domingo, 9 de octubre de 2022

Michel Serres y Bruno Latour conversan

 


Ellos hablan, yo escucho. A través de la lectura, escucho. El hombre de más edad, que en junio de 2019 dejó de acompañarnos, dice cosas como estas:

Que “una idea contra otra idea es siempre la misma idea” y permanece “en el mismo marco de pensamiento”. Que solo desde el desierto, solo de “quienes se retiran y no están inmersos en el ruido y la furia de las discusiones repetitivas” podemos esperar una idea nueva.


Moebius


Que son los pueblos más pobres los que llevan consigo nuestro futuro; que “los más frágiles aportan la grandeza y la novedad”.

Que basta de fetiches, de ídolos, basta de adorar estatuas. Que hay que desconfiar de “donde siempre se tiene razón, donde se es el más sabio, el más inteligente, el más fuerte”. “Mi ética –afirma- me prohíbe jugar a ese juego. Admito de buena gana, antes de empezar, que no siempre tengo la razón”.




Que "antes de organizar el bien ajeno, que muchas veces equivale a hacerle violencia, es decir, daño, la mínima obligación requiere que evitemos con cuidado hacerle ese daño".

Que lo que importa es el desplazamiento.


Moebius


“Vamos, levántate, corre, salta, revuélvete, baila; como el cuerpo, la inteligencia requiere movimiento”.


Moebius


“¿Y si la sabiduría y la fragilidad van de la mano?”, pregunta.

Michel Serres se lo dice a Bruno Latour. Y yo escucho.








2 comentarios:

  1. “Una idea contra otra idea es la misma idea”. Muy buena frase, me quedo con ella y lo que implica. Pero yo no idealizaría la pobreza, si me permites una crítica.

    Yo diría que los pueblos pobres conservan lo mejor del pasado (la solidaridad comunitaria) pero también lo peor (un tribalismo férreo) a la vez, así que son historia viva en la que reflejarse. Pero el futuro es de todos, lo que pasa es que vivimos en una realidad asíncrona.

    Las culturas tradicionales son un saco cerrado. Lo son para bien por lo que conservan y, en parte, hemos perdido u olvidado. Y lo son para mal, por lo positivo que se resisten a adquirir.

    Tampoco es bueno aislarse, lo vital es evitar el sectarismo y bucear con periscopio. No todo lo mundanal es ruido (o no todo es mundano), matizando a Fray Luis. Y no siempre se puede dejar que todo fluya libre, pues también puede fluir en dirección a un precipicio. A veces hay que intervenir con mano izquierda (con prudencia), pero no existe un bisturí que no haga cierto daño.

    Buena entrada Carmen, como siempre.

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    1. Hola, Bonifacio. Imagino a Serres sonriendo ante tu frase: "si me permites una crítica". Ya conocemos su respuesta: "Admito de buena gana, antes de empezar, que no siempre tengo la razón”. Sí que pienso que eso que llamamos occidente, un concepto tan amplio y del que formamos parte, requeriría un poco más de humildad y de apertura a las enseñanzas de otros pueblos. No por amor al exotismo, desde luego -¡menuda trampa es esa!-, sino porque parece que cuesta desprenderse de la piel del predicador, el misionero, el colonizador, el maestro, el Hombre Blanco plagadito de mayúsculas y, así, no va bien, nada bien. Te pido que imagines aquí mi sonrisa, como imaginamos la de Serres.

      La retirada a la que alude no es la postura mucho más radical de Quignard (aquí, otra sonrisa ante un comentario de Quignard acerca de que, de vez en cuando, le sobreviene un Port-Royal). Creo que Serres se refiere, más bien, a apartarse de la machaconería de esas discusiones "y dale, y dale, y dale, y de ahí no salimos y a ver quién grita más".

      Me gusta lo que dices: el futuro es de todos. O es de todos, o no es. Y también me gusta esa realidad asíncrona que, si nos detenemos a pensarlo, nos afecta a todos: ¿cuántos tiempos distintos confluyen en cada uno de los instantes que vivimos? Da un poco de vértigo. Pero gusta.

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