Estaba tendida al sol, como una gran gata perezosa.
Ofrecía el cuerpo al abrazo del cielo y reposaba tranquila, confiada en que,
cuando tuviese sed, encontraría sin dificultad el agua. Tampoco sería demasiado
engorrosa la búsqueda de comida y nunca iba a faltar un poco de tierra, el
tronco de un árbol, la sombra que cobija cuando el calor se hace molesto. En
esa pura, gozosa horizontalidad del cuerpo que, a veces, acariciaban los
artistas con sus pinceles, se alzaba, aquí y allá, alguna breve vertical. No todo
era tan idílico como podéis pensar: la gata erizaba en ocasiones su cabello,
por furia o por temor, o recibía heridas que lamía después, pensativa. No
existe el paraíso, os lo recuerdo. La gata olía intensamente a gata y a ciudad.
Lo que era. ¿Gata? No, ciudad.
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Aureliano de Beruete, Vista de Madrid desde la Pradera de San Isidro, Museo del Prado, Madrid, 1909 |
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Charles Sheeler, Ciudad |
Pero se yergue. Rompe la
horizontalidad, rompe los límites, se expande hacia lo alto, se extiende hacia
los lados: engulle, en su voracidad, aquellos restos de naturaleza que formaban
parte de ella y que tan bien reflejan cuadros y vistas para espectáculos
ópticos. Crece, alza muros, aleja el cielo.
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Charles Sheeler, Ventanas |
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Robert Bevan, Desde
la ventana del artista, Leicester Arts and Museums Service, 1915-16 |
No se puso de puntillas
de golpe, claro, pero una vez lo hizo, todo se aceleró. Muchas novelas y
películas nos muestran ese proceso. Los títulos de dos novelas que me
entusiasman saltan, de inmediato, desde mis dedos al teclado: Ragtime,
de E.L. Doctorow, y Martin
Dressler. Historia de un soñador americano, de Steven Millhauser. Sentí entusiasmo entre sus
páginas y sentí emoción, porque, entre las muchas, tal vez demasiadas, situaciones
que me conmueven se halla el ocaso y la muerte de los edificios y el modo en que la piqueta
derriba a las personas, o al revés, tanto da, porque es lo mismo.
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Robert Bevan, Queen's Grove, St John's Wood, Ashmolean
Museum at the University of Oxford,
1918 |
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George
Ault, Hudson Street,
1932 |
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Arturo Souto, Nueva
York, colección particular, 1957 |
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Jacek
Yerka, New Age Manhattan,
1993 |
No voy a hablar de
arquitectura, ni de urbanismo, ni de las dificultades de muchas personas para
sobrevivir en las grandes ciudades, ni de las despreciables estrategias para
ocultar su miseria, apartarla, ignorarla. Ni siquiera hablaré sobre la necesaria conjunción entre el
respeto y la conservación de un pasado que está vivo y el respeto y la creación
del presente, de los cambios que definen todo lo que existe.
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George
Bellows, Excavación nocturna, 1909 |
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Ridley
Scott, Blade Runner, 1982 |
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George
Bellows, Calle, 1908 |
Os propongo que veamos cómo se representan en la
pintura algunos de los rasgos de nuestras ciudades. Por ejemplo, la confusión.
Todo está lleno de reclamos, de voces, ruido, urgencias. Rápido, rápido, no os
entretengáis. Sobre todo, no dejéis que me detenga en medio de la acera para
gritar uno de mis “¡mira!”, porque los otros viandantes chocarán conmigo, me
empujarán, dirán: “¡quítate! ¿Qué haces ahí parada como un pasmarote?”. Tienen
razón, me aparto: toda esa gente tiene prisa.
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George Luks, Noche de invierno, 1930 c. |
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John Sloan, Las
seis en punto |
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George Luks, Calles Bleeker y Carmine, 1915 c. |
Estas mismas personas que tanto corren no tienen
inconveniente, sin embargo, en quedar embrujadas por el reclamo de los
escaparates iluminados y por los productos en ellos expuestos para acuciar su hambre: ¡compra, desea, desea solo lo que puedes comprar, desea solo lo que
aún no has comprado! Y, si no tienes dinero para comprar, para comprarme, limítate
a desear, a codiciarnos, pero no ensucies el cristal con tus dedos. Pero no quiero
ser injusta: esos mismos escaparates no solo ofrecen sueños; también alumbran,
con su iluminación, las calles anochecidas. Es importante.
