Vanessa Bell (1879-1961)
Era una noche de primavera y ellas estaban sentadas
en el salón. Apareció Lytton Strachey, señaló con el dedo una mancha en el
vestido blanco de Vanessa y preguntó: “¿semen?”. Después del primer momento de
perplejidad, todos estallaron en carcajadas. ¡Ay, estas niñas Stephen! ¿Qué
habría dicho de sus hijas el pobre sir Leslie, si hubiese levantado la cabeza?
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Vanessa Bell, Virginia Woolf |
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Vanessa y Virginia Stephen |
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Adrian, Thoby, Vanessa y Virginia Stephen |
La escritora, la pintora… Y sus hermanos, Thoby y
Adrian, todos ellos juntos en la casa de Bloomsbury a la que se mudaron tras la
muerte del padre, en 1904. La madre, Julia Jackson, había muerto nueve años
antes. Conoceréis, sin duda, a la abuela materna de los niños Stephen: la
fotógrafa Julia Margaret Cameron. ¿Ya os situáis en el ambiente familiar de
Virginia y Vanessa, de quienes la propia Vanessa dice: “no consigo recordar un
solo momento de nuestra vida en el que Virginia no quisiese ser escritora y yo
pintora”?
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Julia Margaret Cameron, Retrato de su hija, Julia Jackson |
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Vanessa Bell, Bloomsbury |
En Bloomsbury también están los amigos: el irónico Lytton Strachey; Clive Bell, con quien se casó Vanessa; Leonard Woolf, quien sería esposo de Virginia; Bertrand Russell, Arthur Waley, Roger Fry; Duncan Grant; David Garnett, amante de Duncan; Dora Carrington… Nombres, muchos nombres que varían según los momentos. Y muchísimas conversaciones en las que humor y cultura se trenzaban a menudo.
Vanessa Bell, Conversación |
Vanessa Bell, Roger Fry |
Antes de estudiar en la Escuela de Arte de Sir
Arthur Cope y en la
Royal Academy School,
Vanessa tomó lecciones de dibujo en la casa familiar. Durante todo ese tiempo
recibió una formación sólida, aunque encuadrada en los marcos
convencionales. Fue, después, el deslumbramiento: Van Gogh, Gauguin, Matisse y,
sobre todo, Paul Cézanne. Bueno, que levante la mano quien no se sienta deslumbrado ante las obras de estos pintores. En 1910, Roger Fry
organiza una exposición en Londres que va a suscitar burlas, escándalo… y ese
asombro luminoso y creador que en ese momento inunda a Vanessa como a otros
jóvenes artistas. “Ha sido como si por fin se pudiese expresar lo que buscas en
vez de repetir lo que otros te dicen que debes hacer. Era la libertad de ser
uno mismo”, nos cuenta Vanessa. Ella refleja de este modo la segunda exposición
dedicada al postimpresionismo, celebrada dos años más tarde:
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Vanessa Bell, Sala Matisse en la segunda exposición de los postimpresionistas, Londres, 1912 |
Vanessa Bell, Desnudo con amapolas |
Como sucede en el caso
de muchos otros artistas y señalo a menudo, son muy diversas las voces que
escuchamos en la pintura de Vanessa Bell: a través de sus distintos acentos se puede “expresar lo que buscas”, y
del mismo modo que Virginia lo hace con la escritura, ella lo hace por medio de
la pintura. Como cada uno de nosotros, cada cual a su manera, cada cual con sus
medios, sus limitaciones, sus balbuceos, los grandes fracasos, los ocasionales
aciertos, nuestra fuerza y nuestra debilidad, intentamos expresar lo que buscamos, entender
el mundo y, tal vez, cambiarlo un poco. ¡Aunque solo sea un poco!
