“Y yo, José,
avanzaba, y he aquí que dejaba de avanzar. Y lanzaba mis miradas al aire, y
veía el aire lleno de terror. Y las elevaba hacia el cielo, y lo veía inmóvil,
y los pájaros detenidos. Y las bajé hacia la tierra, y vi una artesa, y obreros
con las manos en ella, y los que estaban amasando no amasaban. Y los que
llevaban la masa a su boca no la llevaban, sino que tenían los ojos puestos en
la altura. Y unos carneros conducidos a pastar no marchaban, sino que permanecían
quietos, y el pastor levantaba la mano para pegarles con su vara, y la mano
quedaba suspensa en el vacío. Y contemplaba la corriente del río, y las bocas
de los cabritos se mantenían a ras de agua y sin beber. Y, en un instante, todo
volvió a su anterior movimiento y a su ordinario curso”.
Leo Gestel, Paisaje |
André Derain, Paisaje |
Las palabras que acabamos de leer fueron escritas
hacia el año 150. Forman parte del Protoevangelio de Santiago, uno de los evangelios
apócrifos surgidos en los primeros tiempos del cristianismo. El pasaje que he
citado me interesa por su tema: la pausa en la naturaleza. El cielo detenido,
el río que deja de fluir, los animales y los hombres inmóviles… ¡Las aves inmovilizadas
en su vuelo, los ojos puestos en la altura y esa mano que queda “suspensa en el
vacío”! Una asombrosa quietud que imaginamos –sentimos- colmada de un silencio
profundo, de una hiriente, cristalina pureza. El prodigio del instante en que
el movimiento se detiene y todo es.
Alfred Stockham, Playa |
Escondite inglés (fotografía tomada de internet) |
¿Os acordáis de esos juegos infantiles como el escondite inglés, en los que los jugadores deben quedarse completamente inmóviles en el momento en que el “guardián” gira el rostro hacia ellos y les mira? Les mira, como José lanza sus miradas al aire para sumergirse, de súbito, en el prodigio de esa naturaleza quieta. ¿Remitimos esa mirada al objetivo de la cámara fotográfica? ¿Quizás a la mano del artista o a la voz del poeta que intentan aprehender el instante, fijarlo a través de un rápido bosquejo o de unas palabras? ¿O, llenos de atrevimiento, nos lanzamos al discutido tema del papel del observador en la teoría cuántica? No, por supuesto que no. Dejémoslo para quienes saben: yo sé que no sé, por mucho que me apasione el tema, de modo que debo mantenerme en mi papel de… observadora. Quieta. Como un ave detenida en pleno vuelo, como la corriente de un río que, por un instante, deja de fluir.
Georgia O'Keefe, Colinas |
Flautista |
“Mediodía; instante de la sombra
más corta”, escribe Nietzsche. Llega hasta nosotros el sonido de una flauta: el
aire no agita las hojas de los árboles, cielo y tierra enmudecen, el mundo se
detiene. Suena la siringa de Pan: es el momento del terror pánico. Lo mismo
dice José en el Protoevangelio de
Santiago: “y veía el aire lleno de terror”. La música del dios, o su grito,
su voz que todo lo llena de estupor y lo enmudece. ¿De forma aterradora? Tal
vez. La hierofanía, es decir, la manifestación de lo distinto, de lo sagrado,
empavorece o, cuanto menos, sobrecoge. No hace falta desplegar, para
imaginarla, un espectáculo apabullante: esta manifestación puede ser tan
sencilla como un objeto de uso cotidiano, como un juego de luz o de sombra,
como un silencio. O como el sonido de una flauta. Basta con poco. La naturaleza
contiene la respiración.
Pablo Ruiz Picasso, Joven flautista en el bosque |
Marta Zamarska, Impresión de invierno 13 |
De esos instantes tan próximos y tan remotos quiero hablaros, pero en otra ocasión. Ahora escuchamos la flauta de Pan. O el silencio. O ese “después del último sonido” del que nos habla María Jesús Mingot, esa “patria del hombre”:
Cuando se desvanece la última
nota
hay un momento privilegiado en el
que la expresividad del silencio
alcanza su esplendor.
¿Será patria del hombre este
intervalo
en blanco?