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August Macke, Sombrerería |
La luz hace la ciudad y la deshace al desdibujar
sus contornos en los reflejos luminosos. Humo, agua, efímeros deslumbramientos
de la ciudad fantasma.
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Joaquín Sorolla, Llegada nocturna a Nueva York, 1909 |
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Joseph Stella, Vista
nocturna del Puente de Brooklyn |
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Childe Hassam, Noche
de lluvia, 1895 |
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George Luks, Madison
Square |
La luz. Anuncios que rasgan la noche, rótulos,
imágenes propuestas como instrumentos para leer la ciudad. ¿Para descifrarla, para organizarla? No, para sumar voces a las voces: un murmullo incesante, un
griterío.
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Albert Gleizes, Nueva York |
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Ridley
Scott, Blade Runner, 1982 |
¿Organizar? ¿Cómo podría organizarse, cómo estructurar este
incontenible temblor?
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Abraham
Walkowitz, Ciudad, 1915 |
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Maria
Helena Vieira da Silva, Ciudad |
Cuando
estamos en la calle, la verticalidad nos arrastra hacia la altura en un vértigo
ascendente que nos impele a caer hacia arriba, si es que esto es posible.
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Georgia
O’Keeffe, Nocturno urbano, 1926 |
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Georgia
O'Keeffe, Radiator Building, 1927 |
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Joseph
Stella, Paisaje norteamericano |
Subamos,
pues, para poder ver el cielo, para estar con las aves y para comprobar, como
nos dijo Federico García Lorca, que “no duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie”.
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John
Sloan, Calle 23, 1905-06 |
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John
Sloan, Palomas, Museum
of Fine Arts, Boston, 1910 |
Allá, en lo alto, observamos la vida que se despliega bajo nuestra mirada. A vista de pájaro, aunque no podamos volar, aunque nunca, nunca, seremos capaces de hacerlo. Miguel Hernández lo sabía:
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
…
No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.
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Joaquín
Sorolla, Quinta Avenida, 1911 |
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John
Sloan, Calle |
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Childe
Hassam, Quinta Avenida, 1919 |
Invertimos la dirección del vértigo que antes sentimos, a ras de tierra, al mirar hacia lo alto. Y ahora, cuando nuestra mirada se desploma, cuando cae en picado, cerramos los ojos en el instante previo a que se estrelle en el asfalto.
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Charles
Sheeler, Church Street, The Cleveland Museum
of Art, 1920 |
“Ocurre con
las ciudades como con los sueños –nos recuerda Italo Calvino-: todo lo imaginable
puede ser soñado pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde
un deseo, o bien su inversa, un miedo. Las ciudades, como los sueños, están
construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto,
sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra”.
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Charles Sheeler, Cañones, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid,
1951 |
A veces, lo
que la ciudad esconde son rincones donde poder sentarnos a la puerta de las
casas para hablar y construir, a través de las palabras, otras ciudades donde
poder sentarnos para hablar a la puerta de las casas. “Cada ciudad puede ser
otra”, nos dice Mario Benedetti.
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George Luks, St
Botolph Street, 1922 |
Aunque todas ellas, nos explica Luis García Montero,
Se hacen de hormigón y de
cristal,
de lugares extraños y gentes ocupadas.
En todas crece un árbol
delante de la casa de un suicida
y hay niños que acostumbran a dormirse
soñando con un perro.
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George Ault, Luna nueva, Museum of Modern Art,
Nueva York, 1945 |
A veces, todo tiembla demasiado, las grietas se
agigantan, la casa se desploma. Hay manos que acuden a retirar los escombros para
liberar los cuerpos atrapados, sin temor a cortarse con cascotes y vidrios. Otras
manos se ocultan tras cortinas, tras mantos de prudencia. Entonces
sabes. Pero lo que debes saber es que hay manos que acuden, porque lo demás no
importa.
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Ludwig Meidner, La casa de la esquina (Villa
Kochmann en Dresde), Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 1913 |
Sé amable conmigo.
Oh, gran ciudad de sombras.
Hazme olvidar.
