(Anna Calvanese) Soy una devoradora de soles, aunque, cuando el día
es rico en grises, me voy, tan contenta, a vivir en una pintura japonesa en
tinta china. ¿Y las noches? ¡Ah, cómo me bebo las noches! Pero hoy apartamos
nubes y noche para quedarnos con el sol y comérnoslo. ¿Comérnoslo? Sí, claro. Como
me lo comí aquella mañana cuando, sentada en el suelo de un frontón vacío, pelé
una naranja y, gajo a gajo, sentí que era el sol –los soles- lo que inundaba mi
boca como el estallido de una risa que desbordaba el universo. Ya veis, qué
exageración: total, por comerse una naranja. Pero algo sucedió –aún no sé qué
fue-, porque horas después, ya anochecido, vinieron a buscarme, inquietos por
mi ausencia, y allí estaba, sentada en el suelo, sosteniendo aún en la mano
lo que restaba de la fruta. Supe que no me había dormido, pero tampoco me había
percatado del transcurso de las horas. Mi cuerpo estaba entumecido. “¿Esto es
lo que sucede –me pregunté- cuando se comen soles?”.
Odilon Redon, El
niño
Marsden Hartley, Limones y naranjas
Naranja. No solo la fruta que dio nombre al color cuando
los comerciantes portugueses trajeron el árbol a Europa, allá por el siglo XV. La
naranja amarga, de origen persa, se conocía entre nosotros ya desde la época
del califato de Córdoba. Vino después la otra naranja, la que traía en su
interior la dulzura del sol. Un sol con el que también Carlos Fuentes
identifica a la naranja y, así, lo come y sorbe y muerde y bebe. “El cielo –escribe-
abrazándolo todo, en el centro el Sol como una gran naranja en llamas y debajo
de todo, una minúscula esfera”.
Vincent Van Gogh, Sauces al atardecer
Frans Floris, Adán
y Eva
Fue naranja, y no manzana ni granada, la fruta que,
según algunas versiones, crecía en el árbol del conocimiento, y ahí entiendo la
tentación y la caída, cómo no voy a entenderla. Como he comentado en alguna
otra ocasión, si hubiera estado en el lugar de Eva y el fruto prohibido
hubiese sido un pomelo rojo, ni a Dios le habría dado tiempo a formular el veto: ¡antes me habría comido todo el árbol!
Mark Rothko, Naranja
Paul Gauguin, Naranjas
de Tahití
Los artistas nos tientan con sus naturalezas vivas.
¿Vivas? Sí, claro. ¿Cómo podríamos llamar “naturaleza muerta” a estos limones y
estas naranjas que configuran una auténtica fiesta cítrica? Hay vida, mucha
vida, en estas frutas que huelen a luz y saben a sonrisa. Decidme: ¿hacia qué
frutas tendéis vuestra mano, vuestros labios, vuestra hambre y vuestra sed? ¿Las
que nos ofrece Gauguin, las de Kirchner, las de Rippl-Rónai, las de Matisse? Las
que queráis. Todas.
Ernst Ludwig Kirchner, Bodegón
József Rippl-Rónai, Bodegón
Henri Matisse, Cesta
con frutas
Wassily Kandinsky, Naranja
Pero no solo comemos la fruta, no solo comemos los
soles. Vamos a comernos el color, si os apetece. Un color que a veces se
desliza hacia el amarillo y a veces hacia el rojo, sin ser ninguno de ellos
aunque sí… su fruto. Al otro lado del naranja, el azul: he aquí dos colores que
amo. Uno de ellos, el naranja, poco apreciado en occidente: no así en oriente,
donde se le confiere un carácter de transición y espiritualidad. Es un color
gozoso, en cualquier caso, amado por los niños. Un color solar que para
Kandinsky tiene el sonido de una viola o el de de una campana que llama al
ángelus.
Wassily Kandinsky, Naranja
Odilon Redon, Sin
título
¿Os suena a naranja la viola de gamba? Yo no sé qué
decir. No olvido un sueño bellísimo en el que los chopos llovían sobre mi
cuerpo sus hojas amarillas y anaranjadas, y era todo la voz del violín. ¿Tal
vez por el amarillo? No puedo contestar: no soy Kandinsky. En cualquier caso, no
siempre escuchamos del mismo modo los colores. El naranja, para mí, suena a
veces a campanas, es cierto, y se puede bailar, y a veces suena a risa
infantil, y también se baila. Sabe a verano o, más exactamente, a un a punto
del verano, allá por junio, y también a otoño o a un a punto del otoño.
