Pocos saben
que, a menudo, nos sangran los dedos a quienes defendemos la alegría. Pocos
saben cuánto sabemos del dolor. Pocos entienden nuestro a pesar de todo. No es elegante la alegría, nos dicen. Es vulgar.
Es falsa e irritante. Existen, es verdad, alegrías fingidas –y también
tristezas-, pero ni unas ni otras cuentan. Hablamos de otra cosa. ¿Recordáis
las palabras de Ray Bradbury que cité hace más o menos un año? “Todas las
mañanas salto de la cama y piso una mina. La mina soy yo. Después de la
explosión, me paso el resto del día juntando los pedazos”. Creo que la alegría
es la fuerza que nos impulsa a recoger esos fragmentos que nos constituyen, la
fuerza que los cohesiona, la fuerza que nos hace ser. Una especie de
cabezonería, en cierto modo; también, una especie de estructuración dinámica de
lo disperso. Solo eso. O nada más y nada menos que eso: como queráis.
Paul Klee, Montaña. Pueblo otoñal |
Nada de risas forzadas, por lo tanto; nada de "pensamiento positivo" ni de manuales de autoyuda. Ya veis, tampoco es para enfadarse, ni para lanzar las campanas al vuelo. Hablo de la
geometría, de lo múltiple, del movimiento. Hablo de la fuerza, hablo de lo que
llamo alegría aunque, a lo mejor, otros entendéis la palabra alegría con un
sentido diferente. No importa.
Luis Barragán, Casa Gálvez |
Ciuco Gutiérrez. El ángel de la bola |
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones
Antoine Josse, Impaciencia |
Carlo Mattioli, La sombra del árbol |
“No eres para mí solo”, escribe Pablo Neruda en su Oda a la alegría. De eso se trata. No es solo para mí, ni para ti: ¡aunque al mismo tiempo lo sea! Es también para todos aquellos que nos ayudan con su canción y que, como dice Mario Benedetti, defienden “la alegría como una trinchera”. Juntos, resistimos erguidos. La luz que tú enciendes me ilumina.
Quint Buchholz, Ilustración
|
Raoul Dufy, Arcos en Vallauris
|
Marc Chagall, Trigal en una tarde de verano |
Giovanni di Paolo, La creación del mundo, detalle |
¿Queréis más ejemplos? Un día, mi madre escuchaba una composición de Antonio Vivaldi. Me preguntó cómo podía haber compuesto una música tan alegre como la que escuchaba en ese momento, a pesar de haber estado muy enfermo desde la niñez. Y entonces pensé en lo que otro gran músico, uno de los más grandes, había escrito en su diario cuando, al regreso de una larga ausencia, se encontró con que su mujer y dos de sus hijos habían muerto: “Dios mío, no dejes que pierda mi alegría”. Ese músico, muchos lo sabréis porque conocéis su historia, era Johann Sebastian Bach.
John W. Shanabrook, Invierno oculto |
John
Baldessari
|
Aunque no es preciso seguir el camino que José Hierro nos indica: “Llegué por el dolor a la alegría”. A veces, el dolor nos conduce a otros lugares muy distintos, muy poco deseables.
Antoine Josse, Ilustración |
Quint Buchholz, Ilustración
|
Nosotros, tan pequeños, tan vulgares, nos aferramos
también, hasta que nos sangran los dedos, a nuestra pobre, triste, insensata,
ramplona, pequeña, denostada, golpeada, indómita alegría. E incluso –por no
abandonar aún la voz de Benedetti- la defendemos de la falsa alegría por
decreto. Y de la tristeza por decreto. Porque somos, porque queremos ser. Aun en la cuerda floja.
Horacio Spinetto, Venecia |
Davide Bonazzi, Ilustración |
La alegría es así.
Incomprensible. Un a pesar de todo.
No es ceguera, no es negación, no es autoengaño. No es dulce, no es blanda.
Puede ser feroz. A menudo necesita ser feroz para sobrevivir, para salvarse y
salvarnos. “Debemos tener la terquedad de aceptar la alegría en la implacable caldera
del mundo”, escribe el poeta estadounidense Jack Gilbert. ¿Terquedad? Creo que
de eso sé un poco.
