No estoy
segura de que Roma exista. Roma reúne tanto significado -tantos significados- que,
probablemente, estalló en mil pedazos hace mucho tiempo, por ese exceso de
significación. Ahí están las ruinas para demostrarlo, pero también cada
piedra, cada uno de los fragmentos, murmura sin cesar su propia historia,
destilando un nuevo aluvión de significados. Son muchas, tal vez demasiadas,
las Romas que crecen sobre Roma. A lo mejor por eso se dice que es eterna:
porque es inagotable.
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Ramón Gaya, El
Palatino, 1958 |
Sobre las ruinas se reconstruyen, en nuestra
imaginación, los edificios íntegros, lo truncado se completa, los vacíos se llenan. Crece así, sobre lo que subsiste y sobre lo que falta, lo que
fue en un determinado momento. En ese preciso instante que recreamos, claro, solo
en ese preciso instante, cuando este edificio ya había sido construido pero
aquel otro no, ni, por supuesto, cuando había llegado el ganado a pastar entre
los monumentos ni estos eran desvalijados para reutilizar los materiales en
nuevas construcciones. Roma, entonces. ¿Cuándo? ¿Qué Roma?
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Joseph
Mallord William Turner,
Roma
moderna. Campo
Vaccino, J. Paul Getty Museum, Los Ángeles, 1839 |
Podría ser la Roma de togas y palios, o la
de los peregrinos que, durante los siglos medievales, ponen en pie una Roma de leyendas
piadosas, milagro, fe y también, por qué no, de negocios en torno a las
reliquias. Entre ruinas y rezos nacen, a medio camino entre la guía turística y
el mundo de lo maravilloso, las Mirabilia Urbis Romae, que desde el siglo XII
entreveran en sus páginas consejos prácticos y palacios encantados,
descripciones de monumentos e historias de nigromantes. Es decir, Roma.
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Mirabilia Urbis Romae |
Quizás prefiráis optar por
esa Roma del Cinquecento en la que la actividad artística y arquitectónica no
cesa de dar nueva forma a la ciudad y donde las palabras nacidas en Florencia
durante el Quattrocento se pronuncian con un lenguaje firme y clásico que Miguel Ángel comienza ya a declinar de otra manera.
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Donato Bramante,
Templete de San Pedro en Montorio, Roma, 1502-10 |
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Miguel Ángel, Biblioteca
Laurenciana, escalera, Florencia, 1520-34 c. |
¿Y si nos quedamos con la Roma triunfal del barroco y
con sus grandes proyectos urbanísticos, en gran medida destinados a
impresionar, a seducir, a acoger, a marcar los itinerarios urbanos de
los peregrinos y ya, aunque todavía no exista la palabra, de los turistas?
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Johannes Lingelbach, Piazza
del Popolo,
Akademie der bildenden Künste, Viena, 1664
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He escrito “turistas” y,
ya sea que hablemos de turismo, del Grand Tour que nace, con fuerza, a mediados del XVII o
de los peregrinos, hablamos, al mismo tiempo, del souvenir, del recuerdo. Reliquia,
insignia o plancha metálica con un motivo religioso, como las que empiezan a
difundirse en el siglo XII; estampa, grabado, veduta o incluso pequeñas
réplicas en escayola o en bronce de los monumentos, todo nos conduce a la misma
afirmación: estuve allí, lo recuerdo. Nos conduce, también, como el propio
recuerdo, descontextualizado, inconcluso,
al fragmento: esencia de la ruina, de la historia del arte - desde donde alcanza
a otras disciplinas-, del monstruo, del coleccionismo y también del terror,
entre muchas otras cosas.
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Henry
Fuseli, El artista desesperado ante la
grandeza de las ruinas antiguas, Kunsthaus, Zürich, 1778-80 |
Las vistas enmarcadas –esos encuadres de la escisión, con palabras
de Rafael Argullol que he citado a menudo- recalcan el valor del monumento como
fragmento:
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Joseph
Mallord William Turner, Capricho con vista de la cúpula de San Pedro a
través de las ruinas de un arco, Tate Britain, Londres, 1797 c. |
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Jean-Baptiste-Camille
Corot, El Coliseo visto a través de los
arcos de la basílica de Constantino, Musée du Louvre, París, 1825 |
Vámonos a Roma. Ahora mismo. A la Roma de Piranesi, a la de Turner, a la que
queráis, no importa, pero vámonos. A esa Roma “carnal, terrenal, sin…
¿espíritu?”, como escribe Ramón Gaya, esa Roma cuya “desenfadada belleza” puede llegar a irritar, según el pintor.
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Ramón
Gaya, Atardecer romano, 1956 |
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Ramón
Gaya, Circo Massimo, 1958 |
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Ramón
Gaya, Coliseo, 1956 |
Unos años más tarde, Gaya insiste en el mismo concepto de la
carnalidad de Roma: “Hay algo muy ciego en lo romano -puesto que
es carne-, algo muy espeso, insensible, sin salida, sin salvación, o sea, como
irremediablemente... feliz”.
