Su mirada no estaba destinada a la nuestra. ¿En qué nos convierten
nuestros ojos posados en los suyos? Ojalá nos viesen
mirarles.
¿Ellos nos miran? No. Podemos soñar que lo hacen, pero ¿desde
dónde nos miran? Desde un lugar neutro que no es la muerte ni la vida, indica
Jean-Christophe Bailly. ¿Un lugar o un cuándo? Pienso a veces que al viajero
del tiempo –y tal vez lo son, lo somos, o ninguno lo es- no habría que
preguntarle de dónde viene, sino de cuándo viene. O a cuándo va. Si es que lo
sabe.
¿Cuándo? ¿Dónde? No es la muerte ni la vida. Pero quizás, no obstante la insalvable distancia, se aproxima más a esta. El más allá egipcio reside “en la continuidad de lo que tiene
relación con la vida, desde la vida”. En Egipto, los muertos son lo contrario
de los que se van; ellos están surgiendo, partidos hacia el ser de otro modo
distinto que los vivos”.
– John Berger, quien escribe también sobre El Fayum, indica que "en la pintura egipcia tradicional no se representaba a nadie de frente porque la vista frontal abría la posibilidad opuesta, la de la perspectiva posterior de alguien que se da la vuelta y se va"-.
No, ellos no se van. Es este “un mundo donde morir no es desaparecer sino únicamente dar un
paso del lado del ser”. El mundo no necesita ser “salvado”, sino conservado.
Desde la vida.
Es “un umbral, es el umbral mismo –frontera y pasaje-. Estos rostros vienen a nosotros como eso, y talmente en el límite, sobre el umbral, que es como si estuviesen a la vez en una parte y en otra”.
“Frontalmente, en el umbral, el rostro es una puerta: y una puerta que se abre a los dos lados, a la vida y a la muerte, hacia la fragilidad de la apariencia y hacia la eternidad del rostro detenido”.
¿Dónde, cuándo están?
Ellos “están al borde del tiempo”, escribe Bailly. No esperan, no piden. Son, señala Berger, "hombres y mujeres que no hacen ningún llamamiento, que no piden nada y que, sin embargo, declaran que están vivas, como lo está quien las esté mirando. Encarnan, pese a toda su fragilidad, un respeto hoy olvidado por uno mismo. Confirman, pese a todo, que la vida fue y es un don".
Callan. Es “en principio este silencio lo que los hace tan próximos y
los vuelve en un cierto sentido modernos, unos muertos (o unos vivos) de todos
los días”, dice Bailly.
Los suyos no son retratos de orantes, “sino de testigos, cada uno como a punto de decir el secreto que no conoce aún”.
"Cómo se escribe una vida en el tiempo es lo que cuenta un rostro" (Jean-Christophe Bailly).
Cada mirada -distinta-, cada tiempo en cada instante.
ResponderEliminarHay, en estos rostros de El Fayum, miradas de temor, de serenidad, de curiosidad, de melancolía; en algún caso, incluso, alguna mirada que revela impaciencia...
No nos cansamos de mirarles a los ojos como si pudiésemos, a través de su mirada, ver lo que ellos (aún no) ven..
Hola, Carmen, me alegro de saludarte, enigmáticas miradas y, a la vez, realistas. Excelente exposición. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola, Marisa!
Eliminarlas miradas de estas personas, tan próximas, tan de ahora mismo, de siempre... Como dice Bailly, "de todos los días".
Un abrazo.