Pensaba
viajar hoy con vosotros a un país lejano en el que aún, por estas fechas,
habita el frío, pero nuestra amiga Joseme me ha convencido para que me quede en
casa. La idea me gusta, porque se trata de mostrar dónde nacen los textos que
leéis aquí, los relatos, los ensayos y, en fin, lo que os alcanza desde la
pantalla del ordenador o desde el papel.
Natalia Goncharova, Invierno en Moscú |
A menudo, en mis textos, he abierto la
trastienda de la investigación: me gusta mostrar los entresijos, las
búsquedas, los felices azares, la desorientación, la gratitud, la fatiga, los
errores, los hallazgos, el júbilo, todo aquello que generalmente no se muestra
pero que es el sustento de lo que al fin se hace público. Ver este otro lado
procura un placer similar al que se siente cuando accedes al almacén de un
museo y contemplas las obras allí guardadas, o cuando observas entre bastidores los ensayos de una representación teatral. Así que, adelante, os invito a
visitar el lugar donde nacen mis textos. En concreto, esta mesa:
Comparto la silla con la gata: ella suele
acurrucarse detrás de mí, o bien se encarama al respaldo y se queda allí, como
una estatua, o se apodera de uno de los apoyabrazos. En otras ocasiones se
adueña del teclado o decide utilizar la pantalla del monitor como baranda donde
apoyarse para mirar por la ventana: en esos casos, se suscitan pequeños
conflictos entre nosotras.
Hay dos ventanas en esta salita en la que, en
algunos momentos, la gata Yu me deja trabajar. A veces un gato nos mira desde
el tejadillo; a menudo, lavanderas y golondrinas revolotean y golpean en los
cristales de las ventanas.
A mí me gustaría ver el mar, desde las ventanas, o
un río, o árboles: todo aquello que canta y siempre cuenta historias. Veo el
tejadillo y el cielo y sé que soy afortunada. Escribo a trompicones: cada poco
tiempo brinco de la silla y salgo a ver montaña, perra, gatos, árboles y el
horizonte del mar, cuyo azul debo adivinar porque no se alcanza a ver desde la
casa. No se ve, pero se sabe y desde él nos llega, cuando a primera hora de la
tarde se alza la brisa o durante algunas noches de verano, su intenso olor.
Soy desordenada. Como veis, los libros se reclinan
unos en otros, se amontonan y se reúnen en los estantes con los objetos más
variopintos: cepillos, grapadoras, juguetes de la gata e incluso títeres de
guante como Do, un regalo de mi añorada Lola, a quien todos los que la
conocimos recordamos con inmenso cariño.
Los libros andan desparramados por toda la casa. Yo
creo que, de cuando en cuando, incluso se dedican a cambiar de estantería o de
habitación para jugar con nosotros al escondite, y ahí empieza el habitual
diálogo de si sabes dónde está tal libro, ¿no está en su sitio?, y a saber cuál
es su sitio o si algún amigo pasó por aquí y se lo llevó prestado. La vida
viajera de los libros, ya sabéis.
Tres títulos
en particular llevan toda la vida jugando con nosotros: los tres primeros
volúmenes de los relatos de Julio
Cortázar publicados por Alianza Editorial: Ritos,
Juegos y Pasajes; Negro sobre negro,
de Leonardo Sciascia, y Usos amorosos del
dieciocho en España, de Carmen Martín Gaite. Los compramos, desaparecen,
volvemos a comprarlos, de repente reaparece uno de los volúmenes perdidos pero
se extravían dos más, y así estamos siempre, comprando una y otra vez estos
libros que a veces se reúnen, repetidos, en alegre cuadrilla y, otras,
desaparecen de uno en uno o todos a la vez, como si se fuesen de excursión.
