Ramón Gaya (1910-2005)
Pasé a menudo
por delante del edificio donde Ramón Gaya tenía su estudio en Valencia, lo hice
también, en alguna ocasión, por el que mantenía en Roma, pero yo aún no sabía
que en esas casas no cesaba de producirse el milagro que es la pintura de Gaya.
Cuando lo supe, nada cambió más allá de mi arrobo: podéis imaginar que no era
yo capaz de presentarme así, por las buenas, y decirle: “señor, le admiro”. ¡Y
cuánto le admiraba vivo, cuánto le admiro! Tanto que, al empezar a escribir
sobre este artista, me he dado cuenta de que no puedo encerrar en un solo texto
la emoción que suscita en mí. Así que, ¿por dónde empezar? ¿Por sus homenajes a
otros grandes artistas, por sus naturalezas tan vivas que es imposible
llamarlas muertas, por sus retratos, sus paisajes….? ¿Por dónde? Por sus
ciudades, decido de pronto. Empezaremos con sus ciudades y, en otro momento,
nos regocijaremos con otras de sus obras: porque, os lo aseguro, hay una dicha
incontenible en su arte.
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Ramón Gaya, Los
jardines de Monforte en Valencia, 1976 |
He hablado de milagro porque es la palabra exacta. Todo
en él es milagro: el cristal, la flor, la fruta, es estallido de luz, la carne
es caricia, el sol, la lluvia, el cielo, el agua, son, como sus ciudades,
lugares de donde no se quiere regresar. Hay un prodigio de sensualidad,
profunda y delicada, en la obra de Gaya. Y hay prodigio, también, en la
transmutación de las diversas técnicas pictóricas que utiliza, ese modo en que
óleo, acuarela, gouache, pastel, se transfiguran y, a menudo, asombran al
observador. Pero, si os parece, emprendamos ya el viaje con Ramón Gaya.
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Ramón Gaya, El
Nilo, 1998 |
Gaya vivió
exiliado en México durante muchos años. En 1952, visitó Europa y, a lo largo
del año, estuvo en París, Venecia, Florencia y Roma. Fue solo el primero de una
serie de retornos e incluso, como sucederá en el caso de Roma, de permanencias.
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Ramón Gaya, Merendero
de Chapultepec, 1947 |
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Ramón Gaya, Veracruz
al atardecer, 1949 |
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Ramón Gaya, El
merendero por la mañana, 1949 |
Gaya, que como escritor es también asombroso, nos ofrece en sus libros reflexiones exactas y sugerentes sobre el arte, los artistas, las ciudades y lugares que visita. Sobre París, una ciudad que visitó también siendo muy joven, antes de la guerra y el exilio, las alusiones son, en la mayor parte de los casos, museísticas. París es arte, son museos, son exposiciones y es también mercado del arte, escaparate.
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Ramón Gaya, Hindú
en el Louvre, 1958 |
En Montmartre, al atardecer -¡los atardeceres de
Gaya!- irrumpe la nota íntima: “La noche no era allí algo que cae, sino que
sube, que brota de la ciudad con una lentitud implacable, hambrienta, y
percibí, de pronto, un silencio descomunal -un silencio que había olvidado-, un
silencio tan grande que no excluye los ruidos, que no necesita excluir los
ruidos, puesto que los rebasa y, más fuerte que ellos, parece como si los
acogiera para demostrarnos que no son nadie”.
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Ramón Gaya, Desde
Montmartre, 1953 |
En París pinta el Sena y a los pintores que lo
pintan, pinta sus puentes. Los ríos –el Arno, el Tíber, el Sena, el Nilo-
discurren con frecuencia por la sensibilidad y la obra de Gaya.
