Glenn Brady (1966)
“Eran graciosos, fuertes, groseros,
locos, violentos y, en muchos casos, ahora están muertos”, cuenta Glenn, y añade: “se quemaron muy
brillantemente”. Tenía quince años cuando se adentró en ese mundo. Alcohol,
drogas, ya sabéis: ¿quién, entre nosotros, no ha dejado atrás a amigos que se
extraviaron en esos laberintos? Tampoco la infancia del chico fue fácil, pero
vamos a dejarlo aquí, si os parece, para aproximarnos a la obra de este pintor
y músico australiano que nunca estudió arte. Vagaba –aún lo hace- por los
suburbios, por los polígonos industriales, por los astilleros y los centros
comerciales; recorría –y recorre- las vías de tren, las playas, las carreteras,
los sueños y las pesadillas. Él ve, junto a la basura, el juego de la sombra y
la luz; ve los colores del cielo y el vuelo de los pájaros; ve la belleza de un
árbol. Ve todo esto y lo pinta para que nosotros también lo veamos. Y lo vemos.
Junto a la basura, la belleza.
Nos asalta una sensación de inestabilidad al
contemplar muchas de las obras de Glenn Brady. Las casas se inclinan, tiemblan;
los postes telefónicos se retuercen, el suelo ondula: todo lo que nos rodea
muestra una extraña e inquietante vitalidad. Tal vez tierra, postes, casas y
árboles bailen al ritmo de la música que Glenn y sus compañeros tocan en su
banda. Aunque a lo mejor se estremecen porque todo palpita y ese latido en el
corazón de las cosas hace que el mundo fluya, tan vivo que a veces parece que
se vaya a caer.
Caer como algunos de los personajes que pinta Brady, o como un gigantesco ángel –“hombre o mujer, no lo sé”- cayó, en el sueño de Gérard de Nerval, en un estrecho y oscuro patio de París. El ángel quedó atrapado, con sus alas plegadas y arrugadas “a lo largo de los tejados y las balaustradas”. Si desplegaba las alas para volar, derrumbaría los edificios; si no las abría, moriría. El poeta despertó de su sueño con un grito de espanto. No sabemos qué hizo el ángel. Muchos piensan que murió.
Todo fluye en estas obras excepto el agua de un río, atrapada –como un ángel- en la fijeza del rojo. El cielo, en cambio, se incendia y tintinea, hecho y deshecho en garabatos, líneas serpenteantes y remolinos en los que espejea la tierra. Esta naturaleza viva, estos cielos y árboles que parecen tender sus brazos en un grito mudo, traen a nuestra memoria el nombre de un grandísimo artista que, como Glenn, también estuvo ingresado en instituciones psiquiátricas. No hace falta escribir el nombre que aflora a los labios de todos nosotros.
Hay
muchas casas en las pinturas de Brady. Altos edificios o casas bajas y
pequeñas, como cabañas. Hay también palafitos que se aúpan sobre el agua y casas
que crecen de la tierra, casas que se estremecen como los árboles que se
hermanan con ellas y otras que inclinan sus cabezas para asomarse al río y
quizás, comprobar si llevan las tejas bien peinadas. Casas, muchas casas, y las
personas que habitan en ellas: gente buena y mala, como nos recuerda Glenn,
“normal y extraña, feliz, enamorada, enojada y triste, no amada. Olvidados que
habitan entre la red interminable de las carreteras principales”.
También hay plazas y descampados donde juegan los niños del mismo modo
que hacía Glenn con sus amigos. “No olvides que tus manos y pies
también son rojos”, recuerdan al que se va: rojos de tierra, de la tierra roja o de los balones rojos
de la risa infantil.