Bien, ya os he enseñado mi guarida. Como veis,
escribo arropada por animales, libros, juguetes, amigos que, aunque se fueron,
están aún a mi lado y amigos que están junto a mí y no quiero que se vayan
nunca; escribo desde la añoranza del mar próximo, desde los ladridos de los
perros y los cantos de los pájaros, desde los árboles donde hace tantos años
dejé de encaramarme; escribo desde la complicidad y el cariño, desde las
preguntas que siempre desencadenan nuevas preguntas, desde lo poco que sé y entiendo
y lo mucho que me gustaría saber; escribo a veces, lo habréis notado, desde
cierta tristeza, como cualquiera, pero mucho más a menudo escribo desde la
alegría, también como cualquier otra persona. Escribo desde aquí.
¿Desde dónde escribís vosotros? Os lo pregunto a
todos pero, en particular, dirijo esta pregunta a Elisenda Segura, Rosario RC, Josevi Blender, Roy Bean y Juan Carlos Vinuesa Jaca.
Los entresijos de la escritura y sus misterios. Gracias por mostrarnos tu guarida de los sueños.
ResponderEliminar¡Tú también puedes participar mostrándonos en tu blog dónde nacen tus textos! He citado a cuatro personas, pero todos los amigos estáis invitados. Un abrazo, Francisca.
EliminarOh, yo también voy dando saltos por toda la casa para escribir. Ahora esta silla, luego este mullido sofá… inquieta y desordenada.
EliminarMe ha encantado el post. Y aunque no me lo has preguntado a mí, como soy muy copiona, escribiré en mi blog una entrada con este tema...Ea....
ResponderEliminar¡Bien, Caty! Sí, escríbela, por favor.
EliminarEa.
Hola Carmen. En estos momentos "desubicado". Intentaré aportar mi granito de arena gustosamente, pero ahora no puedo. Queda en "pendiente". Gracias.
ResponderEliminarEn G+ dejaré una pequeña muestra fotográfica.
Acabo de ver la primera entrega.¡Me gusta, Roy!
EliminarDe donde nacen mis palabras listo en G+. Original entrada.
ResponderEliminarLo he visto, detective. Muy bueno: te he imaginado perfectamente resolviendo casos y recibiendo a tus clientes desde allí. La "culpable" de esta entrada es Joseme Españoles.
EliminarQué gracia lo de los libros viajeros. Yo tengo varios extraviados y me acuerdo de vez en cuando, no tengo ni idea donde pararán, los busco y al final a otra cosa.
ResponderEliminarPreciosa la gata, al mío también le gusta estar a mi lado cuando escribo, en la alfombra. Ahora, cuando llegan mis hijos huye despavorido. Es también cuando comienza el seísmo y todo sale de los cajones y de las estanterías, jeje.
Me alegro verte de vuelta.
¡Se van Gerardo, los libros se van! Eso sí, vuelven cuando les apetece, aunque sea para volver a desaparecer misteriosamente. Tu gato es muy discreto si se conforma con estar en la alfombra, en lugar de empezar a teclear como hace la mía: ¡arma unos líos esta gata escritora! Claro que lo de los hijos forjadores de terremotos es otro cantar... Un abrazo, Gerardo.
EliminarHola a todos:
ResponderEliminarme gusta tu guarida Carmen, y no la veo nada desordenada, lo que no sé si al final es una crítica a mi misma... en fin, yo por falta de espacio tengo lo libros ordenados y después encima unos de otros para que quepan más.
Lo que más me gusta de tu espacio es que se nota hogareño, de esos lugares acogedores que te apetece visitar y. Quedarte.
Mis vistas son tristonas, carretera y coches, motos, camiones, más coches, más motos y más de todo, pero nada que apetezca mirar mucho.
Quizás por eso mis libros se quedan quietecitos en su sitio; total, mejor donde están que no mirando por la ventana o corriendo peligro con tanto tráfico. Y para mi es una suerte. Me gusta que estén donde creo que están; no estoy para preocupaciones y me preocuparía, y mucho, si se fuesen por ahí.
Feliz domingo a todos y gracias por esta entrada tan entrañable y cercana.