Fairfield Porter, Estudio |
Caspar David Friedrich, Mediodía |
¿Silencio? ¿Ruido? Porque “pánico”, el terror que
Pan suscita, no solo significa espanto, sino también alboroto, agitación: lo
contrario de esos momentos de pausa en la naturaleza. Quedémonos con lo que
queramos; quedémonos con todo: con los rumores de los bosques, con los
murmullos del regato y el estruendo de la cascada, pero también con esos instantes
en los que calla el árbol y el agua, en su caída, se detiene. ¿Mediodía?
¿Instante “de la sombra más
corta; final del error más largo; punto culminante de la humanidad”? No solo
mediodía. Este fenómeno de una quietud que es como cumbre y abismo puede
revelarse, también, cuando está a punto de romper el amanecer, o arroparse en
la noche, o en cualquier otro momento del día, cualquier día. Ahora: siempre
ahora.
Nicolas de Staël, La luna |
A medida que
subía las escaleras de la estación de metro, los peldaños se oscurecían.
Alcancé la calle en el momento del eclipse: la ciudad se había sumido en un
sueño repentino. La mujer que subía conmigo y yo nos miramos. Fue una de esas
miradas que, en su silencio, hablan. Escuchamos, remoto, el sonido de una
flauta. La flauta de Pan.
Nicolas de Staël, Calle |
Quietudes blancas,todo y nada está a punto de acontecer en los sueños y en el éxtasis del asceta. Me ha gustado como has parado el tiempo. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Parar el tiempo en una línea o un color. Ese "a punto de...", Yolanda. Gracias, amiga. Un abrazo.
EliminarQué belleza la de los cuadros, pero qué inquietantes se vuelven al leer tus textos y el evangelio apócrifo y el poema de María Jesús Mingot. Es cierto que hay momentos, un momento, en que la naturaleza se aquieta y enmudece y nos transmite una sensación de pánico, de horror vacui difícil de explicar. Por las llanuras de Zamora, al amanecer de un día de invierno, yo lo sentí hace ya muchos años.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, Rosa, por evocar ese amanecer invernal en las llanuras: ese es el regalo que esperaba, la mención de los instantes paralizados que todos hemos vivido en algún momento. Un beso, Rosa.
EliminarCarmen, esta entrada me ha resultado todo un desafío. Te soy sincera. He tenido que buscar más información sobre el término hierofanía. No lo había visto ni oído antes. Así que, como decía mi madre: "nunca te acostarás sin saber una cosa más", aunque contigo, siempre es más de una -de lo cual me alegro mucho-, mi ignorancia disminuye poco a poco.
ResponderEliminarRecuerdo un momento muy especial en que juraría que escuché la flauta de Pan. Fue tras una dura jornada del Camino de Santiago, cuando después de comer, tumbada en una hamaca junto a un riachuelo y a la sombra de unos chopos,deseé que el tiempo se detuviera para memorizar al máximo las sensaciones-gozo- que experimentaba en aquel momento. Gracias al recuerdo de ese instante he entendido a la perfección el significado de tu exótica- para mí- palabra: hierofanía. Fue aquella experiencia una materialización de lo sagrado a través de la Naturaleza. ¿Estoy en lo cierto, Carmen? ¡Madre mía, cuánto me queda por aprender a tu lado! Un besazo.
Carmela, mientras escribías, yo agradecía a Rosa el regalo de su instante de quietud en las llanuras de Zamora. Y al tiempo, ya ves, tú nos traías ese otro instante que viviste en un lugar tan propicio a Pan como lo era el de Rosa: llanura, para ella; para ti, la sombra de unos chopos junto a un riachuelo y, además, en el Camino de Santiago. Pero tú has tenido otras experiencias similares: recuerda la mirada, los movimientos, del animal salvaje. Y dime que me calle ya o me perderé con Borges y sus tigres, y ahí sí que la vamos a armar buena :)
EliminarBesazo, Carmela.
Justo has dado en el clavo. No sabía si mencionar un instante u otro. Los dos a la vez me parecía abusivo, jajajaja. Me ha quedado superclara la definición de hierofanía. No se me va a olvidar nunca; es más, mañana mismo explico el término en clase y que me cuenten sus experiencias los alumnos. Ya te cuento.
Eliminar¡Sí, tienes que contárnoslo!