Quint Buchholz, Ilustración |
Horacio
Spinetto, Nocturno
|
El caso es que, si hoy escribo
esto, es por “culpa” de José Ángel Sánchez Ibáñez (¡qué bueno es tener a
alguien a quien echar la culpa!). A través de él me llegó un texto, breve y
bello, de Olga Bernad. Es este:
“A pesar del invierno, la niebla, los coches, el ruido, el frío,
los debates, el catarro, las tareas pendientes, las horas que se escapan, la
gente que se odia, la campaña navideña, los árboles desnudos, las fachadas
sucias, los taxistas que pitan, la señora enferma con la que acabo de cruzarme,
la chinita triste que atiende el bar hacia el que me dirijo, los dedos casi
helados sujetando el cigarro, avanzo por la calle como si llevase un brasero
dentro del abrigo. No sé qué haría sin mi corazón. Vivir me gusta. Perdonen la
alegría”.
Vinnoth Krishnan, Nocturno
|
Aunque lo
pidamos, a veces no perdonan la alegría. Pero terca y calmadamente la
apretamos contra nuestro pecho, como ese verano invencible del que hablaba
Albert Camus, y la defendemos como nuestra. De todos. Porque, como él nos
recuerda, hay “que guardar intactas dentro de uno mismo una frescura, una
fuente de alegría; amar el día que escapa a la injusticia y volver al
combate con esa luz conquistada”.
Marc Rothko, Naranja y amarillo |
“No dejes que
pierda mi alegría”: para seguir siendo, para llegar a ser. Con esa luz
conquistada. Con ligereza.
Confirmo. Comparto. Concuerdo. La alegría como un reto, como una obligación, como una necesidad, como un "no queda otra". Difícil, no imposible. Por rachas, por tiempos, por edades, por épocas. Me ha servido tu post, Carmen. Lo que dices y lo que en él recoges de lo que dicen otros. Hasta los cuadros, la mayoría con la alegría de la nostalgia a cuestas. Sí, he entendido. Gracias. Te quiero.
ResponderEliminarSe lo decía hace un momento a Andrea, en otro lugar: existe el gran dolor. Las tres lo conocemos, como otras personas lo conocen. Algunas, muy pocas, se libran de él a lo largo de su vida, pero no es fácil tener esa suerte. A su lado, los otros dolores son manejables, pero de la compañía de este, Caty, no hay modo de zafarse. Una cosa, sin embargo, es que inevitablemente nos acompañe y otra, muy dstinta, que nos paralice y encierre. No: incluso de ese dolor podemos extraer la fuerza de ser. La alegría. Por ellos y, sobre todo, por nosotras,que seguimos aquí. Vivas. Sí.
EliminarYo también te quiero, cabezona :)
Carmen qué preciosidad de entrada, te diría que hoy tus letras me han gustado casi más que las pinturas con que las acompañas.
ResponderEliminarPara mi, la alegría es algo que, aunque a veces cueste y sea más fácil dejarse vencer por la tristeza, nos ayuda a relativizar, a ver las cosas de forma distinta y nunca deberíamos perderla, nos hace brillar y sentirnos vivos. Deberíamos resistir con uñas y dientes y que nada ni nadie ni siquiera y especialmente nosotros mismos, nos la quite porque sin ella no somos. Es una tarea ardua, especialmente en algunos momentos pero no desfallecer y seguir iluminando las sombras, las acaba por empequeñecer.
Besos
"Porque sin ella no somos", has escrito. Es eso, exactamente eso, Conxita. Lo difícil, lo que cuesta esfuerzo, es ser. Ser a pesar de la enfermedad o la muerte de quienes queremos, ser en contra de la tristeza, la miseria, la violencia del mundo que nos rodea. Ser a pesar de nuestra propia debilidad o nuestra cobardía. Ser, gracias a la alegría. Porque sin ella, no somos.
EliminarGracias, Conxita. Un abrazo -decidido y alegre-.
