Lo malo de escribir sobre ángeles
es que se acaba… escribiendo sobre ángeles. Los caídos (menudo batacazo el del pobre ángel de Gérard de Nerval), el
terrible de Rilke, Bruno Ganz con abrigo oscuro y cara de pena en la película
de Wenders, y tantas otras cosas
magníficas y aladas, sí, pero que no están invitadas hoy a esta escritura que
atañe a los ángeles de Klee.
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Ángel |
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Ángel
en el jardín de infancia |
No creáis que ha sido sencillo convocarlos, porque son cerca de cien ángeles –imaginad el bullicio, los aprietos para echarles el lazo, el cuidado para que no saliesen volando por el balcón y para que no los atrapase la gata…-. Fui detrás de algunos de ellos con un cazaángeles –ya sabéis, como un cazamariposas pero de mayor tamaño, excepto si nos conformamos con atrapar solo ángeles pequeñitos-; a otros los embauqué con golosinas angélicas o los rescaté de las telarañas en las que habían quedado enredados. A algunos bastó con decirles: “¿venís?”, y ellos respondieron: “bueno”. El caso es que aquí están. No todos, claro. ¡Menudo alboroto, si hubiesen venido todos!
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Angelus Militans |
¿Ángel?
¿Klee? Vuela raudo a nuestra imaginación el ángel nuevo, esa criatura celestial
creada para cantar un cántico nuevo, según el Talmud. Walter Benjamin,
propietario de esta obra de Klee, escribió en diversas ocasiones sobre ella.
Hacia el final de la entrada que enlazo aquí podéis leer lo que Benjamin cuenta
acerca del Angelus Novus en su novena
tesis sobre la filosofía de la historia: Paul Klee: soy color . En sus
Escritos autobiográficos, Benjamin
escribe estas bellas palabras: “Aprender del ángel cómo este alcanza con la
vista a su compañera, y luego se retira imparable sacudiendo las alas. No
espera de ella nada nuevo, más que únicamente la mirada del ser humano, al que
sigue estando consagrado”.
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Angelus Novus |
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Ángel todavía femenino |
Aunque
de inmediato hayamos pensado en el ángel nuevo, son muchos y muy distintos los
que Klee nos ofrece: ángeles pobres, armados, desbordantes y con estrella, en
forma de campana, párvulos, esperanzados, olvidadizos, solicitantes, fecundos,
vigilantes, callados, inciertos, que todavía son femeninos, que van a tientas, que
escuchan, que piden o conceden perdón, que descienden, que aún se están
haciendo, que sirven pequeños desayunos o traen lo deseado… Si nos trasladamos al universo de Borges,
podemos añadir ángeles que tiemblan como locos, que acaban de romper el jarrón
o que de lejos parecen moscas.
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Un genio sirve un pequeño desayuno o Un ángel trae
lo deseado |
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Ángel solicitante |
Klee se soñaba en vuelo: no ángel, sino Klee volador. Eso
nos cuenta en sus Diarios. Escribe
también en ellos: “Para sacarme a mí mismo de entre las ruinas, tendría que
volar. Y volé. En ese mundo destrozado ya solo vivo en el recuerdo, así como a
veces se piensa en algo pasado”. El rostro de Klee, como el de su ángel nuevo,
“está vuelto hacia el pasado. Donde
nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única
que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él
detenerse –sigue diciendo Benjamin-, despertar a los muertos y recomponer lo
despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas,
y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja
irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los
escombros se elevan ante él hasta el cielo”.
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Angelus Descendens |
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Ángel |
En
otro lugar, Benjamin escribe: “el único camino en el que puede esperar algo
nuevo es el del regreso a casa”. Y de ahí saltamos a Wittgenstein: “Es como si
me hubiera perdido y preguntara a alguien el camino a casa. Él dice que me
guiará y me lleva a un bello camino llano. Este termina de pronto. Y ahora dice
mi amigo; «Todo lo que tienes que hacer es encontrar desde aquí el camino a
casa»”. ¿Volver a casa, sea lo que sea
aquello a lo que llamamos casa? ¿Es posible el regreso? Nicholas Ray le dice a
Wim Wenders que no: “No podemos volver a casa”. No, no podemos. Desde el paraíso sopla un
huracán que nos empuja. Así que vamos allá. Si hay que volar, se vuela. Como
Klee.
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Angelus Dubiosus | |
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Ángel |
El viento que sopla desde el paraíso. Una vez más, el
viento. Y ese edén cuya lengua –de los pájaros, de los ángeles- busca Klee. “Su
camino –nos cuenta Guillermo Solana- es un regreso hacia la fuente primordial
de donde fluyen a la vez el dibujo y la escritura. Son los signos in statu nascendi. Vestigios de una
escritura adánica, revelada directamente al hombre por los ángeles, ilustrada
en las constelaciones y en las líneas de la mano”.
Sopló un gran viento que todo lo arrastró. La mano se
perdió.
Eso os lo contaré otro día.
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Jardín de pájaros |
Recordad, ahora:
No todos los ángeles tienen alas.
No todos los ángeles son buenos.
No todos los ángeles saben que son ángeles.
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Ángel armado |
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Ángel en proceso |
No he
hablado mucho de Klee y de sus ángeles, ¿verdad? Disculpad, pero ya sabéis que
algunos tenemos la cabeza llena de pájaros –o de ángeles-. En cualquier caso,
esto aún está en formación, se está haciendo, como uno de los ángeles de Klee. Si
sentís curiosidad por saber cuándo les crecieron alas a estos seres, o si son
barbados o imberbes, niños o adultos, podéis echar un vistazo aquí: ¿Cuándo les crecieron alas a los ángeles?
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Ángel que escucha |
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Ángel del perdón |
Se me ocurre ahora, a punto de despedirme, que un ángel no
es más que una función: tal vez los humanos podemos cumplir en determinadas
ocasiones –y sin percatarnos de ello- algunas de estas funciones. Entregar un
mensaje, por ejemplo, que ni siquiera sabemos que entregamos, ni a quién, ni en
qué consiste ese mensaje, porque a lo mejor es un mensaje distinto para cada
uno de aquellos que se considera su receptor. En ese sentido, conozco a muchas
personas que han ejercido y ejercen, para mí, esa función de ángeles.
A lo mejor, también, los ángeles necesitan ser
renovados.