Plenitud y transición, a un tiempo.
Robert Motherwell, Variaciones de naranja 24
Nicolas de Staël, Playa de Siracusa
Saboreamos el naranja en los bodegones en los que
se representa la fruta, pero también en la pintura no figurativa, en los
paisajes, en las ropas, en los cuerpos.
Frederick Leighton, Sol ardiente de junio
Ernst Ludwig Kirchner, Desnudo naranja y amarillo
Paul Cézanne, Monte
Sainte-Victoire visto desde la
Cantera de Bibemus
Mirad a vuestro alrededor, abrid los ojos para
acoger en vuestra mirada el naranja de los campos, de las nubes, de las
piedras, de los árboles. Dejad que os inunde su calidez, que os acaricie su
solar alegría. ¡Reíd con la risa naranja de los niños, sed campana! Sin duda,
recordáis estas frases de Albert Camus, el bienamado: “En lo más
profundo del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí se encuentra un invencible verano”. ¡Invencible naranja de ese verano que arde en nuestro interior!
Miradlo: ahí lo tenéis. Muy dentro -¡tan dentro!- de cada uno de nosotros.
Felix Vallotton, Paisaje
Alexei von Jawlensky, Murnau, paisaje con nube naranja
Emil Nolde, Paisaje
No quiero engañaros: habrá quien
no entienda vuestra risa naranja. Habrá, incluso, quien no perdone vuestro
junio. Disculpad su severidad: nunca comieron soles. Tal vez no sepan navegar
por mares de color y fábula. Tal vez no saben, o les da un poco de miedo, o
piensan que eso es poco serio. A lo mejor tampoco leyeron a Carlos Fuentes: “Los
dos miramos hacia los huertos del naranjo que nos rodean. Quisiera que el lobo
entendiese: El naranjo, el animal y yo somos sobrevivientes...”.
Paul Klee, Cuento
Abriré de nuevo la puerta del hogar. Plantaré de nuevo la semilla del
naranjo
(Carlos Fuentes, El naranjo, o los
círculos del tiempo)
Fantástico,Carmen! He disfrutado muchísimo. De pequeña engullía cada tarde los colores del ocaso. Debe ser por eso que me gusta tanto este color. Ahora desayuno todos los naranjas que nos muestras para empezar este soleado día. Un abrazo.
¡Otra devoradora de soles, qué alegría! ¿Te has dado cuenta de que el sol del atardecer sabe distinto al de la mañana? Pero los dos están ricos. Un abrazo, Yolanda.
A mi el sol de la mañana me sabe más ligero como un zumo de soles recién exprimido, te da energía, esperanza, pasión, te hace respirar profundo; el sol de atardecer sabe como un pastel de soles de ayer, para comer despacio, sin prisa, casi como un premio mientras reflexionas de todo lo que ha sucedido entre soles.
Este post me ha venido tan al dedillo...hoy escribí una reflexión improvisada dobre el verano, tengo mono de verano, de sol, de días largos, de risas...y ha sido leer este y recordar la plaza y los naranjos encendidos de Machado y mi mono ha crecido, jejeje.
Me encanta lo de Naturalezas vivas, Matisse nunca ha pintado nada que parezca muerto. Como siempre un post espectacular, me ha encantado. Besos y feliz jueves.
¡La plaza y los naranjos encendidos! Hoy hace calor aquí, al sol. No tardaremos mucho en empezar a decir: "¡qué calor, qué calor!". Somos así :) Tienes razón: todo lo que pintó Matisse está vivo. ¡Y encendido como los naranjos! Un abrazo de sol y risa y de días largos y luminosos, Marigem.
Es curioso, pero muchas veces he pensado que cómo pudo Eva sucumbir a la tentación de una simple manzana. Y me ponía en su lugar y me veía sucumbiendo por una naranja o un plato de fresas. Cuántas veces he dicho que, porque estamos muy acostumbrados a ella, pero la naranja es la fruta más perfecta, exquisita y sofisticada que existe. Y aunque mis colores son de la gama del azul, esta entrada, dedicada a fagocitar soles me parece todo un adelanto de la primavera que llega. Aquí un poco más tarde que ahí. Por cierto hace meses que tengo en mi blog un cuadro que te robé (con tu permiso): concretamente el Odilon Redon que pone "sin título". Es maravilloso. Un beso.
