Maurice Denis (1870-1943)
A los veinte
años se baila el vals en París, girando en brazos de la voz de Jacques Brel, se
escriben Los cantos de Maldoror o,
como hizo Rimbaud, se abandona la literatura. A los veinte años se pronuncian
–y también se escriben- frases como “un cuadro -antes de
ser un caballo de batalla, una mujer desnuda, o cualquier anécdota- es
esencialmente una superficie plana recubierta de colores asociados según un
orden determinado”. Ese tipo de frases, ya sabéis, que a uno le persiguen toda
la vida, de las que no hay forma de despegarse, y no porque quien la profirió llegue
a refutarla, sino porque con razón podría exclamar: ¡pero desde entonces he
dicho muchas más cosas! Las dijo, las escribió. Y las pintó. Me refiero, claro,
a Maurice Denis.
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Maurice Denis, Los
pinos en Loctudy, 1894 |
Después llega Octavio Paz, toma la frase de Denis,
la condensa y dice: “La pintura de la presencia cambió a la
pintura como presencia”. El arte moderno.
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Maurice
Denis, El puente guardavías, 1914 |
No me
gustan las etiquetas. En ningún aspecto. Los que nos ocupamos de la historia en
general y de la historia del arte en particular las utilizamos con enorme
escepticismo, tan solo para intentar organizar un poco lo que sabemos que escapa
a ese orden, para traducir de forma inteligible lo que es irreductible a
cualquier traducción. Los propios artistas, de forma evidente desde el siglo
XIX y a lo largo del XX, juegan con aparente entusiasmo a colgarse a sí mismos
esas etiquetas, a inscribirse en grupos, a abrazar los ismos. Algunos se lo toman en serio. Otros juegan. Hacen bien.
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Maurice
Denis, Manchas de sol en la terraza,
1890 |
En el caso de Maurice Denis, podemos hablar de los nabis y del simbolismo, de ciertas
remembranzas modernistas, de un viaje a Roma con André Gide, en 1898, que le
conduce hacia el clasicismo, de unos breves escarceos divisionistas, siempre
del afán por la decoración, del japonesismo, de la planitud de sus formas, de
la sencillez de sus composiciones, de la síntesis y la depuración, de una
sosegada búsqueda de la esencialidad.
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Maurice
Denis, Paraíso terrenal, 1892 |
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Maurice
Denis, Paisaje campestre, 1897 |
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Maurice Denis, Capilla
en Kernivinen, 1909 |
Desde Saint-Germain-en-Laye, donde transcurrió casi toda
su vida, Maurice realiza frecuentes viajes a dos lugares muy importantes para
él, para su arte: Bretaña e Italia. Le entiendo, vaya si le entiendo. Realizó
también un viaje a Alemania, en 1903, y tres años después visitó a Paul Cézanne
en Aix-en-Provence: una visita a la que me habría apuntado, sin dudar.
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Maurice Denis, Iglesia
de Santo Domingo en Siena, 1907 |
Qué luces tan
distintas, ¿verdad?
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Maurice Denis, Paisaje
bretón en amarillo, 1891 |
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Maurice Denis, Vista
del Foro, 1904 |
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Maurice Denis, Siena |
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Paul
Gauguin, La visión después del sermón,
1888 |
Si
hablamos de Bretaña y de los nabis, no
hace falta evocar de nuevo El talismán,
la pequeña pintura de Paul Sérusier que, al regreso de este de Bretaña, causó
tal impacto en el grupo de “los profetas”, ni la fuerte influencia de Paul Gauguin
sobre estos. Incluso en detalles tan importantes como la disposición de las
figuras tocadas con cofias y tocas o los árboles que tienen la manía de crecer
en medio del lienzo, dividiendo la composición:
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Maurice
Denis, Bretonas en La Mare, 1892 |
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Maurice
Denis, Huérfanos, 1891 |
¿Árboles?
Son muchos los que brotan de los pinceles de Denis, numerosos los bosques que
acogen a sus personajes.
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Maurice
Denis, Los árboles verdes, 1893 |
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Maurice
Denis, Camino entre árboles, 1891 |
Los bosques son lugares
para pasear, para recoger hierbas y flores silvestres, para charlar, para entregarse
a la danza, para disfrutar.
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Maurice
Denis, Mujer de azul, 1899 |
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Maurice
Denis, Mañana de Pascua, 1891 |
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Maurice
Denis, Las musas, 1893 |
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Maurice
Denis, Danza alrededor del árbol, 1914 |
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Maurice
Denis, Paisaje en Huelgoat, 1928 |
El bosque
es sagrado. Es uno de los paraísos de Maurice Denis: también lo son el mar, los
jardines.
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Maurice
Denis, Adán y Eva, 1924 |
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Maurice
Denis, Primavera, 1894 |
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Maurice
Denis, Paraíso, 1912 |
Quizás lo
son, incluso, esas terrazas desde las que nos asomamos al paisaje. Algo tan sencillo como eso.