Carmen, qué alegría reencontrarte. Año Nuevo y llegas como prometiste, con textos que rezuman magia y realidad. En el fondo, intimismo. Gracias de nuevo. Mi ceguera fue (sí, fue) transitoria.
ResponderEliminarBesos
Poco a poco, cada uno de nosotros vamos desgranando historias. Y encontrándonos. Un fuerte abrazo, Emilio.
EliminarBravo Carmen!! Lo moderno está huérfano de una estética de la alegría. No es fácil de elaborar, supongo, sin caer en el almíbar. Apuesto por sacudirnos la severidad al menos los días impares. Sonrisa.
ResponderEliminar¡Qué espanto, una alegría almibarada! O una tristeza, tanto da.
EliminarMe parece que una estética de la alegría solo puede elaborarse en la casa del árbol. Venga, vamos a ello. Por lo menos, los días impares. ¿Y los pares? ¡Los borramos del calendario y ya está!
Sonrisa, Luis.
Hola, Carmen, gracias por tu texto y las ilustraciones.¡Que la fuerza de la alegría te acompañe en este nuevo año! Un abrazo grande.
ResponderEliminar¡Qué delicia el breve texto de Olga Bernad, Montse!
EliminarVenga, que nos acompañe la fuerza de esa alegría que, como nos recordaba Neruda, no es para nosotras solas. Un abrazo grande, grande, Montse.
Sí, Carmen, estremece ese "no sé qué haría sin mi corazón".
EliminarTal vez es por eso que siempre me levanto a disgusto de la cama y desearía dormir varias horas más. No me asolan grandes desgracias, pero conectar con la vida cada día, desde muy joven, me cuesta un triunfo. Tal vez es la tarea inmensa de reunir mis pedazos para formar un ente completo capaz de funcionar.
ResponderEliminarA pesar de todo, como dice Olga Bernad, yo también suelo ser un ente alegre, un alegrente. A pesar, como decía Benedetti, "también de la alegría".
Hoy casi me han gustado más tus palabras que los cuadros que las ilustran.
Un beso enorme Carmen, muchas gracias por darnos, no tan a menudo como me gustaría, una raqzón más para la alegría.
Que tu año sea muy alegre y si puede ser también muy feliz, mejor que mejor.
Un beso.
¡Es eso, Rosa! Lo que cuesta, muchas mañanas, eso de desenroscarse, ponerse las orejas, la nariz, el cerebro en la cabeza, el corazón en el pecho... ¡Qué esfuerzo, qué trabajo! Pero ahí está, al quite, la alegría, ese "vamos allá" -a la ducha, al café, a los demás, a una misma, al mundo, a la soledad y a la compañía-. La alegría: el esfuerzo por ser. Por ser con otros.
EliminarYo también te deseo esa alegría y toda la ración posible de felicidad en este año, Rosa. Mira, como hace poco me ha dicho Eva, que es una mujer y una creadora fabulosa, adelante con la alegría, nuestra arma de construcción masiva.
Un abrazo grande.
¡Qué maravilla, Carmen, tenerte de nuevo alegrando el ambiente! He disfrutado muchísimo con tu nueva entrada y, tal como varios de tus seguidores han mencionado, tus palabras resultan más bonitas que las pinturas que nos muestras.
ResponderEliminarPor experiencia, entiendo perfectamente lo que dices, pues me he topado en varias ocasiones con personas que me reprochan mi alegría. Intuyo que les ofende y la temen, tal vez porque creen que puede ser contagiosa y si lo es, probablemente puedan perder parte de ese mundo gris en el que habitan, pero en el que, al mismo tiempo, se sienten seguros. Yo, por el contrario, no me dejo impresionar por sus comentarios, sino que encuentro en ellos, la energía para seguir adelante, pese a quien pese.
Sé que has visto las fotos de la comarca del Jiloca y, después de leer esta entrada, creo que encajan perfectamente en ella. La pintura de Shanabrook me ha recordado una de mis fotos, no por los colores, que son completamente diferentes, sino por el asunto: una casa roja llena de vida rodeada de gris amenazador que casi la engulle. La mía es dorada en un campo seco con negros nubarrones que la rodean. Otra versión fotográfica sin más pretensiones artísticas que expresar un sentimiento profundo y constante. Bienvenida a la red, Carmen.
