“Antiguamente los caballos eran libres.
Galopaban por la tierra sin que los hombres los desearan, los encerraran, los
reunieran en los desfiles, los enlazaran, los apresaran, los uncieran a carros
de guerra, los enjaezaran, los ensillaran, los herraran, los montaran, los
sacrificaran, los comieran. A veces los hombres y los animales cantaban
juntos”, escribe Pascal Quignard.
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Pentti Sammallahti |
Esto, los caballos. ¿Y los pájaros? A
ellos les gusta cantar y “también les gusta oír los
cantos”. En los cañaverales, acompañan con sus trinos “los cantos que allí
produce el viento”. La lluvia, en cambio, “intimida sus picos”.
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Gabriel Burchman |
Ante el estrépito, todos “los pájaros
responden, e incluso su sorprendente silencio responde cuando llegan a callarse”.
Sus sonidos graves “se difunden más
lejos que los agudos en el mundo de los pájaros, como el dolor en el nuestro”.
"Todos los pájaros modulan su canto según el acompañamiento que ofrece el lugar a los movimientos y a la resonancia particular que organizan sus extraños mandatos”, escribe Quignard.
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Fotografía de Ashley Cooper |
Según los estudios del físico Andrea Cavagna, nos cuenta Alberto Rojo, en las bandadas de estorninos, “cada pájaro se coordina con un número fijo de vecinos (alrededor de quince), independientemente de cuán lejos esté cada vecino”. Lo más interesante, indica, “es que esa interacción provoca la cohesión de la bandada, que reacciona, a falta de líder, protegiendo al conjunto”.
Tal vez lo que salva es
lo próximo, lo pequeño, y la interrelación entre esos “pequeños”.
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Enjambre
con contraste de fondo (fotografía de Andrea Cavagna e Irene Giardina)
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Gráfico
con las trayectorias de los jejenes (fotografía de Andrea Cavagna e Irene
Giardina). |
“Yo, Sar, lo digo:Los signos de los pájaros son más
dulces que la pena que vosotros sentís”.
¿Y los caballos? Libres sobre la superficie de la tierra, libres también bajo ella, galopan y el sonido de sus cascos se convierte en pintura. En canto.
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Lascaux |
Hay algunas paradojas con los pájaros. Cantan en las ramas más altas, pero lo hacen sin esperar aplausos por ello. Como la sabiduría humilde, valga el pleonasmo.
ResponderEliminarSé que tú tampoco esperas alabanzas Carmen. Pero siempre es un gusto asomarse a este nido tuyo, que más bien parece telaraña, pues te atrapa (para bien) sin que te des cuenta.
Felices fiestas por adelantado… o con retraso, no sé bien, pues esta entrada es de octubre… y ya no sé si voy o vengo, cual golondrina despistada.
Hola, Bonifacio. Se me quedó dormido el blog en octubre. Dormido o helado, presa del estupor. No sé. Ahora bien, tu blog lleva más tiempo hibernando (salvo si ya se anima -te animas- a abrir el paraguas).
EliminarBuenas fiestas y gracias por tu vuelo de golondrina despistada por aquí.
Gracias por presentar un enfoque único y fresco en tu artículo. ¡Haces que cada lectura sea estimulante!
ResponderEliminarCada lectura lo es. Y, si no es así, ¡cerramos el libro y nos sumergimos en otro! En el caso de Quignard, tan solo cerramos el libro para quedarnos dentro de él, soñando.
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