Risa o grito. Pesadilla. Las pinturas de Brady incitan a narrar historias. "Tengo miedo. Intento no
decir nada, pero tengo miedo. Hay seres oscuros que se ocultan en las sombras y
acechan desde ellas, vigilantes. Criaturas tristes provistas de picos, alas,
garras". Tal vez se asemejan, para Brady, a esa gente vestida con enormes batas
–¿o alas?- negras que flota lentamente: así es como Glenn imagina las
nubes tormentosas que se ciernen sobre la playa donde vive. Una playa en la
que, a veces, la vegetación tiende brazos y manos hacia la figura solitaria que
se halla en la orilla.
Inquietud. Hay mucha soledad en las noches de este artista, en sus figuras, en las líneas férreas que atraviesan los suburbios y los campos. Hay mucha tristeza en sus azules. Las sombras hablan en su silencio: fijaos en los brazos abiertos de un hombre y en la sombra, en forma de cruz, que proyecta uno de los postes telefónicos. Son esos signos que Brady atisba, en ocasiones, y que le hacen exclamar “no estoy perdido”, aunque de inmediato se pregunte acerca de “la broma interminable que los humanos juegan con nuestros semejantes”.
Escuchad: hay algo más. Glenn Brady sabe que las cosas a veces no son fáciles, que la vida escuece, que uno se equivoca, que hay violencia e injusticia, que arrastramos penas y miedos como ese animal de compañía con el que Vicente Gallego equipara a la tristeza:
Siempre
fue la tristeza
un dócil animal de compañía
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me estiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los días aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.
un dócil animal de compañía
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me estiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los días aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.
Pero escuchad, os digo, porque hay más. Brady, pintor y músico, nos
cuenta que, si quieres hacer algo, tienes que hacerlo
tú: sin lugar, sin dinero, a cuerpo descubierto. ¿Y cómo se consigue? Con ayuda
de otros, está claro, esos otros que, aunque diferentes, son tan uno mismo. Los
de verdad, los que muestran su rostro, los que están y seguirán estando.
Sí, los tan uno mismo. Nos dice Glenn: “todo se hizo con la ayuda de otros y con
corazón y tripas”. Todo se hizo, todo se hará. Hay un camino que debemos recorrer. Nadie dice que sea
fácil, pero hay caminos para aquellos que, como Glenn Brady, tienen corazón y
tripas.
Ya me voy, ya callo, pero decidme: ¿el ángel de
Nerval murió en el estrecho patio parisino en el que había caído o consiguió
desplegar las alas sin derruir, por ello, las construcciones que le apresaban?
Un genio, un asquerosamente monstruoso genio, sin palabras para describirlo. Un Van Gogh del Siglo 21, pero potenciado.
ResponderEliminarVeo, en Brady, unas raíces muy profundas. No sé cómo explicarlo. ¡Esa fuerza!
EliminarTu fuerza también. Me asombra el modo que tienes de escribir y de relacionar las cosas. Me dejaste pensando en el ángel de Nerval, Carmen Pinedo.
EliminarCuando llegues a alguna conclusión, nos lo cuentas, Gregory. ¿Salvó su vida?
EliminarLa fuerza que proviene del abismo. Ese abismo actual que no se circunscribe a la oscuridad, la violencia o la delincuencia, sino que parte de la soledad interior que busca remedio en cualquier instinto. Me encanta este pintor. No lo conocía pero verlo me ha evocado la incomprensión contemporánea que sufrió Van Gogh y mucho me temo que poco hemos aprendido desde entonces.
ResponderEliminarGracias, Carmen, por alejarme de la ignorancia un poco más. Un beso.
El abismo que habita en el interior de esas personas de las que nos habla Glenn, esa "gente buena y mala, normal y extraña, feliz, enamorada, enojada y triste, no amada. Olvidados que habitan entre la red interminable de las carreteras principales”. Es decir, cualquiera de nosotros.
EliminarUn abrazo muy fuerte, Eli.
No conocía de nada a este pintor. Algunas, bastantes, de sus pinturas me recuerdan a Munch, pero hay un par de ellas, la última, por ejemplo, que me trae a la memoria a Hopper. ¿Me he vuelto loca?