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Ramón Gaya, Otoño
en París, 1956 |
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Ramón Gaya, Invierno
en París, 1956 |
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Ramón Gaya, Pintores
en el Sena |
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Ramón Gaya, Puente
en París, 1958 |
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Ramón Gaya, Punta
de La Cité,
1978 |
Italia es también el arte: ¿cómo podría ser de otra
manera? Pero es, asimismo, el deslumbramiento, es Gaya en carne viva, es darse
de cara con la realidad, una realidad que para los italianos, descubre
entonces, por dura que sea “significará siempre un esplendor”. Es una realidad descarada, pura carne,
como en Roma, puro espíritu, como en Florencia, pura alma, como en Venecia. “Pero
ese descaro de lo real –nos cuenta, desde Venecia- iba a encontrarlo, después,
en muchas otras cosas, en las plazas, en las ruinas, en las iglesias, en los
cuadros; porque Italia, en definitiva, es eso: un atrevimiento”.
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Ramón Gaya, Castel
Sant´Angelo, 1979 |
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Ramón Gaya, Paraguas
en el Puente de la Academia,
1955 |
Os cuento algo personal, acerca de la emoción que me produce este artista: Gaya consigue expresar no solo a través de su arte, algo para mí inaccesible, sino a través de sus palabras, mis sensaciones, mi modo de relacionarme con lo real. Consigue plasmar con su escritura lo que no alcanzo a expresar como hace él, y entonces callo, llena de gratitud.
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Ramón Gaya, La Pietá, Venecia, 1981 |
En la habitación de su hotel en Venecia, por
ejemplo, penetra el sonido de las campanas, “un campaneo extenso, romo, limado,
que no parecía sonido, que no era sonido, sino paisaje, carnosidad de paisaje,
una carnosidad cegada, nacarada, marina, y todo el cuarto pareció llenarse,
inundarse de exterior”. Al leerle, recuerdo otra habitación de otro hotel, en
otra ciudad: un cuarto que el tañer de unas campanas colmó de música y, como
dice, de exterior, de un paisaje carnal que me obligó a bailar. ¡Bailar
campanas! “Yo no había venido a visitar esta ciudad, sino a tocarla”, escribe también, y al leer esas frases, exclamo:
¡exacto!
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Ramón Gaya, Venecia. San Giorgio desde la ventana, 1978
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Ramón Gaya, Palazzo
Ducale, 1953 |
Ante la Piazza y la Piazzeta, Gaya comprende
que “esas dos plazas no eran láminas de arquitectura, lecciones, ejemplos
secos, objetos de museo, sino dos seres vivos, dos seres que están allí,
de pie, temerariamente, no para coincidir con nuestras leyes o nuestras
razones, sino para sumarnos a su vida, para enamorarnos, para hechizarnos, para
vencernos si fuera preciso”.
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Ramón Gaya, La Piazzeta, Venecia (San Marco y el Ducale), 1953 |
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Ramón Gaya, La Piazzeta, Venecia (San Marco y el Ducale), 1953 |
De Roma, ya lo vimos cuando la visitamos en el otoño pasado, Gaya destaca su corporeidad, “muy cierta, incluso insolente”, una corporeidad que “no excluye misterio ni secreto interiores”.
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Ramón Gaya, Atardecer
en el Foro, 1952 |
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Ramón Gaya, Coliseo,
1956 |
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Ramón Gaya, Atardecer
romano, 1956 |
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Ramón Gaya, El Foro con lluvia, 1956 |
Y añade: “Hay algo muy ciego en lo romano -puesto que es carne-, algo muy espeso, insensible, sin salida, sin salvación, o sea, como irremediablemente... feliz”.
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Ramón Gaya, El
Palatino, 1958 |
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Ramón Gaya, Circo
Massimo, 1958 |
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Ramón Gaya, El
Tíber, 1971 |
El atardecer, el río. Tras contemplar el ocaso junto
al Tíber, Gaya escribe: “Es inmensa; esta carnosa y sustanciosa belleza es
siempre inmensa, descomunal; es casi como un monstruo, y claro, de una fuerza
arrolladora, inundadora. Cuando la belleza pasa de no estar aún presente a
estarlo ya, es decir, cuando nos topamos de cara con su ser, con su ser entero,
de cuerpo entero, se diría que algo -algo que ignoramos- nos ha sucedido en
nuestra carne o en nuestra... alma; no es propiamente que de no verla se pase
de pronto a verla y nos pueda entonces sorprender, anonadar, asustar, enamorar,
apasionar, aprisionar, sino como si de no estar todavía se pasara, más aún que
a estar ella, a no estar nosotros, ya que casi nos borra, casi nos suprime. La
belleza nos arrastra, diríamos, hacia una orilla extrema, última, de nosotros
mismos, y nos deja allí, en ese borde difícil, como desprovistos y
desasistidos, sin saber qué hacer, sin tener qué hacer”.