¡Ja ja, coincidimos con lo de la tentación, Rosa! A mí una manzana... no sé, tal vez me habría tentado una de esas manzanas verdes, ácidas, que yo llamo "efervescentes" y que, más que comer, comes-bebes. !Pero una naranja o un pomelo...! Irresistibles.¡O unas moras negras, imagínate! Un beso naranja, Rosa.
Se dice que la figura más perfecta es la esfera, de tal modo la naranja, jugosa y refrescante, ese pequeño sol hecho fruta, tendría que ser el fruto perfecto. Para los orientales, la naranja es el color de la paz y la devoción, así que Kandinsky estaba muy cercano en sus percepciones. En este mismo instante, y para aplacar el calor que le corresponde a esta parte del hemisferio, con tu permiso, me voy a disponer a caer en una anaranjada tentación...
Yo he vuelto a caer esta tarde, Lú. Me he preparado un zumo gigantesco al que he añadido (soy muy tragona) un plátano troceado. Es curioso cómo en occidente asociamos el azul con la espiritualidad y en oriente el naranja asume, en gran medida ese papel. Colores bellos, ambos. Un abrazo, Lú.
Hola Carmen, Me encanta el naranja, me parece un color positivo, que llena de energía como la que impregna las pinturas que nos muestras, comparto totalmente esa frase de Camus En lo más profundo del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí se encuentra un invencible verano, y tu espectacular ese invencible naranja de ese verano que arde en nuestro interior, precioso. Mi favorito esta vez es el paisaje de Emil Nolde. Un beso
¡Los paisajes de Nolde! Y, bueno, Camus... ¡Toda la vida tan, tan cerca! Hay autores que nos gustan, pero hay otros que explican lo que somos, que colman nuestra vida. Tal vez Camus encendió y alimenta desde hace muchísimos años ese verano naranja e invencible. Un abrazo, Conxita.
El naranja con todos los matices que tiene siempre me ha gustado. Visto en cuadros de esos pintores me provoca una emoción fantástica. Muchas gracias por ello, Carmen. Entrar en tu blog y disfrutar es todo uno. Si tuviera que elegir un cuadro de todos los que muestras no sabría con cual quedarme, quizás con el de Odilon Redon. Un beso
Se lo comentaba hace un momento a una amiga, Juan Carlos: el naranja es cálido y refrescante a la vez. Tal vez por eso nos atraiga. Además de por su alegría, claro. Un abrazo solar. Bueno, y también lunar :)
El caso es que suelo meter unas broncas terribles a pintores como Frederick Leighton (cosas mías), pero supongo que es el naranja el que hace que me reconcilie con él en ese cuadro. ¿No me puedo comer a ningún comentarista? ¿Ni siquiera un poco? ¡No, si me haréis pasar hambre! ;)
Que maravilla Carmen. Que alegría de naranjas:tanto que decir... Hace ahora un año planté Caléndulas, florecen todo el año, es una explosión de luz, fuerza y alegría permanente en mi terraza. La pintura de Rothko no me canso de mirarla, admiro todas sus obras, me gusta su silencio y con ella me ensimismo y medito. Un beso
Es envolvente la pintura de Rothko. Me produce una sensación curiosa: por una parte, la percibo como un lugar donde estar; por otra, siento que ese lugar es interior. De un modo u otro, surge el ensimismamiento que mencionas. Me gustan las caléndulas. Elena, tienes la terraza llena de sonrisas. Un abrazo.
Carmen ¿me dejas elegir un naranja? Si es así me quedo con el Odilon que motea el bello color con flores primaverales. Magnífico post sobre el color naranja en el arte. Gracias por mostrarme esas maravillas que desconozco.