ResponderEliminarUn gran descubrimiento. Gracias.
Por la soledad, quizás. Me refiero a lo que dices de Hopper y sus carreteras solitarias (¡no solo sus carreteras!). Y sí, hay mucho de Munch, también en otras obras de Brady que no he publicado. Ambos artistas comparten desgarro.
EliminarRosa, un abrazo.
Uf, Carmen. Es tremendo este pintor.Siempre he pensado en que la gente de sensibilidad extrema, con esa capacidad también extrema para ver el lado oscuro de la vida, necesitan refugiarse en la belleza, como para equilibrar un poco la balanza, para ser capaces de mantener el equilibrio en esa línea tan fina que separa la locura de la cordura, como si fueran equilibristas que necesitan mirar al frente, hacia la luz, para no caer en el abismo. Yo también sigo pensando en el ángel de Nerval. Y en la niña del tenebroso patio que crea un mundo hermoso del luz y amor.
ResponderEliminarNo hay otro refugio, imagino. Dónde asirse, si no, para evitar caer, como dices. Duele Brady. Pero, mira, salió adelante, sigue. No es una persona que se queje, tampoco. Crea. A lo mejor, cuando no podemos creer, lo que queda es crear. O intentarlo.
EliminarGracias, Andrea. Ese ángel... ¿Qué haríamos cada uno de nosotros si fuésemos él?
Yo volaría, pero sé que no es fácil y que la tentación de dejarse vencer es a veces demasiado fuerte
EliminarLo sabemos.
EliminarCreo que yo también desplegaría las alas, aunque eso implicase destruir los edificios que me aprisionaban.
Hola, me ha gustado mucho este blog. Le echaré un vistazo más a fondo.
ResponderEliminarYo le daría la vuelta a la premisa, porque los ángeles no mueren. Los edificios irían cayendo ellos solos de puro viejos (como sus habitantes) y el ángel quedaría libre, a la larga. Y sin tener que destruir nada.
Un ángel verdadero se sacrificaría sin dudarlo, en cualquier caso, por eso es un ángel. Sobre todo en esa hipótesis de Nerval, precisamente. Pues el verdadero sacrificio inasumible (el “infierno”) para un ángel, sería tener las alas atrapadas y no poder morir.
Saludos.
La paciencia del ángel, su larga espera en ese infierno temporal donde se conjugan inmortalidad y prisión. Pero no sé si los ángeles disponen de tanto tiempo, no sé si mueren. Tal vez, si recorremos uno de esos caminos que pinta Brady, nos encontremos con el esqueleto de un ángel.
EliminarEntre nosotros: el ángel de Nerval no tenía ninguna posibilidad. Tampoco Nerval. Se suicidó poco después de haber tenido ese sueño.
Me ha gustado mucho tu comentario, Bonifacio. Tanto como para despertar mi interés e impulsarme a buscar un paraguas con goteras. Gracias.
Lo que les pasa a los poetas, es que todos son un poco como el albatros que contaba Baudelaire.
EliminarCuando decía que están exiliados en la tierra, y sus alas de gigante les impiden caminar bien en suelo firme. Así que avanzan cojeando (unos más que otros)
Pero algunos son como polillas incluso (creo que es el caso de Nerval), que se acercan tanto a la luz que terminan “quemados” en la sombra de una alcantarilla.
La sensibilidad es un arma de doble filo…
Gracias por asomarte a mi humilde paraguas con goteras. No es lo mismo que unas alas, pero me sirve de parasol y ducha gratis (soy así de práctico)
Saludos.
Yo creo que el Ángel consiguió alzar el vuelo sin hacer ningún destrrozo. Quizá los edificios se apartaron para hacerle sitio o quizá el disminuyó de tamaño por un tiempo, pero seguro que sobrevivió :)
ResponderEliminarUna entrada magistral, como siempre, Carmen. Me ha gustado mucho la obra de este pintor al que desconocía, aunque percibo tormento en casi todos sus cuadros, una especie de desesperación, de locura contenida apenas. No sé, es una sensación.