(Langston Hughes)
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George Ault, Calle
Sullivan, Abstracción, 1947 |
No me siento a gusto en las grandes ciudades. Necesito que esas grietas de cielo que se abren entre los edificios sean más grandes, más claras, más amplias. No me conformo con ver el cielo recortado por moles de cemento que se encargan de delimitarlo, tapando el sol y la luz que dura, apenas un par de horas a mediodía, cuando cae a plomo.
ResponderEliminarCuando viajo a países poco desarrollados, la gente me dice que voy a lugares en los que habita la miseria. No es cierto. La miseria más profunda la he visto en grandes ciudades, en sus suburbios. Mientras las personas continúan viviendo en el campo, la miseria no entra nunca en sus casas. Es cuando abandonan el campo y van a la ciudad, cuando su vida pasa de humilde a miserable. La ciudad es el hábitat más inhóspito e inhumano que conozco.
Gracias Carmen por mostrarnos la ciudad a través del arte.
Es cierto lo que dices: la auténtica miseria se encuentra en los suburbios. Puede haber pobreza en el campo, de hecho la hay, pero no es comparable a esa honda miseria que se suma al desarraigo. Un abrazo, Elisenda.
EliminarLo que veo es que se puede pintar todo, rascacielos, rascaleches que dijo el poeta, con ventanas o sin ellas, el bullicio del día o la soledad de la noche, la ebria esquina azul o un atardecer rojizo un tanto fantasmagórico, desde arriba o desde abajo, luz y oscuridad, brillos y sombras. Cada uno ve la ciudad que tiene dentro. En la mayoría de los cuadros hay soledad.
ResponderEliminarTodo se puede pintar, escribir, sufrir o disfrutar. Me has recordado a Fernando Pessoa: "no hay más paisaje que lo que somos". Más soledad que la que llevamos dentro. Muchas gracias, Galefod. Un fuerte abrazo.
Eliminar"Ya sé que te pasa, te consume la nostalgia. Volvamos a casa…Ahora sí que somos unos sin techo“
ResponderEliminarRecordé una de las frases más significativas de la espléndida, Cuentos de Tokio. Escapar del caos, de las luces de Neón, la ciudad es un gran escaparate que nos deslumbra; hermosa en ocaciones, engañosa en otras.
Aún habiendo mostrado tanto su esplendor como su decadencia, todos estos artistas han hecho un fiel reflejo de ella. Muy hermoso, Carmen.
Muchas gracias. Un beso.
Ay, Inma, el problema es que no hay casa donde regresar, ¿recuerdas? Somos, definitivamente, unos sin techo. Un abrazo muy fuerte, Inma.
EliminarQué entrada tan bonita Carmen!!!! Has elegido unos cuadros realmente maravillosos y unos poemas...Lorca, Miguel Hernández, Benedetti...sin palabras.
ResponderEliminarA mí me encantan las ciudades, siempre me imagino quien vive en las casas, cuando es de noche, si hay una luz encendida empiezo a imaginar historias. Y me gusta pasear por ellas en Navidad o cuando llueve y la gente camina deprisa parapetada por sus paraguas.
Aunque admito que soy más de naturaleza, de cielos abiertos y de campo, las ciudades grandes son solo para las grandes ocasiones, como ellas, y tiene razón Elisenda, y por experiencia de familiares lo digo, cuando la gente del campo va a la ciudad su vida humilde puede caer en la miseria.
Un besín y feliz domingo.
Es lo que queda, Marigem: palabras que, aunque vuelen, permanecen, y las imágenes que nos ofrece el arte. También me gusta la lluvia: cuando llueve, es como si un poco de naturaleza visitase la ciudad. Un fuerte abrazo, Marigem.
EliminarUna vez más vuelves a asombrarme con esa visión tan poética de todo lo que cuentas a través de la pintura. Esta vez el escenario es la ciudad.
ResponderEliminarNací, crecí y vivo en una gran ciudad. Nunca me he sentido agobiada ni encerrada entre sus calles bulliciosas, llenas de coches, de gentes, de ruido, pero también de portales donde la gente se sienta al fresco en verano y charla de sus cosas, parques donde la gente se reúne para pasear el perro y ya de paso preguntar por los avatares del vecino.
No he vivido en ninguna otra ciudad, ni grande ni pequeña pero yo a la mía la llamo "mi pueblo". De hecho cuando me preguntan de qué pueblo soy yo contesto que de uno muy grande: Madrid.