Dos de tus fotografías me han recordado mucho a pintores como Shanabrook, Hilton y Dixon. Qué reportaje, Carmela. Me ha encantado.
EliminarTienes razón respecto a lo que dices acerca del temor y rechazo que suscita en algunas personas la alegría. Otras -o las mismas- la confunden, a veces, con una especie de parodia, un tanto histriónica: ¡finjamos la alegría! ¡Impongámosla! Pobres.
En fin, la alegría, a fin de cuentas, es cosa tranquila. Por lo menos, así lo pienso.
Abrazo grande, Carmela.
Mal que les pese, que así sea. Espero que el resto de fotos que muestre también te gusten. No resulta difícil encontrar belleza en cualquier parte, includo en objetos deteriorados. Como puedes suponer, he disfrutado mucho en este viaje. Bueno, siempre disfruto, la verdad. Tengo por compañeras la alegría y la suerte de disfrutar de buen tiempo y mejor compañía. Un abrazo.
EliminarHermoso Carmen y hermosas las palabras de Olga Bernad. La alegría: la fuerza necesaria para juntar las piezas del gran mosaico que es la vida que se nos rompe a menudo en mil pedazos...cierto. Me han encantado todas y cada una de las ilustraciones de la entrada, comparto el gusto por Klee, Dufy, la luz de Rotko y como no la alegría inconfundible de Chagall del que hace no mucho leía unas declaraciones que había hecho refiriéndose a Pablo Picasso del que decía no sabía pintar: me quedé como un cuadro de Paul Klee, valga el ejemplo.
ResponderEliminarSigo aprendiendo cada día un poco más de ti Carmen. Gracias
Me tocaron hondo las palabras de Olga, cuando las leí.
EliminarLo de las teselas que nos componen lo entiendo de dos modos. Por una parte, sí, a veces se nos rompe el mosaico de nuestra vida, nos rompemos con él, en él. Por otra, al margen de esas quiebras, creo que cada uno de nosotros somos ese mosaico y día a día debemos recomponerlo para seguir viviendo. Ahí es donde pienso que entra en juego la alegría, que es solo el deseo, la voluntad de montar una y otra vez las piezas, de ensamblarlas y ponerlas en marcha. A veces da mucha pereza: creo que a todos nos sucede. Pero, bueno, aquí estamos. Testarudamente.
Elena, un abrazo muy fuerte.
Me encantó la entrada, enhorabuena.
ResponderEliminar«Creo que la alegría es la fuerza que nos impulsa a recoger esos fragmentos que nos constituyen, la fuerza que los cohesiona, la fuerza que nos hace ser. Una especie de cabezonería, en cierto modo»
Excelente definición.
Te faltó mencionar la amargura, que (en mi opinión) es la verdadera antítesis de la alegría (y su enemiga mortal). Más que la tristeza en sí (o la melancolía), que viene a ser la otra cara de la misma moneda, a fin de cuentas. Con la que la alegría armoniza bien, en el fondo (como dijiste hablando de Chagall).
Al final, el exceso de azúcar/alegría empalaga a cualquiera, hasta a un goloso. Pero sólo a un amargado le da asco de veras (más allá del empalago), ese es el matiz.
¡Para mí la alegría no es dulce! Sabe... a pomelo rojo (mi droga, por cierto).
EliminarBuena nota, la de la amargura como antítesis. Lo que disgrega y desmorona. ¡Lejos! Bastante esfuerzo cuesta esto de ser un día, y al otro también, y al otro.
Gracias, Bonifacio.
Hola Carmen, ante todo mi mejor año para ti, con alegría por leerte de nuevo. Es un texto, el que nos dejas, inspirado e inspirador con todas esas imágenes de pinturas e ilustaciones, qué regalo compañera. Un texto que lees con esa alegría de descubrir y reflexionar "la fuerza para recoger los fragmento que nos constituyen", sí, y una cabezonería también, por que no, soy terca por buscarla y por tenerla. Me encantó leerte, como siempre, un placer. Un beso fuerte Carmen
ResponderEliminarViva esa terquedad: que por mucho, mucho tiempo, nos sustente.