Que bonito esa expresión comer soles. El color naranja tiene matices entre amarillos y rojos y el perfecto naranja no se cómo definirlo. Es un color que me gusta en todas su variantes. Preciosos cuadros con muestras en la alegría del naranja. Un abrazo
Cuando preguntaste en otra entrada cuál era nuestro color del invierno, te dije que el naranja y verde por la abundancia de elementos que veo a diario que los contienen: Nada más poner el pie en la calle, me topo con un naranjo, desayuno zumo de naranjas, mi trayecto al trabajo está plagado de naranjos y por ende, el de vuelta a casa, los atardeceres de L'Albufera son anaranjados en toda su gama...¿cómo no va a gustarme el naranja? Como soles a diario y me encanta disfrutar de ese privilegio todo el año. Gracias, Carmen, por tu sabrosa y jugosa entrada. ¿Puedo añadir los melocotones también? Me encanta la imagen que muestras al inicio. Incluso el niño luce el color en su camiseta,¡qué casualidad!.
¡Es un niño Rothko! Se aceptan melocotones, aunque desde hace tiempo no es fácil encontrar uno cuyo sabor se corresponda con el aroma. El caso es que nosotras llenamos el frutero... y lo vaciamos, comedora de soles. Un fuerte abrazo, Carmela.
Me he comido a bocados y bebido a sorbos todos los naranjas que nos has dejado. Qué emocionante ha sido caminar por tus letras a la velocidad de un rayo y al paso de una tortuga para empaparme bien ( así estoy ahora anaranjada )de toda su dulzura. Gracias. Te sonrío con el Alma.
Las naranjas que mejor saben son las que se comen a pie del árbol, pelándolas con las manos y dejando que el zumo se deslice por ellas. ¡Ah, qué deliciosas! Una sonrisa con abrazo, un abrazo con sonrisa, DesdMiVentana H.
El sol es vida y las naranjas también. O es que a alguien se le había ocurrido que sin naranjas no habría soles que comer? Mi abuela, mi musa, siempre me decía que las naranjas habían salvado muchas vidas en la Guerra Civil y que si no se comían al poco de estar cogidas del árbol ellas mismas se bebían, se consumían poco a poco y se secaban. Algo así pasa con las personas, cuando no se cuidan a tiempo, se secan, se consumen a sí mismas. Naranja es vida. Sol es vida. Gracias, Carmen, como siempre espléndida!
Qué bonito lo que has contado, Eli: qué grande era tu musa,tu abuela. Era sol, era vida, y todo eso es lo que te ha legado. Gracias, amiga. Un abrazo grande.
Cada semana nos presentas artistas desconocidos para mí y cuadros llenos de atrevimiento. El arte es atrevido. Debe serlo. La creatividad lo es. Un cuadro naranja de crepúsculos efímeros inmortalizado. Tan paradójico como la naranja ácida que elimina la acidez gástrica. Naranja es la luz que queda después de hacer el cielo azul. Complementario, paradójico, apacible. Bebo de tu refrescante blog. Gracias.
Vivir es atrevido. Aun la vida más apacible requiere arrojo. Así que también el arte, también la creatividad. Qué bello: naranja es la luz que queda después de hacer el cielo azul. Gracias, Galefod.
La próxima vez que comas una naranja, piensa en el sol, el agua y todo lo que alimentó ese fruto. A través de la naranja, saborearás el sol. Un abrazo, Baile del Norte.
Qué alegría de post y de música, te ha salido redondo, brillante y dulce: justo como la naranja del pecado original. Carmen, eres una caso claro de sinestesia. Saludos.
Gerardo, hace un ratito me he comido... la luna. Ha salido naranja, naranja, y no me he podido contener. Estaba riquísima. ¡Saludos y que tengas una excelente semana, redonda, brillante y dulce ;)!
Hola a todos: me gustan casi todos los colores y el naranja está entre ellos. Las cortinas de la cocina son naranjas y cuando les de el sol por la mañana... os podeis imaginar. Me gustan las naranjas, sobre todo las recién llegadas en invierno, grandes, algo ácidas y llenas de zumo y me gustan todos los cuadros, sobre todo Kandinsky.
En fin, que hoy he salido especialmente contenta leyendo tanto naranja y pintando tantos buenos recuerdos y gustos. Si he de ponerle un pero, sería al sol. Para mí, siempre será amarillo,amarillo canario, aunque su gama de color es amplia y fascinante. Saludines
¡Nos podemos comer el sol en un limón! Veo el sol naranja de tus cortinas, por la mañana. Me gusta. Sonrisa y abrazo y el deseo de que disfrutes de una buena semana... naranja, Harry.
El cuento de Paul Klee. Magnífico. Un naranja especial. A propósito de soles...La clave, como todo, está en sobrevivir... Me has recordado esto...