Gracias Carmen por esta entrada tan fantástica.
Pero es que es un pueblo. Lo he comentado a veces: el asombro y la delicia que sentí cuando, un verano, descubrí el corazón de pueblo de esa ciudad que es la tuya y fue la de mi madre. Madre Madrid. Otra ciudad-pueblo (en este caso, un pueblo, un corazón que desborda por toda la ciudad) es Roma. Gracias, Kirke. Un fuerte abrazo.
EliminarYo adoro las ciudades. Me gusta pasear por el monte y conocer paisajes espectaculares de pura naturaleza, pero a donde más feliz viajo es a las ciudades. Y en ninguna me he sentido más a gusto que en Nueva York donde estuve una semana. Aunque me parecía mentira, las ciudades estadounidenses son acogedoras (mucho más que las canadienses, lo que para mí fue una gran sorpresa), transitables y muy humanas.
ResponderEliminarMe ha encantado toda la entrada, Carmen. Permite que añada un libro a los dos que has mencionado al principio. Lo leí hace muchos años, mucho antes de viajar a Nueva York y me impactó: "Manhattan Transfer" de John Dos Passos. Imprescindible sobre como se saca una enorme manzana de un humedal infestado de miserias.
Un beso, Carmen.
Creo que lo leí en mi adolescencia, tan lejana que, como es natural, no lo recuerdo. En casa hay un ejemplar absolutamente desencuadernado: un libro-ruina.
EliminarNo conozco Nueva York, pero la imagen que tengo es la de una ciudad con personas, muchas personas, en las calles: no solo automóviles, como en otras. Hace tiempo vi una foto de Philip Roth en el balcón o la terraza de su casa y me llamó la atención, fíjate qué tontería, cómo la vista desde allí se parecía a la que tenía yo desde mi casa cuando vivía en la ciudad. Fue una sorpresa un tanto infantil (¿qué imagen tan rara tenía yo de Nueva York?), pero sorpresa, al cabo.
Un fuerte abrazo, Rosa.
Muy bonita entrada, Carmen. Aunque vivo en la ciudad, prefiero el campo, ese contacto con la naturaleza que no tiene precio; sin embargo gracias a tu post me he reconciliado con lo citaino y reafirmarme una vez más que se puede hallar belleza en todo. Lo voy a volver a leer con "La ciudad de la furia" del gran Cerati como soundtrack. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, también hay belleza en las ciudades. Mucha belleza. Y tanta soledad como en cualquier otro lugar. Gracias, Lú. Un abrazo muy fuerte.
Eliminar*citadino
ResponderEliminarPertenezco al grupo de Marigem. Me gustan las ciudades, aunque nunca he vivido en una grande, pero a la hora de la verdad, la diferencia entre las grandes y las pequeñas es que las pequeñas son únicas y las grandes son muchas pequeñas juntas haciendo otra.
ResponderEliminarCon lo bueno y con lo malo, tienen su paisaje, su belleza si se quiere ver. Tiene ventajas administrativas, sanitarias,... y desventajas como naturaleza encerrada, demasiada gente en un espacio pequeño, contaminación y para mi lo peor de todo: demasiado RUIDO. Cada vez lo llevo peor,
Pero todos esos cuadros son claros. Las ciudades son lugares merecedores de echarles más de un vistazo.
GRACIAS Carmen y feliz domingo a todos.
Tú sí que eres única, Harry. Cómo has visto que una gran ciudad son muchas pequeñas ciudades "juntas haciendo otra".
EliminarMira, has puesto el dedo en la llaga: en gran medida, yo era un "bicho ciudadano" por todo ese dinamismo que alienta en la ciudad, también por esa libertad que corre por sus calles, y lo que al fin me expulsó fue esto: "demasiado RUIDO". No me arrepiento, claro; probablemente, me hizo un favor. Probablemente.
Un fuerte abrazo para darte (para darnos) energías que nos duren a lo largo de la semana, Harry.
Me ha encantado este post genial y tan lírico acerca de las ciudades. Tan majestuosas como también crueles a veces, en su magnificencia llena de desigualdad, pero también portadoras de belleza, no cambiaría la ciudad por el campo, aunque soy genuinamente de campo y a éste lo tengo también en mi rincón afectivo.
