La preparación de una tormenta es como el buen cine de terror. Algo que
viene lentamente: más que lo que sucede, una atmósfera, una determinada calidad
del aire, una espera. La tormenta nos seduce poco a poco; avanza como un gato,
se contiene; despliega su capa como el abrazo de un vampiro, como el insólito
capote oscuro de un torero. El día se transforma en un azul intenso que se
arrastra entre retumbos.
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Barry Hilton, Atmósfera |
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Claude Monet, Tormenta en Belle-Île |
“Hay aquí una historia -escribe Jacques Aumont-, la de la pintura de las
nubes, de las lluvias, de la tormentas y del arco iris, la de las hojas
temblando al viento y la del mar centelleante al sol; una historia de la que,
entre otras cosas, había hecho su gran tema el siglo XIX”. La historia del
clima hecho pintura, la del movimiento y el aire y la atmósfera y la luz.
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Isaac Levitan, Antes de la tormenta |
Antes de convertirse en el “gran tema”,
como dice Aumont, la lluvia empapa la pintura a través de diluvios,
universales o no, y tempestades en el mar.
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Nicolas Poussin, Invierno
(El diluvio)
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Entre todas las tempestades posibles, hay una muy especial: la de Giorgione. Es una obra
ante la cual el tiempo se detiene, una pintura en la que cada pincelada es una
pregunta, un juego de miradas, un paisaje en el que perderse, un enigma.
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Giorgione, La tempestad |
Rayo o relámpago: fulgor.
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Giorgione, La tempestad, detalle |
Decidme, ¿habéis visto cómo los blancos estallan de luz en el cristal verde del aire, entre las sombras que se precipitan y condensan? ¿Cómo anochece en el día?
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Martin
Johnson Heade, Aproximación de la tormenta |
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Martin Johnson Heade, Tormenta en la bahía de Narragansett |
No he encontrado ningún cuadro que refleje esa blancura. Sí el aborrascarse de los cielos, su transformación.
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Barry Hilton, Casas junto al camino |
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Barry Hilton, Aproximación de la tormenta |
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Barry Hilton, Nubes de tormenta |
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Jonathan Cole, Tormenta |
De pronto, rompe. Todo es oscuridad: el cielo se desploma en el profundo
verde de la lluvia. Es verde el aire, el cielo; son verdes los muros empapados,
las sombras que van comiendo el rojo de las tejas. ¡Ya están aquí los
horizontes verdes de la lluvia, la canción de la tormenta! Los caminos se convierten
en barrizal, entre los surcos de la tierra espejean hilos de agua.
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Maurice de Vlaminck, Tormenta |
Gota a gota / la lluvia se reúne / otra vez en la tierra, escribe Pablo Neruda.
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John Constable,
Estudio |
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Andy Parker, Tormenta |
Tormentas que desatan el temor en el mar y, a veces, también en la tierra.
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Ivan Constantinovich
Aivazovsky, El Mary Caught durante una
tormenta |
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Marianne
von Werefkin, La tormenta |
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Edvard Munch, La tormenta |
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David
Inshaw, Tormenta en West Bay |
La noche viene rápida, cosida por los rayos, toda zurcida de fulgor. Guerra en las alturas, estallidos de luz entre lo oscuro. Es como si el cielo celebrase su cumpleaños encendiendo muchas velitas, como si se rompiese para dejar ver entre sus grietas un secreto de luz.
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David
Inshaw. Tormenta sobre Silbury Hill |
También en la ciudad pronto es todo noche metálica, húmeda noche de
reflejos, brillos, luces: el asfalto, espejo donde se asoman las casas; las
calles, muslos por los que se desliza el agua.
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Frederic Childe Hassam, Lluvia
a medianoche |
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Claude-Joseph Vernet, Pescadores junto a un faro durante una tormenta |
Las tormentas, que son ya
espectáculo en sí mismas, han formado parte desde antiguo de otros tipos de
espectáculos. El teatro, por ejemplo, con sus cajas de truenos y todos sus
trucos para representar las tempestades, o los espectáculos visuales como el eidophusikon
o el diorama: imágenes muy próximas a las que podemos ver en cuadros de los siglos
XVIII y XIX.
La tormenta, una de las expresiones de lo sublime, es una invitada frecuente, también, en las novelas y el cine de terror: belleza, estremecimiento.
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Erik Tiemens, Paisaje en la tormenta |
Un perro ladra en la tormenta
y su aullido me alcanza entre relámpagos
y al son de los postigos en la lluvia
yo sé lo que convoca noche adentro
esa clamante voz en la casona
tal vez deshabitada
dice sumariamente el desconcierto
la soledad sin vueltas
un miedo irracional que no se aviene
a enmudecer en paz
y tanto lo comprendo
a oscuras / sin mi sombra
incrustado en mi pánico
pobre anfitrión sin huéspedes
que me pongo a ladrar en la tormenta.
