“Para asombrarse, el hombre debe despertar”
(Ludwig Wittgenstein)
El
investigador canadiense conectaba su portátil, agradecía la entrega de los
legajos solicitados y, de golpe, su cabeza se derrumbaba sobre el teclado del
ordenador. El bibliotecario desenchufaba con sigilo el aparato y se alejaba. Al
cabo de las horas, ya oscurecido y cuando todos nos disponíamos a abandonar la
biblioteca de investigadores, hacíamos un poco de ruido para que se despertase.
Abría los ojos, se los frotaba, lanzaba primero una mirada incrédula a su
alrededor y, después, otra amorosa a los legajos que esa tarde tampoco había
consultado. Los bibliotecarios y todos los investigadores sentíamos una gran
simpatía por el canadiense, cuyo sueño velábamos.
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Henri Matisse, El
sueño |
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Franz Marc, Perro
dormido sobre la nieve |
Se duerme mucho en el arte y en la literatura. Duermen
dioses, animales, dormimos los hombres. ¿Los hombres? ¿Y los sueños? ¿Qué
hacemos con los sueños? Si os parece bien, vamos a dejarlos aparte porque, como
ya nos recordó Calderón, sueños son.
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Édouard Vuillard, En la cama |
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Édouard Vuillard, Sueño |
Son múltiples las categorías de los sueños, así como su
plasmación artística y literaria: proféticos, inspiradores, alegóricos,
burlones, terroríficos, divertidos, burocráticos, absurdos, eróticos, musicales,
de colores, con escaleras, cinematográficos, de los de perder el hilo, de
vuelos o caídas, de memoria, de olor, de despertar y soñar que se soñaba… “Del
sueño tiene su nacimiento”, nos dice María Zambrano sobre la pintura. Y Borges
lo amplía a todas las artes, que “son acaso una forma de sueño”. Sobre sueños
hablé un poco aquí: Recuerdos, sueños y apariciones. Hablaré de
nuevo de ellos en otro momento o, quizás, soñaré que lo hago. ¿Quién sabe?
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Pablo Ruiz Picasso, Mujer dormida |
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Giorgione, Venus
dormida |
Fuera sueños, por lo tanto, aunque no podremos
evitar que alguno de ellos se cuele para acompañar a los durmientes. Tampoco
quiero que nos detengamos aún en las habitaciones: tened un poco de paciencia,
porque ya llegaremos a ellas otro día, cuando la luz del sol o la de la luna
las ilumine. Nos quedamos, ahora, con ese simple dormir que acaso nos
convierte… en dioses, aunque en dioses dormidos. Eso es, por lo menos, lo que
nos dice Amado Nervo: el “que duerme es un dios”. Hombres dioses en el dormir y
dioses dormidos como hombres: ¡mejor así, porque un dios despierto puede llegar
a ser muy revoltoso!
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Sandro
Botticelli, Venus y Marte, detalle |
Duermen dioses y aquellos amados por los dioses, como Endimión, cuya
vida quiso eterna Selene. Él vivió para siempre durmiendo, sumido en un “sueño
lleno de dulces sueños”, como escribió John Keats.
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Anne-Louis Girodet, Sueño de Endimión, detalle |
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Franz Marc, Gato
sobre cojín amarillo |
Es bello y, a menudo, divertido, eso de ver cómo
duermen dioses, humanos, animales. Sí, hay algo conmovedor y a veces un poco
cómico en nuestro abandono. Hay, también, un misterio, sobre todo si nos
atenemos a ese dormir del animal. ¿Nunca os habéis preguntado con qué sueñan
los perros, con qué sueñan los gatos? Imagino
que con presas palpitantes, con juegos y carreras, con la leche materna, con
una lengua rasposa que acaricia y limpia. Tal vez sueñan el mundo y lo
transforman. Quién sabe si nos sueñan. Sí, cuando les veo dormir, pienso que
son ellos los que, con su sueño, crean el mundo y a nosotros en él. Dormid,
dormid, soñadnos, no vaya a ser que se desvanezcan la montaña, los árboles, el
mar, el cielo, no sea que se despinten las ternuras y los juegos, no sea que
nos desdibujemos.