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Maurice
Denis, Terraza en Tonquedec, 1913 |
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Maurice
Denis, Terraza en Thonon, 1943 |
Maurice nos conduce a través de las estaciones, del sol y de la
lluvia.
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Maurice
Denis, Abril, 1892 |
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Maurice
Denis, Tarde de septiembre, 1891 |
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Maurice
Denis, Noche de octubre, 1891 |
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Maurice
Denis, Surcos en la nieve, 1895 |
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Maurice
Denis, En la playa, 1892 |
“La
noción de sol cambia –nos cuenta Denis en su artículo “El sol”-. Es, desde los
impresionistas, el dios de la pintura moderna. Los impresionistas fueron sus
primeros fieles; los neoimpresionistas, más tarde, instituyeron en su honor
toda una liturgia”. Maurice Denis, os lo he dicho, conoce el sol, y también la
lluvia, los atardeceres, los reflejos de la luz sobre las aguas.
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Maurice
Denis, Lluvia en Bretaña, 1889 |
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Maurice
Denis, Recuerdo de una tarde, 1890 |
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Maurice
Denis, Cupido y Psique, 1908-09 |
Desde los
pequeños formatos a los que se ciñe en sus años nabis, salta a las grandes decoraciones:
“muros, muros para decorar”, reclaman los profetas, y después son los propios
muros los que pronuncian el nombre de Denis, uno de los artistas más
solicitados para este tipo de decoraciones en el período de entreguerras. Fueron
muchos los edificios públicos y privados donde dejó su huella: la cúpula del
teatro de los Campos Elíseos y el Petit Palais, en París; los domicilios del
marchante de arte Siegfried Bing y del barón Henry Cochin; el salón de música
de Ivan Morozov en Moscú, de quien hablamos cuando nos visitó Natalia
Goncharova, y para quien pintó en tres paneles la historia de Cupido y
Psique…
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Maurice
Denis, Leyenda de San Huberto,
1897-98 |
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Maurice Denis, Los
peregrinos de Meaux (litografía), 1895 |
Muchas de
sus decoraciones fueron realizadas para templos. Denis se ocupó en numerosas
ocasiones de los temas religiosos, interpretados de un modo próximo y con la
serenidad característica de este hombre apacible.
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Maurice
Denis, Decoración de la capilla del
Collège Sainte-Croix du Vésinet, 1899 |
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Maurice Denis, Las
santas mujeres ante la tumba, 1894 |
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Maurice Denis, Procesión
vespertina en Folgoet, 1926 |
Y es este hombre tranquilo, amante de una vida
doméstica que representó en muchas de sus obras y que tuvo ocho hijos de sus
dos matrimonios, quien nos dice que toda obra de arte es
“el equivalente apasionado de una sensación recibida”. Apasionado, sí, porque a
veces esa aparente calma reviste la pasión.
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Maurice
Denis, Malabarista |
¿Cómo? ¡Se ha hecho tardísimo y yo todavía estoy aquí! Así que,
sin calma alguna, echo a correr mientras os digo: ¡hasta la semana que viene!
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Maurice
Denis, Niña con vestido rojo, 1889 |
¡¡Qué sorpresa!! No te esperaba tan pronto. No hasta el sábado tarde. Pero mejor así; es una maravillosa manera de empezar a disfrutar el descanso del fin de semana.
ResponderEliminarMe ha encantado la pintura de Maurice Denis. Sus árboles y bosques, sus paisajes de Bretaña y de Siena.
No digo más para no repetirme. Un lujo.
Un beso.
A veces cae el viernes (cuando puedo), a veces el sábado...
EliminarYa ves qué cosas se dicen a los veinte años...
Un beso, Rosa.
Me gusta mucho el punto japonesista de algunas de sus obras. Buen finde.
ResponderEliminarSí, la huella del japonesismo es muy clara en Denis. Buen fin de semana, Josevi. Un abrazo.
EliminarHola Carmen!!! Como cada entrada, una absoluta maravilla poder disfrutar de la magnífica obra de este pintor al que apenas conocía...
ResponderEliminarMe he quedado prendada de "Mujer en Azul" y "Lluvia en Bretaña".
Gracias por compartirlo!!!!
Un cariñoso abrazo y disfruta del fin de semana :)
Lluvia en Bretaña me gusta mucho también. ¡Moja! Pero moja de amarillos, azules, verdes...
EliminarBuen fin de semana. Un abrazo, Nines.
Muy bonito Carmen, siempre disfrutando de los pintores que nos descubres. Me ha encantado ese Paraíso y esas vistas desde las terrazas...Preciosas.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
¡Gracias, Conxita! ¿Por dónde andará perdido el paraíso? ¿Cerca, a lo mejor? Sí, tal vez. Un abrazo y disfruta del fin de semana.
EliminarPrecioso Carmen. Como siempre
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Yolanda. Un abrazo fuerte, fuerte.
EliminarCarmen vas lanzada y sin frenos!!!
ResponderEliminarCuenta belleza nos inyectas.