Los libros tienen esa tendencia a subirse unos encima de otros, qué se le va a hacer: a veces, como en tu caso (también en el mío), para ganar espacio; en otras ocasiones, creo que lo hacen solo para jugar.
EliminarUn abrazo enorme, Harry.
Tal vez no veas el mar pero la atmósfera se impregna de su respiración y tranquilidad (mientras no se enfade); su olor impregna sutilmente, con la historia y mitología, esas alacenas llenas de tus intereses, conocimientos y deseos de conocer. Golondrinas y lavanderas, inquietas y curiosas, se acercan por simpatía al lugar de donde surge esta generosa muestra de confianza. Gracias.
ResponderEliminarCierto, mientras no se enfade, porque nuestro mar, aunque parezca tranquilo, tiene su carácter y su riesgo. Gracias, Galefod.
EliminarHola Carmen,
ResponderEliminarGracias por permitirme conocer parte de tu mundo, tu espacio de inspiración y solaz, aunque me imagino con las pequeñas batallas de los libros por querer cumplir su propósito entre tus manos.
Si tú llamas a eso desorden, lo mío entonces...
Un mimo para tu gata, hermosa y caprichosa como debe ser.
Saludos.
Gracias, Lú. También de parte de la gata, que es muy, muy mimosa. Un abrazo.
EliminarEl sitio desde donde nacen tus palabras esta lleno de letras forradas de cartoné, cuero, y piel. Rodeado de naturaleza,luminosidad, y cielo. Y el mar, ese que no falte para tu inspiración junto a los sonidos de alondras, vencejos, gaviotas y gorriones. Los olores también importantes
ResponderEliminar¿A Lavanda, espliego, rosas,hierba buena?
Todo a tu favor, un paraíso de los sentidos literarios en el que a las musas, seguro les encanta vivir.
Gracias por pasearnos por tus dominios.
(Faltó la imagen de la carretera o camino por donde pasan esos ciclistas que te confunden el nombre)
Besos
Los sonidos, los olores, la luz, sí, Francisco. Tienes razón: ha faltado la imagen de la carretera... ¡y de los ciclistas!
EliminarUn abrazo.
Estupendo lugar! Me encanta tu biblioteca y el lugar que te rodea. Un placer acompañarte hasta tu mesa de escribir.
ResponderEliminarYo no tengo ningún lugar en particular porque el portátil se acopla en cualquier lado:).
Un abrazo
Es lo bueno del portátil, el cambio de escenarios que propicia. Un abrazo, Yolanda.
EliminarHola buenas tardes, no escribo, pero tengo mi rincón para leer en el ordenador, y otros sitios para libros, y sobre todo en mi mesilla quiero los más cercanos.
ResponderEliminarUn placer leer el blog
¿Y no son libros traviesos de esos que corretean de un lado a otro? Gracias, Esperanza Mar.
EliminarMe ha encantado Carmen!!!!! Muero de envidia, quiero esas vistas!!!!!!!
ResponderEliminarYo también tengo libros por toda la casa, son mi tesoro, mi herencia e incluso en mis peores momentos económicos apartaba algo para libros, jamás he dejado de comprarlos, a veces nuevos y maravillosos y otras de quinta mano, pero libros llenos de historias y secretos.
Un besito y tus animales son para morir de amor.
¡El mar no, Marigem! Quiero decir que, para verlo, tengo que subir un poquito -solo un poquito- a alguna altura o acercarme a la costa, porque desde casa no se ve. ¡Ya me gustaría a mí ver aunque solo fuese una rayita de azul!
EliminarLos libros son un vicio, pero creo que uno de los mejores vicios. Y además, ¿quién dice que debamos ser virtuosas? ;)
Un abrazo, Marigem.