Audre Lorde y Constancia de la supervivencia
Para aquellas personas que vivimos en la orilla sobre el filo constante de la decisión, cruciales y solas, para quienes no podemos abandonarnos al sueño de la elección, a quienes amamos en los umbrales, mientras vamos y volvemos, en las horas entre amaneceres, mirando hacia dentro y hacia fuera, al tiempo antes y después, buscando un ahora que pueda alimentar futuros, como el pan en la boca de las personas pequeñas, para que sus sueños no reflejen la muerte de los nuestros: Para aquellas personas de nosotras que fuimos marcadas por la impronta del miedo, esa línea leve del centro de nuestras frentes, de cuando aprendimos a temer mamando de nuestras madres porque con este arma, esta ilusión de que podría existir un lugar seguro, los pies de plomo esperaban silenciarnos. Para todas nosotras personas, este instante y este triunfo: supuestamente, no sobreviviríamos. Y cuando el sol amanece tememos que no permanezca en el cielo, cuando el sol se pone tememos que no vuelva a salir al alba, cuando nuestro estómago está lleno tememos el empacho, cuando está vacío tememos no volver a comer jamás, cuando nos aman tememos que el amor desaparezca, cuando estamos en soledad tememos no volver a encontrar el amor, y cuando hablamos tememos que nuestras palabras no sean escuchadas ni bienvenidas, pero cuando callamos seguimos teniendo miedo. Por eso, es mejor hablar recordando que no se esperaba que sobreviviéramos.
Vía +Claudia Almada. ... Gracias por tus estupendos post +Carmen Pinedo
Es que Klee... ¡Qué poema! No lo conocía. ¡Gracias, Azahara! Dime: ¿hay alguien que no viva en la orilla, que no camine por la cuerda floja aunque sea riendo, aun haciendo insensatos volatines sin ignorar -¿cómo ignorarlo?- el vacío? Supervivientes contra pronóstico. Gracias, porque buscas.
Es verdad, el naranja a veces sabe a verano y otras a otoño; unas veces a amanecer y otras a ocaso. Es el color favorito de mi niña sirena desde siempre. Precioso Carmen, y precioso naranja. Muchos besos!
Que sea el color favorito de tu niña sirena es otro motivo para amar el naranja, Eva. La naturaleza está llena de este color. Y nuestra risa. Un abrazo grandote.
Fantástico,Carmen! He disfrutado muchísimo. De pequeña engullía cada tarde los colores del ocaso. Debe ser por eso que me gusta tanto este color. Ahora desayuno todos los naranjas que nos muestras para empezar este soleado día.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Otra devoradora de soles, qué alegría! ¿Te has dado cuenta de que el sol del atardecer sabe distinto al de la mañana? Pero los dos están ricos. Un abrazo, Yolanda.
EliminarGracias por tu risa de junio.
ResponderEliminarQue suena en marzo... Gracias a ti.
EliminarA mi el sol de la mañana me sabe más ligero como un zumo de soles recién exprimido, te da energía, esperanza, pasión, te hace respirar profundo; el sol de atardecer sabe como un pastel de soles de ayer, para comer despacio, sin prisa, casi como un premio mientras reflexionas de todo lo que ha sucedido entre soles.
ResponderEliminarCoincidimos. A mí el sol del atardecer me sabe también más dulce, más de comer que de beber. El sonido también es distinto.
EliminarEste post me ha venido tan al dedillo...hoy escribí una reflexión improvisada dobre el verano, tengo mono de verano, de sol, de días largos, de risas...y ha sido leer este y recordar la plaza y los naranjos encendidos de Machado y mi mono ha crecido, jejeje.
ResponderEliminarMe encanta lo de Naturalezas vivas, Matisse nunca ha pintado nada que parezca muerto.
Como siempre un post espectacular, me ha encantado.
Besos y feliz jueves.
¡La plaza y los naranjos encendidos!
EliminarHoy hace calor aquí, al sol. No tardaremos mucho en empezar a decir: "¡qué calor, qué calor!". Somos así :)
Tienes razón: todo lo que pintó Matisse está vivo. ¡Y encendido como los naranjos!
Un abrazo de sol y risa y de días largos y luminosos, Marigem.