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Ramón Gaya, Los
baños del Tíber, 1971 |
Gaya también nos acompañó en nuestro viaje a Florencia, ¿os acordáis?
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Ramón Gaya, Florencia
desde Boboli |
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Ramón Gaya, Florencia
desde la ventana, 1994 |
“Hemos correteado, de pasmo en pasmo, todo el día.
En Florencia, desde el primer momento, se percibe muy bien su voluntariedad y
su laboriosidad magistrales. Estamos en pleno delirio de perfección; aquí todo
ha sido llevado a cabo con una mezcla de inspirada osadía y ciencia pura
–aunque flexible también–, una ciencia que supiera, en el momento justo,
renunciar a su terquedad de ciencia y ceder a una especie de… gracia. El
simple trazado de un púlpito, o de una cantoría, o de una cornisa, o de un
pedestal, o de un pozo, viene a ser aquí, por una parte, como la imposición de
una ley, y por otra, como el dibujo de un capricho, casi de una locura, aunque…
armoniosa”.
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Ramón Gaya, Florencia
desde la ventana, 1991 |
Y en Florencia, claro, el Arno, en Florencia sus puentes
y, entre ellos, Ponte Vecchio.
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Ramón Gaya, Ponte
Vecchio, 1962 |
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Ramón Gaya, Ponte
Vecchio, 1989 |
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Ramón Gaya, En
el Retiro, 1976 |
¿Y España? Vuelve a ella por primera vez en 1960:
concluye así su exilio mexicano. A partir de ese momento, visita diversas
ciudades españolas: Madrid, Barcelona, Córdoba, Sevilla, Granada, Murcia,
Valencia. Todas ellas prenden en su mirada, todas se transforman en nuevos
regalos para nuestros ojos:
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Ramón Gaya, Torres
de la Alhambra,
1991 |
He dejado, con gusto, hablar a Gaya porque sus
palabras valen más que las mías. Mirad, por ejemplo, lo que nos indica acerca
de cómo debemos acercarnos al arte –no solo al arte, pienso, sino a todo, en
realidad-: con inocencia, con “una
especie de ignorancia viva, positiva, limpia, esa ignorancia que es sin duda un
último reducto de la sabiduría primera, es decir, de la única sabiduría
existente”. Y también nos explica que “el arte no es otra cosa, no puede ser
otra cosa que vida, carne viva”. Gracias por decir todo esto, Ramón Gaya,
gracias por decirlo y por pintarlo.
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Ramón Gaya, Tejados
de Madrid, 1961 |
¡¡Qué bellas interpretaciones de las ciudades!! Algunos de los cuadros me suenan de otros de tus post como alguno de Florencia. No sé si alguna vez has puesto el del Alhambra, pero también me suena. Me encantan los del Ponte Vecchio. Es un lugar tan hermoso visto de lejos (de cerca también, pero los turistas y los puestos de recuerdos y los bolsos de imitación en las mantas le quitan el sabor del tiempo). Roma, Venecia, París, Florencia. Ciudades a las que siempre estaré dispuesta a volver.
ResponderEliminarNo conozco Méjico ni el Nilo, y se puede decir que tampoco Valencia por donde pasé una vez hace muchos años para coger un barco hacia Mallorca con un grupo de alumnos. Espero solucionar eso. Lo de Méjico, tal como está el país, es más complicado y mira que me gustaría...
Gracias por estas ciudades amadas vistas desde lo ojos de tu admirado Gaya.
Un beso.
Sí, he puesto ya con anterioridad algunas imágenes de obras de Gaya porque... me encantan. Y volveremos a ver más adelante otras obras suyas, de temas distintos. Anímate con México, Rosa. No lo conozco, pero sé por amigos que es fascinante. Un abrazo.