(Mario Benedetti)
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Maurice de Vlaminck, Tormenta |
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Maurice de Vlaminck, Tormenta | | |
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Cuno Amiet, Cielo de tormenta
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Que llueva, que truene, que relampaguee. Un buen libro y una buena mirada son la compañía perfecta para ponerse a ladrarle a la tormenta.
ResponderEliminar¡Magnífico!
¡Sí, lluvia! ¡Que limpie todo! Gracias, Azahara. Un abrazo.
EliminarCarmen, sólo (me importa un rábano lo que diga la RAE) tú consigues...mediante tus escritos, las referencias,las pinturas...colmar y calmar mi"maldita" personalidad. Gracias, de corazón, por todo lo que me aportas...
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Araceli. Respecto a la tilde, te cuento en secreto que tengo en casa a un filólogo vigilante. ¡Imagínate! Un abrazo enorme.
EliminarTE QUIERO MUCHO...
ResponderEliminarYo también, guapísima.
EliminarMe gustan las tormentas, sobre todo, esas tormentas nocturnas con rayos que parten el cielo como si fuera una granada.
ResponderEliminarLos cuadros de Barry Hilton son estupendos: la tormenta se empeña en pintar cielos muy oscuros mientras que el sol se cuela travieso por debajo de una nube y pinta de rojo las casas, de oro los trigales, de relucientes esmeraldas los árboles mojados... todo adquiere un brillo y un protagonismo especial contra el lienzo oscuro del cielo de tormenta. Barry Hilton y yo lo vemos igual.
Los cielos de Hilton atrapan. Pero, ay, ese blanco que estalla, ceñido por lo oscuro, y que no he encontrado... Gracias, Milano. Un abrazo.
EliminarCon tus cuadros he recordado las máquinas escénicas para crear los truenos y relámpagos. No sólo verlos sino escucharlos ya impresionan hasta el respeto por ellos. La pintura y el teatro van de la mano siempre.
ResponderEliminarSerlio, Sabbattini... Cuánta magia, Francisca. Un abrazo, teatrera.
EliminarAyer pensaba en la tormenta, al ver mis pobres arboles decaídos y pensé, yo también, como este jardín necesito el agua y vendré a la primera gota.
ResponderEliminarLos cielos que nos presentas son magníficos, y esa forma de narrar, me hace participe de esos momentos que atesoras, y juntos te atrapan
Esperanza Mar, si quieres, canto. Aunque la última vez que lo hice para atraer la lluvia... hubo inundaciones ;). Los cielos de tormenta (antes, durante y después) son fascinantes, en la realidad y en la pintura. Muchísimas gracias. Un fuerte abrazo.
EliminarMe gusta especialmente lo que aquí llamamos "sol de forat" (sol de agujero). Esa luz que se enfoca desde más arriba de las nubes tenebrosas y que ilumina sectorialmente una pequeña porción de la escena. Por eso, adoro las obras de Hilton, que mezclan los violetas con los ocres maravillosos (me recuerdan a Van Gogh) e iluminan las espaldas de los personajes dándoles un aura enigmática en mitad de la tormenta. Como las luces de un faro, como una antorcha en la penumbra, que focaliza la mirada sin esfuerzo.
ResponderEliminarGracias, Carmen por tu entrada. Espero que las vacaciones, aunque cortas, hayan sido un gran reposo.
¡"Sol de forat"! Me gusta mucho. Y las obras de Hilton: he tenido que controlarme un poco para no "hiltonizar" toda la entrada. Muchas gracias, Eli. Un gran abrazo.
EliminarTienes una forma tan especial de ir hilando cuadros, cine, poesía... que logras transmitir una serenidad y una tranquilidad magníficas a quien te lee, Carmen.
ResponderEliminarDisfruto mucho con tus paseos literarios por el mundo del arte. ¡Qué belleza!
Un beso
Serenidad y tranquilidad... Ojalá. Lo que más me gusta de estos paseos, Juan Carlos, es la compañía. Muchísimas gracias. Un fuerte abrazo.
EliminarMaravillosas esas tormentas de Barry Hilton. No lo conocía, pero me han impactado sus cielos tormentosos con esas nubes grises, casi negras, rotas por la luz deslumbrante del relámpago. Vuelvo a alucinar con esa materia que es la pintura convertida en pura luz.
ResponderEliminarTampoco conocía a David Inshaw. Podría ilustrar un cuento infantil con sus rayos que gptean sobre la tierra.
Una entrada muy veraniega. Al menos en mi tierra, las tormentas son en verano. En Santander a cualquier hora y en cualquier época. Eso no es seriedad.
Un beso.
¡Qué poco serias, las tormentas cántabras ;)! La pintura convertida en luz, dices. Sí, y qué luz. A David Inshaw, que también es ilustrador, como apuntas, creo que lo tendremos dentro de un tiempo por aquí, para mostrarnos su trabajo. Nos gustará, ya verás. Un abrazo, Rosa.
