Xavier de Maistre nos habla, en su Viaje alrededor de mi habitación (1794),
de los placeres de viajar sin moverse del sillón. Si el sillón no satisface
plenamente nuestra holgazanería, siempre podemos recurrir a la cama. Desde la
suya viaja incesante e imaginariamente en tren Edgardo, uno de los personajes
de Eloísa está debajo de un almendro,
de Enrique Jardiel Poncela. Es, también, lo que hace el pequeño Nemo a través
de sus sueños.
Winsor McCay, el “padre” de Nemo, procedía del mundo de la escenografía y el circo: las cabalgatas y los grandes espectáculos que decoró dejaron su impronta en el mundo onírico –nunca mejor dicho- de Nemo, el pequeño soñador.
El pequeño Nemo nació el 15 de octubre de 1905 entre las páginas del New York Herald. Los sueños dibujados de Nemo se poblaron de ciudades fantásticas y, también, reales; los edificios cobraron vida y las viñetas adoptaron una extraordinaria flexibilidad, al ritmo de la imaginación de McCay. Es grande el interés que el artista presta a la arquitectura, pero lo que me interesa destacar aquí son sus divertidos juegos arquitectónicos.
Tanto los
sueños como las deformaciones urbanas y la inclusión de figuras descomunales
habían hecho ya aparición en obras anteriores de McCay, como Little Sammy
Snezze y Dreams of the Rarebit Friend.
Las delirantes escenografías urbanas de McCay y sus sugerentes cambios de escala convierten Manhattan en un gigantesco cuarto de juegos para sus personajes, que trepan por los edificios, se encaraman a ellos y se permiten todo tipo de diversiones:
Podemos ver cómo, con toda facilidad, se monta y se desmonta una ciudad en la que se reúnen, en un peculiar “sueño del arquitecto”, monumentos de las más diversas procedencias y, eso sí, cómodamente portátiles:
En este espacio distorsionado y mutante, a las casas, como a las camas desde donde se sueñan, les da por hacer cosas extrañas:
En
ocasiones, alzan el vuelo:
El espacio está vivo, se retuerce sobre sí mismo y da lugar a insólitas perspectivas que anuncian los mundos de Escher:
Hay que tener cuidado con los elementos arquitectónicos porque, como vemos, además de cambiar de forma y de orientación, crecen y menguan a voluntad. Las escaleras, por ejemplo, como siempre hemos sabido, no son de fiar:
En el mundo de los sueños, una puerta se convierte con toda facilidad en escalera, los palacios pueden ser de hielo y las ciudades se destruyen con la misma alegría con que fueron creadas.
En 1914, McCay rodó uno de los primeros cortometrajes animados, Gertie el dinosaurio. Gertie, nacido en principio como parte de uno de sus espectáculos de vodevil, debía haber protagonizado una segunda película en 1921, que no llegó a realizarse. Es una lástima, porque en ella habríamos visto cómo el dinosaurio daba brincos sobre el puente de Brooklyn e intentaba zamparse el monumento a Washington.
Hay algo en las fantasías de McCay, con sus proteicas vistas urbanas de acentuada verticalidad y sus visiones de Slumberland –próximas, por otra parte, a la arquitectura de las exposiciones y, en particular, a la de la Exposición universal de Chicago de 1893- que me hace pensar en otro gran artista visionario: Hugh Ferriss.
Hugh Ferriss, Diseño arquitectónico, Avery Architectural and Fine Arts Library, Nueva York, 1939 |
Pero de Ferriss ya nos ocuparemos en otro momento. Ahora duerme,
pequeño Nemo. Duerme y sueña.
Edouard Vuillard, En la cama |
***
Este texto fue publicado en The Cult, una revista digital que ya no existe. Lo recupero aquí.
Interesante viaje desde la cama hasta el mundo del cómic. Un abrazo.
ResponderEliminarDe la cama al cómic y del cómic... de nuevo a la cama y después al suelo. Como el "marido de ida y vuelta" de otra de las obras de Jardiel Poncela, quien aparece citado al comienzo del texto. Gracias, Mamen. Un abrazo.
EliminarQuerida Carmen,
ResponderEliminarComo siempre nos descubres cosas fantásticas. ¡Qué interesante y bello! Me imagino que el autor resultaría muy crítico para el momento en el que le tocó vivir con estos cómics. Hoy en día le llamarían políticamente incorrecto, pero eso es otro cantar. Me gustaría poder ver ese corto. Un abrazo.
Es un dinosaurio muy salado, este Gertie. Mira, copia el enlace y verás el corto:
Eliminarhttps://youtu.be/-_c15oS5i5I
Un abrazo.
¡Qué delicia volver a contemplar páginas del pequeño Nemo! Gracias Carmen. Esperamos la entrada sobre Hugh Ferris...¡Un abrazo!