EliminarUn sentimental reencuentro con las emociones provocadas por la obra de Gaya. Una pregunta, Carmen, no sé mucho de Ramón Gaya pintor, lo conozco en sus escritos, pero, la pregunta es: ¿tiene algún cuadro donde incluye su imagen a modo de cameo? Gracias por estos magníficos post.
ResponderEliminarSí, tiene muchos en los que aparece su reflejo en un espejo. En algunos casos, con uno de sus maravillosos bodegones en primer plano, o simplemente con una de esas copas de cristal que es pura luz. Mira, por ejemplo, este Autorretrato y copa veneciana, de 1995:
Eliminarhttp://cvc.cervantes.es/img/gaya/28_autorretrato_383.jpg
Un abrazo, Francisca. Gracias a ti.
Sí, ese es el que conocía y ahora tendrás que escribir otro post sobre esos caemos y su relevancia. Gracias.
EliminarMe encanta la evolución que se ve en sus cuadros. Desde los primeros, más parecidos a impresionistas hasta los más recientes, que limitan la pincelada a un trazo fugaz. Los dos Ponte Vecchio son un claro ejemplo de lo que intento explicar.
ResponderEliminarSus colores casi irreales, la luz que se refleja en ellos y los hace brillar... cualquier pequeño detalle se convierte en un lujo.
Gracias Carmen por traernos a Gaya.
Feliz fin de semana.
Sí, es como si se incrementase esa capacidad de transfiguración de la pincelada de Gaya. ¿Has estado en el Museo Gaya de Murcia, Eli? Allí también se va "de pasmo en pasmo". Una delicia. Un abrazo y gracias, Elisenda.
EliminarMe encanta este pintor Ramón Gaya , por sus trazos limpios y sus colores suaves y tierras ocres. Espero que mas adelante pongas sus bodegones que son estupendo. No sabia que era escritor. Un abrazo
ResponderEliminarSus bodegones, y esos particulares bodegones que se constituyen como homenaje a otros grandes artistas, son puro éxtasis. Como escritor es también una maravilla: te encantará leer sus libros, Mari Carmen. Son reflexiones de artista, ¡y qué artista! Un abrazo.
EliminarBuscaré sus libros . Gracias Carmen
EliminarWspaniały artysta, dla mnie zupełnie nowy. Gdzie można zobaczyć jego obrazy, tylko w Hiszpanii czy w innych europejskich muzeach? Już zaliczam go do moich ulubionych malarzy. Doskonale pokazuje istotę i urodę miejsc, które utrwala, ich duszę i piękno. Cudowna kolorystyka i dojrzałość techniczna. Pozdrawiam serdecznie
ResponderEliminarMira, Renne:
Eliminarhttp://www.museoramongaya.es/
Un abrazo.
Todo un icono de nuestra cultura nos traes hoy, Carmen. Me quedo, además de con esos paisajes y la idea carnal del paisaje y la luz con su opinión acerca del arte, al que hay que acercarse con “una especie de ignorancia viva, positiva, limpia, esa ignorancia que es sin duda un último reducto de la sabiduría primera, es decir, de la única sabiduría existente”. Esa ignorancia que elimina también el prejuicio y me parece esencial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por eso, por eso digo que el modo en que Gaya concebía y expresaba todas estas cosas (lo que es el arte, cómo debe vivirse...)me toca tan de cerca y me conmueve porque es, exactamente, como lo siento yo, solo que él lo supo expresar del modo exacto, de un modo que no está a mi alcance. Por eso mi inmensa gratitud hacia él. Ay, cuando hablo de la desnudez es de esto de lo que hablo: hacia el arte y hacia la vida, en general, ese entregarse desde la inocencia, desde esa peculiar forma de ignorancia de la que habla Gaya, desde esa capacidad de ser asombrado y arrastrado.
EliminarUn abrazo, Gerardo. Gracias.