Vanessa Bell, Bañistas (playa de Strudland) |
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Vanessa Bell, Dormitorio en Gordon Square |
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Vanessa Bell, Angelica |
Muchos familiares y amigos asoman a los lienzos de
Vanessa. Retrata en diversas ocasiones, por supuesto, a su hermana Virginia y
a su cuñado, Leonard Woolf; también a Julian y Quentin Bell, sus hijos, y a Angelica, la hija que tuvo con Duncan
Grant. Los amigos, Lytton Strachey, Saxon Sydney-Turner,
Roger Fry, Aldous Huxley y muchos otros, son retratados por Vanessa.
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Vanessa Bell, Virginia Woolf |
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Vanessa Bell, Duncan Grant |
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Vanessa Bell, Lytton Strachey |
En estas obras afloran también esos personajes sin
rostro que tanto nos fascinan y que encontramos en muchos artistas de la época.
Lo hemos visto en el retrato de Virginia y lo vemos, asimismo, en obras como
estas:
Vanessa Bell, Frederick y Jessie Etchells |
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Vanessa Bell, Cola en Lewes |
Vanessa pintó paisajes, interiores domésticos,
jardines, playas… Hay en su obra una serie de vistas tomadas a lo largo de sus
diversos viajes a Italia, ese país que nunca nos cansamos de visitar, aunque sea a través de la pintura:
Vanessa Bell, Almiares en Italia |
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Vanessa Bell, Duomo de Lucca |
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Vanessa Bell, Monte Oliveto |
Y el mar, por supuesto. La playa de Strudland, por
ejemplo, con estos personajes que nos ocultan sus rostros, o el faro de
Newhaven, que visitamos no hace mucho tiempo,
no sé si lo recordáis.
Vanessa Bell, Playa de Strudland |
Vanessa Bell, Figura en la playa de Strudland |
Vanessa Bell, Faro de Newhaven |
Vanessa también pintó obras abstractas como estas Composiciones que vemos. Se advierte en
ellas un cierto acento decorativo que no puede extrañar, dado su trabajo en los
Talleres Omega, fundados por Roger Fry. En ellos, Vanessa diseña textiles,
decorados y figurines teatrales, muebles, cerámica…
Vanessa Bell, Composición |
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Vanessa Bell, Composición |
Vanessa Bell, Diseño para tapete |
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Vanessa Bell, La conversación, detalle |
Hay algo que me ronda la cabeza durante todo el tiempo, y son las conversaciones en las que participaron Vanessa y Virginia: esas largas conversaciones en las que, después de la inesperada pregunta de Lytton Strachey ante la mancha en el vestido de Vanessa, cayeron los muros propios de la sociedad victoriana que todos ellos abandonaban en alegre tropel. Conversar: esas charlas con amigos que a veces se prolongan durante horas, incluso durante toda la noche, hasta que nos sorprende una luz en la ventana y descubrimos, con asombro, que es el amanecer el que toca en el cristal. Conversaciones de hoy, de ayer. Conversar.
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Vanessa Bell, La conversación |
¿Hablamos?
¿Hablamos, desde cuándo?
¿Quién empezó? No sé.
Los días, mis preguntas;
oscuras, anchas, vagas
tus respuestas: las noches.
Juntándose una a la otra
forman el mundo, el tiempo
para ti para mí.
Mi preguntar hundiéndose
con la luz en la nada,
callado,
para que tú respondas
con estrellas equívocas;
luego, recién naciéndose
con el alba, asombroso
de novedad, de ansia
de preguntar lo mismo
que preguntaba ayer,
qué respondió la noche
a medias, estrellada.
¿Hablamos, desde cuándo?
¿Quién empezó? No sé.
Los días, mis preguntas;
oscuras, anchas, vagas
tus respuestas: las noches.
Juntándose una a la otra
forman el mundo, el tiempo
para ti para mí.
Mi preguntar hundiéndose
con la luz en la nada,
callado,
para que tú respondas
con estrellas equívocas;
luego, recién naciéndose
con el alba, asombroso
de novedad, de ansia
de preguntar lo mismo
que preguntaba ayer,
qué respondió la noche
a medias, estrellada.
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Vanessa Bell, La conversación |