Es curioso, pero muchas veces he pensado que cómo pudo Eva sucumbir a la tentación de una simple manzana. Y me ponía en su lugar y me veía sucumbiendo por una naranja o un plato de fresas. Cuántas veces he dicho que, porque estamos muy acostumbrados a ella, pero la naranja es la fruta más perfecta, exquisita y sofisticada que existe. Y aunque mis colores son de la gama del azul, esta entrada, dedicada a fagocitar soles me parece todo un adelanto de la primavera que llega. Aquí un poco más tarde que ahí.
ResponderEliminarPor cierto hace meses que tengo en mi blog un cuadro que te robé (con tu permiso): concretamente el Odilon Redon que pone "sin título". Es maravilloso.
Un beso.
¡Ja ja, coincidimos con lo de la tentación, Rosa! A mí una manzana... no sé, tal vez me habría tentado una de esas manzanas verdes, ácidas, que yo llamo "efervescentes" y que, más que comer, comes-bebes. !Pero una naranja o un pomelo...! Irresistibles.¡O unas moras negras, imagínate!
EliminarUn beso naranja, Rosa.
Se dice que la figura más perfecta es la esfera, de tal modo la naranja, jugosa y refrescante, ese pequeño sol hecho fruta, tendría que ser el fruto perfecto.
ResponderEliminarPara los orientales, la naranja es el color de la paz y la devoción, así que Kandinsky estaba muy cercano en sus percepciones.
En este mismo instante, y para aplacar el calor que le corresponde a esta parte del hemisferio, con tu permiso, me voy a disponer a caer en una anaranjada tentación...
Yo he vuelto a caer esta tarde, Lú. Me he preparado un zumo gigantesco al que he añadido (soy muy tragona) un plátano troceado.
EliminarEs curioso cómo en occidente asociamos el azul con la espiritualidad y en oriente el naranja asume, en gran medida ese papel. Colores bellos, ambos.
Un abrazo, Lú.
Ups... quise decir el color naranja... ^_^
ResponderEliminarHola Carmen,
ResponderEliminarMe encanta el naranja, me parece un color positivo, que llena de energía como la que impregna las pinturas que nos muestras, comparto totalmente esa frase de Camus En lo más profundo del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí se encuentra un invencible verano, y tu espectacular ese invencible naranja de ese verano que arde en nuestro interior, precioso.
Mi favorito esta vez es el paisaje de Emil Nolde.
Un beso
¡Los paisajes de Nolde! Y, bueno, Camus... ¡Toda la vida tan, tan cerca! Hay autores que nos gustan, pero hay otros que explican lo que somos, que colman nuestra vida. Tal vez Camus encendió y alimenta desde hace muchísimos años ese verano naranja e invencible.
EliminarUn abrazo, Conxita.
El naranja con todos los matices que tiene siempre me ha gustado. Visto en cuadros de esos pintores me provoca una emoción fantástica. Muchas gracias por ello, Carmen. Entrar en tu blog y disfrutar es todo uno. Si tuviera que elegir un cuadro de todos los que muestras no sabría con cual quedarme, quizás con el de Odilon Redon.
ResponderEliminarUn beso
Se lo comentaba hace un momento a una amiga, Juan Carlos: el naranja es cálido y refrescante a la vez. Tal vez por eso nos atraiga. Además de por su alegría, claro. Un abrazo solar. Bueno, y también lunar :)
EliminarPrecioso lo de "comer soles" y excelente selección de cuadros. Siempre me fascinó el Sol ardiente de Leighton, no sé por qué.
ResponderEliminarEl nombre de los comentaristas del chat también sale en naranja. No te comas a ninguno.
El caso es que suelo meter unas broncas terribles a pintores como Frederick Leighton (cosas mías), pero supongo que es el naranja el que hace que me reconcilie con él en ese cuadro.
Eliminar¿No me puedo comer a ningún comentarista? ¿Ni siquiera un poco? ¡No, si me haréis pasar hambre! ;)
Que maravilla Carmen. Que alegría de naranjas:tanto que decir... Hace ahora un año planté Caléndulas, florecen todo el año, es una explosión de luz, fuerza y alegría permanente en mi terraza. La pintura de Rothko no me canso de mirarla, admiro todas sus obras, me gusta su silencio y con ella me ensimismo y medito. Un beso
ResponderEliminarEs envolvente la pintura de Rothko. Me produce una sensación curiosa: por una parte, la percibo como un lugar donde estar; por otra, siento que ese lugar es interior. De un modo u otro, surge el ensimismamiento que mencionas.