ResponderEliminarHasta que venga Ferris -si viene-, nos entretendremos vagando por los mundos del pequeño Nemo y por otros mundos. Hay uno de ellos, por cierto, al que desde hace mucho me apetece abrir una ventana desde aquí, pero siempre se demora... ¡Dos abrazos, Juan Antonio!
EliminarHola Carmen, me han parecido curiosos y fantásticos estos dibujos del artista, qué magnífico trabajo. Fíjate todo inventado, a nuestros tiempos llegó Nemo convertido en pez, dinosaurios del Jurásico que sobreviven... este era un pequeño "principito" viajero que retorcía el mundo, descolgaba los cimientos y hacía volar las casas. Lo dicho, fantástico, gracias por recuperar este trabajo. Un beso
ResponderEliminar¡Hola, Eme! Iré recuperando poco a poco algunos de los artículos que aparecieron en The Cult para que vuelvan a estar disponibles.
EliminarLa obra de McCay es una fiesta para la vista y la imaginación: sus juegos con el urbanismo y la arquitectura son muy divertidos y sugerentes.
Un abrazo.
Muchas gracias por esta entrada Carmen, me ha hecho releer mis obras completas de Nemo y volver a disfrutarlas como siempre. Y, como siempre, con la pena de no tener un poco mas de calidad en la impresión de los dibujos, imagino que debido a las limitaciones de la época. Lo que me ha llamado la atención es que incluyas el cuadro de Vuillard, que a mi me recordaba a Little Nemo cada vez que lo veía. Hoy he comprobado que es anterior al cómic. ¿Lo conocería el dibujante?
ResponderEliminarHola, Marta. Planteas una pregunta interesante, que no sé responder: ¿McCay conoció la obra de Vuillard? El pintor francés representó en varias obras a personas dormidas: esta que podemos contemplar en Orsay es a la que más se aproxima Nemo. ¡Se aproxima mucho! Seguiremos buscando... ¡Gracias!
EliminarHola a todos:
ResponderEliminarqué interesante eso de los sueños. Son una realidad paralela donde la física no existe o es diferente. Desde el comienzo me recordó a Escher, como dijiste después.
Me ha gustado mucho no sólo por los dibujos, muy buenos en mi opinión. Sobre todo, por la imaginación para convertir lo imposible en algo cotidiano, o quizás, lo cotidiano en algo maravilloso, en menos que canta un gallo. Pues no deja de ser fascinante una escalera que se convierte en columna o que crece y decrece a su gusto.
A la espera de Ferris, que intuyo, fascinante, un saludo a todos.
¡Hola, Harry!
EliminarLo de Hugh Ferriss lo dije cuando se publicó el artículo en la revista... pero me temo que, antes o después, tendré que escribir sobre él. El tema me gusta, pero ¿estaré a la altura?
Sobre los sueños, comenta Walter Benjamin que el "lenguaje del sueño no está en las palabras. Está bajo ellas”. ¿Bajo las imágenes, también? Y hay otra cita, creo que en este caso de Giorgio Agamben, que resulta muy apropiada para los mundos de McCay: “en el sueño cada cosa le guiña el ojo a quien la sueña”. Paro con las citas porque, cuando me embalo, soy terrible ;)
Un abrazo, Harry, y un dulce, acogedor otoño.
Se me había escapado esta entrada y menos mal que la he recuperado porque me parece una maravilla ese tratamiento de la arquitectura en el cómic. esa ciudad que se monta con distintos edificios, esa escalera que surge de una puerta, todos esos retorcimientos y torsiones y vueltas sobre sí mismos de los edificios y demás elementos arquitectónicos me parece de lo más onírico y , a la vez, metafórico dentro de la realidad. No sé si me explico, pero yo me entiendo.
ResponderEliminarMagnífica entrada.
Un beso.
Te entiendes... y creo que te entiendo, Rosa. ¡Hay tantas ciudades en cada ciudad! Las que vemos, las que intuimos aunque no las veamos, las que aparecen y se extinguen como un chispazo, las que fueron, las que serán y, también, las que ni fueron ni serán. ¡Son tantas, creadas y demolidas -paso a paso, mirada a mirada- por quienes las habitan, las sueñan, transitan por sus calles...!
EliminarLos juegos arquitectónicos de McCay nos divierten, nos asombran y, al mismo tiempo, creo que hay algo en ellos que reconocemos. Tal vez proceda de nuestros propios sueños o de las metamorfosis que la imaginación sabía realizar en la infancia. ¿Solo en la infancia?
Gracias, Rosa. Un abrazo.
Un placer conocer de tu mano estás arquitecturas y sus creadores.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué fiesta -arquitectónica y no solo arquitectónica- en la obra de McCay, Yolanda! Me dio pena que, al no estar disponible ya para su consulta la revista que publicó este breve artículo, se perdiese del todo, así que traje aquí al pequeño soñador con sus casas, sus ciudades, sus escaleras... ¡y su cama!
EliminarUn abrazo.