Joaquim Mir (1873-1940) y Santiago Rusiñol (1861-1931)
“¿Con quién
voy a vivir cuando sea mayor?”. “No sé, sola, con amigos, con tu marido…”. La
niña abre desmesuradamente los ojos y lanza un grito desgarrador: “¡Noooo, con
mi marido no!”. La mujer que la acompaña se apresura a tranquilizarla: “vamos, vamos, no
llores, si no quieres tener marido, no pasa nada”. La pequeña resopla y se
calma. Al cabo de un rato de silencio, se vuelve hacia la mujer y pregunta:
“¿qué es un marido?”.
 |
Joaquim Mir, Paisaje
de Mallorca |
 |
Santiago Rusiñol, Jardín de las Elegías, Son Moragues |
No, esa niña no era yo, aunque bien habría podido
serlo. Se trata de una conversación que escuché en el autobús y que arrancó las
carcajadas de todas las mujeres y de algún hombre. ¿Por qué digo que habría
podido ser yo y, sobre todo, qué relación tiene esto con la isla de Mallorca?
Ahora os lo explicaré, impacientes.
 |
Santiago Rusiñol, Sóller |
En cuanto aprendí a hablar aproveché para anunciar
con firmeza mis proyectos de futuro: iba a ser escritora, iba a ser astronauta,
no me iba a casar. Con el tiempo, para quitarme de encima a las típicas señoras
de “cuando seas mayor y te cases…”, varié mi estrategia: “solo me casaré con un
lord inglés”, decía, porque me parecía harto improbable llegar a conocer a un
lord inglés y además, casadero. Después fui a Sóller, me gustó muchísimo y a la
frase del lord inglés le añadí la coletilla: “o con un señor de Sóller”. Esa
fue mi perdición, porque sin duda era más fácil toparme con señores mallorquines
que con la aristocracia inglesa.

Así que no fui astronauta y me casé, aunque con
medio señor de Sóller o, más bien, con un solleric demediado, como el vizconde de Calvino, puesto que solo
lo es por parte de madre. Lo del lord inglés definitivamente lo deseché: de
todos modos, lo más próximo que había encontrado era a un escocés que no sé si
era aristócrata pero, eso sí, era feo, simpático y encantador.
 |
Joaquim Mir, Mallorca |
¿Se nota que hoy no tengo ganas de trabajar y por
eso os estoy contando todo esto? Tengo excusa: me he ido con Santiago Rusiñol y
Joaquim Mir a Mallorca, para ver cómo pintan.
 |
Santiago Rusiñol, Mallorca | |
 |
Santiago Rusiñol, Biniaraix |
Santiago había visitado por primera vez la isla en
1893: desde entonces, fueron frecuentes sus estancias en Mallorca. En una de
ellas, a fines de 1899, le dijo a Joaquim: “venga, hombre, coge los bártulos y vente
conmigo”. Y allá fue Joaquim y se quedó cuatro años, hasta 1904. Los dos
artistas se instalaron en Sa Calobra, en la sierra de Tramontana, desde donde
hacían excursiones para pintar.
 |
Joaquim Mir, Sierra
de Tramontana | | |
 |
Joaquim Mir, Reflejos
de Mallorca |
Joaquim a veces guardaba en secreto los parajes que
descubría, como si quisiera reservarlos solo para su mirada, para sus pinceles.
Josep Pla habla de él como de un personaje arisco: no parece que lo fuera,
puesto que otras personas que le conocieron le consideraron agradable y
simpático. Un poco particular, sí, pero ¿quién no lo es?
 |
Joaquim Mir, Paisaje
con naranjos |
 |
Santiago Rusiñol, Paseo de Mallorca |
A Rusiñol le había seducido la luz, la variedad, la
delicadeza, el carácter de las personas y los paisajes de Mallorca. En 1922 lo
reflejó en su libro La isla de la calma,
donde nos dice, como le había dicho a Mir muchos años antes: “sígueme a una
isla que te diré, a una isla donde siempre reina la calma, donde los hombres
nunca llevan prisa, donde las mujeres no envejecen nunca, donde no se malgastan
ni palabras, donde el sol se detiene más que en ninguna parte y donde hasta la
señora Luna camina más despacio, contagiada de pereza”.
En Mallorca,
como en muchos otros lugares, Rusiñol se perdió también por los jardines, uno
de sus temas predilectos desde su viaje a Granada en 1897.
 |
Santiago Rusiñol, Jardín del Pirata |
 |
Santiago Rusiñol, Muralla verda. Sa Coma |
 |
Santiago Rusiñol, Jardín de Sa Coma, Valldemosa | | | |
“Aún es tiempo de llevarte a Raixa –escribe
Rusiñol-, espléndido jardín señorial donde verás cipreses simétricos sirviendo
de marco a blancas estatuas, y una enorme escalera de musgo, y jardines en
verso, y cenadores, y aquella tristeza de añoranza, y aquella calma que da el
tiempo a las cosas abandonadas”.
 |
Santiago Rusiñol, Raixa, 1912 | |
 |
Joaquim Mir, Herrumbre
en la cueva, 1903 |
|
Mallorca
permitió a Joaquim Mir dar expresión a la visión del paisaje que ya habitaba en
su interior. El color estalla, a veces engulle incluso los horizontes. Todo es
naturaleza, sin límites. Una naturaleza plasmada con largas, vibrantes pinceladas de luz.
 |
Joaquim Mir, La
cala encantada |
 |
Joaquim Mir, Almendro
en flor |
 |
Joaquim Mir, La
cueva verde |
En ocasiones, los dos amigos pintan los mismos
temas, como el torrente de Pareis, en la sierra de Tramontana, o los diversos castillos
de Mallorca.
 |
Santiago Rusiñol, Torrente de Pareis |
 |
Joaquim Mir, Torrente
de Pareis |
 |
Santiago Rusiñol, Castell del Rei |
 |
Joaquin Mir, El
castillo de Bellver por la noche |
Ambos
recorren, juntos o por separado, las distintas calas de la costa mallorquina:
 |
Joaquim Mir, Costa
mallorquina |
 |
Joaquim Mir, Cala
de Sant Vicenç |
 |
Santiago Rusiñol, Cala gris |
 |
Joaquim Mir, Paisaje de Mallorca |
Mir trepaba por las peñas como una cabra,
acarreando telas y todos los bártulos de la pintura. Cuentan que limpiaba los
pinceles en la ropa que vestía o en su propia barba. Escribió a Rusiñol: “pinto
en un sitio por el que sólo paso yo y
alguna bestia inconsciente. El paso, en el que solo caben, justo, los pies, es
un terraplén de rocas resbaladizas que van a parar directamente al mar. Si me
fallasen los pies y resbalara no creo que volviera a hablarse de mí en el mundo
de los vivos”.
Y eso fue lo que le ocurrió. Un día perdió
pie y se despeñó. Se habló de un amor desdichado: nunca se supo. A Mir lo
recogieron malherido. Permaneció encerrado durante dos años en un sanatorio
mental de Reus: al abandonarlo, se instaló en Tarragona y pintó paisajes de
diversas localidades catalanas. No regresó a Mallorca.
 |
Joaquim Mir, Palma de
Mallorca |
Volveremos a
encontrarnos con Joaquim Mir y Santiago Rusiñol. Nos despedimos, hoy, con las
palabras que Mir escribió en 1928: “Solo quiero que mis obras alegren el
corazón e inunden de luz los ojos y el alma”.