Es esa
felicidad con que la ciudad y sus monumentos se contemplan a sí mismos en el
reflejo del Tíber:
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Ramón Gaya, Los
baños del Tíber, colección particular, 1971 |
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Jean-Baptiste-Camille Corot, El castillo de Sant’Angelo, Palais des Beaux-Arts de Lille, 1834 |
Creo que son
muchos los pintores que se han dado cuenta de lo que dice Gaya y han reconocido
a Roma como lo que es: una ciudad de carne, sin salvación, feliz. Eterna.
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Viviano Codazzi, Arco de Constantino, 1655 c. |
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Joseph Michael Gandy, Arco de Tito, Royal Institute of British
Architects, Londres 1795 c. |
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Jean-Baptiste-Camille
Corot, Monte Pincio,
Art Institute of Chicago,
1840-50 c. |
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Jean-Baptiste-Camille Corot, Basílica
de Constantino, colección particular, 1826-28 c.
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John
Arthur Malcolm Aldridge, Piazza di Trevi,
Royal Academy of Arts (Burlington House), Londres, 1957 |
Pero la carne también encierra su misterio. En varias de las obras
que hemos visto se percibe. Turner también lo advirtió.
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Joseph
Mallord William Turner,
Roma, colección particular, 1838 |
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Joseph
Mallord William Turner,
Foro
con arco iris, British Museum, Londres, 1819 |
Un fragmento de felicidad,
un fragmento de recuerdo, de carne, de misterio: un fragmento de eternidad.
Roma sobre Roma.
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Joseph Mallord
William Turner, Arco de Constantino, Tate
Britain,
Londres, 1835 c.
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La ciudad eterna, el lugar donde empezó y continuó todo. Allí, y solo allí, he tenido la sensación de estar sumergido en la historia con mayúsculas. Lástima no poder enlatar esa atmósfera y llevarla conmigo, pues desaparece en cuanto la abandonas. Un saludo.
ResponderEliminar¿Y el olor, Josevi, los olores de Roma? A veces, desagradables, ¡pero siempre tan vivos!
EliminarNo te preocupes por perder su atmósfera: cada vez que vuelvas a Roma, te envolverá de inmediato.
Olor a humanidad en su más amplio sentido. Para lo bueno y lo malo.
ResponderEliminarLos olores del Trastevere y del barrio judío, los de la Isola Tiberina, el olor fresco del Gianicolo...
EliminarAlbahaca y ajo = pesto, la salsa reina de todas las salsas. El pomodoro con (+) albahaca. La polenta, las pizzas y esa maravillosa pasta al dente que no se hace mejor en ningún sitio.
EliminarOlores y sabores que son una misma cosa.
¡Y las trattorie populares, en las que compartes mesa con gente del barrio y trabajadores de todo tipo, y se come tan bien y en un ambiente tan vivo, tan de verdad!
EliminarDices "albahaca" y remuevo con la mano cada sílaba para que desprenda su olor.
Vámonos a una trattoria romana. Pero ya. Y comemos pasta al dente. Comemos, comemos... Liamos a Rosa para que cocine un buen pesto. Y seguimos comiendo. Y lo regamos con un poco de vino. Y luego callejeamos durante horas para bajarlo todo. Y olemos lo que haga falta. Que no se diga.
EliminarA uno ya le ha entrado hambre, por lo que veo ;)
EliminarVamos. Tú eliges.
ResponderEliminarEstoy leyendo post antiguos. Es espléndido, esto es más que un blog.
Bueno, ¿qué Roma eliges?
Como mujer, la Roma actual. Si puedo cambiar de sexo y convertirme en hombre, me voy al renacimiento (¡pero no a 1527!) o al barroco. Aunque mi lugar, más bien, es la Florencia del Quattrocento.
EliminarGracias por tu amable comentario, Ele.
París es una ciudad señorial. Roma es una ciudad de andar por casa, donde las ruinas más señoriales conviven con el ruido el caos y los malos olores, como decís. Los gritos, el humos, el ruidos de los cláxones. parís es para hacer turismo (pero cuanto me gustaría vivir en ella), para visitar museos; Roma es para vivir (pero qué bien se hace turismo por ella), para tropezarse con sus gentes, sortear sus coches y comprar fruta en Campo di fiore.
ResponderEliminarMaravillosa entrada Carmen.
¡Es la descripción exacta de París y de Roma, Rosa! Añado solo esto: en París pueden suceder -y suceden- algunas cosas; en Roma sucede de todo, hasta lo más increíble. Un abrazo.
EliminarEsos recuerdos de Roma son restos de una magnificencia que todavía perdura. Que fue, porqué se terminó, son respuestas que nunca se han podido dar.