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Andrew Wyeth, Perro
dormido |
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Franz Marc, Gato
detrás de un árbol |
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Gislebertus, El
sueño de los Reyes Magos |
Dormir de uno en uno, de dos en dos o, como las
simpáticas figuras que Gislebertus dejó acostadas en uno de los capiteles de la
catedral de Autun, de tres en tres. Bueno, realmente, el número de durmientes
no importa: ahí están algunas enormes camas altomedievales en las que llegaba a
acostarse toda la familia, perros incluidos.
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Henri de Toulouse-Lautrec, La cama |
Ya entre nosotros, podemos evocar
el sueño común en los dormitorios compartidos -sobre todo, de niños y aun de
jóvenes-, el júbilo cuando hallábamos literas, las risas y las bromas que
precedían al sueño. También, cómo no, nos acordamos de los sacos de dormir y
las tiendas de campaña en las que, a veces, acabábamos encajonados como
sardinas en su lata. En todos esos casos, en todos, recuerdo aún con gratitud
que siempre alguien me contaba un cuento: sí, me lo contaba porque yo ponía mi
cara de pedir que me contasen un cuento… ¡y funcionaba! Bien, de acuerdo, lo
reconozco: aún funciona… ¡y espero que siga siendo así hasta el final!
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Glenn Brady, En
la cama |
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Vittore Carpaccio, El sueño de Santa Úrsula |
La cama es un buen invento. Su forma básica es la misma que se utilizaba ya en Asiria y Egipto: podríamos dormir en ellas un sueño de siglos. No siempre, sin embargo, ha habido ni hay camas en todos los hogares. Se puede dormir sobre un tapiz extendido en el suelo o utilizar, como soporte para el sueño, un banco adosado a la pared. ¿Y qué me decís de las camas con baldaquino, conocidas ya en las antiguas civilizaciones? Acostarnos en una cama con dosel nos hace presagiar un lujo de sueños, aunque, al final, volvemos a los sueños que sueños son, sea cual sea el lugar que acoja nuestros cuerpos.
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Frida Kahlo, El sueño |
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Alexei Jawlensky, Chica acostada |
¿Podemos olvidar los dulces sueños del sofá, con el
libro -¡también la gata!- dormidos sobre el cuerpo? ¿O las siestas que nos atrapan en un cómodo
sillón?
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James McNeill Whistler, Nota en rojo. La siesta |
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Robert Bereny, Hombre
dormido en un sillón |
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Pablo Ruiz Picasso, El sueño |
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Piero della Francesca, Resurrección, detalle |
Son variopintas las posturas que adoptamos en el
sueño. En mi caso, ya os he contado que, dormida, me empeño en retorcer salomónicamente
brazos y piernas, lo cual me obliga a desenroscarme antes de levantarme por la
mañana. Pero eso solo ocurre en la cama: en el sofá soy durmiente inmóvil. Bueno,
no tanto, porque a menudo despierto con una pierna encaramada al respaldo. ¿Y
vosotros? ¿Cómo dormís? ¿Tenéis alguna postura favorita?
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Robert Bereny, Mujer
dormida |
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Adolph von Menzel, Emily Menzel dormida |
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Lucien Freud, Annabel
dormida |
Ya sabéis que
Alfonsina Storni se despidió de la poesía y, al poco, de la vida, con el poema
del que forman parte estos versos:
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste
También Pedro
Salinas nos habla de un adiós que, sin embargo, concluye en el reencuentro del
despertar:
El sueño es una larga
despedida de ti.
¡Qué gran vida contigo,
en pie, alerta en el sueño!
¡Dormir el mundo, el
sol,
las hormigas, las horas,
todo, todo dormido,
en el sueño que duermo!
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Henri Matisse, El
sueño |
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Francisco de Goya, El sueño |
Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado. Me dispongo a
dormir una semana, un mes; no me hablen.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
(Jaime Sabines)
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Pablo Ruiz Picasso, El sueño
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Mientras duermes
ha sucedido el mundo
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Pablo Ruiz Picasso, Mujer con el cabello rubio |