de la ciudad invisible de Kítezh, de Nikolái Rimski-Kórsakov, 1918


Durante la primera guerra mundial, este mago de la ilusión escénica trabajó como asesor de camuflaje, algo que también hicieron, en su caso para el ejército alemán, artistas como August Macke, Franz Marc y Oskar Kokochka. Pocos años después de acabada la guerra, Korovin se trasladó a París. Realizó diseños para importantes teatros de Europa, Estados Unidos y Australia. Destacan, entre ellos, los realizados para el ballet Don Quijote, puesto en escena por Anna Pavlova en el Covent Garden de Londres, y los destinados a  la ópera El gallo de oro, de Rimsky-Korsakov, para la Ópera de Turín, ambos en 1925.

Konstantin Korovin, decorado para Don Quijote, de Ludwig Minkus, 1925

Escenografía, temas españoles... Algo que encontraremos en una de sus discípulas en la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú: Natalia Goncharova. Sobre ella hablaremos en el blog dentro de un par de semanas: os enamorará.



Natalia Goncharova, Bosque amarillo y verde, 1913


No vamos a despedirnos aún de Konstantin Korovin, porque, ya lo sabéis, siempre nos quedará París. París, sí, esa ciudad donde los pintores hacían todo aquello por lo que Korovin era regañado en casa, y donde él nos esperará, la semana próxima, para mostrarnos sus rincones favoritos. Quién sabe si en París hallaremos también a mi amable y culta peluquera de San Petersburgo.

Konstantin Korovin, Mujer leyendo en una terraza
 
 

 

35 comentarios:

  1. Esta entrada es como el menú de un banquete al que no podré asistir, cuánto quisiera asistir a tu conferencia. Gracias por darnos estos anticipos, no conocía a este pintor y me ha gustado muchísimo. Me encanta el color, la luz y las sombras. Gracias nuevamentge y esperaré la ampliación de este tema, buena la introducción con tu peluquera de San petersburgo, muy de los salones y las fiestas de los zares. Saludos

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    1. Natalia Goncharova nos visitará a la semana siguiente de mi regreso de Málaga, para encontrarse con los amigos que no hayáis podido ir al Museo Ruso. Y yo guardo mis abrazos para cuando tenga ocasión de iros conociendo, María. Mira, aquí está el que reservo para ti.

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    2. Gracias, Carmen, solo que por ahora nuestros abrazos serán virtuales porque de otra forma tendría que cruzar el Atlántico. Mientras, disfrutaré tus entradas. Cariños y éxitos en la conferencia.
      Maria É

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  2. Al introducirme, no solo leer, siento el mismo síntoma que tu y tu peluquera de San Petersburgo, me dejo llevar y con este pintor que no conocía, abro con tu blog nuevos espacios. Que ameno me resulta leer y divertido.
    Gracias Carmen, mientras espero a Natalia Goncharova

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    1. Gracias, Esperanza Mar. Ya verás qué interesante es Natalia. Como mi peluquera perdida y añorada. Un beso.

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  3. Me encantan los azules que muestra y la luz tan intensa en sus óleos en la playa. ¿Conoció a Sorolla? Hay algo en su pintura que me lo recuerda. Me ha encantado tu entrada sobre este pintor ruso, Carmen. Espero impaciente la próxima de su etapa parisina.

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    1. ¡Qué buena pregunta, Carmela! No sé si Korovin conoció alguna obra de Sorolla o Sorolla de Korovin: ¿es posible que su nexo sean los pintores nórdicos que tanto incidieron en la evolución de la pintura de Sorolla y, en concreto, Anders Zorn, quien, en su viaje a Moscú en 1897, residió casi todo el tiempo en casa de Korovin, con quien había hecho gran amistad? Me ha encantado tu pregunta, es muy estimulante. Buscaré más información sobre el tema, porque me resulta muy interesante. ¡Gracias, Carmela! Un abrazo lleno de azules.

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  4. Ay Carmen! Que somos igualitas. Dejé de ir a la peluquería hace años cuando, aborrecida de tanto tinte, decidí dejarme el pelo natural, es decir, canoso. Ahora estoy encantada, sólo la piso por obligación (el flequillo me llega hasta la nariz) dos veces al año.
    Lo del médico es compartido también, y lo del dentista en grado superlativo!. Le tengo pánico, no pánico no, lo siguiente. Tu le mordiste, yo la última vez, tuve un ataque de llorera en la puerta de entrada, que ni entré.
    Korovin maravilloso. Sus colores fascinantes.
    Gracias por mostrarlo, Carmen. Un beso.

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    1. ¡Vaya dos, Eli! Con lo de la peluquería, te cuento que hace tres días me volví (más) loca, cogí unas tijeras y... ¡zas! ¿Te acuerdas de la escena de Esplendor en la hierba en la que Natalie Wood se corta el pelo a las bravas? Pues hice algo así con unas greñas que me llegaban a los hombros y me molestaban. Parece ser que, milagrosamente, el resultado no fue tan terrorífico como cabía esperar.
      No debes llorar en el dentista: es mejor que le muerdas, si es menester hacerlo, y que llore él.
      Un abrazo, guapísima.