EliminarQue el año esté lleno de fuerza y de alegría también para ti, amiga mía. Un abrazo, Eme.
Si...ese conectarse con la vida cada mañana, solo es posible con la terquedad de la alegria.Hoy ha caido esto entre mis neuronas como agua de Mayo, lo necesitaba.Gracias Carmen.
ResponderEliminarMe alegra que haya llegado en un momento oportuno, Concha. Ya ves, lo desencadenó una Olga que no es nuestra Olga, pero que escribe de maravilla, ya lo has visto. Un abrazo enorme, amiga mía.
EliminarHola a todos y feliz año nuevo. Os lo deseo cargado de alegrías, ya que estamos con el tema.
ResponderEliminarLo cierto es que nunca he pensado mucho en ello, pero yo creo que alegría y tristeza siente todo el mundo, aunque no se de cuenta. Forma parte de la vida. Otra cosa es que, por carácter, suerte o lo que sea, haya gente más alegre y más capacitada para sentirla, pero hasta en los peores momentos los hay alegres; al menos eso cuentan muchas personas que han vivido historias para no recordar.
Quizás por eso u otras cosas, muchos de esos artistas, entre el dolor y la congoja fueron capaces de hacer cosas alegres, optimistas llenas de vida y color. Porque además de artistas tenían esa capacidad.
Yo me veo como una persona alegre; no sé como me ven los demás, y en mi experiencia eso es bueno. Te permite percivir mejor las cosas pequeñas, los colores y sensaciones que, cuando estás inmerso en la pena no puedes ver. Spinetto, Shanabrok, otros muchos pintores para mi son alegres, claramente con esos colores brillantes, pero me temo que para la gran mayoría, menos alegres lo son todo.
Supongo que como cualquier sentimiento, es difícil de medir y de precisar y cada cual lo siente ocmo puede
GRACIAS Carmen y muchos saludos a todos
¡Hola, Harry! Sí, alegría y tristeza son compañeras de nuestro camino, inevitablemente. Pero esa capacidad de seguir, de crear, a pesar de todo... es eso. Has mencionado algo muy importante: la ceguera que nos afecta cuando estamos inmersos en la pena. Nos encerramos: ciegos, sordos. Ya no vemos el mundo, pero este sigue estando ahí, a nuestro alrededor: lleno de voces, de colores, de vida. A lo mejor, la alegría es también ese abrir los ojos.
EliminarUn abrazo grande, Harry. ¡Gracias!
Pues sí, Carmen Pinedo, yo también soy muy Beneddetti defendiendo mi alegría como una trinchera. Soy papá, creo que fue a partir de ese privilegio que comenzaron todos mis pactos y tratados con dicha emoción.
ResponderEliminarQue cosas tan felices que nos traes para empezar el año. Y como siempre, Carmen, muy magistral y disfrutable este espacio tan tuyo.
Gracias.
Gracias, Jonh. Nos vemos, con tantos otros amigos, en esa trinchera´de la alegría, arma de construcción masiva -como dijo mi amiga Eva y ya cité el otro día-.
EliminarUn abrazo.
Salvo "Impaciencia", no es que me gusten mucho estos cuadros. En cambio, el texto me encanta. Creo que me lo guardo para releerlo cuando tenga un mal día. Gracias, Carmen.
ResponderEliminarPues me alegraría mucho que te alegrase, Milano, aunque fuese solo para aferrar la alegría... aun con los dedos heridos. No se nos escapa. Nos nace dentro.
EliminarUn abrazo, Milano.
¡Qué entrada más preciosa! En todos los sentidos: me ha encantado el texto (incluso emocionado) y las pinturas que lo acompañan, magníficas. A veces una siente culpabilidad de sentir la alegría, como si esta fuera la demostración del egoísmo. Pero, otras muchas veces, por suerte, siento lo mismo que Olga Bernard.
ResponderEliminarNo hay que pedir perdón por la alegría.
EliminarGracias por tu comentario, Ángeles. Un saludo.