Un abrazo y mil gracias por enseñarnos al tiempo que nos haces disfrutar :)
Julia, me gusta tu sugerencia acerca del movimiento de los edificios (¡a fin de cuentas, los que Brady pinta tiemblan!) o el cambio en el tamaño del ángel.
EliminarDesesperación, dices. Sí. O esa forma de rabia que es creadora, que es como una fuerza que brota desde lo más profundo, a diferencia de la otra rabia, la mala, la que solo sabe destruir.
Julia, muchísimas gracias a ti, también por la esperanza del ángel. Un abrazo enorme.
Me ha gustado descubrir a este gran autodidacta Gleen Brady de tu mano Carmen y más aun observar su pintura. Gracias
ResponderEliminarYo creo que el ángel sí derriba los edificios, que simbolizan los miedos de Nerval. Le despierta el grito de terror que le produce su alma desprotegida y desnuda ante la visión del abismo al que habrá de enfrentarse, y lo hará con corazón y tripas -lo ha de hacer- no hay otra manera de sobrevivir a tanta soledad y tristeza. Me ha encantado, gracias Carmen. Un abrazo
Cómo lo has visto, Elena. El poeta se enfrentó al abismo... y cayó en él. Me parece que él era, al tiempo, el ángel y las construcciones que le encerraban. Al destruir los edificios (al destruirse él mismo), el ángel murió.
EliminarElena, gracias. Un abrazo enorme.
Cuántos monstruos lleva en su alma, pero todos redimidos por ese bello color azul. Desconocía a Glenn Brady como desconozco tantas cosas de la pintura actual. Muchas gracias por presentármelo con tu post.
ResponderEliminarLos monstruos redimidos por el azul. Tan bello, Francisca. Gracias, amiga.
EliminarSegunda visión, hay tantas, tantas cosas que me llaman la atención. La paradoja del río rojo inmóvil, el azul incandescente de los árboles (las llamas a veces tienen ese color),ese panorama de terrazas negras y los dibujos en color de la pared, la imagen de los postes es una imagen que he utilizado en algún poema (me es muy cercana) Me ha gustado mucho, aunque gustar no sería el verbo apropiado, creo que tocar se aproxima más.
ResponderEliminarNos toca, Elena.
EliminarMira lo que dice Brady: "me encantan los árboles y en la mayor parte de mis pinturas intento crear mi propio tipo de árbol... azul o rosa o con troncos rojos brillantes... Es algo que me encantaría ver".
El ángel muere. Las guardianas del cementerio "provistas de picos, alas, garras" le vigilan.
ResponderEliminarHay algo especial. No me refiero solo al artista.
"de no encontrar las alas que da cierto coraje", escribe Miguel Hernández. Gracias por tu comentario.
EliminarDepende del peso, carga de tristeza. Es posible que tuviera unas alas bien diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver.
ResponderEliminarUn abrazo
Tendría que ser un peso muy grande para caer de ese modo. E imagínate la tristeza de estar atrapado en un estrecho patio, sin poder desplegar las alas, ni moverte... Siento claustrofobia, solo de pensarlo.
EliminarUn abrazo, Yolanda.
Increíble, estoy muy impresionado. Por el texto, claro, pero sobre todo por las pinturas de un genio del que desconocía su existencia. Las referencias al pintor del que no hace falta decir el nombre son evidentes, pero hay algo más, ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen.
Sí, sí, hay mucho más. Más en Brady y más referencias, en su obra, a otros artistas de gran intensidad, como él. No estudió arte, nos dice, pero no cabe duda de que su cultura artística es amplia.
EliminarUn abrazo, Gerardo.