Otro pintor admirable. Que personalidad!!! Que forma de iluminar y componer.
Gracias.
Sin frenos... no sé. ¡Mientras no aparezca por medio uno de los árboles de Denis o de Gauguin!
EliminarUn abrazo, Roy.
Es como si la pintura se fuera reduciendo a lo esencial, eliminando todo lo secundario, lo que podría estorbar a los ojos y no les permitiera centrarse en lo importante. Los colores, lejos de distraer la mirada, la concentran en el foco de interés.
ResponderEliminarMi preferido, sin duda, la mujer de azul, aunque los paisajes de Bretaña me han cautivado.
¿Te imaginas que hubiera visitado a los paises nórdicos y hubiera tenido la oportunidad de pintar esa luz? O a África, a las llanuras del Ngorongoro y plasmarla en sus lienzos?
Seguro que sí. Basta con cerrar los ojos, pensar en lo esencial e imaginarlo.
Gracias, Carmen por tu magnífico post. Me ha encantado. Buen, domingo.
¡África! Estuvo, pero solo en el norte, en Argelia, creo que a comienzos de los años veinte, si no me equivoco. Que yo sepa, no se adentró más.
EliminarBuen comentario acerca de la búsqueda de lo esencial, Elisenda. Gracias. Un gran abrazo.
Hola a todos:
ResponderEliminarcomo siempre me ha terminado gustando más de lo que pensaba. Curioso que un hombre apacible tuviese esa pasión con el color. Quizás ese fue su escape o, simplemente, que se puede ser apacible y un revolucionario colorista.
Sus paisajes son sencillos, sus trazos, mejor. Pero quien necesita mucha precisión cuando los colores más vivos están presentes. Es lo que hace que guste tanto, creo yo, y puestos a seguir creyendo, creo que es lo que hace que no necesite paisajes lejanos ni exóticos. Están aquí
GRACIAS Carmen y feliz domingo a todos
¿Apacible y revolucionario, apacible y apasionado? Sí, creo que sí se puede ser.
EliminarDestacas también la sencillez, bendita sencillez de composición y trazos. Y es verdad que todo está aquí: en la mirada.
Gracias, Harry. Un abrazo.
Me quedo con "Paisaje bretón en amarillo" y "Recuerdo de una tarde" y con la entrada completa que nos ofreces. Me encanta tu manera tan sencilla y personal de darnos a conocer, al menos a mí, algunos pintores que, no por menos populares, resultan menos interesantes. Estoy aprendiendo mucho con tus escritos y se podría decir que espero impaciente la llegada del fin de semana para ver con qué nos vas a sorprender nuevamente. Muchas gracias, Carmen, por compartir con nosotros una pizca de todo el conocimiento que posees.
ResponderEliminarAy, Carmela, se lo contaba a unos amigos en Facebook: lo que hago es jugar como un crío. Saco los juguetes, vais llegando los amigos y, todos juntos, empezamos a pasarnos cuadros, o poemas, o cualquier cosa con la que nos apetezca jugar. Eso es todo lo que hago, lo que hacemos juntos. Muchas gracias a ti, compañera de juegos. Un abrazo.
EliminarNiezwykle ciekawy artysta i świat, który stworzył w swych obrazach, trochę poza czasem. Liczne drzewa, a wśród nich wiele kobiet są dla mnie bardzo symboliczne, wskazujące na problemy, trudności życia, ciągłe przeszkody. Używa też interesującego koloru - zgaszonego różu, nazywanego francuskim, trochę zimnym. Choć z jego autoportretu z 1916 roku, którego nie zamieściłaś w poście, spogląda piękny, przystojny mężczyzna, bardzo łagodny, wyciszony. A może takim chciał być?
ResponderEliminarEs cierto lo que comentas acerca de ese "estar fuera del tiempo" en muchas obras, como lo de los tonos rosa y esa suavidad, ese sosiego que se advierte en el propio aspecto del artista. Gracias, Renne. Un abrazo.
EliminarMe gusta mucho este pintor, aunque no lo conocía. Sí, es verdad, también -y a pesar de ser bastante iletrada en técnica pictórica- detecto esa sencillez y esencialidad en sus cuadros. Me gusta mucho "Las musas" y "Danza alrededor del árbol- y en general cómo recoge el tono pastel y la suavidad y simpleza de los trazos, el escenario cotidiano de las costumbres, esos paisajes tan característicos y paciguadores...
ResponderEliminarY hay un cuadro de Gauguin, "La visión después del sermón", que me ha fascinado por su tonalidad y cromatismo y el dibujo resultante tras reflejar los contornos.
Excelente entrada, Carmen. La comparto. ¡Qué maravilla, por dios!! Transmite serenidad.
Besos
Las musas y Danza alrededor del árbol: la vida de las mujeres en los bosques.
EliminarMe alegro de que te haya gustado Denis. Y la fuerza del cuadro de Gauguin, claro.
Un abrazo grande, grande, Marisa.