Georges de La Tour (1593-1652)
Al pensar en La Tour, una vela se enciende en nuestra
imaginación, todo se tiñe de rojo, de calma y de silencio, y el mundo empieza a
organizarse en formas geométricas: esa geometría que amamos en Piero, en
Cézanne y en otros artistas.
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Mujer cazando pulgas, detalle, Musée Lorrain,
Nancy |
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María Magdalena, detalle, Musée du Louvre,
París, 1640-45 c. |
Se dice que La Tour utilizó la cámara oscura. Es posible. Se
sabe que, como otros grandes artistas, fue famoso en su época y, después, dormitó
en el olvido hasta que fue redescubierto: en este caso, en el siglo XX. Se sabe
que poco se sabe acerca de sus primeros años y su formación, más allá de que
fue hijo de un panadero y, según se cree, visitó Italia y viajó en varias
ocasiones a la ciudad holandesa de Utrecht. Nos llegan noticias sobre su boda,
su vida como burgués acomodado en Lunéville, su temprana fama para alcanzar,
después, el olvido, y más allá de este, de nuevo el reconocimiento. Son cosas
de la vida, cosas del arte.
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Jesús en el taller de carpintería,
detalle, Musée du Louvre, París, 1645 c. |
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El adivino, Metropolitan Museum of Art, Nueva York, 1633-39
c. |
La influencia
de Caravaggio alcanza a La Tour,
probablemente, a través de otros artistas como Jean Leclerc y, sobre todo, los
caravaggistas de Utrecht: Terbrugghen, Honthorst… Se mencionan también, como
posibles influencias, los nombres del fantástico Jacques Callot y de Luca
Cambiaso, otro enamorado de la geometría.
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El timador, Musée du Louvre, París, 1635 c. |
Recreémonos
en los detalles, porque vale la pena. Nos podemos fijar, por ejemplo, en la
modernidad de estos rostros:
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El adivino, detalle, Metropolitan Museum
of Art, Nueva York, 1633-39 c.
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O en las
miradas de soslayo que se dirigen estos personajes:
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El timador, detalle, Musée du Louvre, París, 1635 c. |
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El adivino, detalle, Metropolitan Museum of Art, Nueva York,
1633-39 c. |
El
claroscuro, la luz de candela, los tonos rojizos y castaños y, en los primeros
tiempos de La Tour,
el naturalismo de la representación, con esos rostros casi modelados en barro,
son algunos de los rasgos que el artista francés hereda de los pintores
influidos por Caravaggio.
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San José y el ángel o El sueño de San José,
Musée des Beaux-Arts, Nantes, 1628-45 c.
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La Tour interpreta las escenas
religiosas como si se tratase de escenas de género. Sus santos no tienen
aureolas que circunden su cabeza; sus ángeles carecen de alas. En el cuadro que
acabamos de ver, un niño, o quizás una niña, se dirige a un anciano dormido: su
abuelo, tal vez. En el que vemos a continuación, hay dos mujeres con un recién nacido. Eso es todo.
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El recién nacido, Musée des Beaux-Arts,
Rennes, 1640s. |
Las figuras, sólidas y monumentales, se recortan
sobre un fondo neutro. Si hay algún mueble –una mesa, una silla- o accesorios
como una vela, unos libros, un espejo, una carta, la sobriedad les caracteriza.
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San Jerónimo leyendo una carta, Museo
del Prado, Madrid, 1629 c. |
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Jesús en el taller de carpintería, Musée
du Louvre, París, 1645 c. |
La geometría,
la hermosa geometría, está ahí desde muy pronto, con su resolución de los
volúmenes en grandes planos simplificados. Fijaos en la extraordinaria
modernidad de la figura de la mujer del paciente Job:
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Job y su esposa, Musée départemental d'art
ancien et contemporain, Épinal, 1625-30 c.
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Conocemos dos
versiones de San Sebastián atendido por
Santa Irene: la de Berlín y la de París. Observad la esférica cabeza de la
santa, con la frente intensamente iluminada, y, en el caso de una de las
mujeres que la acompañan, la pura geometría de sus rasgos y de los pliegues de
su tocado rojo:
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San Sebastián atendido por Santa Irene,
Staatliche Museen, Berlín, 1634-43 c. |
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San Sebastián atendido por Santa Irene, Musée
du Louvre, París, 1649 c. |
Han llegado
hasta nosotros unas cuarenta obras de La Tour, casi todas sin datar, lo cual proporciona
una buena ocasión para que los historiadores del arte discutamos acerca de las
fechas. Las dos únicas obras datadas con certeza son Las lágrimas de San Pedro (1645)
y La negación de San Pedro (1650).
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La negación de San Pedro, Musée
des Beaux-Arts, Nantes, 1650 |
Ya no queda nada de la minuciosa y naturalista
descripción de los primeros años de La
Tour: ahora, las formas se reducen a una clara geometría.
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Los jugadores,
Preston Hall
Museum, Stockton-on-Tees, Cleveland, 1650-51 c.
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Magdalena, 1630-32 c.
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No busquemos
en las obras de La Tour
variedad, ni agitación, ni grandes pasiones. Lo que nos ofrece es la calma, el
silencio y la quietud que confieren a sus cuadros un carácter de clasicismo
monumental. Sus temas se repiten. Aquí tenemos, por ejemplo, sus magníficas
interpretaciones del ensimismamiento de María Magdalena:
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Magdalena arrepentida,
National Gallery of Art, Washington, 1635-40 c.
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Magdalena penitente, Metropolitan Museum of
Art, Nueva York, 1638-43 c. |
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Magdalena contemplando la llama, Los Angeles
County Museum of Art, Los Ángeles, 1640s |
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Magdalena, Musée du Louvre, París,
1640-45 c.
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Como vemos,
no hacen falta grandes gestos para alcanzar nuestra alma.
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San José y el ángel o El sueño de San José, detalle, Musée des Beaux-Arts, Nantes, 1628-45 c. |
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Magdalena
arrepentida, detalle, National
Gallery of Art, Washington, 1635-40 c. |