EliminarMe gustan las caléndulas. Elena, tienes la terraza llena de sonrisas.
Un abrazo.
Carmen ¿me dejas elegir un naranja? Si es así me quedo con el Odilon que motea el bello color con flores primaverales. Magnífico post sobre el color naranja en el arte. Gracias por mostrarme esas maravillas que desconozco.
ResponderEliminarTuyos los naranjas de Redon, Francisca. Hablas de primavera: con qué fuerza ha estallado ya aquí, en nuestra tierra, ¿verdad? Un abrazo.
EliminarSí, creo que la primavera tiene tantas ganas de brotar que se ha comido unos cuantos días de invierno para hacerlo.
EliminarQue bonito esa expresión comer soles. El color naranja tiene matices entre amarillos y rojos y el perfecto naranja no se cómo definirlo. Es un color que me gusta en todas su variantes. Preciosos cuadros con muestras en la alegría del naranja. Un abrazo
ResponderEliminarEs verdad, cuántos matices, cuántas diferencias entre unos naranja y otros. ¡Y cómo nos seducen todos ellos!
EliminarUn abrazo, artista.
Cuando preguntaste en otra entrada cuál era nuestro color del invierno, te dije que el naranja y verde por la abundancia de elementos que veo a diario que los contienen: Nada más poner el pie en la calle, me topo con un naranjo, desayuno zumo de naranjas, mi trayecto al trabajo está plagado de naranjos y por ende, el de vuelta a casa, los atardeceres de L'Albufera son anaranjados en toda su gama...¿cómo no va a gustarme el naranja? Como soles a diario y me encanta disfrutar de ese privilegio todo el año. Gracias, Carmen, por tu sabrosa y jugosa entrada. ¿Puedo añadir los melocotones también? Me encanta la imagen que muestras al inicio. Incluso el niño luce el color en su camiseta,¡qué casualidad!.
ResponderEliminar¡Es un niño Rothko!
EliminarSe aceptan melocotones, aunque desde hace tiempo no es fácil encontrar uno cuyo sabor se corresponda con el aroma. El caso es que nosotras llenamos el frutero... y lo vaciamos, comedora de soles. Un fuerte abrazo, Carmela.
Me he comido a bocados y bebido a sorbos todos los naranjas que nos has dejado.
ResponderEliminarQué emocionante ha sido caminar por tus letras a la velocidad de un rayo y al paso de una tortuga para empaparme bien ( así estoy ahora anaranjada )de toda su dulzura.
Gracias.
Te sonrío con el Alma.
Las naranjas que mejor saben son las que se comen a pie del árbol, pelándolas con las manos y dejando que el zumo se deslice por ellas. ¡Ah, qué deliciosas!
EliminarUna sonrisa con abrazo, un abrazo con sonrisa, DesdMiVentana H.
El sol es vida y las naranjas también. O es que a alguien se le había ocurrido que sin naranjas no habría soles que comer? Mi abuela, mi musa, siempre me decía que las naranjas habían salvado muchas vidas en la Guerra Civil y que si no se comían al poco de estar cogidas del árbol ellas mismas se bebían, se consumían poco a poco y se secaban.
ResponderEliminarAlgo así pasa con las personas, cuando no se cuidan a tiempo, se secan, se consumen a sí mismas.
Naranja es vida. Sol es vida.
Gracias, Carmen, como siempre espléndida!
Qué bonito lo que has contado, Eli: qué grande era tu musa,tu abuela. Era sol, era vida, y todo eso es lo que te ha legado. Gracias, amiga. Un abrazo grande.
EliminarCada semana nos presentas artistas desconocidos para mí y cuadros llenos de atrevimiento. El arte es atrevido. Debe serlo. La creatividad lo es. Un cuadro naranja de crepúsculos efímeros inmortalizado. Tan paradójico como la naranja ácida que elimina la acidez gástrica. Naranja es la luz que queda después de hacer el cielo azul. Complementario, paradójico, apacible. Bebo de tu refrescante blog. Gracias.
ResponderEliminarVivir es atrevido. Aun la vida más apacible requiere arrojo. Así que también el arte, también la creatividad.
EliminarQué bello: naranja es la luz que queda después de hacer el cielo azul.