ResponderEliminarEn cuanto a los cuadros, ¡qué te voy a decir! Son un compendio de arte magistral en muchos y variados estilos pictóricos. Me ha llamado la atención la pintura de Sorolla La quinta Avenida, porque como valenciana, la desconocía.
Quiero acabar aportando mi pequeño y humilde granito de arena. Tengo una entrada dedicada a las ciudades, del mismo nombre, me despido en mi comentario trasladando su último fragmento a modo de particular homenaje:
" Las ciudades son en definitiva, el hogar público, un recinto que amuralla nuestra vida y que se puede transformar en caja de Pandora que abre los males y todas aquellas humanas derrotas que dejamos en nuestras comunidades primitivas. Es la llave de paso a un progreso fallido, edulcorado, manipulado. Las ciudades son, por tanto, un conjunto de bloques gruesos de hormigón conformados en superestructura de pensamientos, en vanas vanalidades no exentas de esperanza".
Un beso y gracias por teletransportarnos a la magia literaria.
Qué bello tu texto, Marisa, ciudadana con el campo dentro. Me quedo, yo creo que todos nos quedamos, con "no exentas de esperanza". Gracias por tu regalo. Un fuerte abrazo, Marisa.
EliminarUna entrada preciosa, Carmen, poética y llena de nostalgia, y tan bien "adornada" por esos poemas y unos cuadros tan magníficos. Me han sorprendido los de Childe Hassam, me han gustado muchísimo.
ResponderEliminarYo no soy de grandes ciudades, creo que no lo resistiría. Alicante es una mini-ciudad y aún así siempre he vivido mejor alejada del centro, de las aglomeraciones. Si a Madrid la consideras un pueblo, la mía es una aldea diminuta, y mi minúsculo apartamento en la playa, mi castillo y mi refugio.
Me encantan tus entradas, tan bien escritas y tan inteligentes, nos haces pensar a todos.
Un beso enorme
Alicante y el mar, qué maravilla. Ya entiendo por qué me caes tan bien: aún no he conocido a un alicantino con quien no congenie. Haberlos, los habrá, como en todas partes, pero tengo la suerte de encontrarme solo con los buenos.
EliminarMuchas de las obras de Hassam me resultan también muy atractivas por el el modo en que plasma la luz, la lluvia, la nieve, la noche...
Un fuerte abrazo, Chari.
Aunque soy citadina, es verdad que las ciudades encierran nuestros deseos y miedos. Por eso observo cómo en algunas se repiten esas enormes y verticales construcciones de metal y espejo que buscan reflejar el cielo azul que han ocultado o despojan los lugares para convertir los espacios de los ciudadanos en espacios globalizados sin identidad. Eso me duele. Excelente entrada, las pinturas bellísimas y las citas literarias muy apropiadas. "Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires hacen sentir la soledad salgo a caminar por sus barrios" decía Ernesto Sábato.
ResponderEliminarAy, sí, la ciudad ha de ser lugar de encuentro, ser toda ella espacio para sus habitantes. Qué error cuando se arrebata la ciudad a las personas. Como robarnos el cielo para ofrecer tan solo su reflejo. Me gusta la cita de Sábato. Un abrazo, MaríaE.
EliminarUna entrada magnífica, entre lo que tu narras, el contenido de las ciudades, visto por ti, por poetas y artistas he pasado un buen rato. Me han entrado ganas de pintar mi barrio. Gracias Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo
Me han entrado ganas de que pintes tu barrio, Yolanda. Y después, que nos lo enseñes, claro.
EliminarUn abrazo.
Me he quedado alucinada con tu bella historia, Carmen. Hasta he sentido vertigo al ver uno de los cuadros mientras te leía, ¡fabuloso! Aunque tengo la inmensa suerte de vivir junto al mar todo el año,soy urbanita y amo la ciudad.
ResponderEliminar¡Un beso y feliz noche!
¡Chelo,te había dejado abandonadita! Si es que no estoy en lo que estoy... Perdona, corazón.
EliminarCiudad con mar es ciudad abierta, como también las ciudades desde las que se ven montañas o aquellas en las que se puede alcanzar el campo sin demasiada dificultad. Bueno, es lo que pienso. Otra cosa son las ciudades sin cielo y sin horizonte, cerradas sobre sí mismas.
Qué bueno, te has caído dentro de un cuadro.
Un fuerte abrazo, Chelo, bonita.