Qué hermosas pinturas. Te doy las gracias Carmen, por darme a conocer a Gaya, extraordinario; particularmente su obra no solo captura la vista, sino el alma. Saludos, que estés disfrutando un lindo domingo.
ResponderEliminarPues las otras obras de Gaya son también para dejarse el alma en ellas, Lú. ¡Es tan grande su sensibilidad! Un abrazo y feliz domingo.
EliminarGRACIAS Carmen, me gusta muuuuucho este pintor y entre todo lo que has dicho, muy acertadamente y con tino, lo de que ver sus obras es una dicha creo que es indiscutible.
ResponderEliminarSu visión de las ciudades, los colores vivos, los trazos sencillos, y la luz da alegría al espectador. Al menos a mi. No puedo decir de un cuadro que me guste menos que otro. Ni siquiera puedo decidirme por uno, así que ni me lo planteo. Esa visión de la realidad tan limpia es peculiar y de agradecer.
Feliz domingo a todos y un gusto pasearme por esta exposición.
Alegría, serenidad y como una vibración de dicha. Una vez más me quedo con lo que dices, Harry: "esa visión de la realidad tan limpia".
EliminarUn abrazo, amiga.
Qué maravilla, Carmen. Me encanta la luz de estas pinturas, y como refleja en ellas la "carnosa belleza" de estas ciudades.
ResponderEliminarUn beso enorme
¿Verdad que es pura carne, pura alma, puro espíritu, como dice Gaya?
EliminarUn beso tan grande como... el Coliseo, por lo menos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCon simples trazos de pintura cuanto se expresa en los lienzos igual que en lo escrito en papel.
ResponderEliminarLos artistas son magos capaces de sacar lo mejor de las cosas, las ocultas, las que no se suelen ver a simple vista. Quizás porque cuando las crean, salen estas mezcladas con sus sentidos y emociones.
Dichoso de conocer la obra de Gaya.
Besos
Sí, con cuánta aparente sencillez un grande, un genio, es capaz de plasmar, como dices, ya sea a través de la pintura, ya de la escritura, esa realidad oculta, aunque la tengamos delante de los ojos, y llenarla de emoción.
EliminarGracias, Francisco. Un beso.
¡Fantástica entrada sobre el Ramón Gayá pintor. Yo, pormis estudios, conocía y tengo en alta estima su faceta literaria sobre todo en sus artículos ensayísticos que -perdón si me equivoco- hizo junto a su hermano. Dudo sobre lo del hermano y no tengo tranquilidad suficiente para comprobarlo.
ResponderEliminarPero volviendo a tu post, qué bonitas acuarelas, pasteles, dibujos... Otra entrada que colocó en mi selecta agenda de lo mejor de los web.
Un besdo
¡Pues me has transmitido la zozobra, Juan Carlos, porque no sabía nada del hermano y ahora -me conozco- me pondré a rastrearlo! Pero gracias por tu información, porque es un dato que ignoro y que me interesa comprobar.
Eliminar¿Las obras? Una preciosidad, todas, las escritas y las pintadas: todas. Y, como siempre digo, aquí solo vemos reproducciones, frías imágenes que no tienen nada que ver, en realidad, con la obra cuando la ves cara a cara. ¡Qué experiencia! Como diría Gaya, las tocas con los ojos.
Un beso, Juan Carlos.
Ya lo he comprobado. No hay hermano. Mi nerror viene vde vque la obra suya bque tengo ven casa es "Cartas de Ramón Gayá", de vahí mi confusión.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Juan Carlos. Te habías quedado con la duda, como yo. Esto me recuerda algo que me sucede a veces y me pone muy nerviosa: cuando estoy segura de una determinada cita en un libro concreto, la busco, no la encuentro, vuelvo a buscarla y digo "¡pero no es posible! ¡Estaba aquí!". Y no, claro que no estaba: a lo mejor era de otro libro, o de otro autor... Las bromas de la memoria. Un beso.
EliminarMe gustan esos trazos, las pinceladas,el color, la luz. que maravilla poder expresar toda la belleza de un lugar, de una ciudad de un momento y tal como lo presentas Carmen es un disfrute.
