En un archivo se puede llegar a sentir cansancio, después de muchas horas de escudriñar en vano entre los
legajos; júbilo, cuando salta ante nuestros ojos un dato relevante para el tema
que se investiga, y también emoción.
Esto último es lo que sentí cuando, en el Archivo de la Diputación de Valencia,
leí las numerosas cartas en las que personas de distintas edades y diferentes
procedencias solicitaban trabajo, como albañiles, para la construcción del
Teatro Principal. Muchas de las personas solicitantes del trabajo, tal vez la
mayoría, no sabían escribir, de modo que sus cartas habían sido redactadas por
un amanuense.
En 1804 se retomó el proyecto, nacido en 1770, de
erigir un coliseo digno de la ciudad de Valencia. Los arquitectos Salvador
Escrig y Cristóbal Sales rehicieron los planos elaborados por el boloñés Felipe
Fontana el siglo anterior, se compraron los terrenos donde debía alzarse el
edificio y comenzaron los derribos para despejar los solares. La construcción
del Teatro Principal estaba en marcha.
Imaginé la ilusión de quienes habían solicitado participar
en las obras. Construir un teatro es un proceso largo: durante varios años
tendrían un jornal que llevar a casa. En las cartas, dictadas o redactadas por los
solicitantes, figuraban sus nombres, sus apellidos, su edad, los lugares donde
residían… Detrás de esos papeles conservados en el archivo había unas personas
concretas: había una determinada necesidad de trabajo, una palpable esperanza
de obtenerlo.
El 14 de enero de 1808 se colocó la primera piedra del nuevo
teatro. Cuatro meses más tarde, estalló la guerra de la Independencia. Las
obras, que habían alcanzado la altura del marco de la puerta, se suspendieron,
y las manos que habían realizado la labor dejaron las herramientas para
esgrimir las armas.
La construcción del teatro no se reanudó hasta 1830.
Me gusta el hecho de poder ver, más allá de los papeles conservados en los archivos, la presencia de personas reales con sus aspiraciones y su emoción. Enhorabuena por el blog
ResponderEliminarGracias, Ana María. Bienvenida.
ResponderEliminarLa situación es sencilla: no sé escribir, pero consigo que alguien lo haga por mí. Pido un puesto para trabajar en una obra colosal: la construcción de un teatro, el gran teatro de la ciudad. Eso significa una entrada continua de dinero, la posibilidad de alimentar a mi familia durante meses e incluso años. Lo consigo. ¿Lo he conseguido! ¡Soy feliz! ¡Tengo trabajo!
ResponderEliminarY luego, incontinente, miró al soslayo, requirió la espada...
De repente, sin comerlo ni beberlo, me veo inmerso en una guerra y me tengo que dedicar a pelear contra los gabachines.
La verdad es que me cuesta pensar en el teatro Principal durante la guerra del francés.
Es una entrada muy interesante
ResponderEliminar