No, el mar no, ese tejadillo y esa paz, aquí donde yo vivo, aunque es un sitio tranquilo mis gatos no pueden salir y los tejadillos brillan por su ausencia. ;)
EliminarTengo que confesar un secreto. No tengo un lugar para escribir. Mi lugar es mi portátil que acostumbro a poner en mis rodillas, tumbada en el sofá. Me gusta estar relajada y buscar entre mis miles de archivos la imagen que me motiva en un momento determinado.
ResponderEliminarAntes tenía un pequeño despacho, parecido al tuyo, con vistas al Circo Romano y el mar. No era capaz de concentrarme. Las personas paseando, los turistas visitando el sitio arqueológico, el mar cambiante, los árboles de los parques cercanos, una mosca que pasaba... todo era una continua distracción.
Así que, ahora me coloco encajada en el sofá, con el respaldo en el lado derecho que me parapeta y me aísla del mundo real.
Mi portátil es mi mundo virtual, mi ventana hacia la concentración, hacia lo desconocido y hacia vosotros, mis amigos con los que coincido en gustos literarios, artísticos, culturales... y con los que comparto mis viajes y mi gusto por la decoración.
Felicidades por el post. Un beso, guapísima.
¡Vistas al Circo Romano y al mar! Eli, ¿sabes de esos momentos de felicidad que de repente te invaden? Sí, claro que lo sabes. Pues uno de esos momentos lo tuve, de niña, exactamente donde dices, y no puedo volver a ese lugar que ves desde la ventana y ni tan siquiera pensar en él sin sentir de nuevo esa felicidad. Ahora bien, reconozco que lo del sofá es comodísimo: el problema es que yo no podría lidiar con el portátil y la gata a la vez. Un abrazo enorme, Eli-en-sofá.
EliminarCarmen, me ha encantado tu entrada con la que nos presentas el lugar donde encuentras la inspiración para crear y comunicarte con nosotros. No me extraña que la musa inspiradora te visite con frecuencia porque es perfecto para recibir esa visita con frecuencia. Me ha llamado la atención el panel con el que has decorado el armario. Veo que es el mismo que luces como fondo en este blog.¿Por casualidad, lo has pintado tú?. Te seré sincera y te diré que he echado de menos más pinturas en las paredes, pues debido a tu trabajo había imaginado que estarías rodeada de obras de algunos pintores, escultores, arquitectos...artistas, en general, a los que admiras. Sin embargo, me he equivocado y tal vez buscas esos lienzos en blanco(figurado) el reposo para la vista, ya que siempre debes de estar "metida en harina". Creo que eres una mujer muy, muy organizada y me da envidia ver tu mesa de trabajo tan despejada. La mía, por el contrario, está cargada de objetos, incluso apilados. Por otro lado, tengo la suerte de tener un perro que, siendo juguetón, sabe respetar mi territorio y aunque siempre está a mi lado, me observa, somnoliento, desde una cama para invitados que hace las veces de sofá de lectura. En común, tenemos los libros. Y esos que nunca falten. Ha sido un placer descubrir tu cueva, tu refugio.
ResponderEliminarEl panel por el que preguntas lo pintó mi marido: la puerta del armario estaba recubierta por un espejo y, al romperse este, se animó a tomar los pinceles y rendir homenaje a Piero della Francesca. En realidad, los únicos cuadros que tenemos o son regalos de amigos (entrañables los amigos y los cuadros)o proceden de la familia o los hemos pintado nosotros. Todo queda en casa.
EliminarVenga, Carmela, anímate a enseñarnos tu rincón de trabajo y a ese respetuoso amigo peludo que te observa desde el sofá. Un abrazo.
Desordenado no veo nada, Carmen. Los libros, a veces, tienen su propia autonomía, y si no, que le pregunten a esos que tú tienes tan 'viajeros' ;-)
ResponderEliminarHa sido un placer conocer el lugar del que surgen tus maravillosos posts. El lugar se intuye tranquilo y muy dado a la inspiración (¡por eso tienes tanta!) que, como dices, es alegre casi siempre.
En conclusión, me alegro que nuestra amiga Joseme te invitara a mostrarlo, ¡gracias!
