Will Barnet (1911-2012)
Leer tumbada en el sofá revela mi auténtica
naturaleza. No soy una mujer: soy cama, o colchón o, en cualquier caso, una
superficie confortable para instalarse sobre ella, ahuecarla con las patitas,
lamer la piel que queda al descubierto, apoyar la cabeza en el hombro, hincar
el hocico en el cuello, ronronear y dormir. Eso soy, colchón de gata, y me
alegra serlo, porque creo que no existe privilegio mayor.
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Will Barnet, Mujer
leyendo |
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Will Barnet, Mujer
con gato |
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Will Barnet, Mujer
con dos gatos, 1969 |
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Will Barnet, El
vestido azul |
A los diez años ya sabía que quería ser artista. Poco
después, un rincón del sótano de la casa sirvió como taller: los dedos se
ensuciaban gozosamente, lápices y pinceles bailaban allí sus danzas mágicas y
los gatos escudriñaban todo con su golosa curiosidad gatuna o se echaban a
dormir, felinamente holgazanes. Esos mismos gatos que se deslizaron por los
cuadros y grabados de Will Barnet a través de sus 101 años de vida. Muchos
gatos, muchos años.
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Will Barnet, Gato
y escalera |
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Will Barnet, Mujer,
gato y cuerda |
A veces se produce cierta confusión de identidades entre humanos, gatos, perros.
Es algo que sucede, y quienes convivís con animales lo sabéis. Por cierto, acabo de darme cuenta de que hace mucho tiempo que no trepo a un árbol. Demasiado.
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Will Barnet, Mujer
jugando con gatos, 1975 |
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Will Barnet, La escalera, 1970 |
No solo son
gatos los que recorren las obras de Barnet. Su familia y sus otras mascotas –o,
como diría Gerald Durrell con su gran humor, su “familia y otros animales”- son
también habitantes permanentes de su arte: un arte que bebe en lo cotidiano y transforma su plácido sosiego hasta dotarlo, en ocasiones, de un aura inquietante.
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Will Barnet, La abuela |
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Will Barnet, Medianoche, 1983-84 |
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Will Barnet, Ovillo |
Barnet estudió en la Escuela de Bellas Artes de
Boston y en la Art Student
League de Nueva York: en esta última institución pasó de ser alumno a ser
profesor durante cuarenta cuatro años. Enseñó también en la Cooper Union, en la universidad
de Yale y en la Pennsylvania Academy of the Fine Arts.
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Will
Barnet, Autorretrato, 1981
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Ya habréis advertido el aspecto tan japonés que
ofrecen varias de las obras de Barnet, con sus nítidos perfiles, sus
superficies planas y la ausencia de sombras.
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Will Barnet, Mujer peinándose |
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Will Barnet, Mujer y gato negro |
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Will Barnet, Mujer con palomas |
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Will Barnet, Aurora, 1977 |
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Will
Barnet, Madame Butterfly |
Es frecuente la aparición, en las obras de este
artista, de figuras femeninas ataviadas con largos vestidos, a menudo negros.
Estas mujeres parecen, en ocasiones, surgidas de los cuadros de artistas anteriores
como Caspar David Friedrich o Vilhelm Hammershøi:
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Caspar David Friedrich, Mujer contemplando el
amanecer, Folkwang Museum, Essen, 1818 |
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Vilhelm Hammershøi, Dos mujeres junto a la ventana¸ 1896 |
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Will
Barnet, El límite del mundo, 1979 |
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Will
Barnet, El muelle |
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Will
Barnet, Mujer contemplando el mar |
No se trata solo de mujeres de espaldas, ese recurso plástico del
que hemos hablado a menudo y que consigue introducirnos en la escena, además de
sugerir la duda acerca del rostro y la expresión de la persona representada. A
veces, estas mujeres se vuelven hacia nosotros y nos muestran su rostro: sin embargo, el enigma permanece.
Miran, esperan. ¿Qué es lo que esperan?
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Will
Barnet, Tres mujeres |
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Will
Barnet, Mujer en la ventana, 1980 |
El hieratismo
de sus figuras, la claridad de sus volúmenes y sus composiciones, los planos de
color perfectamente delimitados y una serenidad que, en ocasiones, no excluye
cierto desasosiego o, por lo menos, cierta extrañeza, tiñen la obra de Barnet
de acentos clásicos, románticos, simbolistas, realistas y aun surrealistas. ¿Hay contradicciones entre estos términos? No, no las hay.
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Will Barnet, Camino
del mar |
Will Barnet murió, casi, con el pincel en la mano.
“No pienso ceder nunca”, afirmó. Al fin, cedió, porque no tuvo otro remedio.
Aquí le vemos aplicado al trabajo, con cien años a sus espaldas.
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Will Barnet |
En su poema Un gato en un piso vacío, Wislawa
Szymborska nos hace sentir la desolación del gato que ha perdido a su humano. No
nos cuesta imaginar que así se sintieron los gatos de Will Barnet cuando, a
partir del 13 de noviembre de 2012, no supieron dónde hallar a su amigo:
Morir —eso, a un gato, no se le
hace.
Porque, ¿qué puede hacer un gato
en un piso vacío?
Subirse por las paredes.
Restregarse contra los muebles.
Nada aquí ha cambiado,
pero nada es como antes.
Nada ha cambiado de sitio,
pero nada está en su sitio.
Y la luz sigue apagada al
anochecer.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no los esperados.
Una mano deja pescado en el plato
y no es, tampoco, la de antes.
Algo no empieza
a la hora de siempre.
Algo no sucede
según lo establecido.
Alguien estaba aquí, estaba
siempre,
y de repente desapareció
y se empeña en no estar.
Se ha buscado ya en los armarios,
se han recorrido los estantes.
Se ha comprobado bajo la
alfombra.
Incluso se ha roto la veda
de esparcir papeles.
¿Qué más se puede hacer?
Dormir y esperar.
¡Ay, cuando él regrese,
ay, cuando aparezca!
Se enterará de que ésas no son
maneras
de tratar a un gato.
Como quien no quiere la cosa,
habrá que acercársele,
despacito,
sobre unas patitas muy muy
ofendidas.
Y, de entrada, nada de brincos ni maullidos.
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Aprovecho la entrada de hoy para comentaros que,
por lo menos durante un tiempo, solo podré acudir a nuestra cita el fin de
semana, aunque es posible que a mediados de semana actualice, ampliándola,
alguna entrada antigua. Hay varias razones para ello: ¡no penséis que voy a
dedicarme a estar tumbada bajo los árboles!
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Will Barnet, Mujer
tumbada, 1978 |
Uno de los motivos es que estoy a punto de embarcarme
en una nueva aventura a la que, a su debido tiempo, os invitaré. ¡Espero que
aceptéis mi invitación! Como podéis imaginar, se trata de una aventura
relacionada con la escritura. Nos vemos el sábado próximo. Mientras tanto,
permitidme que juegue un rato con los gatos... o que ellos jueguen conmigo.
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Will Barnet, Mujer
con gatos |