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    2. Ja,ja,ja. No soporto las peluquerías, así que un día decidí cortarme el pelo y no salió tan mal. Me atreví porque mi marido me dijo que no me preocupara en absoluto si le cortaba el pelo mal pues "burro mal tresquilado, a los dos días emparejado" ¿Veis? cero problemas
      Volviendo a la pintura: me encantan como captan la luz y los colores los impresionistas, es como si sus pinturas tuvieran más vida.

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    3. ¡Otra valiente, tijeras en ristre!
      Lo que comentas acerca de la luz y los colores... bueno, realmente es una irrupción de vida que ya no se va a interrumpir, aunque se exprese de modos tan distintos.
      Un beso, Milano.

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  5. Te confieso, Carmen, que a mí tampoco me gustan los médicos, pero esos que no están ni se les espera.
    Magnífica descripción de este pintor escenógrafo que tanto tiene que mostrar.

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    1. Además, tú yo, cuando el teatro entra en juego, abrimos los ojos de par en par, levantamos las orejitas y prestamos una atención especial, ¿verdad? Un abrazo, compañera.

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    1. A orillas del mar, además nos vamos a Florencia... Y todo eso, despeinados. ¡Bien!

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  7. Me apasionan los impresionistas rusos, más desconocidos que los franceses para la mayoría, pero sin embargo nada tienen que envidiarles.

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    1. Es verdad, Teresa. Hay artistas rusos interesantísimos, no solo los más famosos, sino muchos otros que aquí, al otro extremo del continente, a lo mejor conocemos menos, pero que sin duda vale la pena conocer. Un beso.

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  8. Como dice Josevi Blender, un magnífico desayuno el que me has proporcionado en compañia de Konstantin Korovin y tu peluquera de San Petersburgo.
    Preciosa reseña, Carmen

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    1. Gracias, Juan Carlos. La semana próxima seguiremos buscando a la peluquera. ¡Feliz domingo!

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  9. Los que vivimos lejos de Málaga al menos tendremos ese premio de consolación, pero habra que esperar ¿dos semanas? Esa historia de la peluquera rusa me gusta y la de la pianista de Manuel también tiene lo suyo. Me voy con las alforjas llenas este domingo, jeje.
    Un abrazo.

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    1. Sí, dos semanas, porque antes de que Goncharova nos visite quiero disfrutar de la exposición en el Museo Ruso y así luego os la cuento. Mientras tanto, nos quedaremos con el buen Korovin que, a fin de cuentas, conoció bien a Natalia. Un abrazo, Gerardo.

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  10. Ohhhh, ¡qué pintorazo!
    Hola a todos, lo primero. Me ha gustado mucho mucho. En realidad me ha gustado hasta Natalia, a la que espero con ganas.
    Muy cierto lo de los pintores de fuera de Europa; son menos conocidos, pero no menos buenos e interesantes. De K.K. me gusta todo. El uso que hace del color, las pincelas imprecisas que dibujan claramente lo que quiere, la imaginación en su conjunto. No sé, hasta lo que no puedo precisar me gusta.
    GRACIAS porque si no es por ti dudo mucho que lo hubiese conocido, como a tantos otros, la verdad, y por tus presentaciones tan simpáticas y cercanas. Añadiría, ya que fue un amante de la música, los cuadros para una exposición de Mussorgski. Música magnífica que acompaña a esta de Korovin a la perfección.

    Lo de los médicos y el miedo es un clásico, pobres. Pero lo cierto, es que con miedo o sin él, cuando estamos malitos, vamos a su encuentro a la carrera. Las peluqueras ya es otro tema. Yo las visito lo justo, pero reconozco que sus cortes de pelo son mucho mejores que mis tijeretazos; con diferencia.

    GRACIAS Carmen y feliz domingo a todos

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    1. ¡Hola, Harry! Estaba hablando ahora mismo con Gerardo y ¡sorpresa!, apareces tú, qué bien. Ese mundo de relaciones entre música y pintura, evidente en el caso de los escenógrafos que "vistieron" obras musicales, es fascinante. Ay, cuántos mundos por donde perderse. Si Korovin te gusta -algo lógico, porque sé que, además de muchas otras cosas, te gusta el impresionismo-, no deshagas el equipaje, porque la semana que viene nos iremos con él a París. La verdad es que en París ya nos conocen, pero esta vez nos acompañará Konstantin. Un abrazo, Harry.

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  11. Hola!!!!! A mí me pasa igual con el médico y la peluquería, en mi caso tengo el pelo muy liso y siempre se les va la mano cortando, no me hacen ni caso así que me arreglo yo.
    Me ha gustado muchísimo todo,y como siempre he aprendido porque no tenía ni idea de lo de asesor de camuflaje, y me ha encantado.
    Un besín y muy feliz domingo.

