Vengo de las
palabras, vengo de las imágenes. Me habría quedado en ellas –en las imágenes,
en las palabras- porque acogen, consuelan y aun cuando en alguna ocasión hablen
de lo oscuro, prenden luces.
Vengo de un
espacio salvado.
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Urbano Lugris, Mástiles de barcos
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Qué tentador,
quedarse en él. He vuelto, sin embargo, para hablaros de la dicha contagiosa de
Alberto Ruiz de Samaniego: la dicha que sintió al escribir este libro “con
cuadros dentro”; nuestra dicha, como lectores, al pasear con el autor de imagen
en imagen con ese “mira” encantado de los niños que no abandona nuestros labios
–¡y que nunca los abandone!-. La dicha con la que Heráclito jugaba a dados con los chiquillos en el templo de
Artemisa, ante el estupor de los ciudadanos de Éfeso. La dicha que “se
desprende de esas naves limpias y diáfanas” que muestra Saenredam y en las
cuales gozamos de “lo espacial hecho habitable”.
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Pieter Jansz
Saenredam, Interior del Sint-Odulphuskerk
en Assendelft |
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Urbano Lugris, La habitación del viejo marinero
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Habitamos la imagen: “un sitio resguardado del exterior donde estar y deambular en paz, modelo él también del detenimiento, y de la suprema intimidad”.
Estos son rincones “para soñar mundos” y evocar los relatos “que se leían en la infancia, cuando leer, efectivamente, significaba viajar” –aún lo significa-.
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Emanuel de Witte, Interior con mujer tocando el virginal
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Puerta aparente de la mastaba de Mereruka |
Son lugares donde acomodarnos y escudriñar a nuestro antojo todos los rincones, pero también desde donde desplazarnos a otros espacios. Se abren puertas en las imágenes, pasos que nos permiten vagabundear entre los cuadros, las fotografías y los sueños.
"La sucesión de los vanos de las puertas" en esta pintura de Emanuel de Witte, por ejemplo, "incita a cruzarlas como se hace en los sueños": nos recuerda, incluso, las "puertas aparentes" del Antiguo Egipto.
Para pasar al otro lado. Para atravesar fronteras. Como Rothko, cuya "obra dramatiza la obsesión del límite. Y su imposibilidad". El límite "como una grieta, una apertura".
La "anhelada evasión: ser luz.
Rothko, o el color que adviene".
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Mark Rothko, Naranja y amarillo
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Richard Serra, La materia del tiempo |
Pasar al otro lado. Más allá. Más allá del tiempo. Porque esto trata del tiempo y su materia, como todo aquello en lo que estamos involucrados. “Se trata de una cuestión de tiempo, efectivamente, el hecho de entrar y caminar por el interior de las serpenteantes planchas de acero cortén de Serra". Pero es otro tiempo, tal vez "una salida del tiempo" o de "un tiempo suspenso". Es otra la duración, otra la percepción de "una vida olvidada de la vida". Esta es una obra para salir del tiempo, para entrar en la vida: una vida más allá de la vida.
No se escucha aquí una única voz, "sino resonancias: ecos, llamadas, repliegues o despliegues de lo que se difiere y se teme, se anhela o sospecha, incierto se espera. Pues no es un solo sonido lo que resuena, sino que todo en torno vibra". Este es "un lugar de miedo y a la vez de tenue esperanza". Hasta que “nos decidimos, temerosos, a palpar por fin un borde, o una pared. Como hiciera tal vez el primer hombre que bajó a una gruta, y con la palma de la mano sintió la tierra y su cuerpo con ella". Recordamos. Y sonreímos.
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Kurós de Creso |
¿Sonreímos? ¿Como los kuroi, como el Buda? “¿Por qué se ríen los kuroi y las muchachas de la escultura griega arcaica? ¿Por qué se ríe el Buda? Algunos dirán: porque “se hacen cargo”. Por si no estuviese claro de qué “se hacen cargo”, Nabokov viene en nuestra ayuda: “Los primeros seres vivos que tuvieron conciencia del tiempo fueron asimismo los primeros en sonreír” (Habla, memoria).
Así pues, se ríen de sí mismos”. Es la suya una sonrisa "de aceptación y, en cierto modo, de liberación. Hacerse cargo es descargarse”.
El kurós adelanta un pie: camina. Tanto ese paso como la sonrisa marcan el “instante de decisión”, “una verdadera intensificación de la conciencia”. ¿Adónde se dirige? ¿De dónde viene? “Libre, en griego, se dice Eleutheros, como es sabido. Lo que, sin embargo, ya no se dice es que Eleutheros denomina a aquél que viene de Eleusis”.
Sonreímos; sí, sonreímos.
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Michelangelo Caravaggio, Descanso en la huida a Egipto |
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José de Ribera, El sueño de Jacob |
Sonreímos al advertir la desmemoria de los ángeles –por eso, porque se le olvida, el de Caravaggio debe consultar la partitura-; sus trajines escalera arriba, escalera abajo, escalera al cielo, escalera al sueño del hombre que duerme con la cabeza apoyada sobre una piedra. Lo que cuenta
es el sueño: “nadie dice que la vida sea sueño, sino todo lo contrario: el
sueño es lo otro. Acaso, una vida salvada”.
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Maravillosa reseña.
ResponderEliminarLo hojeé con el deleite de quien ha comprado el regalo de Reyes y es feliz esperando a que llegue el día para abrirlo.
Te entiendo. Hay libros que tienen la luz de una mañana de Reyes. Este es uno de ellos. Además, si prestas atención, podrás oír el mar entre las páginas. Disfruta, María Pilar.
EliminarGracias por compartir, Carmen.
ResponderEliminarCreo que este libro os gustará mucho a Yemy y a ti, Lolo, como artistas que sois (bueno, yo no lo soy y me ha encantado, pero quiero decir que sí, que os va a gustar, seguro).
EliminarQué libro tan bonito y tan sugerente. Últimamente me estoy cruzando con títulos de libros que hablan de cuadros, de pinturas, de sus autores. Títulos como "Emocionarte" de Carlos del Amor o "Retratarte" del mismo autor.
ResponderEliminarUn beso
Es un libro para disfrutar: para pasear entre sus páginas, detenerse en cualquiera de sus parajes y retomar después el camino con calma, con deleite, respirando a fondo. Qué gusto, Juan Carlos.
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