A los tres años me fugué de casa, vestida de osito.
En realidad, no vestía de oso: era una noche de invierno, así que llevaba
zapatillas de oso, pijama de oso, quizás alguna prenda de abrigo. Parecía un
osito. Había decidido independizarme. Mi primera idea fue dirigirme al puerto,
pero no para introducirme como polizón en ninguno de los barcos atracados en
él, ni para enrolarme como grumete: ¿quién habría aceptado como grumete a un
osezno humano de tres años? No, lo que yo quería era, como ya habréis
adivinado, apropiarme de un barco, echarme a la mar y convertirme en pirata.
Deseché la idea, por poco realista, de modo que decidí sustituir los caminos de
la mar por los de la tierra: ¡sería salteadora de caminos, como un bandido
Fendetestas chiquitito!
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Cuno Amiet, Sendero
en el bosque |
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Chaim Soutine, Dos
niños en un camino |
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David Humphreys, Camino |
Se me acaba de ocurrir que Jack Kerouac jamás
habría pensado en un osito de tres años al escribir su famosa novela En el camino. Pienso en Kerouak y me
acuerdo también de los numerosísimos poemas que existen sobre los caminos, como
si cada uno de los pasos que damos sobre ellos desgranase un verso. Ahí tenemos
a Antonio Machado, por ejemplo, soñando caminos de la tarde y diciéndonos que
se hace camino al andar, o, si nos remontamos más lejos, a Jorge Manrique con
el mundo que es camino. ¡Pero son tantos, tantos, los poemas caminantes! Por
ejemplo, los de Matsuo Basho: “Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo” o “Sueño con abrirme un camino / que no siempre
será fácil / entre los viejos campos”.
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Shiro Kasamatsu, Tarde
de lluvia |
Senderos entre los viejos campos, como el
que recorren, de la mano, los niños de Soutine que hemos visto antes o las tres
mujeres pintadas por Malevich. Caminos que discurren paralelos a las huellas
trazadas por los neumáticos de un coche, como el que nos muestra Wyeth.
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Kasimir Malevich, Tres mujeres en el camino |
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Andrew Wyeth, En
venta |
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Paul Cézanne, Paisaje |
Caminos entre los árboles, senderos que atraviesan
los bosques: ¿cómo podrían faltar con los aromas que desprenden sus sonidos, la
música de sus olores, el sabor de cada una de sus texturas, la caricia de los
colores en los labios? Decidme: ¿quién puede resistirse a la llamada de un
bosque, a las voces que desde cada una de las hojas de los árboles, de las
pequeñas piedras del camino, pronuncian nuestros nombres secretos y nos
reclaman? ¿A todos? No, no a todos. Del mismo modo que cada libro elige a sus
lectores, los bosques y montes escogen a sus habitantes y deciden a quiénes
abrirán sus caminos y a quiénes los ocultarán por un tiempo o para siempre.
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Santiago Rusiñol, Árboles |
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Maurice de Vlaminck, Sendero entre árboles |
“Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, / Yo
tomé el menos transitado, / Y eso hizo toda la diferencia”, escribe Robert
Frost.
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Chaim Soutine, Árboles |
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Paul Cézanne, Guillaumine
en el camino |
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Alexej Jawlensky, Granja |
Algunas de estas rutas discurren entre las casas,
los huertos y jardines tapiados de los que escapa, incontenible, el verdor, o avanzan
por ese territorio intermedio en el que la presencia de unos postes, de unas
aceras, nos hablan del pueblo al que ya pertenecen esas casas aún solitarias,
aún en contacto con una naturaleza que las ciñe y arropa en un silencio
tranquilizador, un silencio de buenas noches y de buenos sueños. Se imaginan,
después, los amaneceres que estallan en los cantos y vuelos de los pájaros.
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Paul Cézanne, Carretera |
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Maurice de Vlaminck, Carretera de Brezolles |
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Albert Bertelsen, Calles de un pueblo |
La campana está llena de viento,
aunque no suene.
El pájaro está lleno de vuelo,
aunque esté quieto.
El cielo está lleno de nubes,
aunque esté solo.
La palabra está llena de voz,
aunque nadie la diga.
Toda cosa está llena de fugas,
aunque no haya caminos.
Todas las cosas huyen
hacia su presencia.
(Roberto Juarroz)
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Robert Bevan,
Cerca de Hemyock |
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André Derain, Cipreses |
Estos caminos se ofrecen a veces solitarios ante
los silenciosos pasos de nuestra mirada. Nos incitan a proseguir la ruta que
marcan los callados cipreses, un paso, otro paso, vamos más allá. En la
realidad y en el arte, se extienden como una invitación permanente al paseo. Nuestra
curiosidad, siempre despierta, no evita preguntarse qué habrá más allá del
próximo recodo, si un nuevo paisaje o este mismo, distinto por haber variado el
lugar desde el que lo contemplamos.
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John Singer Sargent, Cipreses |
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Vincent Van Gogh, Paseo entre árboles |
Cuando el paisaje recoge la presencia de unos
caminantes o de ese barrendero que nos muestra Van Gogh, la situación cambia.
Si las figuras se aproximan hacia nosotros, sentimos el impulso de apartarnos
un poco para cederles el paso con un saludo en los labios, tal vez una sonrisa.
Si se alejan, es fácil que decidamos sumarnos al paseo, ser un caminante más:
¡tan grande es la sugestión que ejercen sobre nosotros las figuras vistas de
espaldas! Un hechizo que se suma al de la propia senda.
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Edvard Munch, Otoño
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Marianne von Werefkin, Corpus Christi |
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Vincent Van Gogh, Camino entre árboles |
¿Y si nos situamos fuera del camino y contemplamos
a las figuras que lo recorren? ¿Hacia dónde se dirigen estas pequeñas
escolares? ¿Son tan formales como aparentan o entre ellas hay algunas niñas particularmente
traviesas?
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Marianne von Werefkin, Otoño |
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Edward Hopper, Carretera |
También podemos tomar un vehículo y, acompañados
por una de esas músicas tan adecuadas a la conducción, adentrarnos por una
tranquila carretera. Las músicas no son siempre las mismas, por supuesto: optar
por unas o por otras depende de nuestros estados de ánimo, del lugar del que
partimos, de aquel hacia el que nos dirigimos, de los paisajes que recorremos,
de las nubes, el sol, la nieve, la lluvia. Depende de nuestras esperanzas, de
nuestros temores, de la alegría o la tristeza que en esos momentos viaja con
nosotros. Canciones para la carretera. Seguro que cada uno de vosotros tenéis
vuestras preferidas.
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Jim Holland, Carretera |
Vámonos. ¿Nos
vamos, sí, nos vamos? ¡Espérenos, señor, no se vaya sin nosotros!
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Félix Vallotton, El carro |
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Georgia O'Keeffe, Camino del rancho |
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta.
(Jorge Guillén)
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Vassily Kandinsky, Otoño |
¿Habéis elegido ya vuestro camino? Este es el mío. El menos transitado.
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Giovanni Giacometti, Sendero en el bosque |