“Abramos el capítulo «Dragons» de Old Calabria. Aquí Douglas se había
formulado, con impertinencia infantil, la pregunta brutal que abre las puertas:
«¿Qué es un dragón?». Y había respondido: «Un animal que mira u observa». De
hecho, drákón deriva de dérkomai, que significa «tener vista
muy aguda». ¿Pero cuál es el ojo del dragón? Douglas responde: la fuente. Más
que relacionados, dragón y fuente son partes de un mismo cuerpo”
(Roberto
Calasso, La locura que viene de las
ninfas)
Hablemos de dragones.
El dragón existe para que el dios o el
héroe se luzcan y, a menudo, liberen a la chica y la consigan como recompensa.
Odilon Redon, Ruggiero y Angelica |
Pero, ¿y si la tarea del dragón es defender a la chica de su presunto salvador?
A nadie se le escapa lo importunos que pueden ser héroes y dioses.
Andy Warhol, San Jorge y el dragón |
Paolo Uccello, San Jorge y el dragón |
Tal vez la
bestia sea la proyección de la propia mujer, la expresión de su fuerza o, como
señala Roberto Calasso, el testimonio de un saber irónico, feliz: un
conocimiento que observa con agudeza y fluye, ojo y fuente a la vez. ¿A quién
mata, entonces, el dios o el héroe?
Michel Koven, Apolo mata a la serpiente Pitón |
Perseo liberando a Andrómeda |
Noche, instinto, naturaleza, mal, criatura híbrida, caos. Tranquilos, porque ahí llega el dios o el héroe para poner orden –para imponer su orden-.
En el puesto de feria del “tiro al dragón” obtiene, tras la hazaña, su premio. La chica, claro. Vencida.
El tesoro que custodiaba el bicho. El conocimiento. La metamorfosis. Lo que fluye y cambia, antes de ser fijado en piedra.
Deforestación, pantanos desecados. Se puede roturar.
Crecerán ciudades, templos, tribunales de justicia.
Paolo Uccello, San Jorge y el dragón |
Ilustración para Melusina o la Noble Historia de Lusignan, de Jean d'Arras |
La metamorfosis como huida –India, Grecia-.
“Maldita sea, permanece quieta, perdura en tu imagen, cesa de fluir, déjate apresar”.
“Maldita sea, permanece quieta, perdura en tu imagen, cesa de fluir, déjate apresar”.
Ser agua para no perecer ahogado.
Ser fuego para no ser consumido por él.
Ser tierra, ser pájaro, ser árbol, ¡ser
viento!
Dragón: criatura híbrida. En él, el agua, el fuego, el aire.
¿La tierra?
Ilustración para Melusina o la Noble Historia de Lusignan, de Jean d'Arras |
En alguna ocasión no es ni héroe ni dios
quien vence al dragón, ni el premio es la muchacha a la que –supuestamente-
libera. Una leyenda relatada por Blasco Ibáñez habla de un “reo, un hombre
misterioso, una especie de judío, que había recorrido medio mundo y hablaba en
idiomas raros”: un tipo miserable, tal vez un brujo, que se compromete a matar
al dragón que atemoriza a la ciudad, a cambio de su libertad. Se encierra en
una casa para preparar su gesta: allá le conducen cargas de leña y gran número
de vasos y botellas. Llegado el momento de la liza, el público se desalienta al
ver el pobre aspecto del guerrero, cubierto con manto y capuchón de lana burda
y armado tan solo con una lanza.
Ulisse Aldrovandi, Historia serpentum et draconum |
Va al encuentro del dragón. Deja caer al
suelo el manto que le cubre. Entonces, se produce el deslumbramiento, porque
aquel hombre “era un ascua luminosa, una llama que marchaba rectamente hacia el
dragón, un fantasma de fuego que no podía ser contemplado más de un segundo.
Iba cubierto con una vestidura de cristal, con una armadura de espejos en la
que se reflejaba el sol, rodeándolo con un nimbo de deslumbrantes rayos”.
El dragón, el animal que mira, queda
cegado por el resplandor. Su propio reflejo, centelleante, roto y multiplicado
en los fragmentos de cristal que visten al vagabundo, lo confunden.
El hombre misterioso, esa especie de
judío que hablaba idiomas raros, mata al dragón.
Relieve del palacio de Persépolis |
***
Sigfrido conocía la lengua de los
pájaros.
***
En el tercer himno homérico descubrimos
–Calasso lo señala- que un lugar es un
ser, la ninfa es un lugar. Dragón, serpiente, ninfa: lugar. Esta historia relata los intentos de conquista de un territorio, de un cuerpo, de un saber. Irónico, recordemos: irónico y feliz.
Y no vencido.
Ilustración para Melusina o la Noble Historia de Lusignan, de Jean d'Arras |
No es tan fiero el dragón como lo pintan.
O sí.
Depende.
Ulisse Aldrovandi, Historia serpentum et draconum |
En este enlace podéis consultar el libro de Ulisse Aldrovandi Historia serpentum et draconum (1640): https://archive.org/details/UlyssisAldrovanIAldr/page/n7