ResponderEliminarY cómo su legado se transformó a lo largo de los siglos y todas esas preguntas que planteas siguen fascinándonos.
EliminarYo estuve allí un fin de año, pero esto fue lo de menos...Lo de más fue conocer Roma, pasear sin parar y respirar su ambiente.
ResponderEliminar¿Y por qué se dice, Carmen, tú que todo lo sabes, lo de que todos los caminos llevan a Roma? Seguro que ya te lo han preguntado, pero...
¡Un beso y gracias por ilustrarnos tanto!
Como diría un niño en clase: ¡esta me la sé! ;) El dicho de "todos los caminos llevan a Roma" se relaciona con la extensísima red viaria que los romanos establecieron durante el Imperio. Chelo, me has recordado que hace mucho tiempo que no salgo en busca de restos de calzadas y senderos romanos: es un auténtico vicio (uno más). Un abrazo (dos: dale uno a tu no-gemela).
EliminarYo aún no la conozco, pero no pierdo la esperanza, ya que es lo último que se pierde y porque soy optimista, casi siempre.
ResponderEliminarPreciosa ciudad que se puede disfrutar desde muchos lugares diferentes, como muestran los artista de arriba, de los que, por cierto, me han gustado todos.
Lo de ciudad carnal..., no sé. Todas me lo parecen, si bien las islámicas tienen otra estructura y lo parecen menos; quizás. Supongo que es como la belleza, que está en los ojos del observador, pero si es cierto que Roma es mucha Roma. Y al ser meridional, tan antigua, en medio de todas partes, le da un sabor cárnico especial.
GRACIAS Carmen, bonito post, pues mezcla lo nuevo con lo viejo, lo físico con lo espiritual, la vida cotidiana con paseo turístico sin desmerecer ninguno.
Harry, ya ves lo que ha comentado Chelo: escoge un camino, uno cualquiera, y echa a andar. Ya verás cómo acabas en Roma. Y, si no en Roma, por lo menos en algún lugar interesante. Pero si el camino, realmente, te conduce a Roma... prepárate para el asombro, llénate de paciencia, porque te hará falta, y déjate sorprender por cualquiera de sus absurdos, de sus contradicciones, de sus imposibilidades. Nos vemos en Roma. ¡Un abrazo!
EliminarMi piace Roma. Mi piace il post.
Eliminar¿Debo seguir?
¡¿Dónde están los emoticones?!
Preciosas vistas con esa luz especial que le da cada pintor. Gracias por traernos un poquito de eternidad.
ResponderEliminarUn abrazo
La luz. ¿Verdad que todos, no solo Turner o Gaya, reflejan una luz muy especial? Un abrazo, Yolanda.
EliminarSi has visto muchas pelis de romanos te convalidan la visita a Roma? :-)
ResponderEliminarChorradas aparte, yo aprovecho la coyuntura romana para recomendar la peli de La gran belleza, que aunque salen muchos romanos, no se visten con túnicas y lanzas. La cinta se llevo el Óscar en 2013 a mejor peli de habla no inglesa, creo que le ganó a la francesa La vida de Adèle.
La peli muestra dos Romas, la de las esculturas y la de la decadencia intelectual (la performance y posterior entrevista son impagables). Está chula. podéis buscar alguna reseña por ahí que esté super bien escrita, o mejor aún, podéis visitar mi humilde blog de divagaciones etílicas y buscar en la sección de cine La gran belleza, y leéis mi reseña que me hará más ilusión jajaja.
PD: cuando hagas juegos de adivinanzas avísame que ya sabes que soy un poco ludópata, y sí no igual ni me entero. Y eso que procuro pasar con cierta frecuencia.
Aquí, tu comentario sobre la película de Sorrentino:
Eliminarhttp://confesionesdeunpoetaborracho.blogspot.com.es/2015/02/la-gran-belleza.html
Aquí, la frase de "Viaje al fin de la noche", de Louis-Ferdinand Céline, que da inicio a la película:
"Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia”.
Aquí, un abrazo.
Rzym - to miasto, o którym powiedziano i napisano tak wiele, ale zarazem tak mało. Każdy z nas ma swój Rzym, ścieżki, którymi chodzi. Miejsca, które odwiedza. Uwielbiam to miasto, wtapianie się w jego atmosferę i żywiołowość, i to fantastyczne mieszanie stylów! Miałam to szczęście być wiele razy w Rzymie i zawsze mnie zaskoczył czymś nowym i nieznanym, czymś z przeszłości i czymś współczesnym. Rzymem trzeba się delektować i smakować, nie spieszyć się, czasami zabłądzić. Dla kogo sztuka jest pasją, nie może Rzymu ominąć....
ResponderEliminarTo prawda, Renne: każdy z nas ma swój Rzym, i mieszanie stylów jest fascynująca. Nigdy się nie kończy spotkać Rzym.
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