Gracias, Galefod.
Comerse el sol,... con todo lo que representa. Ya me gustaría! Hermosa entrada Carmen
ResponderEliminarLa próxima vez que comas una naranja, piensa en el sol, el agua y todo lo que alimentó ese fruto. A través de la naranja, saborearás el sol. Un abrazo, Baile del Norte.
EliminarQué alegría de post y de música, te ha salido redondo, brillante y dulce: justo como la naranja del pecado original. Carmen, eres una caso claro de sinestesia.
ResponderEliminarSaludos.
Gerardo, hace un ratito me he comido... la luna. Ha salido naranja, naranja, y no me he podido contener. Estaba riquísima. ¡Saludos y que tengas una excelente semana, redonda, brillante y dulce ;)!
EliminarHola a todos:
ResponderEliminarme gustan casi todos los colores y el naranja está entre ellos. Las cortinas de la cocina son naranjas y cuando les de el sol por la mañana... os podeis imaginar.
Me gustan las naranjas, sobre todo las recién llegadas en invierno, grandes, algo ácidas y llenas de zumo y me gustan todos los cuadros, sobre todo Kandinsky.
En fin, que hoy he salido especialmente contenta leyendo tanto naranja y pintando tantos buenos recuerdos y gustos.
Si he de ponerle un pero, sería al sol. Para mí, siempre será amarillo,amarillo canario, aunque su gama de color es amplia y fascinante.
Saludines
¡Nos podemos comer el sol en un limón!
EliminarVeo el sol naranja de tus cortinas, por la mañana. Me gusta.
Sonrisa y abrazo y el deseo de que disfrutes de una buena semana... naranja, Harry.
El cuento de Paul Klee. Magnífico. Un naranja especial.
ResponderEliminarA propósito de soles...La clave, como todo, está en sobrevivir... Me has recordado esto...
Audre Lorde y Constancia de la supervivencia
Para aquellas personas que vivimos en la orilla
sobre el filo constante de la decisión,
cruciales y solas,
para quienes no podemos abandonarnos
al sueño de la elección,
a quienes amamos en los umbrales,
mientras vamos y volvemos,
en las horas entre amaneceres,
mirando hacia dentro y hacia fuera,
al tiempo antes y después,
buscando un ahora que pueda alimentar
futuros,
como el pan en la boca de las personas pequeñas,
para que sus sueños no reflejen
la muerte de los nuestros:
Para aquellas personas de nosotras
que fuimos marcadas por la impronta del miedo,
esa línea leve del centro de nuestras frentes,
de cuando aprendimos a temer mamando de nuestras madres
porque con este arma,
esta ilusión de que podría existir un lugar seguro,
los pies de plomo esperaban silenciarnos.
Para todas nosotras personas,
este instante y este triunfo:
supuestamente, no sobreviviríamos.
Y cuando el sol amanece tememos
que no permanezca en el cielo,
cuando el sol se pone tememos
que no vuelva a salir al alba,
cuando nuestro estómago está lleno tememos
el empacho,
cuando está vacío tememos
no volver a comer jamás,
cuando nos aman tememos
que el amor desaparezca,
cuando estamos en soledad tememos
no volver a encontrar el amor,
y cuando hablamos
tememos que nuestras palabras
no sean escuchadas
ni bienvenidas,
pero cuando callamos
seguimos teniendo miedo.
Por eso, es mejor hablar
recordando
que no se esperaba que sobreviviéramos.
Vía +Claudia Almada.
...
Gracias por tus estupendos post +Carmen Pinedo
Es que Klee...
Eliminar¡Qué poema! No lo conocía. ¡Gracias, Azahara! Dime: ¿hay alguien que no viva en la orilla, que no camine por la cuerda floja aunque sea riendo, aun haciendo insensatos volatines sin ignorar -¿cómo ignorarlo?- el vacío? Supervivientes contra pronóstico.
Gracias, porque buscas.
Es verdad, el naranja a veces sabe a verano y otras a otoño; unas veces a amanecer y otras a ocaso. Es el color favorito de mi niña sirena desde siempre. Precioso Carmen, y precioso naranja. Muchos besos!
ResponderEliminarQue sea el color favorito de tu niña sirena es otro motivo para amar el naranja, Eva.
EliminarLa naturaleza está llena de este color. Y nuestra risa. Un abrazo grandote.