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    1. Lo del camuflaje lo tengo que desarrollar, porque es un tema interesante. Siruela publicó un libro sobre el tema: lo buscaré.
      Marigem, ¿te suena eso de decir en la peluquería "solo las puntas" y hala, tijeras enloquecidas en acción?
      Un abrazo.

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  12. Natalia ya me ha enamorado con la pequeñita muestra que nos expones en esta entrada. Qué mezcla de colores tan luminosa y qué formas tan deliciosas. A Korovin no le conocía, pero sus luces y sombras, sus reflejos en la lluvia y en el agua, la sombra de los árboles en la nieve, los claroscuros de las hojas "En el jardín de Gurzuf", los colores de su impresionismo; todo ello me parece de una belleza que duele.
    ¿La conferencia es con motivo de alguna exposición?
    Muchas gracias, Carmen por iluminar mi último día de vacaciones (en Cantabria tenemos la siguiente a la Semana Santa).
    Un beso.

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    1. ¡Hola, Rosa! Os va a gustar, Natalia os va a gustar. La conferencia sobre Goncharova se relaciona con una de las exposiciones que actualmente se pueden contemplar en el Museo Ruso: la dedicada a La Sota de Diamantes. La otra exposición, también muy atractiva, es Las cuatro estaciones en el arte ruso. ¡Tengo unas ganas de verlas...! Mira, pongo el enlace:

      http://www.coleccionmuseoruso.es/es/exposiciones/exposiciones-actuales./sota-de-diamantes/#.VwFRJzHv06l

      Un beso, Rosa.

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  13. Qué post tan divertido, al enlazar a tu peluquera de San Petesburgo con Konstantin Korovin del que, especialmente, me ha gustado la Noche blanca en Noruega, como también que sea un pintor que refleje ánimos y emociones, ¡estos son los que a mí me gustan!
    Gracias, Carmen, y sólo añadirte que a mí me gusta la pelu (aunque no soy asidua) porque te dejan espléndida, pero el médico...te deja chafada como te diga algo que no esperas.

    Un besoooo

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    1. Qué bien, Chelo, me gusta que te guste Korovin porque, además, ya sabes que será nuestro guía el próximo fin de semana.
      La verdad es que, si hay que elegir entre ir a la peluquería o al médico, yo también opto por lo primero. Aunque no todas sean de San Petersburgo, hay peluqueras muy majas (y peluqueros). Y también médicos... ¡aunque den más susto!
      Un abrazo, Chelo.

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  14. Hola Carmen!, no sabes el problema que tengo yo también para ir a la peluquería... y mi pelo... realmente merecería que un día le dedicara unos versos, que serían bastante dramáticos...
    Por cierto, me ha encantado la última pintura: "Mujer leyendo en una terraza".
    Y el escenario de la Exposición Universal se parece muchísimo a una fotografía (que tengo que buscar) de una hermana de mi abuela; más bien parece una postal y aparece ella muy, muy jovencita, tumbada sobre unos cojines, rodeada de ricas alfombras... Era en un escenario de un estudio fotográfico de Nueva York. Esa fotografía siempre me hizo imaginar mil y una historias.
    Un besito!

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    1. Cuando mi pelo se riza, está realmente enredado e intento peinarme, los peines se dedican a citar a Dante: "Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza". Son un poquito exagerados, pero ¿qué se puede esperar de un peine?
      Eva, ¿tu tía abuela estaba vestida de odalisca o similar? Te lo pregunto porque tengo una foto de una de las hermanas mayores de mi madre que es muy parecida, por lo que dices, a la de la hermana de tu abuela. La escanearé (cuando la encuentre) y te la mandaré.
      Un abrazo, Eva.

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  15. Hola carmen muy interesante las pinturas de Konstantin Korovin, son muy frescas y con colores y sombras muy especiales. Utiliza los azules y los lilas estupendamente , me encanta. Espero las próximas de París.Tengo que ponerme al día si has publicado algún post más.
    En cuanto a ir a la peluqueria pues yo voy casa 3 semanas a teñirme el pelo y si lo dejo otra semana más se notan las canas. Tengo un pelo muy agradecido y no cuesta nada peinarlo. Liso cuando voy a la peluquería y rizado si me lo arreglo yo, voy a lo cómodo. Antes tenía una buena melena y me corté el pelo y estoy encantada. El médico no me da miedo , solo respeto. si tengo mas miedo ir al dentista, pero es necesario una vez al año a hacer una limpieza y revisión. Un abrazo

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    1. ¡Valiente, que eres una valiente!
      Nos vemos en París. Y unos días más tarde... ¡Goncharova!
      Un abrazo.

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  16. Jugar con la luz, deshacer la pincelada... cómo me gusta esa descripción... Para mí, el impresionismo tiene el color de la nostalgia, sin que sepa muy bien por qué...

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    1. Un tiempo que se fue... A mí me sucede con las imágenes, la música, el arte de los años primeros del XX: toda esa ilusión, ese espíritu creador que en el 14 se encuentra con lo que se encuentra, y con todo lo que vendrá después, me inspira un sentimiento de melancolía.

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