ResponderEliminarGracias Carmen
Tiene que ser maravilloso lo que dices, Esperanza, poder plasmar esa belleza en un cuadro, en un papel... Bueno, para los negados en arte, como yo, siempre queda la delicia de poder gozar de las obras de los que sí que son artistas.
EliminarUn beso.
ME encanta este pintor, no lo conocía.
ResponderEliminarUn post estupendo Carmen.
Un saludo.
Gracias, Teresa. No te pierdas tampoco las otras obras de Gaya, porque son espléndidas. Un abrazo.
EliminarTambién yo estoy agradecido. Avanzamos en el proceso de alfabetización artística disfrutando. Ocres y amarillos como en Montmartre. Ahí está la atmósfera, el aire, la bruma luminosa, que he buscado.
ResponderEliminarEn Montmartre... Buen lugar para encontrarlo, Galefod. Un abrazo.
EliminarQué sencillez, luz, candor y vidilla destilan sus pinturas. Los trazos me recuerdan ligerante a los expresionistas, aunque no soy entendida en obra pictórica. Pero en cuestiones de viveza y presencia no es extraño ni casual que sea valenciano coetáneo de Sorolla, cada uno con su peculiar estilo. Me conmueve cómo refleja la realidad y lo natural acomodando en esos parámetros la belleza sublime de los que no le sale a una fácilmente con las palabras. Los ojos y la mirada cautiva predicen el resto. Y sus expresiones lingüísticas son el complemento de lo visual. Me ha encantado, me da muchísima alegría y paz.
ResponderEliminarUn beso y te felicito por esta bellísima entrada, amiga!! ;-)
Era murciano. Su mujer, Isabel Verdejo (Cuca) sí que es valenciana, creo. Me gusta lo que comentas acerca de cómo refleja Gaya la realidad: la verdad es que, pasada por sus ojos y plasmada por sus manos, es una realidad transfigurada. Conmueve, como dices. Un abrazo, Marisa, muchísimas gracias.
EliminarDa igual quien hable: si Gaya o tú. En este post estáis unidos, casi mimetizados. me canta la pintura con la que abres la entrada, tal vez porque es uno de mis lugares favoritos de Valencia, sobre todo, en primavera. intuyo que lo debió de pintar por la tarde cuando la luz es más cálida. No puedo añadir nada que otros no hayan comentado sobre el Ponte Vecchio. Fantástico. Y por último mencionar la vista desde una ventana en Venecia donde Gaya capta la luz reflejada en el agua viendo al fondo San Giorgio. ¿No sabrás qué ventana era, verdad? Si fuera desde un hotel, no me importaría nada hospedarme allí para poder disfrutar de esas vistas. Una vez más, gracias, Carmen, por tu trabajo.
ResponderEliminar¡No, no da lo mismo, que las de Gaya eran palabras mayores y las mías son chiquititas, chiquititas! Los jardines de Monforte son mágicos: cuántos paseos, cuántas conversaciones con amigos, cuántas tranquilas lecturas allí.
EliminarTendremos que investigar el asunto de la ventana veneciana, Carmela.
Un abrazo.
Como de costumbre has hecho una entrada perfecta. Me encanta Gaya como autor, pintor y también su biografía, tan dura en algunos momentos, tan intensa y tan suya.
ResponderEliminarHe disfrutado muchísimo con este recorrido.
Un besito.
Sí, la muerte de su primera mujer en un bombardeo,justo cuando estaban a punto de abandonar España; después, el largo exilio... Momentos muy duros, y menos mal que México le acogió, como a tantos otros españoles, con los brazos abiertos.
EliminarQué grande es este artista, como pintor y como escritor.
Un abrazo, Marigem.
hola! recien descubre¿o tu blog y esta reseña espectacular con fotos de pinturas bellisimas. gracias por compartir al go tan bello. no lo conocia pero se nota su magnoficencia como pintor y escritor. cosas muy interesantes para saber y compatir. seria un honor que nos visitaras, si gustas. un beso dede argentina!.
ResponderEliminarGracias, Búho. Seguro que os visito. Un abrazo.
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