EliminarAmor a primera vista es lo que he sentido al ver la primera pintura que has mostrado de Hilton y no te digo lo feliz que me has hecho al mostrar el resto. Una entrada magnífica, Carmen, como siempre. A diferencia de otros artistas, su obra no me transmite inquietud ni miedo. Casi, casi lo contrario. Esperar, en una tarde calurosa, una tormenta de verano que refresque el ambiente; por cierto, tan deseado en estos días.
ResponderEliminarNo, no da miedo. Hace sentir, como dices, esa fascinante espera de la tormenta de verano, cuando ves que se aproxima. ¿Y después, cuando la tormenta ya ha limpiado, renovado el aire, y todo tiene otro color, otros olores? ¡Qué delicia!
EliminarAhora vienen días de calor por nuestra tierra. Seguiremos esperando la lluvia que nos alivie.
Un abrazo, Carmela.
Rosa, somos de la misma región.
ResponderEliminarSí. Por aquí, por el norte en general, las tormentas están a la orden del día, aunque las más impactantes son las galernas. Difícil explicar lo que se siente cuando se contemplan. Y, lo más llamativo es la gama de color, a pesar de la oscuridad que las envuelve. Se pueden ver muchos tonos de gris, algún que otro rayo solar y la mezcla es fascinante.
Me pasa como al resto. Me he quedado fascinada con Hilton, y sigo feliz con Childe. Es increíble ver la fuerza y la energía de la tormenta en esos cuadros. Quizás incluso hay más color que en la verdadera; supongo que en ocasiones es así.
En cuanto a las tormentas sonoras, yo recuerdo de pequeña las de la radio. En mi casa la tele llegó algo tarde y por entonces no había programación continuada, pero la radio sonaba desde primera hora y recuerdo novelas con truenos estruendosos pero muy reales. Podías sentir la tormenta dentro de casa. ¡Qué buenos recuerdos!
Buenos y no, tampoco me dan miedo y eso que soy una cobardica, muy a mi pesar. Las respeto, eso sí, porque pueden ser tremendas, pero también son necesarias y es una de las manisfestaciones naturales más artísticas que tiene la Tierra
GRACIAS Carmen por un tema tan interesante. Me gustaría acabar con El rey Arturo, de Purcell y su divertida tormenta, aunque de nieve
Galernas... Me gustaría contemplar una: desde un faro, por supuesto. Me ha gustado mucho lo que comentas, Harry, pero ya sabes que suele ser así. Qué buen apunte el de las tormentas radiofónicas...
EliminarNombras a Henry Purcell: una de mis pasiones. Y King Arthur, otra de mis pasiones (como la ópera de Purcell y como leyenda). Te has ganado la canción del Genio del Frío, que siempre me hace estremecer. Y un abrazo enorme.
https://youtu.be/g7ESonXLbkk
GRACIASSSS.
EliminarHermoso, como siempre. A mi me gusta especialmente Trigal con Cuervos o Trigal Bajo la Tormenta. Creo que se piensa que fue su última pintura antes de su muerte y creo que los cuervos y el cielo tormentoso parecen un triste presagio ¿no?, Creo que Van Gogh los usó con una enorme carga simbólica.
ResponderEliminarTal vez no sea su última pintura, como siempre hemos pensado, pero sí una de las últimas. Aunque, ¿es una pintura? Es un grito, aún más hondo y desgarrado que los que Van Gogh profiere en otras de sus obras. Es una inútil petición de ayuda, los dedos crispados de una mano tendida en el vacío. Es Vincent.
EliminarUn abrazo, Baile del Norte.
Unas pinturas que nos muestran esas tormentas, esos contrastes de color , la luz y la oscuridad de los cielos. Los de Barry Hilton me han impresionado con la mezcla hace del cielo y el amarillo de la tierra. Es un placer leer y ver esas pinturas en un día gris, que puedes terminar en tormenta. Un abrazo
ResponderEliminarEse contraste que señalas entre el azul del cielo y el amarillo de la tierra o de los cultivos que crecen en ella me atrae muchísimo, Mari Carmen, tanto en la pintura como en la realidad. Oye, a ver si tienes influencias y consigues que, con tormenta o sin ella, llueva, que nos hace falta. Un abrazo.
EliminarHola Carmen, muy interesante y documentado tu trabajo. Como siempre, es un placer seguirte.
ResponderEliminarGracias, Ingeborg Bachmann. Hace unos días, por cierto, estuve leyendo algunas de las cartas que intercambiaron Bachmann y Celan. Qué extraños -qué próximos, qué remotos- e interesantes personajes.
EliminarInteresantes y fascinantes. Tenian un gran talento, es una pena que muriesen tan jóvenes.
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