Eliminar¡Qué maravilla de entrada, Carmen! Las imágenes de los cuadros, el texto que las acompaña, ese hacernos meditar sobre esos momentos que cada uno de nosotros ha sentido, momentos únicos en los que todo parece detenerse y se nos hace patente nuestra condición humana y también nuestra ¿soledad? en el mundo.
ResponderEliminarBufff, Carmen, haces pensar a través de imágenes y textos. Por eso te leo y te admiro.
Un beso
¡Nada hay que admirar, de verdad! Bueno, sí, hay muchísimo, pero no en mí ni en mis palabras.
EliminarEsos instantes no sé si son de soledad, de comunión... la verdad es que no lo sé, Juan Carlos. ¿Son ausencia o son presencia? En fin, como ves,siempre con las preguntas a cuestas. Eso es todo.
Un beso, amigo.
Esconderse ¿es parar la vida?, ¿suspender el tiempo?. Según la relatividad el tiempo se enlentece con la velocidad deteniéndose al alcanzar la de la luz. Debemos ir muy deprisa cuando somos ciegos para las cosas importantes.
ResponderEliminarPones cuadros que son filosofía. Puede que no entienda esa pintura y me atrape su filosofía. Los cuadros de Staël son de un mundo que inicia su desaparición comenzando por diluir los perfiles. ¿Por qué se esconde?,¿de quién?, ¿a dónde va?. Gracias por mostrarnos un juego tan serio y sustancioso.
¿Recuerdas lo que nos contó Nicolas de Staël cuando anduvo por aquí hace casi dos años? “Hay personas que parten deliberadamente hacia la luna porque se saben incapaces, definitivamente incapaces, de entender lo que les sucede”.
EliminarTal vez en esos instantes "pánicos" tenemos un atisbo, tan solo un atisbo, de lo que es la realidad.
El tiempo y el vacío, ese momento en el que el mundo se detiene, nos detiene y estamos en la nada, el silencio como espacio, la pérdida del movimiento, la sensación de lentitud.
ResponderEliminarUna maravilla Carmen y gracias por este más allá de todo y sin embargo aquí, esto evidentemente me hace pensar en las narraciones de la ausencia.
Un saludo cariñoso.
¡Cuántos temas para reflexionar! El vacío y la nada que, me parece, sientes también desde un punto de vista más oriental que occidental; ese "silencio como espacio" que estalla en muchas direcciones, entre ellas la de la arquitectura del silencio; el tiempo, ay, el tiempo, siempre a vueltas con el tiempo. Y, por fin, otro tema (o el mismo) que nos atrapa: las narraciones de la ausencia.
EliminarPensamos, demorando el momento de, incapaces de entender, partir hacia la luna.
Un abrazo, P. Sabag.
Unos cuadros para admirar en quietud, y si a eso añadimos el texto que nos has puesto es un momento de reflexión divina. Que recuerdos de aquellos juegos de parar en el momento que nos miran. preciosos cuadros, buen texto y unos momentos para relajarnos. Un abrazo
ResponderEliminar¡Y cómo latían nuestros corazones y aleteaba la sonrisa en nuestros labios en esos instantes del juego en los que debíamos detenernos!
EliminarUn abrazo, artista.
Una, dos y tres pollito inglés, ahora me ves y ahora no me ves.
ResponderEliminarTodo un descubrimiento para mis pobres conocimientos de arte.
Es un placer bucear en tus post. Un abrazo.
Pollito inglés... :)
EliminarAlgo me dice (¿quizás haber leído muchas cosas tuyas?) que no son precisamente pobres tus conocimientos de arte, compañera.
Un abrazo, Francisca.
Como decía Carmela: "muriendo y aprendiendo" Siempre me asombras. Hoy me he quedado con la gama de naranjas y amarillos. Me fascina el color y descubrir lo desconocido. Gracias por tus regalos.
Eliminar
ResponderEliminarBuena entrada y buen texto.
Como instante pictórico de terror estático, los fusilamientos del 3 de Mayo de Goya. Bueno, es lo más tópico.
Ha habido muchísimos instantes y corazones detenidos en el pasado, para que nosotros nos podamos mover ahora (más o menos) libremente. Pensar en eso sí da miedo.
La muerte y el grito congelados...
EliminarAún hoy.
A mi me engatusan las sombras de DE Chirico y su deshumanizadas calles y plazas,sombras no euclidianas como las geometrías del mal de los mitos de Chulcu de Lovecraft ,
ResponderEliminarSaludos desde mi sombra sombría
El “teatro del crimen”, Alexandra: el aire tan petrificado como la ciudad entera.