Un beso muy fuerte
Sois buenos. Si vieseis los momentos en los que el caos se adueña de la casa, la gata baila con los libros, yo bailo con la gata...
EliminarGran abrazo, Chelo.
Visito de vez en cuando su blog en busca de sus interesantes artículos sobre historia del arte y sus maestros, y ahora visito también el lugar desde donde los escribe. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Javier. Bienvenido en cada visita. Saludos.
EliminarCuánto me alegro de que te hayas decidido a participar en este pequeño juego, Carmen. Cuando lo puse en marcha no pensé que fuera a dar tanto de sí ni que tanta gente se prestaría a mostrar su lugar de trabajo. Creo que es una forma bonita de acercarnos a los compañeros :))
ResponderEliminarTu lugar de trabajo me ha encantado y, a pesar de lo que dices, yo lo encuentro ordenado y bien recogido. Quizás los libros no estén dispuestos por tamaños o colores, pero están, sin duda, donde deben estar ;)
Creo que te has rodeado de un ambiente acogedor, espacioso, lleno de luz... ¡ideal para recibir visitas de tu gato de ojos azules y de las musas!
Un beso y feliz noche!!
Tu lugar de magia sí que está ordenado, Julia. Aquí... depende. Es lo que decía, cuando ya no veo la mesa, es hora de empezar a recoger libros, papeles y todo lo que se puede haber ido acumulando sobre ella. Gata incluida, claro, porque ¡qué bien se duerme justo sobre el papel que necesitas consultar en ese momento o sobre el teclado del ordenador!
EliminarUn abrazo, Julia.
Deliciosa lección de intrahistoria, Carmen. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarGracias, Juan Manuel. Joseme me invitó a participar en esta iniciativa que partió de Julia y que me pareció muy atractiva. Un abrazo.
EliminarHermoso y muy acogedor lugar para tus trabajos. Me maravilla la cantidad de libros porque, además, sospecho que no son todos (y yo creía que tenía muchos).
ResponderEliminarSuerte que compartes tu lugar de trabajo con tu gata. Mi gato se decanta más por mi marido y a mí me hace más bien poco caso.
A ver si ahora, de regreso, hago yo la entrada de mi humilde lugar de trabajo.
Un beso.
¡Bienvenida, Rosa! Ya nos contarás tus aventuras y, sí, por favor, invítanos pronto a tu lugar de trabajo (con gato, si es posible). Un abrazo.
EliminarMe gusta ese desorden que a mi me parece tan ordenado, Carmen, y tu gata Yu, que me recuerda a la mía, Dolça, tranquilamente en el apoyabrazos, y los conflictos con ella jaja.
ResponderEliminarUn lugar muy acogedor y tranquilo en el que ahora te puedo imaginar escribiendo, leyendo o paseando por la montaña, y con alegría o tristeza, donde nacen tus letras me cautivó.
Gracias.
¡Abrazos, Carmen!!
Lo de "tranquilamente en el apoyabrazos" habría que matizarlo, Mila ;)
EliminarYu frota su hociquillo con el de Dolça para saludarla, a ti te da una topadita y yo os abrazo a las dos.
Me ha encantoado tu rinconcito de inspiración. Tienes a tu favor todo el entorno. Incluso el olor. A Mi me han invitado a enseñar mi rincón y lo mostraré. En estos momentos está hecho una leonera , he tenido que pasar todo lo que tenia en un trastero en espera de pintarlo y me traen un gran armario donde tengo que guardar muchas cosas, entre ellos parte de mis cuadros por que ya estoy ocupando 3 habitaciones con cajas por debajo de las camas. En las paredes tengo los justos no me gusta poner los amontonados.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Bien, veremos tu rincón! Los estudios de pintor tienen, además, un atractivo especial. Esos olores, los cuadros apoyados contra las paredes... Cuántas veces me habré tirado al suelo para contemplar de cerca una obra inacabada... Un beso, Mari Carmen.
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