Susurra unas palabras o llora en silencio: hay
versiones distintas de este abrazo que tuvo lugar el 3 de enero de 1889 en la
plaza Carlo Alberto de Turín. Se ha escrito mucho sobre el episodio, se ha
rodado una película. Un hombre abraza a un caballo exhausto, al que un cochero
azota con su látigo para que se levante. Milan Kundera dice que ese hombre pide
perdón al caballo en nombre de Descartes, en nombre de la humanidad. Muchos de
vosotros conocéis la historia, sabéis que ese hombre, a quien en ese instante
se le quiebran mundo y razón, es Friedrich Nietzsche. Pensamos en el caballo,
pensamos en las lágrimas, pensamos en el hombre y, junto a él, pedimos perdón.
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Franz Marc, Caballo azul |
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Thomas Gainsborough, Caballos en un bosque |
Me pregunto si el caballo siente sobre su piel el
roce del bigote de Nietzsche, humedecido por las lágrimas. Y entonces, pienso
en Luis. Su bigote no se parecía al de Friedrich. Tampoco coincidían, me parece, más que en su compasión por los caballos. No
solo por los caballos. Aunque tal vez haya otro punto en común entre esos dos
hombres de distintos bigotes, épocas distantes, diferentes lenguas y
nacionalidades: yo. Luis era mi padre; Nietzsche es, ya desde mi adolescencia, un
autor al que siempre he leído con interés.
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Robert Bevan, Yegua y potro |
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Caballo del Partenón |
No sé nada de caballos. Sé un poco más –solo un
poco- sobre Luis y Friedrich. Luis nos decía que mirásemos, en los ojos de los
caballos, su humanidad. Nos mostraba también la palma de su mano, cerraba el
puño, evocaba la herradura y nos decía: sus manos y las nuestras son las mismas
manos. A Luis le dolían los caballos. Podéis imaginar, con un padre así y una
madre que no le iba a la zaga, cómo nuestra casa fue albergue de todo tipo de
animales perdidos, heridos, abandonados. Aunque nunca hubo caballos entre
ellos.
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Manuel Amado, Caballo |
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Cueva de Chauvet |
Los caballos nos acompañan desde siempre en el
arte. Me conocéis, sabéis que en este texto no galoparemos ordenadamente en el
curso del tiempo, a pesar de que en este mismo instante os coja de la mano y os
arrastre al pasado. Venid, os invito a adentraros conmigo en Chauvet y en Lascaux
para admirar la fuerza y la belleza de sus caballos.
Nuestro silencio es casi
una plegaria. El arte rupestre es tan humano -término en el que incluyo al
animal, porque no podría separarlos-, que es sagrado. ¿Os dais cuenta de que
hubo hombres y animales allí, en esas grutas, y por lo tanto estuvimos
nosotros? ¿Os dais cuenta de que todas las criaturas que habitan aún la roca
están vivas?
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Cueva de Lascaux |
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Caballo del Partenón |
Caballos que corren por la piedra o que están
prisioneros en ella, caballos celestiales que vuelan y sudan sangre, como decía
el emperador chino Wu Di, caballos a los que pedir perdón. El caballo de los
sueños de Neruda, “desnudo, sin herraduras y radiante” o aquel “que enciende su crin contra el
pelado viento” en los versos de Vicente Aleixandre. Ese caballo, nos cuenta Ricardo Güiraldes, cuyo “hocico resopla vastos galopes en
sed de horizonte”.
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Caballos de San Marcos, Venecia |
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Caballo celestial |
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Emil Nolde, Jóvenes caballos negros |
Si pasamos de la poesía al arte, los temas se desbordan.
¿Hablamos del caballo como trono móvil de los poderosos, en el retrato
ecuestre? ¿Desmenuzamos lo que simboliza cada una de las posiciones del animal,
del mismo modo que lo hace el paisaje, en este tipo de retratos? Pero yo no
quiero hablar ahora de los emperadores, los reyes, los generales, los condottieri: todos esos poderosos a
quienes no respeto. No quiero hablar en estos momentos del boato, ni ocuparme
de la guerra ni de la caza que en el arte y en la realidad utilizan a los
caballos para ejercer la violencia contra los otros animales y contra los
hombres. Yo quiero abrazar el cuello del caballo, porque a él sí que le
respeto.
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Jacques-Laurent Agasse, Caballo blanco |
Al margen de vanidades y violencias, un
género pictórico especial es el que representa a caballos solos, como hemos
visto en el ejemplo de Agasse. El holandés Paulus Potter y el inglés George
Stubbs son otros dos destacados pintores de animales en cuya producción abundan los
caballos.
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George Stubbs, Caballo |
Muchas de las representaciones de este animal se
asocian con el deporte. Pensamos, de inmediato, en Edgar Degas. Apasionado por
la fotografía y preocupado por la representación correcta del movimiento, Degas,
como Géricault y otros artistas, se interesó por los trabajos en los que Eadweard
Muybridge mostró los movimientos auténticos de los caballos.
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Edgar Degas, Caballos y jockeys |
Otro artista muy relacionado con los
caballos es Robert Bevan, quien no tardará en visitar este blog con su esposa,
la pintora Stanislawa de Karlowska.
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Robert Bevan, Exhibición de caballos en Tattersall |
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Robert Bevan, Comerciantes de caballos |
De las carreras de Degas y del comercio de
Bevan volamos al mito. Porque para eso sirven las alas de Pegaso, un caballo
del que la poeta Elena Soto nos puede contar mucho en su blog, Establo Pegaso.
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Odilon Redon, Pegaso |
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Eugène Delacroix, Caballo en la tormenta |
Esperad. No lo estoy haciendo bien. Hace poco, con
motivo de la muerte de Leonard Cohen, se recordaba aquel concierto en Jerusalén
que el cantante interrumpió, de pronto, para decir al público: “No estoy
sintiendo profundamente las canciones. Y creo sinceramente que os estoy
engañando. Lo voy a intentar de nuevo. Si no funciona lo dejo y os devolveremos
el dinero. Hay noches en las que uno se eleva en el aire y otras en las que
simplemente no despega”. Cohen entró en el camerino y exclamó: “No puedo, me
estoy rompiendo”. El público, en la sala, empezó a cantar Hevenu shalom
aleichem (La paz sea contigo). Cohen pudo volver al escenario, cantó, sintió lo
que cantaba, lloró. Era de esto, de las lágrimas de Cohen, de las lágrimas de Nietzsche, de lo que quería
hablaros yo. Quería hablaros de esos caballos de Federico García Lorca, negros
con herraduras negras.
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Emil Nolde, Caballos |
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Manuel Gil, Caballos |
Yo quiero deciros que, cuando Alejandra Pizarnik nos habla de
su bosque –cada uno de nosotros, ya veis, tenemos un bosque propio-, nos habla
de
acumular deseos en
plantas ingratas
referir lo tuyo
en verdor solemne
y entonces vendrán diez
caballos
a tirar la cola al viento
negro
moverán las hojas
sus crines mojadas
y vendrá la escuadra
redondeando versos
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René Magritte, La firma en blanco |
En 1969, Sydney Pollack rodó
la película They Shoot Horses,
Don't They?, basada en la novela homónima de Horace McCoy ¿Acaso no matan a los caballos? La
película recibió entre nosotros los títulos de Baile de ilusiones o Danzad,
danzad, malditos, según los países.
Los hombres, los caballos a los que
García Lorca describe así:
Las patas heridas,las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Al fondo de todo esto duerme un caballo (Gonzalo Rojas).
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Manuel Amado, Caballo |