EliminarPor cierto, a Mingot la tuve en Metafísica de primero. Me dejó para septiembre, ja,ja,ja. Pero es que apenas fui a sus clases. Culpa mía, no suya. Era buena. Pero yo debía andar buscándo algo en la cara oculta de la luna.
EliminarBuena la imagino por lo que he leído de ella, tanto como filósofa como poeta, por las conversaciones que hemos tenido, por las que hemos de tener.
EliminarHaber encontrado a María Jesús Mingot, así como a otras mujeres a quienes, como a ella, admiro, es una de las grandes alegrías que me proporciona este mundo virtual (uno de los mundos que habitamos).
EliminarSí, lo supuse.
ResponderEliminarHabitamos esa parte del mundo virtual etimológicamente cosanguínea de virtuosa. O no estaría aquí.
Carmen, maravillosa tu entrada una vez más. Leerte es un placer, en este caso evocando esos momentos únicos donde cada instante reposa en sí mismo y es como un presagio o anuncio de una plenitud sobrecogedora. Me alegra mucho que sigas escribiendo, creando un cauce para tanta belleza.Que algo de lo que escribo te motive, me emociona.En cuanto entre en facebook (ya sabes que de momento me he retirado por la razón que te dije) lo primero que haré es compartir tu entrada. Y esta tarde sin falta leeré las que no he visto.Un abrazo enorme y hasta pronto. También para mí ha sido un regalo inesperado cruzarme contigo, con Andrea y con algunas de esas otras personas maravillosas que andan por aquí, por este mundo virtual, buscando su "hoguera". María Jesús
ResponderEliminarInteligencia y sensibilidad: vosotras, aire que llena mis pulmones. Un abrazo enorme, María Jesús, y gracias, siempre.
EliminarBuena materia prima para la reflexión. Esa flauta es en realidad la melodía del mundo. Preciosa entrada, creo que las imágenes están al servicio de un texto que se sostiene por sí mismo.
ResponderEliminarFeliz domingo.
Un abrazo.
La melodía del universo. Anoche vi un vídeo que recogía el sonido de diversos planetas del sistema solar, nuestro diminuto rinconcito. Emocionante.
EliminarUn abrazo, Gerardo. Feliz domingo.
Hola a todos:
ResponderEliminarsi que resulta inquietante la quietud total, supongo que porque todo se mueve aunque sea muy lentamente y esa inamovilidad resulta antinatural, pero terrorífico me parece exagerado.
El silencio también lleva a pensar en algo peligroso, en algo extraño, desconocido. En todas los cuadros que has puesto la falta de movimiento queda patente, pero miedo..., creo que no lo dan. Fascinan y pueden hechizar, dejarnos grogi por un rato, pero me parece que, si las miramos atentamente, no podremos evitar oir el viento en la lejanía, el rumor de las hojas de los árboles e incluso
el sonido del silencio.
GRACIAS Carmen, descansar en una exposición es algo muy satisfactorio y más si, además, pensamos atentamente en esas cosas intangibles tan importantes
No, no da miedo. Ni tampoco el silencio.
EliminarEs algo... como una puerta que se entreabre.
Y que tampoco da miedo.
Gracias, Harry, amiga.
Me has recordado un término: los intermedios.
ResponderEliminarUna entrada fantástica y maravillosa
Besos
Intermedio, pausa, instante, es algo que atrae nuestra atención, sin duda. Gracias, Mientras Leo. Un beso.
EliminarLeer este Post es como pasear por los paisajes de la naturaleza y extasiarse. Experimentar con la belleza y los conocimientos de tu mano siempre es un placer. Conozco ese instante prodigioso en donde todo se aquieta y a la vez todo es, hace pocos días viví un momento así, contemplado grandes extensiones de campos de amapolas y viendo cabalgar las espigas de cebada, agistadas por un viento que bien pudiera ser el cierzo. Tanto que admirar en Mayo y sus lienzos, en ti y en tus trabajos! Muchas, muchas gracias Carmen. Un abrazo
ResponderEliminarEl instante hondo. Me trasladas a esos campos. Amapolas, cebada... ¡Y el cielo! Gracias, Elena. Un abrazo.
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