Me digo:
tengo que portarme bien y hablaros sobre algún artista, en vez de perderme por
esas cosas raras que siempre ando buscando. A fin de cuentas, se supone que este es un
blog de arte, ¿no? Así que voy a intentar ser formal. ¡A intentarlo, solo digo
a intentarlo! Me pongo seria –aunque no mucho- y, seriamente, escribo: “¿Por
qué diablos eligió enterrarse en un país tan remoto?”.
Mujer con una jaula, detalle
No lo digo
yo: fue Aristide Maillol quien lo dijo. Se refería a su amigo József Rippl-Rónai. Si se hubiera
quedado en París, decía Maillol, su
nombre sería ahora tan famoso como los de Édouard Vuillard, Pierre Bonnard
o Maurice Denis. Pero no se quedó.
Mujer en un jardín
Villa Roma en Körtvélyes
El país remoto al que alude Maillol es Hungría. Se dice que Kaposvar, la ciudad donde nació József en 1861, fue fundada sobre siete colinas, como Roma. No fue Italia, sin embargo, el país que escogió Rippl-Rónai para su formación artística. Tras licenciarse en Farmacia, se trasladó a Munich para estudiar Bellas Artes y, gracias a una beca, pudo establecerse en París. Pero, veamos: un pintor húngaro va a París para estudiar… con un maestro húngaro. Este era Mihály Munkácsy. París no se resumía, no obstante, en Munkácsy, ni Francia en París. También estaba –y sigue estando- Pont-Aven, en plena ebullición de pinceles, paletas y colores.
Pavimentación de la calle principal de Kaposvar
Fiesta bretona
A Bretaña se fue nuestro pintor en el verano de
1889 o de 1890; allá conoció a Gauguin y a todo el grupo de Nabis agrupados a su alrededor. Qué
fiesta, ¿no os parece? József se entusiasmó. En 1890 dejó el taller de
Munkácsy, donde había trabajado durante tres años, y echó a volar por su propia
pintura: una pintura que, durante este período parisino, se conoció como
“negra” por la oscuridad de su paleta.
Mujer con cabellos rojos
Mirad, por ejemplo, este pastel en el
que nos muestra un parque por la noche. ¿En París? Probablemente. O en
cualquier otra ciudad, cualquier noche o cualquier día: cualquier parque. Esto
es lo que importa: árboles, farola. Y entonces me acuerdo de Chesterton, aunque
falta el niño –no hay un niño a esas horas en el parque-: “Para el niño, el
árbol y la farola son igualmente naturales e igualmente artificiales. O, mejor
dicho, ninguno de los dos es natural, sino sobrenatural”.
Parque nocturno
De estos años parisinos datan obras como el retrato
de Margit Piátsek o la imagen de la mujer que sostiene entre sus manos la jaula
de un pájaro.
Retrato de Margit Piátsek
Mujer con una jaula
James Abbott McNeill
Whistler, Composición en gris y negro nº1. Retrato de la madre del artista
Rippl-Rónai tuvo
contacto, además de con Gauguin y Maillol, con artistas como Toulouse-Lautrec,
Cézanne, los prerrafaelitas y Whistler. Por cierto,
¿recordáis el famoso retrato de la madre de Whistler, que este tituló como Composición
en gris y negro nº1? Pues Rippl-Rónai
sentó a su abuela, más de dos décadas después, para pintar su retrato, mano
sobre mano. El verde reemplaza, en esta obra, al gris que impera en la de
Whistler.
Mi abuela
Retrato de Lőrinc Szabó
Fue un buen retratista, Rippl-Rónai. Muy bueno. ¡Cuánta expresión alcanza a través de medios tan
sencillos! Lo hace en sus retratos, pero también en las armoniosas figuras
firmemente recortadas sobre los fondos que revelan el interés que el artista
sintió por la decoración, como muestran sus diseños de tapicerías y
vidrieras o sus trabajos en el palacio de Andrássy.
Doncellas
Mujer sentada
Lazarine y Anella
Ese decorativismo se
advierte en la técnica “de grano de maíz”, como él mismo la llamaba, que
utilizó sobre todo tras su regreso a Hungría, después de haber viajado por
diversos países europeos y tras una nueva estancia en París. Rippl-Rónai aplica los
colores puros de un modo que hace que la pintura adquiera el aspecto de un
tejido. La técnica, ya os habréis dado cuenta, está próxima al cloisonismo desarrollado en Pont-Aven
por Émile Bernard y Paul Gauguin, que había utilizado también Louis Anquetin.
Villa Roma
Navidad
Rippl-Rónai pintó numerosas
escenas de interior. Nos asomamos, en ellas, a la intimidad de hogares teñidos,
a veces, de vivos colores. He escrito “intimidad” porque tanto en estas escenas
como en las que reflejan exteriores o en los retratos y, en general, los
cuadros de figura, advierto ese acento de lo íntimo. No sé si a vosotros
también os sucede. Quienes conocieron al artista le definieron como un hombre
apacible, pacífico.
Cuando se vive en el recuerdo
La habitación amarilla del piano
József Rippl-Rónai vivía
en los colores, como le dijo en 1899
a su amigo Maillol, pero aún no vivía al sol. ¿Y después?
Después, sí.