Otro buen pintor que no conocía. Gracias por darmelo a conocer, Carmen.
ResponderEliminarEl apellido del pintor me ha llevado a Edna O'Brien cuya protagonista se llama Caithleen Brady (ja, ja...)
Un beso
Ya te vi con las chicas de O'Brien, Juan Carlos. ¡Buena compañía es esa!
EliminarUn beso, compañero de lunas.
Azules, rojos, grises, y ... negros, tan escasamente usado por los pintores no depresivos. Pintar el alma ¿es tan difícil como pintar la realidad concreta?, o solo hay que tener valor además de sensibilidad. Gracias por mostrar otra página de arte posible.
ResponderEliminarPintar el alma (sea cual sea el nombre que le demos)es lo que hacen los grandes artistas. De forma muy sencilla, en general, sin recurrir a complejas alegorías. Solo hace falta, como dices, ese valor y esa sensibilidad del artista que dice: "esto es, esto soy".
EliminarImpresionante, ver, leer tu post, recreandome con la música
ResponderEliminar¡Intenso Brady! Creo que ha sido un descubrimiento para muchos de nosotros.
EliminarDesconocía la existencia de Brady y este primer encuentro con su obra no me ha dejado indiferente en absoluto. A la vista del colorido y las escenas que ha recreado,además de tus palabras, descubro también que su vida no ha sido nada fácil. Su obra me resulta inquietante a la vez que inspiradora de un relato de terror. La pintura con los cuervos es una pesadilla materializada. Por otra parte, esos edificios, postes eléctricos y árboles sinuosos me resultan chocantes en contraste con colores tan cálidos. Por último, sus pinturas negras, he terminado asociándolas, por razones desconocidas para mí, con fotogramas de la película "Ciudadano Kane". A veces, se me ocurren estas cosas, Carmen: asociaciones extrañas que se encadenan sin motivo aparente. ¡Indagaré! jajaja
ResponderEliminarEsas asociaciones no me son ajenas, Carmela. A veces son tan intensas, múltiples y disparatadas que llegan a agotar, incluso físicamente.
EliminarHablas de inspiración para relatos. ¡Y tanto! Mira, escritora, te pongo deberes para cuando tengas un rato libre (y ahora sonrío, tanto por lo de ponerte deberes como por lo del rato libre): busca imágenes de Brady y deja que tus dedos vuelen sobre el teclado del ordenador. Por cierto, tengo pendientes algunas preguntas sobre el relato que publicaste el otro día.
¡Me gusta, me gusta, esto me gusta!
Hola a todos.
ResponderEliminarNo conocía a este pintor, frase que últimamente repito en exceso, pero es que, realmente conozco tan poco de todo lo que hay por ahí.
Me han encantado en su conjunto y además de recordar a Van Gogh, me ha venido a la cabeza, así sin pensarlo siquiera, en pintura rusa. No sé explicar por qué, y no importa. Me parece maravillosa su visión "distorsionada" de las figuras. Su imaginativa desproporción y sus colores oscuros. ¡Cuántos hay!.
Sólo siento su sufrimiento, pero al que ha sabido canalizar de alguna manera.
Me parece un genio y me alegro de haberlo conocido.
GRACIAS mi Carmen
No es muy conocido aún por aquí, como decía el otro día. Curioso lo que dices de la pintura rusa, pero sí.
EliminarHarry, amiga, un abrazo enorme.
Ese Azul lapislázuli, lo utiliza de una forma muy parecida a como CHagall y Picasso remarcaban sus etapas más introspectivas. Pero en este caso marca más un desasosiego. Es un autor que inspira, y buena ilustración para algunos versos.
ResponderEliminarO, en alguna de sus obras, ese amarillo y ese azul que nos remiten a las palabras de Lezama Lima sobre Van Gogh: "amarillo en un fondo donde se extiende la aceptación del azul". Cito de memoria: tal vez la cita sea inexacta.
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